Saltar al contenido
SwordsMaster

Tatyana Faylina Rotherham (Tynna)

Recommended Posts

Nombre: Tatyana Faylina Rotherham (Más conocida como Tynna)
Raza: Humana
Género: Femenino
Orientación sexual: “¿Hace falta decantarse por una sola?”
Edad: 34 Años
Cumpleaños: Verano (Junio)
Lugar de nacimiento: Piroleña, Reino de Gilneas
Ubicación actual: Bahía del Botín
Allegados: Elennel (Compañera de armas) y Perikú (“El mejor puto loro de todo Tuercespina”)
Ocupación: Cazarrecompensas

Descrpción Física: Tynna es una humana ya madura, de piel morena y cabello negro azabache. Sus ojos J2AkAID.jpgson verdes y desprenden una mirada llena de energía. Su cuerpo es esbelto, con generosas curvas y pechos. Usualmente deja ver buena parte de su escote, a consciencia. Sus labios  no son ni excesivamente finos ni demasiado carnosos. Sus pestañas no son muy largas y el único tipo de maquillaje que gusta de usar es para enrojecer el color de sus labios, que de por sí son demasiado pálidos para su gusto. Su altura no destaca en nada del promedio así como su peso, que se mantienen en el promedio para una mujer de su edad.
Suele pintarse las uñas dependiendo de su estado de ánimo, y de si tiene el dinero para permitírselo. Lo cual suele ser un atrevido rojo, la mayoría de las veces.

Descripción Psicológica: Impulsiva, imprudente, bocazas y zorra. Son cuatro palabras que conforman los pilares más básicos de la personalidad de Tynna. El simple hecho de ser una amante del fuego y las explosiones dice mucho sobre ella. No sigue el más mínimo orden o ley, y cuantas más cosas pueda matar y hacer volar por los aires durante sus trabajos, mejor. No tiene además ningún reparo o pudor con nada, y no tendrá problemas con acostarse con un hombre y luego cortarle sus partes si se le ha prometido una recompensa por ello. Sin embargo no es una psicópata, y aunque no tenga nervios ni limitaciones a la hora de cuán lejos llegar para completar un trabajo, jamás se pondrá a matar gente sin ton ni son por ahí. Golpizas sí. Algunas personas se merecen un buen par de hostias bien dadas en la cara, y algún rodillazo en la entrepierna. Suele meterse en problemas.




Historia


Prólogo:
El fuego se enciende

 

El abrasador calor del verano se cernía sobre los alegres padres. La pequeña recién nacida en manos de su madre y bajo la atenta mirada de su padre. La llamarían… Tatyana Faylina Rotherham.
A menudo llamada “Tynna” por sus padres, abreviación con la que se hizo y adaptó desde muy pequeña. Creció sin mayores preocupaciones durante su primer año de vida. Su padre simplemente desapareció un día sin volver, dejando a su esposa e hija solas. Por un tiempo, la familia había prosperado gracias a la estabilidad económica que, aunque no perfecta suficiente, otorgaba el trabajo como herrero de su padre. Desde aquel día, sin su madre con un trabajo fijo… La vida nunca volvió a ser igual para Tynna.

 

Episodio I: Entre ratas
 

 

La muchacha de ocho años correteaba por el pequeño pueblo, seguida por un hombre que gritaba histérico y la maldecía, apartando a la gente en el mercado bajo el sol de primavera. Sus cabellos negros se agitaban en cada paso que corría entre la multitud, con una sonrisa traviesa. Su altura era una ventaja para que a aquel hombre le costase seguir el rastro allí y lo sabía. Finalmente, dio la vuelta en un callejón, trepó por entre unas cajas amontonadas de la verdulería cercana y saltó al otro lado del callejón sin salida. Caminó unos pasos tranquilamente hasta salir por el otro lado del callejón y comenzó la marcha a su hogar, contando monedas.
La puerta se cerró tras ella. Olisqueó el aire un momento y no le costó darse cuenta de que alguien había estado bebiendo de nuevo. Entró a pasos firmes arrojando la bolsita con monedas ya contada y bien atada sobre la mesa del comedor, destartalada y vieja. Se asomó por uno de los marcos de la casa y, efectivamente, su madre estaba allí de nuevo con la cabeza sobre la mesa y rodeada de botellas vacías, seguramente inconsciente. Pasó por su lado sin darle importancia, abriendo uno de los estantes y tomando un trozo de pan duro y algo de carne seca que tenía guardadas. Tomó un cuchillo de una caja en la misma estantería y abrió el pan por la mitad, colocando la carne seca en medio de las dos mitades y comenzando a comer. Mientras salía de la habitación masticando volvió a observar a su madre. Pensó en despertarla pero no valía la pena. Volvió a darse la vuelta y caminó hasta su habitación a terminar su aperitivo echada y despatarrada sobre la cama, carente de cualquier tipo de orden como el resto de la habitación.

