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Geadalu

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  1. Geadalu

    Geadalu

    Nombre: Geadalu Raza: Draenei Sexo: Mujer Edad: 122 Lugar de Nacimiento: Nagrand Ocupación: Sanadora y cuidadora de talbuks Historia completa Descripción física: Geadalu es una draenei de estatura media, piel azul clara y grandes ojos brillantes; en la parte izquierda de la cara tiene una gran cicatriz que le cruza todo el rostro. Sus cuernos, horizontales y rugosos, se rizan al final hacia atrás. Posee una marca de nacimiento amarilla en forma de tatuaje tribal que le cubre todo el brazo izquierdo. Lejos de parecer femeninas, sus piernas fuertes están acostumbradas a impulsar el cuerpo para abalanzarse sobre algún animal en las horas de caza. Las manos, llenas de callos por el duro trabajo que supone criar talbuks, son pequeñas y hábiles. Suele tener el pelo, largo, recogido en dos coletas en lo alto de su cabeza, dejando un mechón suelto a cada lado de la cabeza. La voz de Geadalu es algo aguda, pero muy suave y agradable al oído. Descripción psíquica: A Geadalu encanta mantener a la gente que le rodea feliz y contenta, y debido a los largos años de servidumbre a los Kurenai, tiene un espíritu fuerte, aunque devoto. Su empatía e inteligencia hacen que quien no la conozca no pueda pensar que, a pesar de sus años, ha librado cien batallas. Prefiere mil veces la tranquilidad del campo que el ajetreo de una gran ciudad. Le gustan mucho los niños, pues los encuentra inocentes y frágiles, dejando a la luz su afán de protección. Esta draenei daría su vida por cualquier compañero/a en el campo de batalla. Le gustan los abrazos, y si pudiera se pasaría el día sonriendo. En su tiempo libre solía jugar al ajedrez con su padre, a quien ganaba casi siempre. Ama cualquier forma de vida excepto los insectos voladores, que le dan repelús. Nunca, por nada del mundo comería carne de talbuk, y ve con muy malos ojos que la gente lo haga. Historia Geadalu no tiene otros recuerdos que no sean la carne de uñagrieta asada del campamento, el olor de los talbuks al bañarse en el lago y el repiqueteo de los pájaros en las tiendas por la mañana temprano. Nació y creció en Nagrand, Terrallende. Descendiente de una modesta familia draenei que vivió desde sus comienzos con los Kurenai, aprendió a luchar y cazar por su causa: la supervivencia. No tardaron los Kurenai en advertir que la pequeña Geadalu, con apenas 8 años, tenía un vínculo especial con los talbuks de la preciosa pradera. Se acercaban a ella esperando caricias y mimos, y la muchacha les hablaba y respondía con mil sonrisas; parecían hermanos, la trataban como una más en las manadas. Con el tiempo estrechó ese lazo tan especial. Se iba a cazar, recoger flores, incluso alguna vez dormía con ellos en vez de en su cabaña. Le encantaba vagar por la espesa noche de Nagrand perdiéndose en el millón de estrellas del cielo cogida del cuerno de uno de ellos. Viendo esto, los ancianos del campamento le ofrecieron trabajo como cuidadora, a lo que ella aceptó con muchísima ilusión. Isel, la tabernera, le enseñó todo lo que le faltaba saber, por ejemplo la razón de la cría de los animales: su rica leche, con la que hacían quesos que exportaban a Shattrath. Sin embargo son tan tozudos que no dejan que se acerque nadie a ordeñarlos… Excepto Geadalu. Un día de caza junto a su compañero de aventuras Kyneth, cuando estaban a punto de sorprender a un ejemplar gigante y magnífico de Vientorroc por la espalda, este se dio la vuelta y, asustado, empezó a atacar al Kurenai con furia y desesperación. Los intentos de Geadalu de acabar con el animal fueron en vano, pues era muy grande y ella sola no podía vencerle. Cuando el pájaro se cansó de atacar, huyó volando hacia las estrellas. Lo que había quedado del esbelto cuerpo de Kyneth era sangre y trozos arrancados de carne alrededor de su cuerpo, y si no hubiese sido por su entrecortada respiración, Geadalu lo hubiese dado por muerto. Lo abrazó, desesperada, susurrándole al oído que “todo iba a salir bien” y “que no se preocupara”. En ese momento, un talbuk morado que pasaba con su manada en dirección al lago se acercó, curioso. Ella aprovechó, y le pidió que urgentemente trajera a alguien del campamento para sanar las heridas de su amigo. El animal entonces salió corriendo hacia los Kurenai. Volvió un par de minutos más tarde, portando encima al sacerdote mayor. Geadalu, llorando, se levantó del suelo, mirándolo con desesperación, y se desmayó segundos después mientras el sacerdote conjuraba hechizos de curación. Lo siguiente