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Coulbert

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    [Ficha] Aran Ereisi

    Nombre: Aran Ereisi Atributos7 Físico7 Destreza6 Inteligencia6 PercepciónValores de combate28 Puntos de vida18 Mana6 Iniciativa9 Ataque CC (Arma Pesada)8 Defensa Habilidades Físico 2 Atletismo 2 Espada pesada Destreza 2 Cabalgar 1 Escalar 1 Defensa 1 Nadar Inteligencia 2 Comercio 2 Fauna 1 Sanación/Hierbas 2 Supervivencia/Cazar Percepción 2 Advertir/Notar 1 Buscar Escuelas/Especializaciones
  2. Coulbert

    Aran Ereisi

    Nombre: Aran Ereisi Raza: Humano Sexo: Hombre Edad: 21 Lugar de Nacimiento: Paramos de Poniente Ocupación: Sin ocupación Historia completa Descripción física: Es una persona que trata de tener un aspecto pulcro, afeitándose a menudo y teniendo el pelo y las ropas lo más limpias posibles. De rasgos faciales finos, chocan con el resto del cuerpo, un cuerpo formado desde el trabajo físico de granjero: Forma fisica aceptable sin llegar a ser musculoso, manos gastadas y fuertes... Posee una cicatriz horizontal que le atraviesa la mejilla. Descripción psíquica: Es un joven amable y curioso, cuya boca se llena siempre que se le pregunta por lo que desea ser, pues en su mente siempre tiene claro que quiere ser un héroe, aunque no tenga la más remota idea de como se logra tal fin. Es educado con los desconocidos, pero su educación es limitada puesto que ha sido granjero gran parte de su vida, hecho que se demuestra en cosas del día a día como la comida. Si se le pregunta por su pasado o su cicatriz, adquirirá un semblante más taciturno y se negará a explicarlo, llegando a marcharse bruscamente si se le insiste. Historia Aran nació en una familia granjera que habitaba en los Paramos de Poniente. No era una familia con abundante dinero o comida, pero sus padres se aseguraron de criarle, siendo hijo único, para que no le faltase de nada, confiando en que tomaría las riendas de la granja familiar una vez alcanzase una edad aceptable, para así ellos poder por fin tomarse un descanso. La vida de Aran fue un ir y venir entre cuidar de los campos, cuidar de los animales y cuidar de sus padres, cada vez más ancianos y achacosos. Sin embargo Aran, que nunca había conocido otra vida, se sentía contento con ello, pues tenia tiempo suficiente entre sus múltiples tareas para relacionarse con los chicos de las granjas de alrededor e, incluso, ir a cazar al bosque de Elwynn. Sin embargo, en una de esas cacerías todo cambió: El joven Aran, con 15 años, se vio rodeado de criaturas salvajes junto con su amigo Dereas, el cual temblaba de miedo. Él intentó protegerlo poniéndose en medio y tratando de no temblar pero sabía en su interior que no iban a salir bien parados y su cabeza empezó a pensar en su familia, en como se sentirían sus padres al recibir la noticia que su hijo había sido devorado por lobos y osos. Sin embargo, de pronto, una luz proveniente de detrás de las criaturas le cegó y, tapándose los ojos, solamente pudo oír como algo cortaba el viento y las criaturas amenazantes aullaban y corrían despavoridas, o caían al suelo sin vida. Al entreabrir los ojos, delante de él había un hombre como nunca había visto antes: Tenia una piel morena sin llegar a ser oscura, un pelo rubio plateado que se recogía en una coleta y una barba de igual color que semi-cubría una boca torcida en una sonrisa, sabiendo que había logrado llegar antes que Aran y su amigo fuesen abatidos o comidos. La armadura de ese hombre brillaba como si del mismo sol se tratase, era una gran armadura blanca y roja, tanto su pechera, como sus hombreras, como su espada, teñida ahora con la sangre de las criaturas. Aran lo miró embobado, mientras el hombre decía con sencillez y fuerza: "¿Estáis bien, jóvenes?" - Aran a duras penas pudo asentir mientras su compañero Dereas, menos valiente, salió corriendo en dirección a su casa. Aran tragó saliva y respondió: "Si, muchas gracias señor... Nos ha salvado la vida." - El hombre se acercó a Aran, dando fuertes y seguros pasos con sus botas y, al llegar a su lado, sonrió mientras admitía: "Debo admitir que he visto como protegías a tu amigo, eres un granjero muy valiente." - Aran se quedó mirando a ese hombre misterioso como sonreía y se sintió a salvo a su lado, sabía que era un héroe como los que hablaban los cuentos que su madre le contaba de pequeño y, por primera vez en su vida, deseó algo: Deseó ser como él. Pero no le salieron las