Mientras acababa de comer sonaron unos golpecitos en la ventana y volteó la cabeza, sonriendo. Tragó el último trozo de su emparedado de pan duro y carne seca y se dirigió al lugar de procedencia del ruido, abriendo la ventana de lado a lado. Una joven, quizás un par de años mayor, la observaba expectante. -¿Estás lista?- El silencio se hizo unos segundos. Tynna se limitó a otorgar una única sonrisa a su amiga, Shara. Volvió a cerrar la ventana y a pasos agitados se dirigió a la puerta de la casa. Se detuvo un momento frente a la entrada y observó con detenimiento la entrada a la cocina, donde había visto a su madre. Soltó un suspiro y abrió la puerta, una vez más con su expresión animada. Cerró de un portazo apresurado y echó a correr tras Shara, que ya había rodeado la casa. Estuvieron un rato abriéndose camino entre las callejuelas hasta llegar al camino por el que se entraba al pueblo. No muy lejos se veía un hombre con un carro arrastrado por un caballo dirigirse a una velocidad serena fuera del pueblo. Shara y Tannya se miraron sonriendo avanzaron rápidamente con una sonrisa, hasta que se separaron y Shara se salió del camino. Tynna se apresuró a tomar unas piedrecitas del suelo y comenzar a arrojarlas al carro hasta llamar la atención del molesto conductor, que frenó el caballo y centró sus ojos en la niña, dirigiéndose a ella a zancadas aceleradas. Tynna al contrario que asustarse, observó con una sonrisota como Shara se acercaba al carro a espaldas del hombre, que antes de que Tynna llegase a reaccionar, le cazó de la oreja, jalándole y comenzando a darle un sermón sobre comportamientos adecuados. Cuando acabó, se dio la vuelta y volvió a su carro, retomando la marcha confiado de haberle dado una lección a la joven. Tynna se pasó la mano por la oreja mientras el carro se alejaba y observó a un lado. Shara llevaba los brazos cargados de mazorcas de maíz, tomates, y una variedad de verduras y frutas. Se acercó y le tendió a Tynna una zanahoria, la cual tomó con gusto mientras retomaban su rumbo hacia la Aldea Piroleña. La primavera siempre comenzaba con una sonrisa. Especialmente… Cuando puede llenar el estómago.

 

Episodio II: Camino de lo Desconocido
 

 

La joven de 17 veranos permanecía echada en su cama, la misma de año tras año. Se levantó con lentitud soltando un quejido de pereza. Tomó la pistola de chispa, de encima de una mesita de luz que parecía tener varios años, y se la colgó en la cintura. Tomó su sombrero colgado en la pared y se lo colocó, tras acomodarlo bien. El sombrero iba bien con su cabello, del mismo oscuro color. Avanzó hasta salir de su habitación, tomando una bolsa con ahorros de su vida de crímenes durante su infancia. Observó la cocina, viendo a su madre como esperaba. Se limitó a rodar los ojos y negar, dirigiéndose a la salida.
Observó el cielo despejado y a los habitantes de Piroleña yendo de un lado al otro en sus monótonas rutinas diarias. El carnicero de dos calles más arriba llevando un cargamento a su tienda, el hijo del encargado de la panadería de en frente preparándose para acudir a sus clases de magia, la sastre de la casa de al lado entrando de comprar una bola de lana de color rojo, las aves migrando en el cielo con la llegada del otoño. Comenzó a andar, conociéndose cada paso, cada persona, cada rincón y cada rutina de la gente. Los observaba con cierta lástima mientras se acercaba a la salida del pueblo. Lástima por ellos. No se darían cuenta cuan muertos estaban hasta que fuese tarde para vivir. Ella sin embargo, no estaba dispuesta a seguir el mismo destino, atascada allí toda su vida. Sasha le esperaba en la salida del pueblo, con una sonrisa burlona y la mano apoyada en la cintura, ladeando la cabeza. Los años habían pasado para ambas, y Sasha seguía teniendo su característico cabello rubio, largo y suelto, acompañado de la suspicaz mirada de sus ojos de una tonalidad azul zafiro. A un lado de su cintura colgaba un sable, el cual claramente tenía una procedencia cuestionable.
Intercambiaron saludos y unas cortas palabras un momento. Contaron los ahorros de sus desastrosas vidas fuera de la ley en Piroleña. Era suficiente para costearse una caravana fuera de ese sitio, al Reino de Lordaeron. Nunca en el mismo pueblo demasiado tiempo, de un sitio al otro. Completando trabajos junto a su compañera, entre largos viajes en caravanas de todo tipo a lo largo de los caminos. Y no cambiaría por un largo, largo tiempo…

