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Virtue

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  1. Virtue

    Nina Feu

    Atributos 5 Físico 6 Destreza 9 Inteligencia 6 Percepción Valores de combate 20 Puntos de vida 27 Mana 8 Iniciativa 8 Ataque CC Sutil (Daga) 8 Defensa Habilidades Físico Destreza 2 Daga 1 Escalar 2 Defensa 1 Nadar 1 Sigilo 1 Trampas/Cerraduras Inteligencia 1 Supervivencia/Cazar 2 Detección de energía 2 Toque ígneo 2 Proyectil ígneo Percepción 2 Advertir/Notar 2 Reflejos
  2. Virtue

    Nina Feu

    Nina Feu. Descripción física. 1,60 m 50 kg Señorita que no suele demostrar por apariencia, más de diecisiete años teniendo en realidad veinte. Rostro redondeado y mejillas dulces, tersas como muselinas, salpicadas con el paso de las pecas. Labios delgados y pálidos, encantados tras una sonrisa grácil y cariñosa. Ojos grandes y verdes, expresivos si se quiere, abiertos a las amabilidades y la cortesía. Cuerpo digno de una señorita, sin sobresalir en sensualidad posee pocas curvas llevando siempre ropas recatadas, lo que acentúa menor edad de la que tiene. Historia. Nina Feu vivió una infancia tormentosa. Hija de un desliz que una prostituta de taberna tuvo con un marinero, debió ser cuidada por una mala mujer quien, en circunstancias de ebriedad, no tenía ni el más mínimo reparo en reprocharle que su sola presencia le había arruinado la vida y todo lo que había perdido en su vida por su culpa. Aunque conoció por las curvas a su padre, él siempre se hacía a la altamar, perdiéndosele de la vista durante su primera infancia y siendo cuidad, si es que puede decirse, por su madre. A los cinco años su madre, Pamela, sucumbió a las falsas promesas de un cliente habitual, jurándole según él, sacarla de su miserable vida y empezar una nueva en Lordaeron. No obstante, solo le tenía preparado para ella cinco puñaladas en el vientre la misma noche que se fugó con el hombre, como si la justicia divina hubiera descargado su ira contra ella. La niña encontró el cuerpo a pocas calles de la casa, cuando el hambre acuciaba y se vio en la obligación de buscar a su madre, cuerpo que dejó en el mismo sitio, dejando que lo encontraran otros. Nina, sólo conociendo el nombre de su padre, le esperó en el puerto hasta el día de regreso, viviendo de las sobras y las limosnas que almas remordidas le entregaban. Al regresar su padre retomó una vida familiar con él, pero en la depresión, el marino se entregó a la bebida, cada día más afectado por los estragos que esta provocaba en su cuerpo. Para los ocho años vería cómo su padre moría invadido en miasmas purulentos, mientras regurgitaba sangre de las entrañas, bajo la atenta mirada de Nina, desde la puerta. Sus antiguos compañeros de trabajo cuentan que le encontraron impávida y serena, leyendo abstraída un libro de cuentos para niños mientras la sangre cubría el filo de sus faldones. Enviándola directo a un orfanato donde solo dura dos escasos años, aprendió que el dolor físico no podría reprimir su voluntad. Siendo muy hosca con las normas y las leyes de conducta y moral, demostró ser una niña indómita, siendo castigada con sádicos cueros en la espalda que la habrán dejado marcada aún para estas fechas. Cuando tuvieron la más mínima oportunidad, a sus diez años, la ofrecieron a un rico comerciante que le urgía una mucama, prometiéndoles a los directivos del orfanato que él le enseñaría disciplina de la manera que fuese necesaria. Siendo la única escapatoria de su vida ruin la lectura, una vez se cuela en la biblioteca del ávido mercader en búsqueda de narraciones cortas que dejaran escapar su imaginación, cuando el azar le sorteó encontrarse con un libro de iniciación mágica comido ya por el polvo. Llamándole la atención el hecho de que un humano pudiera canalizar las energías arcanas, lo escondió y juró para sí misma empezar a practicar con el cuidado necesario, pues solo su instinto dictaba que podría ser una empresa peligrosa. Sin haberlo sospechado, tiempo después descubre que mantiene una afinidad natural con la piromancia, aunque en los intentos en los que osó probar sus habilidades terminaron en turbios incendios controlados en su cuarto. La sagacidad y la experiencia le enseñaron que tendía que ser prudente, y siendo lo más consecuente con ello, siguió practicando en exteriores los tiempos que se permitía, lo más alejada del ojo público. En una de aquellas prácticas furtivas conoció un viejo mercader de artilugios arcanos, del que se decía conocer a palmo la escuela de la piromancia. Dedicó la temporada que se quedaría en la ciudad portuaria para enseñar la básica aplicación de la piromancia como conjuradora, y una vez los lineamientos fueron enseñados, le aconsejó que podría desarrollar todo su potencial en una Academia de Artes Arcanas, recomendándole la de Ventormenta. El consejo, sin embargo, fue como un solitario balde arrojado al mar. A sus dieciséis, ya cuando había formado un cuerpo de señorita con los atributos dignos de su edad, los ojos lujuriosos del mercader que hacía las veces de su padre adoptivo y explotador se fijaron en ella. Buscándola a su alcoba una noche, intenta acceder a ella por medio de amores forzados desatando la ira de Nina, que, sin poder controlar las arremolinadas corrientes, prende en llamas su cuarto, consumiendo al final tanto al dueño como a su casa. Cuando el eco del humo se dispersó, la guardia solo encontró a una jovencita vestida con jirones desprendidos por el fuego y en medio de un llanto, explicándoles cómo las llamas se produjeron por un forcejeo que tuvo con su violador dando como resultado una vela saltarina que consumió los cortinales y los toneles de grasa. Sintiéndose libre de ataduras y en una edad considerable para salir por fin del puerto, toma un barco en dirección a Bahía del Botín, donde escuchó que las normas y la moral eran de golpe mucho más flexible que en Reinos Imperiales. Trabajando en lo que pudo para sobrevivir, terminó dando con un goblin regente de una posada de mala muerte encallada al extremo de los muelles. Su paga era precaria y la alimentación paupérrima, viendo cómo el codicioso goblin amasaba una pequeña fortuna fruto de su bien laborado trabajo. Tal como ella creía, una noche tomó un par de monedas de la caja, dispuesta a darse a la fuga de tan miserable vida, sin embargo el goblin, descubriéndola, le pidió devolución de sus monedas junto con otro tipo de favores que resarcieran los daños y perjuicios del robo. Ella, explicándole con la calma mortuoria que le caracteriza, enfatizó en que solo sería una prima por el tiempo de trabajo. Sin dar el brazo a torcer, la decisión del goblin de acusarla con los trúhanes terminó con él sumido en llamas, tal como le pasó en su época al hombre mercante. Tomando las monedas ganadas, consiguió el primer pasaje a bordo de una goleta mercante repleta con aceite de ballena, directa a desestibar en la capital. Aunque sabía que un barco lleno de aceite serían unos bellos fuegos artificiales para el mar, pensó que sería mejor idea esperar y probar suerte en el Reino humano. A la espera de una vida nueva… ¿quizá?
  3. Buenas, Virtue al habla, ¡esperando pasar un buen rato entre compañer@s! ¡Hace tiempo del rol pero espero acordarme de todo!
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