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Thorch

[Muerto] Ismael Cruz

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  • Nombre: Ismael Cruz
  • Raza: Humano
  • Sexo: Hombre
  • Edad: 38
  • Altura: 1.80
  • Peso: 85
  • Lugar de Nacimiento: Lordaeron
  • Ocupación: Guerrero Sagrado
  • Historia completa

 

Descripción física:

Piel blanca cubierta por varias cicatrices en todo el cuerpo. Físico acorde al de un soldado entrenado. Aspecto descuidado, con cabello y barbas largas color castaño. Ojos marrones claros como su pelo. Podría pasar por un asaltante o mercenario de baja estirpe si no vistiera uniforme.

 

 

Descripción psíquica:

Hombre de pocas palabras, que evita los grandes discursos iluminados. No obstante a ello, su fe en la sagrada luz es lo que lo mantiene vivo.

Ha recibido educación, por lo que si debe mostrar cultura obligado por las circunstancias, sabrá como comportarse. En líneas generales no suele demostrar el fanatismo propio de sus hermanos escarlatas, al menos en el trato con los que no son miembros de la orden. 

Se trata de una persona curtida por el batallar y sufrimiento. Lo cual lo exime por completo de ese aire santurrón que rodea a algunos guerreros iluminados.

Sus ideales, motivaciones y objetivos se podrían resumir de esta forma:

Erradicar a los no muertos y herejes. Restituir la antigua gloria de Lordaeron y la humanidad en general. Impartir justicia iluminada o no, allí donde sea necesario. Vengar a sus seres queridos caídos en desgracia. Vivir y morir con honor, en nombre de la sagrada luz.

 

 

 

Historia

Como no sentir odio por esos dantescos engendros, si su pavorosa visión representa el reflejo de nuestros mayores temores. El final de nuestra existencia, la extinción de la llama de la vida y la putrefacción de nuestros cuerpos.

Como no perseguirlos, si su mera presencia es contraria a la luz. Inmundas creaciones oscuras, cuya existencia no implica más que destrucción y sufrimiento.

Como no exterminarlos, si destrozaron nuestro hogar, torturaron a nuestros seres queridos. Nos arrebataron hasta la santa muerte, nuestra tierra destruyeron, borrando nuestro linaje casi por completo.

No es posible tener compasión con quien no siente, piedad con quien no vive, ni demostrar honor ante abominaciones. La sagrada luz sigue siendo nuestro estandarte, la fe el verdadero poder, y la pureza nuestro sustento.

Más contra la oscuridad, no existe otro camino que el de la purificación. Sin compasión, ni remordimiento alguno en la lucha contra herejes y no muertos.

No obstante a ello, la práctica activa de las virtudes que la luz nos enseña: Tenacidad, Respeto y Compasión, no deben ser abandonadas jamás. La justicia debe prevalecer, amor para los vivos, fuego para los no muertos.

Nací hace 38 años en el Reino de Lordaeron, vi morir a mi familia a manos de no muertos. También fui espectador de cómo algunos de mis seres queridos se levantaban convertidos, y hasta debí salpicar mi espada con el icor que emanaba de algún maldito cuerpo putrefacto que en vida acaricié.

A causa de estos males, y que me había quedado sin empleo cuando las tierras de mi señor cayeron. Decidí acudir al llamado de los que para mí eran por ese entonces ''esos misteriosos y fieros guerreros escarlatas’’.

Inicialmente dudé, pues un joven soldado sin ejército al que servir, no parecía el candidato más indicado para una orden clerical. Pero ante la insistencia de los pregoneros rojos, en busca de ''guerreros fuertes’’, y las nulas posibilidades de supervivencia en solitario por aquellas tierras muertas, casi que no tuve otra opción.

 

Los inicios no fueron fáciles, ni siquiera para alguien como yo.

Ni bien llegar me pusieron en cuarentena, permanecí recluido e incomunicado durante un mes. Fui sometido a ''curas’’ de luz sagrada, e interrogatorios sistemáticos durante mi estancia en la celda…

La exigua estancia se encontraba en penumbras, mientras el silencio absoluto reinaba en el ambiente. Un camastro de paja, una vetusta mesa de madera, y el texto sagrado sobre la misma, constituían todo el mobiliario del lugar.

