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Caerwyn Lluviasino - Abnegada zarracina

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  • 饾挬饾憸饾搨饾挿饾搰饾憭:Caerwyn Lluviasino
  • 饾憛饾挾饾搹饾挾:Quel'dorei
  • 饾挳饾憭饾搷饾憸:聽Femenino
  • 饾惛饾捁饾挾饾捁:182 a帽os
  • 饾挏饾搧饾搲饾搳饾搰饾挾:聽1,83m
  • 饾挮饾憭饾搱饾憸:67 Kg
  • 饾惪饾搳饾憯饾挾饾搰 饾捁饾憭 饾搩饾挾饾捀饾捑饾搨饾捑饾憭饾搩饾搲饾憸:Calandil-Thil, Sur de Quel'thalas
  • 饾挭饾捀饾搳饾搮饾挾饾捀饾捑贸饾搩:聽Elfa arcana errante.

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    • 饾惛饾搵饾憭饾搩饾搲饾憸饾搱 饾搨饾挾饾搱饾搲饾憭饾挾饾捁饾憸饾搱:
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Una alta elfa que hace honor al apelativo de su pueblo. Su pose es erguida, su expresi贸n jovial y sus grandes ojos de fulgor azul contrastan con una expresi贸n tranquila, siendo expresivos tal vez en demas铆a.聽

Si los ojos son la ventana del alma, en su caso son un ventanal de doble puerta.聽

A diferencia de muchos Quel'dorei, su piel tiene un saludable bronceado, y su larga melena, siempre peinada y perfumada, cae ondulada por hombros y espalda, libre y frondoso, con un volumen saludable.聽

Destaca de esta elfa un caminar de espalda erguida, de pasos seguros y ligeros, veloces. Destila confianza en si misma y en sus capacidades.

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饾挓饾憭饾搱饾捀饾搰饾捑饾搮饾捀饾捑贸饾搩 饾搮饾搱饾捑饾捀饾憸饾搧贸饾憯饾捑饾捀饾挾:

Caerwyn es una mujer calmada, de esp铆ritu tranquilo y sereno, y a veces confundida con apagada , ella m谩s preferir铆a considerarlo como un estado de paz interna.

Es de ideas claras y firmes, de convicci贸n justa y de buenas intenciones, m谩s aprecia en demas铆a la sensaci贸n de libertad adquirida en la nueva perspectiva de una exiliada de un reino ut贸pico pero a su vez demasiado anquilosado a sus viejas leyes y tradiciones.聽聽Durante m谩s de siglo y medio vivi贸 cohartada por un patr贸n marcado por otros, y tras el golpe inicial, no cambiar铆a su nueva vida por un solo d铆a m谩s en un Alto Reino m谩gico.

Ve en pueblos como los humanos y los enanos martillo salvaje ideales de libertad a los que aspirar , motivados por sus cortas vidas, especialmente los humanos, un pueblo que jam谩s la lleg贸 a interesar en el pasado, pero que ahora la fascina, y por cuya cultura siente gran inter茅s, pues ve con ojos cuasi ajenos tanto lo bueno como lo malo de la misma, acept谩ndolo como su manera de hacer la vida y ver el mundo.

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Con pasos tranquilos una figura solitaria recorr铆a un manzanar de 谩rboles en flor. Sus colores blancos y rosados eran hermosos , pero empeque帽ec铆an ante la fragancia perfumada la cual inundaban el ambiente. Las vallas separaban el camino de tierra de lo que no dejaban de ser fincas privadas, un contraste particular con los extensos campos abiertos de las tierras de los elfos.聽

En las tierras humanas, todo tenia due帽o, y no solo lo ten铆a, si no que este se aseguraba de que los dem谩s supiesen que aquello que observaban ten铆a amo y se帽or. Desde las banderolas y pendones de las grandes casas, hasta peque帽os carteles o nombres excavados en menhires y lindes de roca campesina. M谩s de una vez, en sus primeros a帽os, alg煤n que otro campesino alborotado, horca en mano, hab铆a salido a su persecuci贸n por ver a un intruso no identificado recorriendo sus campos, o peor, aliment谩ndose de sus 谩rboles frutales con absoluta naturalidad.