 

Episodio III: Muerta
 

 

Tynna soltó un vago quejido cuando la luz del alba se coló por entre sus ojos cerrados, avisándole que el día ya había llegado. Sasha no ayudaba, zarandeándola para que despertase. Estaban en una posada de la ciudad de Andorhal. –No hace falta que me lo recuerdes- Dijo Tynna mientras se ponía en pie lentamente, mientras las sábanas caían y dejaban poco a la imaginación. En la misma cama yacía un hombre de unos 40 años, quizás más, con una larga barba roncando y un par de botellas vacías en el suelo. Pero había conseguido dormir en la posada gratis, gracias a la gratitud del dueño del local que yacía a su lado, y era todo lo que importaba. Se levantó y comenzó a vestirse, mientras Sasha le miraba impacientada y de brazos cruzados. Cuando acabó salieron del lugar, y tras caminar un largo rato por las calles, de la ciudad. Acabaron saliendo de Andorhal, pues tenían un contrato para dar caza a un desgraciado que se había instalado a orillas del Lago Lordamere, tratando de huir de una cantidad ingente de deudas que claramente no iba a poder pagar. Sencillamente, era hora de ponerle un fin y cobrar la recompensa.
Avanzaron por entre los bosques por un largo rato, con Sasha delante guiando el camino sable en mano. Acabaron llegando a una pequeña cabaña con varias reservas de agua, seguramente sacadas del lago y hervida por el mismo habitante de la cabaña. Sin embargo, incluso desde fuera del lugar el olor pestilente que venía desde dentro de la pequeña estructura resultaba desalentador, pues probablemente significase que alguien más había acabado con su presa. Habían cortinas por el lado de adentro con unas curiosas decoraciones florales en su tejido que impedía ver dentro y la puerta por otro lado, para sorpresa de ambas cazadoras de recompensas, permanecía cerrada y firmemente trancada. Tynna acabó por soltar un pesado suspiro y se acercó a abrir una entrada de una firme patada a la puerta, impaciente por llegar al fondo de aquello. Sin embargo, dentro no solo había un olor a putrefacción más fuerte incluso que antes. Tynna y Sasha observaron estupefactas a su presa moverse de manera errante a través de la habitación, provista con cantidades enormes de pan, agua y algo de carne seca, seguramente aprovisionado para sobrevivir un largo tiempo allí. Lo inquietante no era el olor, o que su presa estuviese errando a lo largo de la habitación de manera irregular hasta haber centrado la vista en ellas. Lo intrigante pero altamente perturbador era la piel cayéndosele a pedazos y la vista en blanco y desencajada, sin signos de vida en lo absoluto. La criatura se lanzó sobre ambas mujeres. Sasha rápidamente antepuso el sable enterrándolo en el tórax del hombre que habían venido a buscar. Pero no sangró, ni tan siquiera se inmutó. Se siguió moviendo en cuanto Sasha acabó de retirar el sable de un certero golpe al corazón. Tynna alzó la pistola de chispas sujeta con ambas manos y acabó por darle un certero disparo a la cabeza que acabó con la clase de vida que tuviese aquel pobre desgraciado. Tynna y Sasha se miraron con severidad, pero tenían un contrato que cumplir. Tomaron el anillo de bodas del hombre de entre sus dedos, la prueba que le habían solicitado de que había muerto. Se fueron de allí tan rápido como pudieron, tras aceptar conjuntamente la teoría de que fuese alguna clase de nueva enfermedad. Deberían darse un baño al volver.
Sin embargo, llegando a la Ciudad de Andorhal todo lo que oyeron proviniendo del interior de la misma fueron gritos agónicos. Vieron estupefactas desde la lejanía y con el ocaso cayéndoles encima la columna de humo alzándose e imponiéndose en el cielo. Cuando llegaron a vislumbrar una horda entera de aquellas criaturas como la que habían visto hace tan solo unas horas, todo cuanto pudieron pensar en hacer fue correr en dirección a los bosques, correr y seguir corriendo hasta llegar a algún sitio. La noche les cayó encima, sin detenerse a descansar ni un solo momento. Al alba aún continuaban avanzando; agotadas, hambrientas y sedientas. Y no se detendrían aún por un largo, largo rato.