Hacía ya varias lunas que me encontraba en cautiverio, interrumpiendo mi soledad el silencioso vigía a la hora de cada comida, o el inquisidor cuando se le venía en gana. Del alimento poco podía quejarme, siempre el mismo caldo aguado en almuerzo y cena, un bollo de pan entre las horas. Al menos hambre no pasaba.

La bebida era otra historia, nada de alcohol resultaba duro. Sobre todo en las noches, donde sin aguamiel el insomnio se apoderaba de mí. Visiones oscuras y recuerdos del pasado invadían mi mente, pero el inquisidor aconsejaba orar con fervor para apartar los malos pensamientos. Ciertamente funcionaban los rezos, ya sea por obra de la luz o el cansancio que producía repetir sin parar las mismas frases sagradas. Debía acostumbrarme a esa vida, solo los iluminados habían demostrado poseer el don de vencer a los no muertos, no cabía duda alguna que esa era la senda correcta al menos para los vivos.

Sin embargo costaba apartarse de las viejas costumbres, la vida del guerrero al servicio de un lord no se parecía en nada al sacrificio de un cruzado. Ni paga, putas o juego, solo la senda de las virtudes y el amor por destruir herejes para hacer de este un mundo mejor.

Allí me encontraba perdido en mis pensamientos, cuando el anciano de barba entrecana ingresó a la estancia. Su hábito blanco y escarlata era el propio de los inquisidores, portaba en sus manos libro y báculo como era habitual entre los de su clase.

Sea la luz tu guía aspirante, cómo te llamas?- Dijo el anciano en forma solemne

Ismael Cruz es mi nombre anciano- Respondió el guerrero rápidamente

Porque estás aquí?- Inquirió el inquisidor

Quiero servir a la cruzada escarlata- Contestó en forma fría

Y con qué fin pondrías tu vida al servicio de esta orden ?.- El anciano escrutaba con su mirada pertinaz, al aspirante.

Luchar contra el hereje en nombre de la sagrada luz, recuperar el reino de Lordaeron, hacer justicia contra esos malditos impíos no muertos- Golpeó la mesa sin ocultar su furia hacia el enemigo

Comprendo…- el anciano permaneció dubitativo por un instante -pero lo dices todo muy metódicamente, como aprendido de memoria… quien te ordenó venir a aquí ?- La expresión del inquisidor se tornaba desafiante.

Nadie mi señor, soy un hombre libre y estoy aquí por voluntad propia.

Podrías besar el báculo portador de la luz, y este texto sagrado sin temor alguno? - Extendía sus manos hacia el guerrero, como quien presentaba sus armas previo al combate.

Por supuesto padre- Se inclinó en forma respetuosa y aproximó sus labios a los objetos en forma alternada, mas no besó.

En nombre de la luz, yo te someto a su juicio sagrado y purifico!- Inquirió el anciano, mientras un fulgor resplandeciente emanaba de los objetos, impactando violentamente contra el pecho de Ismael.

El aspirante sintió que la paz invadía su ser profundamente, los dolores y pesares habían desaparecido por completo, al tiempo una lánguida sonrisa se plantaba en su rostro- Gracias padre, bendiciones para usted.

El inquisidor apartó los objetos sagrados de Ismael, y con expresión impasible asintió despacio- Benditos aquellos que busquen la senda iluminada, porque la luz prevalecerá eternamente- Acto seguido giró sobre sus pasos y sin mirar atrás, desapareció entre las sombras más allá de la celda.

Fueron varias las veces que volvería a ver al anciano en mi celda, y sus interrogatorios no cesaron hasta que salí de allí.

Era joven e inmaduro por aquel entonces, quizás por eso ilusamente creí que al salir de mi celda, asistiría a una ceremonia, recibiría equipo y armas de buena hechura.

Nada más lejos de la realidad, recibí elementos de aseo para limpiar letrinas y obligaciones de sirviente. Ni siquiera el rango de soldado me sería reconocido, había que iniciar desde abajo allí, y aprender que la vida de quien lucha contra los hombres, no se parece en nada a la de aquel que vive y muere enfrentando a las tinieblas.

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Documentos públicos de un cruzado.

