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Brahen

Zal'ji

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Nació y se crió en las islas donde durante siglos habían vivido los Lanza Negra, en los mares del sur, el archipielago conocido como las Islas Lanzanegra. Cuando los trols se aliaron con ellos durante su viaje hacia Kalimdor, en busca de donde establecerse, todo el poblado se unió en el viaje para seguir a Vol'jin, el líder de los Lanza Negra.

No dudó en ningún momento que estuvieran haciendo lo correcto, era lo que dictaban los Loa, lo que su líder ordenaba, lo que su gente quería. Cuando los trols se establecieron en las Islas Eco, fue cuando conoció a Kait'sa, la que sería el amor de su vida. Ninguno de los dos se quedaría en las islas, emigrarían para ayudar a fundar el Poblado Sen'jin, llamado así en honor al difunto padre del líder de los Lanza Negra.

Fue instruido como medico brujo en las tradiciones de su gente, dedicó su vida a seguir los pasos de Bwonsamdi, el Loa de la Muerte, guiando las almas de aquellos que fallecían hasta su abrazo, realizando los ritos funerarios pertinentes. Era querido por su gente, pues era una pieza importante de la cultura de su poblado, recibió en sus nupcias con Kait'sa un Rush'kah como regalo de todos ellos, que siempre llevaba puesto cubriendo su rostro.

Tras responder a la llamada de Rexxar para ayudar a la Horda contra el Almirante Proudmoore y ese breve periodo de paz en la costa de Kalimdor, un grupo de trols comenzó una expedición rumbo a Mashan'she, una tierra situada al oeste de Cima del Trueno, con intención de fundar un nuevo poblado. El viaje iba a ser largo y bajo petición de Zalazane y los Loa, Zal'ji fué escogido para acompañar el grupo, pues necesitarían un custodio de las almas de su gente allá donde iban a asentarse. Acabarían fundando la Aldea Cazasombras.

A medio camino, viajando por la zona central de los Baldios, Kait'sa cayó en el interior de un nido de escórpidos, siendo envenenada por los aguijones de varios de éstos. Suplicó ayuda a Bwomsandi, que no se la llevase, más en respuesta sólo tuvo silencio. Suplicó al resto de Loas, y la respuesta fué la misma, silencio. Kait'sa fallecería dos días más tarde. Airado, rompería el Rush'ka que, pese a todo lo sucedido, jamás se había quitado, y lo enterraría junto con los restos de su esposa. Abandonó el grupo de la expedición, esa misma noche.

Deambuló hacia el Norte de los Baldios, sin saber qué hacer o a donde iba, sin un motivo en su vida, sin escuchar la voz de los Loa, acumulando lentamente un odio ardiente en el interior de su pecho a cada paso agónico que daba. Cuando estaba a punto de llegar a la frontera de Vallefresno, cayó al suelo desmayado y perdió el conocimiento.

Se despertó al chocar contra un suelo frio, de roca, en el interior de una cueva. Podía sentir la debilidad de quien no había comido o bebido en días, más lo que sentía por encima de todo era ese fuego interior que lo consumía. Observó a su alrededor y estaba en un foso repleto de restos óseos de criaturas y humanoides de diversas razas. En la parte superior del foso podía ver varias figuras encapuchadas y vestidas de color oscuro, que pese a no poder verlo con sus ojos, estaba seguro que le sonreían con maldad.

Pudo escuchar el sonido de unas garras arañando la piedra, que se acercaban a él por detrás, más no tenía fuerzas para girarse ni resistirse. Segundo antes de notar el peso de una criatura abalanzándose sobre él, escuchó una voz que resonaba en el interior de la cueva, acompañada de unas risas perversas, que le instaban a pelear por su vida. Unas enormes fauces se cerraron sobre su hombro izquierdo, pero no emitió grito alguno de dolor, pues ya se daba por muerto, derrotado.

Fue cuando sintió junto a su mano derecha algo frio, un colmillo del cráneo de otro trol que había llegado a ese foso antes que él, otro trol al que los Loa habían dado la espalda. Toda esa ira en su interior entró en erupción, atrapando el colmillo con una mano y utilizándolo como un arma, descargó una puñalada sobre el ojo de la bestia que se disponía a alimentarse con su carne.

Apuñaló como un desesperado, atrapó con sus piernas a ese ser, incluso lo mordió de vuelta con todas las fuerzas de que disponía... sin dejar de gritar con rabia en ningún momento. La bestia cayó y quedó inerte tras unos largos segundos eternos de forcejeo. La sangre bañaba su cuerpo, sus manos y... sus labios. Consciente del hambre y la sed que tenía, le asestó varios mordiscos a esa criatura extraña, bebiendo también su sangre. 

Cuando se apartó saciado de la criatura, pudo comprobar que se trataba de un manáfago, aunque él entonces no lo sabía. Las risas habían cesado, ahora era su risa desquiciada la que hacía eco en la cueva. Fue llevado a una celda, estaba en manos del Consejo de las Sombras. Varios meses más tarde, saldría libre con un nuevo Rush'ka hecho a partir del cráneo del manáfago que había dado muerte, tras jurar que no descansaría hasta acabar con todos los Loa.

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