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SpetznazsGandalf

Louis-Joseph Gaultier de la Vérendrye

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  • Nombre del Personaje
    Louis-Joseph Gaultier de la Vérendrye.
  • Raza
    Humano
  • Sexo
    Hombre
  • Edad
    26
  • Altura
    1'94.
  • Peso
    89kg.
  • Lugar de Nacimiento
    Ciudad capital de Gilneas, reino de Gilneas.
  • Ocupación
    Saqueador, bucanero, matarife, ladrón, estafador.
  • Descripción Física

    Un hombre tan ancho como largo, de complexión tanto fornida como definida. Prueba de una infancia acomodada entregada constantemente al ejercicio físico. De cabello pajizo y algo ensortijado, engalana su curtida fez con un elegante mostacho perfectamente recortado y peinado. Quizá la única muestra de la buena presencia que alguna vez hubo en el hombre.

    Pues ahora se muestra como otro maleante de tugurio, con una camisola raída y un cuerpo tan recubierto de tatuajes como cicatrices; el cual ofrece una apariencia tan siniestra como la propia historia del marinero.

  • Descripción Psíquica

    Libertino, codicioso, manipulador y narcisista. Un individuo poco agradable, cuanto menos. Desde bien joven se entregó a la mala vida que tanto ama, según sus propias palabras: en cuanto supe que tipo de persona era yo en realidad, tardé bien poco en darme cuenta de que solo podría labrarme un futuro cavando las tumbas de otros.

    Quizás antaño no fuese así, quizás fuese otro niño lleno de compasión al que la vida maltrató hasta dejarlo vacío. Pero a nadie le importa, y mucho menos al propio Louis. 

    Pero como todo en esta vida, nunca termina de ser malo, pues donde hay defectos también hay virtudes. Destacan su mente analítica y rápida a la hora de planear, seguida por un arrojo y una valentía dignas de mención. Sería el soldado perfecto de no ser porque el único que puede darle órdenes es él mismo.

  • Ficha Rápida
    No (600 palabras mínimo)
  • Historia

    "Por supuesto que estoy orgulloso de los millares de pecados que he cometido, y más aún de los que pienso cometer. Porque eso, camarada, significa que he vivido a mi antojo: sin atarme a leyes ni códigos, y mucho menos a asuntos morales."

    Nació bajo el seno de una acomodada familia gilneana. Su padre, mercader y su madre hija de terratenientes. Louis fue el más pequeño de siete hermanos, y por ende, el más desfavorecido, lo cual no es malo del todo; porque a menos atención paterna más libertad tiene uno. Y al pequeño Louis eso le encantaba, desaparecía y aparecía del hogar a su voluntad sin que nadie se percatase de su ausencia. No tenía que envidiarle nada a ninguno de sus hermanos, puesto que la mayoría ya habían entrado al servicio de "Oh, su poderosa majestad, el rey" como carne de cañón en la marina. Tal y como su padre quiso hacer, pero no pudo, ya que padecía de cojera desde nacimiento.

    La mentalidad del retoño decepcionaba constantemente tanto a sus progenitores como al resto de sus parientes, pero no pareció importarle un mínimo. Él sabía que no estaba hecho para odiosas reuniones burocráticas con las autoridades portuarias, y mucho menos para seguir las órdenes de algún petimetre en la armada de su majestad. 

    No, no, claro que no. Él valía más, porque por algo era más listo, más guapo, más fuerte y mucho más valiente que el resto de niños de la escuela. Por supuesto que lo era, y tanto, ¿Acaso alguien lo dudaría jamás? No. Pues claro que no, y pobre del que lo dudase.

    La infancia fue, y llegó la adolescencia. Y con ella los problemas. Se acercaba la edad para que su señor padre pudiese alistarle en la marina, a cargo del más mayor de sus hermanos, que ya había recibido una condecoración por "méritos". Los méritos de tener un padre que pueda sobornar a la oficialía, ¿Eh? Así funciona el mundo.

    Por supuesto, Louis no quería ni siquiera pisar un puñetero barco. Y menos uno donde estuviese el engreído de su hermano, pero su padre parecía haber decidido por él; así que el muchacho tomó cartas en el asunto. Empezó a moldear su cuerpo y su mente, preparándose para algo que cambiaría su vida de forma irreversible. Al enterarse de esto, su padre por primera vez estuvo orgulloso de él. Y le apuntó a clases de esgrima, pero al ver el florete Louis se carcajeó ante la atónita mirada de su padre. No pelearía con un mondadientes, desde luego que no. Él elegiría su arma, cosa que su padre aprobó.

    Y así fue que de todas las armas usadas por la marina, el muchacho escogió la que su padre había mentado como "la de los plebeyos". Un hacha de abordaje. Si aprendiese a usarla, sería imparable. Imbatible, sencillamente irrefrenable. Como la furia del mar en mitad de una tormenta. Sí. Un hombre gigantesco con un arma gigantesca y gigantescos conocimientos sobre como usarla, ¿Acaso podría fallar algún cálculo de esa ecuación? No.

    Pocos años después, se alistó. Y entró a la marina, bajo las órdenes de su hermano, cómo no. Tras unos días en alta mar acabó cogiéndole el gusto, pero algo le fallaba. Había algo que no terminaba de agradarle: las órdenes. Cómo no, alguien diciéndote qué hacer y cómo hacer, ¿Habrá alguna forma de surcar los mares y evadirte de las órdenes de tus superiores? Bingo, la piratería. Ah sí, ahora sí que tenía claro que debía hacer.

    Fue una auténtica casualidad que el próximo mandato que recibiesen de un cargo aún más alto de la marina fuese encontrar a una pequeña flota de piratas tirenses que navegaban bajo la bandera negra en aguas de la corona gilneana. Y los encontraron.

    El estruendo de los cañones ensordecía y conmocionaba a todo el que estuviese en cubierta, mientras que las pequeñas pero fugaces naos se acercaban para embestir el espolón contra el casco del buque gilneano. El caos se desataría pronto, y Louis observaba todo con una sonrisa de oreja a oreja. Su oportunidad se acercaba.

    Finalmente volaron los garfios y se desenfundaron los aceros, la verdadera batalla había comenzado. Pero había algo que nadie esperaba que pasase. El joven Louis echando mano de su descomunal acero, empezó a liquidar a sus propios camaradas bajo la temerosa mirada de los marinos y el carcajeo de los piratas. Los saqueadores tenían un aliado inesperado.

    Uno, dos, tres. Todo pasaba demasiado rápido, lo único que notaba eran los salpicones rojizos y calientes sobre la gabardina. Sonreía. Era como si llevase toda la vida preparándose para este momento. Finalmente, los soldados de la marina rindieron armas. Solo quedaba vivo el hermano mayor de Louis, que lo observaba con desencajados ojos, hasta que fue degollado por aparentemente el capitán de los bucaneros. Tras eso, el hombretón se acercó a Louis con una mano extendida.

    -Bienvenido a la piratería, muchacho. Soy Reginald Hargreeves, tu nuevo capitán.

    Louis le estrechó la mano con firmeza.

    Y fue así como comenzó su nueva vida. Una libre, repleta de acción, lujos y excesos. Justo como él había deseado siempre.

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