 

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Gran Cruzado Johansenn:

Le informo que me encuentro constituido en Villadorada como me fue ordenado. Lamentablemente la hostilidad manifiesta del propietario de la posada ''La Capital’’ hacia la causa cruzada, me obligó a alojarme en la posada céntrica, lugar lujoso y poco adecuado para la tarea que me fue encomendada. Ya que los pobres y necesitados se encuentran trabajando en los barrios bajos precisamente, no seguros y cómodos tras murallas como me veo obligado a estar yo.

Sinceramente aún estoy dilucidando si se trata de simpatía hacia los no muertos y herejía, u simplemente poca cabeza lo que lleva a estas gentes necesitadas de ayuda, a cerrar las puertas de quien les tiende una mano. El tiempo dirá, pues nada se esconde a la mirada escrutadora de la luz. Lo cierto es que fui expulsado sin más por ese posadero, que hasta insinuó alguna que otra blasfemia sobre mi persona, cuando por poco no aseguró públicamente que los escarlatas somos una panda de mentirosos y asesinos.

Para colmo de males, tal cual lucha de emblemas y colores propios de justa deportiva, y no de la guerra contra Elwynn a la que nos enfrentamos. No solo manifestaron que dicha zona simpatizaba con el alba argenta, sino que el hermano Thomas de esa orden (quien sí se mostró respetuoso y digno a pesar de todo) respondió literalmente ante mi ofrecimiento de colaboración: ''consultaré a mi superior a ver si me autoriza a trabajar con usted’’. Aún aguardo su respuesta, espero que cuando me reporte ante los hermanos de la órden de ''La mano de plata'' no sea todo tan lento y entorpecedor.

Evidentemente o no son conscientes de la situación crítica en la que se encuentran, o de estrategia marcial saben bien poco, cuando ponen por delante sus egos personales por sobre la unión contra un enemigo en común. Por ahora no puedo hacer mas que orar con fervor a la sagrada luz, suplicando ilumine la razón de estas gentes y me permitan proseguir con mi misión.

No son las mejores noticias, pero al menos ya tiene la información sobre mi paradero y donde enviar la manutención correspondiente.

Lo mantendré al tanto de las novedades surgidas, que la luz os bendiga.

 

Ismael Cruz

 

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Ismael  Cruz marchaba hacia la abadía en Villadorada, para reportarse ante la Iglesia y la Mano de Plata, cuando de camino fue interceptado por un sigiloso mensajero. La escueta nota proponía un encuentro en la capilla derruida del casco antiguo. Nada más, nada menos, solo se leía que alguien quería verle allí, y el recluta cruzado no dudó en ir. En su fuero interno pensó en una emboscada, un acto a traición por parte de aquellos de la taberna que tanto le despreciaban. Pero no sintió temor alguno, por el contrario quizás era la hora definitiva en que la luz juzgara las ofensas a su causa.

No esperaba en modo alguno, encontrar en el lugar un sacerdote Gnomo portando las insignias de La Sagrada Iglesia de la Luz, pero así fue. Y tal cual designio sagrado, por fin se mostraba ante él alguien que de verdad buscaba hacer de Azeroth un mundo mejor. El novicio Bourn estaba dispuesto a reconstruir aquel bastión de la luz, y establecer un centro de operaciones para la lucha contra los innumerables males que acechaban. Para ello nuevamente Ismael sería invitado a custodiar las ruinas de la capilla (pues antes ya lo había solicitado el  desaparecido''paladín errante'' Aleister), tarea que no dudó en asumir con la absoluta entrega y dedicación propias de un cruzado.

Entre esas ruinas no había lugar donde descansar, ni comodidad alguna. Pero el recluta cruzado permanecía allí, comiendo alimañas, improvisando fogatas con lo que encontraba, para no caer en hipotermia durante su vigía nocturna, y mal durmiendo con un ojo abierto cuando podía. De todas formas resistiría con tenacidad, pues el sacrificio era una de las virtudes de los escarlatas. No en vano fueron quienes permanecieron luchando en Lordaeron, mientras otros huían.

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Gracias a las bendiciones de la luz, poco a poco las cosas van cambiando. Sin embargo a medida que encuentro aliados, también son mayores los frentes de combate. Por ese motivo he decidido llevar estos apuntes sobre la información que recibo, y las personas que me voy cruzando a lo largo del camino.

