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Gauss

Madlyn Bolster

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Madlyn Bolster

 

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Índice
 

 

FICHA DEL PERSONAJE

Nombre: Madlyn Bolster.
Raza: Humana.
Sexo: Mujer.
Edad: Veintisiete inviernos.
Altura: Un metro y setenta y cinco centímetros.
Peso: Sesenta y cinco quilos.
Lugar de nacimiento: El Risco, Crestagrana.
Ocupación: Hija de la nobleza, en otros tiempos.
Afiliación: Casa Bolster.

 

 

APARIENCIA

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De cabello azabache a veces algo encrespado, que cae sobre ropajes oscuros y sencillos. Aunque no de mal paño, estos últimos están algo ajados y maltratados por el tiempo y la guerra. Suele tratarse de blusas cómodas ajustadas por jubón de cuero, en ocasiones remachados en malla. Del cinto cuelga una antigua tizona, con el sello familiar en la empuñadura. A veces porta un escudo deslucido o una ballesta a la espalda, sobre la capa.

La tez pálida sobre la que se dibuja una mirada garza e indiferente está adornada por unos labios finos que rara vez se curvan en sonrisa. Su expresión denota, quizás, más inviernos de los que la joven realmente cuenta.

Algunas cicatrices recorren sus brazos, casi siempre ocultos bajo las mangas del blusón.

 

 

PERSONALIDAD
 
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Seria, tanto que algunos la calificarían de estirada. No ríe fácilmente, aunque no mirará por encima del hombro a aquellos que lo hacen. En ocasiones cabezota.
Fue educada bajo principios parecidos al honor, la justicia y la lealtad, por lo que los residuos de tales valores persisten en cierto modo en la muchacha. Aun así, los maneja con flexibilidad, y el afecto por lo que es suyo y la honradez no le impedirán hacer lo que cree justo.

 

No cree en palabras vacías como las de quienes predican rectitud, devoción o fe, y si bien ha aprendido a reverenciar a alguna divinidad más de lo que lo hizo una vez, no presenta excesivos problemas cuando de algunos de los vicios más mundanos se trata. A pesar de esto, es capaz de ponerse a servicio de un objetivo más grande que ella misma, y sus metas distan generalmente del puro beneficio personal. Sin embargo, la caída en desgracia de los Bolster la ha empujado más de una vez a aceptar trabajos que distan incalculablemente de lo que el honor demandaría.

 

 

HISTORIA
 
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Nunca has contado tu historia, chica. - El hombre retuerce el gesto en una mueca de dolor, mostrando una dentadura picada, mientras se sostiene el vientre agujereado con ambas manos, tal vez tratando que las tripas no se desparramen por el lecho. Tiembla un poco, pero aun consigue hacer escapar algunas palabras de entre sus labios. -Cómo llegaste aquí. A nosotros. -

Madlyn hunde sus propias manos, impregnadas en sangre ajena, en un cuenco de agua, tiñéndola inmediatamente de escarlata. Las frota y alcanza dos paños, usando uno para secarse y el otro para cambiar el trapo sucio que el moribundo aprieta contra su panza abierta. Se aclara la garganta. - No, nunca lo hice. Y no creo que sean las últimas palabras que queráis escuchar. - El tipo hace un ademán de reírse, pero sólo logra una tos violenta y sanguinolenta. - Tu franqueza me abruma, Madlyn. No es correcto decirle que va a pasar a mejor vida a un hombre en su lecho de muerte. -

Ella resopla, acercando el taburete y pasándose el dorso de la mano por la frente, empapada en sudor. - Está bien. - Se sienta, encorvándose hacia adelante y mirándole fijamente antes de hablar.