La mayor铆a de ellos se calmaban, o m谩s bien se quedaban sorprendidos, a ver que no era pillo, vagabundo o maleante, si no una mujer de ojos de brillo azul y caracter铆sticamente luengas orejas la que hab铆a allanado su terreno. Algunos la expulsaban igualmente, pero muchos otros eran r谩pidamente fascinados por una voz suave y musical de fuerte acento. Y Caerwyn siempre disfrutaba de sentarse al fuego de una granja, narrando sus viajes , pero sobre todo, escuchando y preguntando de las vivencias de las gentes humildes.

Y los ni帽os. Los elfos no eran conocidos por prol铆feros , y por ello su experiencia con peque帽os duendecillos era bastante limitada. 驴Los humanos, en cambio? Eran peque帽os torbellinos de entusiasmo. 隆Y sus caritas! Redondas, de grandes orejas y ojos, y mechones rebeldes.聽

Cada nombre y apellido, los apuntaba en una libreta, por si alguna vez con ellos volv铆a a encontrar, no sufrir la verg眉enza de haberlos olvidado. Otros elfos ve铆an en los humanos criaturas fugaces, que carec铆an de la perspicacia y el sentido com煤n para preocuparse del futuro. Y no les faltaba parte de raz贸n. 驴Pero acaso es justo juzgar al que hace con el tiempo que se le ha dado el m谩ximo que puede alcanzar? Cada pueblo ten铆a sus virtudes y sus defectos, simplemente, estos sol铆an ser distintos.

Esta vez la quel'dorei no cruz贸 los vallados, pues la emoci贸n de lo que le aguardaba superaba su ansia por explorar esos jardines y tal vez encontrarse a alg煤n labriego campesino, a una dulce muchacha escribiendo poemas para su amado, o un par de perros pastores dormitando bajo la arboleda.聽 En la lejan铆a hab铆a llegado a intuirla, alzada, vetusta y orgullosa, al borde de un acantilado, cuando cruz贸 unas colinas coronadas por un par de peque帽os 谩rboles, de troncos gruesos de corteza blanca, pero pronto la depresi贸n del terreno le hab铆a robado la visi贸n de la capital del reino que ahora recorr铆a.聽

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Pese a la cercan铆a, nunca lo hab铆a visitado. Como tantos otros elfos, claro est谩. Lo cierto es que tras la ca铆da de su reino vag贸 sin rumbo y sin cercanos, pues sus compa帽eros en exilio fueron tomando otras sendas con el paso del tiempo hasta que ella se qued贸 sola. Poco a poco la no-muerte avanzaba , aunque ahora fuese sobre estandarte violeta y no negro, con rostro p谩lido y quebrado que recordaba a antiguos heroes ca铆dos del pueblo 茅lfico, y por ello los caminos que anta帽o recorr铆a, en las comarcas del sur de Lordaeron ya dejaron de ser seguros para ella.聽

Pas贸 una temporada con los suyos en las tierras altas, y disfrut贸 de la compa帽铆a y el remanso de paz que hab铆an construido: Quel'danil le recordaba a lo mejor del Alto Reino, concentrado, sin los vicios que un reino gobernado por magos sufr铆a. Pero esa existencia de paz contemplativa no era para ella, pues su esp铆ritu hab铆a experimentado la magnitud del mundo ante ella, y no se contentaba ahora con volver a la seguridad previa de una zona de confort en la que vivi贸 toda su vida.聽

Una peque帽a ascensi贸n en la senda, y de nuevo las colinas se despejaban para dejar que los ojos de fina mirada de la Alta elfa pudiesen disfrutar de toda la extensi贸n de las tierras altas. Hab铆a contemplado bosques, monta帽as, colinas y hasta pantanos, pero era en los nucleos de la civilizaci贸n humana donde una m谩s pod铆a contemplar la extensi贸n de los terrenos llanos, que para una elfa, resultaban impresionantes.

Strom, capital del primer imperio de los humanos. Sus muros de roca gruesa y gris ondeaban con grandes banderas de color rojo carmes铆, y hasta donde alcanzaba la vista, m谩s all谩 de sus muros, las praderas se extend铆an en campos y campos de toda clase de cosechas. Peque帽os c煤mulos de hogares se intu铆an aqu铆 y all谩, aldeas coet谩neas a la capital del poder real. Pese a que pudiese observar la ciudad desde su posici贸n, r谩pidamente la elfa calcul贸 que aun le quedaba medio d铆a de caminata relajada para llegar. O unas pocas horas, a buen ritmo.

Pero como siempre, Caerwyn, descendi贸 con parsimon铆a por las colinas. Al fin y al cabo, ten铆a todo el tiempo del mundo.

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