PERSONAS


Bourn: 


Thomas:


Aleister: Autoproclamado Paladín Errante que ha desaparecido misteriosamente, y del que casi todos hablan mal.


Jared: 


Margot: 


Elegost: 


Dieter: Guía de Cerro del Cuervo, busca ayuda para combatir a un nigromante que se apoderó del cementerio de la zona.


Joshep: 


Bodvar: 


Lógan: 

 

Aldebarán: Novicio de la Mano de Plata nativo de Stromgarde.

Nicholas:

Odriel:

 

INFORMACIÓN DE INTERÉS.
 

Enemigos mencionados en diferentes investigaciones.


Banda de salteadores incendiarios, operarían en la zona de Poniente.


Nigromante y al menos un cementerio completo de No Muertos.  Operaría en Cerro del Cuervo. COMPLETADA


Gnolls en todas sus versiones, desde oscuros y encapuchados, hasta Hogger. Operan en todo Bosque Elwynn.


Orcos Rocanegra. Operarían en las montañas norteñas.


Delincuentes luchan por el control de los barrios bajos (casco antiguo de Villadorada).


 

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Un cruzado no mendiga, elige. Esas palabras resonaban en su mente, cuando se disponía a marchar para proseguir con su misión. Justo en ese momento el hermano Bourn apareció en escena. Su labia, la necesidad de apoyo, tantos proyectos justos y necesarios, al fin y al cabo conmovían el espíritu del recluta cruzado. Sus acciones y sentir eran puros e iluminados, más allá de su expresión corporal impasible adquirida en el norte. Quien ve el horror tan cercano a diario, quien siquiera tiene el consuelo de poder visitar una fría tumba para llorar al ser amado, quien toca fondo como él, se endurece o se pierde. El prefirió lo primero, y la Cruzada Escarlata fue su único apoyo. 

Ahora ante él se encontraba un soñador, un tenaz Gnomo con proyectos de fe. No era perfecto, hablaba demasiado, pero quien era él para ver los defectos en otros. Decidió apoyarle. Caminó junto al él hasta la abadía de villanorte, impartió justicia iluminada y colaboró para obtener apoyo. Lo siguió durante ese largo día, buscando materiales, voluntarios y simpatías para la capilla de la rectitud. En el proceso investigó junto a Odriel y Bodvar. Purificó con oraciones sagradas allí donde la oscuridad persistía. Y hasta intentó ayudar a la guardia imperial por intermedio de Elegost, aunque en el sur no parecían tan efectivos los métodos norteños.

Quedaba mucho trabajo y obras por delante, más la luz parecía indicar que su presencia en la zona era parte de un plan sagrado, no daría la espalda a Villadorada.

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La labor en Ocaso parecía haber culminado, algunas cicatrices más en su machacado cuerpo y la serenidad del deber cumplido, eran las únicas recompensas recibidas. Debía llevar la cabeza del nigromante a la embajada Escarlata esa era su misión, y como fiel soldado de la causa debía cumplirla o morir en el intento. Ciertas decisiones tomadas y actitudes le hicieron comprender algo: para ser un verdadero cruzado se debía dejar de lado absolutamente todo. Ni la gloria, ni el dolor, siquiera la muerte eran suficiente sacrificio para un escarlata. Solo la sagrada luz y sus designios superaban el mandato de la flama.

Pero que llevaba a un hombre a renunciar a todo, para abrazar una vida de ingratitud y privaciones?. La fe, el honor, la temeridad quizás?.

Para Ismael eso estaba claro, renunció a su vida porque hacía mucho la había perdido. La caída de Lordaeron le dejó sin raíces, la no muerte de sus seres queridos le arrancó la felicidad, si algo bueno podía pasar en el mundo sería gracias a la luz y nada más.

Sin embargo porque vestir el escarlata, en lugar del plateado afamado, u el argenta tolerante?.  

Antes no tuvo opción en solitario rodeado de sombras y terror, solo los escarlatas combatían en el norte inicialmente. Fue allí a donde recurrió, en principio para dar batalla al enemigo, sobrevivir, no caer.