Tynna y Sasha fueron sorprendidas mientras se tomaban un descanso en el camino, tras marchar toda la noche. Un grupo de no-muertos lograron alcanzarlas, y un su estado ninguna de las dos lo conseguiría. Tynna arrebató el sable de las manos de Sasha, quedándose con ambas armas en cada mano y le ordenó correr lejos. Sasha jadeando obedeció y se arrojó a correr entre los bosques. Tynna cargó con un grito hacia el grupo de criaturas que trataban de amenazar a su amiga, sin embargo fue incapaz de retenerlos por demasiado tiempo. Rápidamente lograron reducirla y siguieron avanzando, siguiendo el rastro de Sasha sin importar los gritos de negación que ofreciese Tynna al respecto. Los minutos pasaron y acabó oyendo unos familiares gritos a la distancia de su ahora desarmada amiga, acabando por cerrar los ojos con pesadez. No quedó claro en qué momento luego de eso ocurrió, pero terminó sucumbiendo a las heridas y su consciencia se desvaneció, mientras asumía su final con los ojos cerrados y sus pensamientos esfumándose uno a uno, debilitada por el sangrado…

 

Episodio IV: El Espadachín
 

 

Sus ojos verde avellana se abrieron con lentitud. Tynna llevaba el cuerpo vendado en gran parte. Estaba en una tienda de campaña. Su ropa, su sombrero y sus armas residían a un lado, todo lo cual no tardó en colocárselo incluso ante el dolor aún reciente de las heridas. Abrió las lonas de la entrada a la pequeña tiendecilla de campaña, viendo varias más en el exterior. Había varios hombres armados con gruesas capas de tela gris colgadas a la espalda yendo de un lado al mismo del improvisado campamento. Un joven con el cabello negro y largo, suelto, fijó ambos ojos en la herida que acababa de despertar, acercándose a largas zancadas, seguramente a tratar de aclarar el claro desconcierto de la mujer. Su aspecto no superaba el de un muchacho de 17 inviernos, con una espada a un lado de la cintura y el mismo grueso manto gris que varios allí a sus espaldas. Un joven en apariencia de la misma edad seguía al muchacho, este otro de cabello amarronado y ojos de una tonalidad marrón claro que podía fácilmente confundirse con una especie de dorado oscuro. El primero tenía una tez tostada y morena, mientras que el segundo un tono de piel más pálido.
-Llevabas días inconsciente- El joven moreno habló, y acto seguido hizo un ademán con la cabeza señalando al otro muchacho a su lado –Mi compañero apostaba a que no despertarías- Sonrió mientras el otro muchacho se limitó a inclinar la cabeza y soltar en un tono bajo un leve saludo. El moreno fijó la vista largos segundos en la recién despertada herida antes de volver a hablar, notando su desconcierto –Mi compañero y yo te encontramos mientras explorábamos los alrededores para asentar un campamento. La vimos herida e inconsciente, así que la trajimos para que pudiesen atenderla como se pudiese. Hemos encontrado varias personas que trataron de huir de Lordaeron pero… Ya tarde, en su mayoría.- Admitió con un tono de dejadez, y quizás incluso falta de moral en la voz. Tynna observó ahora quizás más desconcertada que antes al joven y finalmente habló –Yo… Muchas gracias pero… ¿Quién… Qué…?- Tynna no le salían las palabras, aún aturdida y de no haberlo estado seguramente se habría marchado a regañadientes admitiendo que no necesitaba ayuda de un crío. –Somos la guardia de mi señor. Nos envió a Lordaeron con su primogénito para cerrar un trato con una pequeña familia noble de aquí. Él… Está herido, cayó en combate ayer. Pero se recuperará.- Dijo sonriendo con un denotado optimismo que rozaba la estupidez y la inocencia. Finalmente prosiguió, la voz no ayudaba a Tynna a calmar su dolor de cabeza y parecía que el joven no tenía frenos en la lengua para detenerse de hablar. Seguía hablando, de cómo estaban allí resistiendo y esperando apoyo desde el Reino de Ventormenta. Nada de eso le importaba a Tynna, quien terminó oyendo la voz del joven solamente de fondo, hasta que finalmente le interrumpió con un bufido. –Escucha, solamente quiero largarme.- Admitió con pesadez a su salvador. La memoria de los gritos de Sasha al ser alcanzada por el grupo de no-muertos, a pesar de haber ocurrido hace días, aún seguían frescos en la memoria de Tynna y su humor no había hecho sino más que empeorar drásticamente. El muchacho se mordió el labio frunciendo el ceño, conteniéndose de soltar algo inapropiado a la interrupción de la mujer. Pero acabó por calmarse, reposando una mano sobre la empuñadora de la espada probablemente por costumbre y comodidad. –Han estado saliendo algunos carros desde Lordaeron para cruzar la frontera y llevar refugiados al sur. Hay uno que acaba de hacer una parada en el campamento, aprovechando que estamos armados y defendiendo el lugar. Continúa su viaje en una hora, por unas monedas quizás el propietario permita llevar a alguien más- Tynna volvió a soltar un pesado bufido. Se volteó a observar el carro en el borde del campamento y echó a andar, sin dar más palabra al joven ni el joven a ella, que la miraba largarse de brazos cruzados y una mirada molesta por su antipática actitud. Su amiga acababa de morir, ¿no era acaso una actitud justificada?
El hombre acabó de contar las monedas y observó a Tynna, aún repleta de vendas. Era el dinero que le quedaba del último trabajo con su compañera y aunque desprenderse de él le costó, prefería conservar la vida a un par de trozos metálicos. El carro acabó partiendo del campamento con varios civiles encima, de camino al sur y fuera del desolado Reino de Lordaeron.