Tal vez tuve más suerte que muchos de vosotros. No nací en una porqueriza o en un pajar, sino entre linos y bálsamos. En los señoriales aposentos de la modesta aristocracia de las montañas al sur. Crecí tercera, precedida por un hermano hecho para los ojos de su padre y por otro que distaba demasiado de lo que un descendiente Bolster debía ser. - El infeliz, postrado, rompe a toser, una vez más. Permitiéndose unas palabras cuando termina, amargo. - Así que Bolster, ¿hm? Nunca oí de vosotros. Aunque supongo que los linajes sureños no se hacen oír demasiado por las Tierras Altas. -

No, desde luego que no. - Madlyn se incorpora un poco, tragando saliva. Lo escudriña, titubeante en cuanto a si seguir hablando, como si le supusiese un cierto esfuerzo. Luego inhala, para continuar. - Como sea. Padre no trató de convertirme en una futura esposa, pía y cortés. Ni siquiera en una guerrera o en una erudita. Más bien decidió dejar mi futuro en manos del hombre en el que más confiaba, Veygar. Su fiel consejero. Él fue quien me presentó a los tomos que mi hermano ya había devorado algunos años atrás, quien me mostró la historia de la tierra que nuestra familia había habitado durante tantas generaciones. Bajo su tutela me impregné de todo lo que los otros Bolster se habían empapado antes gracias a él. No crecí tampoco ajena a los secretos de la matemática y de las estrellas. Más tardó en llegar el día en el que empuñaría mi primer filo, aun así. El maestro de armas decidió que no era adecuado que sostuviese una espada hasta bien entrada mi mocedad. Sobre todo después de la muerte del primogénito de la familia. - La mujer guarda silencio, unos segundos, descendiendo la mirada. Más por evocar el tema de la muerte frente a alguien a punto de conocerla que por revivir los recuerdos de su hermano.

Aunque, más tarde que temprano, llegó el día. Pisé el patio por primera vez años después de que a mi hermano Edric se le hubiese exigido conocerlo, como futuro y forzado heredero. -

- He de decir que amé el son del acero contra la madera acolchada tanto como amé los ejemplares y enseñanzas del maestre. Tuve la fortuna de vivir entre ambos mundos, que algunos calificarían de opuestos, durante lo que a mí me parecieron largos y jugosos años. Aunque no tardó tanto en llegar como yo quise creer el momento en el que ese zumo de experiencias y armonía que nos había brindado el Risco tras la muerte de su primer sucesor terminó de exprimirse. Padre entró en su senilidad demasiado pronto. Aquello a lo que alguna vez llamé hogar se convirtió en el escenario para un teatrillo desagradable y penoso, y vivir bajo el mismo techo que él se tornó insoportable. Abandoné el Risco sin poner al corriente a nadie nada más alcanzar lo que muchos llamarían madurez, poco tiempo antes de que padre abandonase su sufrimiento y una casa vecina tomase todo lo que era suyo. - El goteo de la sangre contra el entablado del suelo se hace perceptible, una vez Madlyn hace una pausa. Aun con la mirada fija en el charquito carmesí que se está formando a sus pies. - Si bien de todo esto yo sólo tuve entendimiento hace poco. Al volver al sur. Encontrando a mi paso una familia caída en mayor desgracia de la que jamás imaginé. -

- Da igual. Alfred me encontró en la villa frente al gran lago de Crestagrana. Apenas una cría, cargada con sólo un petate, una tizona familiar y un viejo escudo. Sin haber todavía matado a un hombre. Decidió proponerme que le acompañara, a las tierras al norte. Aquí. Nunca explicó para qué, pero le seguí. No tenía a dónde ir, y eran tiempos convulsos. La Tercera acababa de terminar y sólo se respiraba incertidumbre en cuanto al futuro de todos. Los charlatanes que tiempo ha no habían pregonado nada más que ruina y calamidad para todo aquel que alguna vez tuvo algo a lo que agarrarse ahora hablaban de prosperidad, de concordia entre los reinos humanos. La idea del Imperio era ya algo más que un susurro temeroso entre el pueblo llano. - La mano del agonizante, en silencio desde hace rato, se desliza fuera del camastro, quedando suspendida en el aire. Como inerte. La mujer está lejos de percatarse, absorta en sus propias palabras. Concentrada para que salgan una a una de sus entrañas por primera vez tras tantos años.