Ahora más que nunca descubrió, que donde otros predican virtudes con sus hipócritas lenguas, pero toman acciones opuestas. La cruzada permanece siempre fiel a sus principios, no son los que hablan de cosas bellas, para hacer mierdas cuando no se los ve, los del doble discurso. Tampoco son aquellos que predican igualdad para usar a las gentes. Los cruzados son los guerreros sagrados, que buscan purgar a fuego, acero y fe el universo. Tan simple y tan profundo como eso, son aquellos que vencerán la oscura maldad en nombre de la sagrada luz, a cualquier precio pues el bien mayor debe primar. Los que sembrarán la guerra, para lograr cosechar la paz. Son esos que hacen lo que tienen que hacer, sin esperar nada a cambio.

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Condecoraciones, méritos y galardones.

 

- Medalla de la llama desafiante.

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El Gran Cruzado Lord Johansenn abre la pequeña caja, donde, en un lecho de terciopelo granate, descansa una medalla que brilla con una llama roja en el centro y un reborde plateado.

''Bajo la autoridad que me otorga la Cruzada Escarlata, Recluta Cruz, y bajo el amparo bienintencionado de la Luz, le otorgo la Medalla de la Llama Desafiante, por lograr la victoria contra todo pronóstico, fruto de su propia voluntad incansable, ante enemigos que le superaban con diferencia. ‘‘

- Ascenso a Adepto de ''La Orden de la Cruzada Escarlata''.

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El Gran Cruzado Lord Johansenn coge un objeto, antes de girarse hacia Ismael con él en la palma de la mano. Un medallón dorado, con el emblema de una llama en el centro. ''Con este Medallón, signo de la incandescente llama de justicia y pureza que arde dentro de tu pecho. Yo, Lord Johansenn, Gran Cruzado de la Gloriosa e Imperecedera Cruzada Escarlata, te declaro Adepto de la Sagrada y Pura Orden de la llama carmesí. Recluta Cruz. ¿Aceptas los votos de servidumbre, de pureza y de sacrificio? ¿Aceptas como tuya, hasta el día de tu muerte, la causa que abandera la Llama Escarlata?''

[Johansenn]: Mira con seriedad absoluta al Recluta, esperando su respuesta con el medallón en la palma de la mano. El medallón es del tamaño aproximado de la misma palma sobre la que reposa

[Ismael]: ''Si señor acepto, y juro por mi honor en nombre de las tres virtudes sagradas con la luz como testigo que viviré y moriré por la causa cruzada. ‘‘

[Johansenn]:''Entonces te hago entrega de este medallón grabado con tu nombre, Ismael Cruz, Adepto de la Cruzada Escarlata. Que tu sangre borre la llama que blandes al pecho antes de renegar y fallar a la causa que juras seguir''.

[Ismael]: Toma el medallón entre sus manos y con expresión solemne asiente. ''Mi sangre y fe al servicio de la llama''.

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Tras las oraciones nocturnas, sin poder conciliar el sueño Ismael escribió en un trozo de papel...

Las cosas han acontecido de forma misteriosa, un ascenso y una condecoración significaron mi condena de permanencia en el sur. De que me sirve el brillante metal dorado, si solo funciona como contrapeso que me mantiene estancado en estas tierras ajenas. Añoro mi patria, oro cada día por mis hermanos que luchan valientemente contra la oscuridad en el norte, mientras yo lejano y solitario deambulo vestido de asceta. Cumplo mi penitencia del mejor modo, purgo la condena que la luz me impone.

El barrio pobre solo me demostró cuan injusta es la ignorancia de la gente, como una causa pura y sagrada puede ser vapuleada sin miramientos por parte de quienes se pretende bendecir. Este lugar me deja en claro a cada instante que no es mi tierra, soy alguien ajeno entre ellos un molesto visitante. Y sin embargo las virtudes sagradas pueden más en mi alma, he mantenido el respeto por los lugareños a pesar de todo; tenazmente procuro cumplir con mi misión primordial de lucha contra el mal. Y compasivamente busco darle refugio a los más débiles, los niños.  La fe mueve montañas, y quizás la luz tenga un plan para mí en este sitio.

Por lo pronto fue poco lo que logramos con el novicio Jared en Villauva, llegamos muy tarde. Acaso una insignificante victoria en inferioridad contra un ejército de herejes, el rescate de dos mujeres y el entierro de un pobre chico que no supimos salvar. Ciertamente siento que estoy solo aquí que no es mi lugar, pero si la luz lo quiere quien soy yo para negarme ?.

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