que recuerda es la calidez de su cama y la suavidad de las mantas. Al abrir los ojos, en vez del soso techo de su cabaña vio un par de cuernos pegados a unos ojos grises que la miraban preocupados. En ese mismo instante entró el sacerdote. - No te ha dejado ni un rato sola -sonrió. - No lo había visto antes. Es joven -murmuró Geadalu-. Hola -le susurró al talbuk, acariciándole el pelaje que le crecía entre los cuernos. El animal bufó con cariño, y le arrancó a la draenei una pequeña sonrisa. De repente la realidad le golpeó la cabeza, y se incorporó en la cama- ¿Dónde está Kyneth? ¿Está bien? - No sobrevivió. A pesar de las múltiples curas… No pude salvarlo. Estaba demasiado débil. Lo siento. La cabeza de Geadalu bullía de pensamientos. “No… Si hubiese podido curarle, ponerme en medio de alguna forma… Distraer al pájaro, no sé… Inútil…”, y decidió soltarlos en una sola palabra: - Enséñeme. - ¿Enseñarte? ¿A qué? La respuesta era obvia, pero aun así respondió: - A ayudar. A curar personas, a protegerlas. No soy físicamente fuerte, sacerdote, y la bendición de los Naaru es muy relativa -suspiró-. No puedo estar dependiendo de los dioses siempre que quiera salvarle la vida a alguien -se levantó de la cama, y el animal que descansaba a su lado hizo lo propio. Miró al draenei fijamente- Padre, por favor. Estoy dispuesta a aprender los caminos de la Luz. - Geadalu… El camino que eliges no es fácil. Pero su voluntad era inquebrantable. El sacerdote suspiró. - Es lo que quiero hacer, lo que siempre he querido ser. Me he pasado toda mi vida cuidando a estas criaturas -señaló el talbuk-, ya tengo una edad y quiero partir. Nagrand es bellísimo, estoy segura de que no habrá pradera más brillante que esta, pero quiero ver mundo, y quiero serle útil. No le estoy pidiendo que me enseñe sus hechizos más poderosos, de hecho incluso si no quiere enseñarme lo entenderé. Seguramente haya instructores y devotos de los Naaru por el camino que me acepten como su pupila. Estoy segura de que puedo hacerlo, padre, y de que puedo hacerlo muy bien. - Eres muy inteligente, hija mía -el sacerdote le puso la mano en el hombro-, pero ¿estás preparada para el mundo? - Quizá, padre, la pregunta sea -le cortó, liberando su hombro- si el mundo está preparado para mi llegada. Geadalu salió de la cabaña seguida del talbuk en todo momento. Reprimió las ganas que tenía de entrar en la de Kyneth, pues no iba a servir de nada, y bajó de la aldea hacia el mullido césped, donde se sentó a la sombra de un árbol. - Pero bueno… ¿Y tú de dónde has salido? -murmuró, mirando al animal- ¿Quieres venir conmigo? -sonrió cuando él restregó los cuernos en su brazo, haciéndole cosquillas- Ah, ¿sí? Vaya… Qué valiente. En ese caso me tendré que presentar como es debido; me llamo Geadalu. ¿Y tú? -se quedó callada un momento, y el talbuk le lamió la cara- Bueno -rió-, te llamaré Kyneth. Al día siguiente, Geadalu había recogido la poca plata que pudo ahorrar con la venta de leche, algo de comida y bebida y una chaqueta de piel de uñagrieta, y había salido al amanecer al lado de Kyneth; no sin antes pasarse por la tumba de su madre. “Mamá… Cuida de mí ahí arriba, por favor.” Varias habían sido las batallas y peleas en las que se vio inmersa durante su viaje, hizo y debió favores, pero nunca perdió la sonrisa puesto que también forjó alguna que otra amistad. Caminó lejos. Atravesó el pantano de Zangar y las áridas montañas del Fuego Infernal; donde conoció a Amaan el Sabio en el Templo de Telhamat, quien se ofreció a dirigir su rumbo hacia el gran portal que lleva a Tierras Devastadas, y le prometió hablar de ella al hermano Benjamín, uno de los sacerdotes de Ventormenta. Vio con sus propios ojos la increíble y extensa vegetación de la selva de Tuercespina y se llevó de trofeo más de una cabeza de lobo del Bosque del Ocaso, donde decidió quedarse a descansar una temporada. Actualmente sigue allí con Kyneth, matando monstruos para la gente de Villa Oscura, asistiendo a los enfermos y atendiendo a las clases de Benjamín, quien pasa a saludarla de cuando en cuando.
  2. Geadalu

    Geadalu

    Atributos6 Físico7 Destreza7 Inteligencia6 PercepciónValores de combate24 Puntos de vida21 Mana7 Iniciativa9 Ataque CC Sutil (Lanza ligera)8 Ataque CC Sutil (Daga)7 Defensa Físico1 AtletismoDestreza2 Lanza ligera1 Daga2 Cabalgar1 Escalar2 SigiloInteligencia1 Fauna1 Sanación/Hierbas2 Supervivencia/Cazar2 Esencia sagradaPercepción1 Advertir/Notar1 Música2 Rastrear1 Reflejos Escuelas/Especializaciones Sagrado
  3.  Cazando lobos en Bosque del Ocaso.

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