Cuando descubrí que eráis poco más que unos desdichados buscando justicia en estas tierras abandonadas por la mano de la Luz, asediadas por el hambre y la guerra, no pude sino sentir una suerte de alivio. Creí que, tal vez, había encontrado una causa a la que servir. Un lugar donde poder ser útil, lejos de las conjuras y los tejemanejes de la retorcida nobleza sureña. -

- Aunque todo ello no tuvo a bien durar, como ya sabéis. La vacilación nació en mí cuando Aterratrols se plegó a las autoridades imperiales. Y fuimos unos necios al creer que las fuerzas de la Emperatriz permitirían la presencia de algo tan molesto como la Compañía. Aunque nuestras metas fuesen rectas. -

- Para cuando decidí marcharme, como me marché de mi propio apellido, a los compañeros que no habían matado los hombres de la Emperatriz los habían matado los muertos, los trols o los ogros, y a los que quedaban, el hambre y la enfermedad los acechaban. Os dejé en no mejor estado del que dejé a mi familia. Fui cobarde y débil dos veces por ello. Para cuando recibí vuestras noticias implorando auxilio, me había reencontrado con mi hermano, millares de veces más hundido en el fango de lo que le dejé. Tuve que prometer que volvería, sin saber muy bien si lo haría o no. Sólo para encontraros... - La joven guarda silencio, cortándose a mitad de la frase, al alzar la mirada hacia su socio. Visiblemente muerto, con la expresión de quien ha encontrado más paz de la que jamás pudo aspirar. - Así. - Madlyn traga saliva, levantándose rápidamente, con el corazón acelerado. Tirando el taburete hacia atrás al erguirse.

Luego permanece observándole unos minutos más, con la mandíbula apretada, pensando en cuánto tiempo debe llevar hablando sola.

 

 

Editado por Gauss
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PERTENENCIAS


Tizona antigua

Valor: Medio-Alto

Espada que llevó consigo al marchar del Risco. La hoja, aunque renegrida, es de buena calidad. La empuñadura luce el sello familiar, como una reminiscencia constante de los fogones en los que se forjaron tanto su acero como quien lo empuña. Ha acompañado a Madlyn desde entonces, y se muestra tan robusta como el día en el que fue engendrada. 

 

Escudo robusto

Valor: Medio

Un escudo de madera reforzado en hierro, de tamaño medio. Ha salvado la vida de la mujer en varias ocasiones desde que partió, y esta augura que lo haga en numerosas más. Los ornamentos que lo adornan tienen motivos norteños, tal vez de los clanes de las Tierras Altas, por lo cual sería seguro aventurar que el arma no salió de la armería de los Bolster.

 

Ballesta pequeña

Valor: Bajo

Una ballesta de tamaño reducido, obtenida del arsenal de uno de los campamentos creados por los imperiales durante la campaña Gnoll. Ha sido usada pocas veces.

 

Volúmenes varios

Valor: Medio-Alto

Un compendio de obras y manuales de los temas más dispares. Desde un ejemplar manuscrito del "De la Luz y sus Milagros", del obispo Tagas Flute, a diversos tomos de protocolo nobiliario y estrategia militar y política, pasando por alguna que otra antología de leyendas, historietas, líricas y otras narrativas.
Muchos de ellos le fueron traspasados, de una forma u otra, durante su estancia en las Tierras Altas -alguno, quizás, hasta por su propio autor-, y hoy día, aun no visitándolos con la misma asiduidad y afecto con la que antaño lo hizo, los custodia con celo en algún lugar.

 

Colgante plateado

Valor: Medio

Una joya argéntea, que porta el emblema de la Luz Sagrada. Regalo de algún viejo amigo en otros tiempos en los que pudo contar con más de los que goza actualmente. Lo lleva siempre bajo la camisola, parcialmente oculto.

 

Editado por Gauss

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