 

Episodio V: Epílogo de un prólogo
 

 

Tynna no recordaba nada de la noche anterior. Al abrir los ojos, todo lo que pudo sentir fue el típico y agradable olor de altamar al que ya se había acostumbrado, o al menos ella. El sol que se colaba a la habitación a través de la ventana, a la cual le acababan de correr las cortinas, revelaba que probablemente fuese ya cerca del mediodía, si no es que de tarde, lo cual solo incrementaba la jaqueca de Tynna. Observó la habitación unos segundos. Había botellas vacías, su ropa tirada por todos lados y una Elennel parada a su lado mirándola con mala cara. Nada fuera de lo normal. Acabó por voltearse en la cama, dejando nada a la imaginación de su compañera en el acto y soltando un pesado gruñido ante la horrible jaqueca.
- Espero que hayas logrado lo que te habías propuesto. Porque para mí que ha sido un fracaso. Otra vez– Para infortunio de Tynna, Elennel pronto comenzó a zarandear la cama con el pie, obligándola a soltar un extenuante quejido ante la mezcla de los bruscos movimientos y su insoportable dolor de cabeza. Tynna acabó abriendo un ojo, observando a Elennel con una mirada que aunque agotada por la noche anterior, cargada por picardía y una leve sonrisa. -Bastantes vueltas me da la cabeza como para que tú lo agraves. ¿No sabes que es peligroso despertar a una fiera y permanecer cerca?– Dijo sin cambiar su gesto. Lo cierto es que Elennel le recordaba en demasía a Sasha. Una versión mucho más dura de roer que Sasha. Y mucho más capaz de clavarle un cuchillo en el pecho de siquiera intentar las locuras que había hecho en un par de ocasiones en las posadas con Sasha. -Sé mantenerlos a raya. Mala hora fue cuando me junté contigo para salir adelante– Admitió con su gesto duro Elennel, mientras se acercaba a la jaula de Perikú, el molesto pero más fantástico loro que había salvado en su vida de la muerte. O el único loro. Igual le molaba para enseñarle insultos contra Elennel, o llevarle al hombro jugando a ser un pirata cliché. -Dame un ratito, que me quite las legañas y me ponga la ropa. Tengo que estar en condiciones- Dijo Tynna volviéndose a recostar en la cama con pesadez, con el brazo delante de los ojos ante la encandiladora luz del sol. -Te quitas la ropa muy rápido pero te la pones muy despacio. – Dijo Elennel mientras se acercaba a pasos firmes y sonoros a la puerta –Si lo encuentro antes, me llevo el pago- Elennel acabó por cerrar de un portazo la habitación. Perikú comenzó a gritar insultos, demasiado tarde pues Elennel ya se había largado de allí, y demasiado alto como para ayudar a que la resaca desapareciese.

Tynna acabó por ponerse en pie y vestirse, tras dar un par de golpes a la jaula de Perikú para que cerrase el pico, tras lo cual abrió la jaula para dejarle libre cuando finalmente guardó silencio. Había acabado en Bahía del Botín tiempo después de huir de Lordaeron. Había estado en los Bosques de Elwynn un tiempo, pero el entorno no se adecuaba a su estilo de vida y Bahía del Botín parecía un paraíso para ella. Ahora llevaba años allí y había acabado conociendo a Elennel, su nueva compañera de armas.
Y no querría que fuese de otro modo

Editado por SwordsMaster
  • Like 2

Compartir este post


Enlace al mensaje

×
×
  • Crear Nuevo...