palabras mientras el hombre asentía al contemplar la muda respuesta de admiración del joven granjero y se montaba de nuevo en su grifo, alzando el vuelo y dejando el bosque tan silencioso como lo era antes. Tras aquél encuentro Aran determinó que quería ser un guerrero, un héroe. Y empezó a entrenar cada día, dejando de lado las tareas de la granja de sus padres, por lo que recibía a menudo reprimendas de sus padres, pero no le importaba: ellos no podían entender que él había elegido el camino del héroe. Cambió todos sus ahorros por una espada común y se dispuso a entrenar con ella día y noche, hasta que la sentía parte de él mismo. Visitaba a menudo el Bosque de Elwynn con la esperanza de conocer otros héroes, a veces hasta se escapaba de noche, se sentía poderoso, si tan solo alguien le diese una oportunidad... Desgraciadamente, esa oportunidad se presentó: Una noche cerrada, mientras Aran volvía de una de sus escapadas, pudo ver como su granja expulsaba un humo impropio. Alarmado, se acercó corriendo blandiendo su espada en mano cuando vio en la entrada a dos hombres con capuchas negruzcas y sendos tatuajes de ruedas dentadas en sus brazos, supo que se encontraba ante la Hermandad Defias, una terrible hermandad que únicamente nacía para causar el caos y el mal. Se acercó a ellos con sigilo, intentando no llamar la atención hasta que vio como de la casa sacaban a sus padres, aun con sus pijamas, y los arrojaban delante de uno de esos hombres que esperaban en la puerta, el cual reía. Eso fue demasiado para el joven Aran, de ya 20 años, y alzó la voz para que lo oyesen: "¡Alto, bandidos y forajidos!" - Los bandidos se giraron y vieron a ese joven blandiendo una espada y jadeando de miedo y nervio. El jefe, riendo al ver la expresión horrorizada de los dos ancianos, supuso que era su hijo que venia a impedir la masacre: "Vaya, vaya, quién tenemos aqui... Tu eres el que faltaba, ¿No? ¿Donde estabas? No deberias dejar de lado a tus padres así, quién sabe cuando será la última vez que los veas..." - Los otros bandidos, oyendo esas palabras, apuntaron con sus espadas a los padres de Aran, el cual, lejos de amedrentarse, señaló con la espada al jefe, retándolo: "¡Hagamos un duelo! Si logro vencerte en combate, tu y los tuyos os retirareis de estas tierras y si me vences, me uniré a vuestra Hermandad para siempre." - Aran tragó saliva, pensando que ese castigo sería horrible, pero la carcajada del jefe le descolocó: "¿Miembro de la Hermandad como castigo? ¿Crees que tomaríamos bajo nuestra hermandad a un granjero que ni sabe agarrar una espada? Si yo gano tendrás que sentarte quietecito a ver como degollo a tus padres." - Las risas de los bandidos inundaron la granja familiar, que seguía ardiendo, mientras que Aran dudaba al saber cuan terrible era el castigo, pero finalmente aceptó. Ambos se colocaron uno frente al otro, el bandido adoptó una pose grácil pues era un experimentado duelista mientras que Aran intentaba no temblar, pensando en lo poco que le costaría al héroe deshacerse de aquellos indeseables. Finalmente el combate comenzó con una embestida de Aran que el bandido esquivó, haciéndole la zancadilla en el proceso y tirando al suelo a Aran, que oía las mofas de los demás bandidos y los sollozos de sus padres. El espectáculo se repitió durante 15 minutos, tras los cuales el bandido golpeaba con el mango o con el puño a Aran pero nunca con la espada, pues le resultaba más divertido destruir antes sus esperanzas. Finalmente, para la alegría de Aran, cuya fe empezaba a desmoronarse, pudo oír a lo lejos el trotar de los miembros de la Milicia Popular, por lo que el resto de bandidos instó a su jefe a que acabara aquél duelo sin sentido. Con un rápido movimiento el jefe hizo un profundo corte en la mejilla del joven, lo derribó y desarmó y lo inmovilizó, mientras este veía como los bandidos asesinaban a sus padres y oía: "Lo siento, has perdido... Y las normas son las normas." - Tras el doble asesinato los bandidos marcharon, dejando a Aran dolorido y con la mejilla ensangrentada, mezclada por las lagrimas de haber perdido a su única familia mientras lo que quedaba de su granja se reducía a cenizas. El día siguiente Aran enterró a sus padres y vendió lo poco que se habia salvado a un granjero amigo de la familia, con lo que tendría para lo más básico de su viaje. Un viaje que haría para volverse un héroe y vengar a su familia de aquél bandido.
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