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TitoBryan

Zamak Daario

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  • Nombre del Personaje
    Zamak Daario
  • Raza
    Humano
  • Sexo
    Hombre
  • Edad
    32
  • Altura
    1'77
  • Peso
    80kg
  • Lugar de Nacimiento
    Tanaris
  • Ocupación
    Proscrito
  • Descripción Física

    Tez acarmelada, rozando las cercanías de lo oscuro. Alardea de unos ojos esmeralda, intensos y brillantes. Su rostro es ovalado, con una digna melena color azabache que a veces recoje en una coleta o trenza para descubrir su cara. Facciones anguladas y marcadas, con la línea de la mandibula oculta por una barba fina, de oreja a oreja y cubriendo el bigote. Cuerpo átletico, con hombros anchos, cintura estrecha y piernas robustas, confiriendole un aspecto en X. Suele vestir con andrajos por encima de sus ataviaduras, para ocultarlas. 

  • Descripción Psíquica

    Zamak es ambicioso, le gusta apuntar alto y jamás sobrepone sus intereses por nada que no sea él mismo. La supervivencia en Tanaris fue algo que lo marcó a lo largo de su vida, por lo que su comportamiento narcicista y nihilista encontró sus raíces desde la niñez. Rehusa de lo ético o moral, la ley o la autoridad, guiandose por su propio instinto e ingenio. 

    Busca el provecho y los beneficios sobre cualquier situación, o por el contrario, no perder nada. No es especialmente valiente, aunque tampoco un cobarde de cuidado. Se categoriza el mismo como "oportunista".  No tiene remordimientos por las consecuencias de sus actos, aunque es consciente de ellos. Mientras no le perjudique a él, no le importará. 

    No suele empatizar con la gente, aunque amigos jamás le faltaran. Tiene una mano muy firme a la hora de arrebatar vidas, incluso hay quienes señalarían una cierta indiferencia. "No hay mayor placer que el matar un hombre que quiere matarte".  

    Alineamiento - Caótico Neutral

  • Ficha Rápida
    No (600 palabras mínimo)
  • Historia

    Los nómadas del destierto eran crueles con sus esclavos, algunos los usaban como sirvientes sexuales, otros como moneda y los más despiadados; como muñecos de entrenamiento. Pero Zamak era demasiado endeble como para aguantar un golpe de brisa sin salir volando, mucho menos aguantar la perversa mente de un hombre que no tenía ningun límite impuesto contra él. Cuatro plateadas y aceite para las armas fue el intercambio que cambió su destino, a manos de un mercader que exportaba las especies y productos éxoticos de Tanaris para satisfacer los caprichos de los Levantinos. Había un mozo con el que Zamak hizo migas, un tal Daario, de tez blanca y ojos oscuros, muy parecido en complexión y estatura que Zamak. A diferencia de Zamak, el mozo no habia vivido nunca en el desierto, sino en la calle de las urbes del desierto, cercanas a la costa. No conocía la violencia desmesurada que su compañero, pero si conocía de buena mano la crueldad del ser humano. 

     

    Fue un dia soleado, como de constumbre. Habia llegado un cliente a la tienda mientras el amo no estaba, era Daario quien atendia en su ausencia mientras Zamak reponia. Habia tambien un tercer hombre, uno mucho más mayor y armado con una espada curva, el encargado en que la tranquilidad preservara dentro de la tienda. El cliente queria llevarse una vasija, aunque no contento con el precio. Daario trataba de hacer entrar en razón al cliente de que el precio era el que estaba establecido, no el que el cliente demandaba. Protegido por su guardaespaldas, el hombre dejó en un saquito la mitad del precio original de la vasija y trató de irse. Tanto Zamak como Daario sabian cual era el riesgo si dejaban que un cliente les robasen, y el guardia no estaba muy dispuesto a encararse al guardaespaldas del cliente. 

    Esa fue la primera vez que Zamak presenció la violencia en sus propias carnes. Guiado por el temor, deslizó la daga en la vaina del guardaespaldas y la hundió con fuerza en la espalda del hombretón, quien desprevenido, no pudo hacer otra cosa que derramarse por el suelo de forma pátetica, derrotado por un niñato. Daario y el guardia se armaron de valor para detener al cliente, que ante la sorpresa, trató de huir despavorido de la tienda. No acabó bien para el cliente. El amo no reprendió a Zamak al escuchar las nuevas sobre lo sucedido. Otras preocupaciones rondaban en su mente como para que un simple hurto lo estorbase.

    Sin dar explicaciones y de la noche a la mañana, Zamak y Daario se vieron obligados a abandonar su tierra natal. Habían pasado 16 años desde que Zamak se montó en aquel barco mercantil, rumbo a las fértiles tierras del Este. Amo había conseguido un contacto al otro ladodel mundo, un prometedor negocio entre  con unos contrabandistas de Bahía del Botin, quienes recientemente habian abierto negocio con una organización criminal. Armamento ilegal, pólvora y ahora artefactos fluían por las miles de rutas secretas de la organización, y ahora ellos iban a ser parte del engranaje del movimiento Defias. Un movimiento obrero que llevaba más de una decena de años luchando por su propia justicia y derechos. 

    Zamak no disfrutó el viaje, las aguas que separaban los dos continentes no eran una broma para nadie, y su vida estuvo en juego en repetidas ocasiones. Cuando no era la marea, eran las banderas negras que se alzaban en el horizonte y ponían a todos los pelos de punta.  Pero el viaje en barco habia despertado esa curiosidad acerca de lo desconocido, de la libertad del que se le habia privado durante toda su vida. No fue planeado, ni lo pensó muchas veces. En cuanto llegaron a Bahía del Botín supo que jamás iba a regresar con su amo de nuevo. 

    Esperó a que el barco estuviese dormido para despertar a Daario y prometerle una nueva vida. Una en la que ellos serían los protagonistas de sus historias. En la que su destino estaría decidido por sus acciones, no por los demás. Sin mucho tiempo al debate, ambos se lanzaron por la borda, saboreando su primera pizca de libertad salada. 

    Para su suerte, no eran los únicos adolescentes en Bahia del Botin. La mayoría tenían años de ventaja en hurto y pillerias de mocosos. Fue duro, sus primeros meses fueron los peores, sufriendo el hambre y desesperación de la pobreza absoluta. Pero a través de la observación y de lo aprendido en sus vidas, sacaron adelante su pequeña empresa de robos. Zamak era el ladrón y Daario usaba sus conocimientos en el comercio para obtener precios decentes por el material hurtado. Aunque no era lo más provechoso, fue lo suficiente para sobrevivir. Venta tras venta, sus ropas se volvieron limpias, podían permitirse una comida diaria y el entrenamiento empezó a dar sus frutos. 

    Para cuando la madurez física llamó a las puertas, la empresa de Zamak y Daario había crecido de maneras inimaginables. Ambos empezaban a raspar el arte de la compra y venta, la oferta y la demanda. Tenían un trueque con una tripulación pirata en donde por la mitad del precio del mercado, recibían unas pocas armas que más tarde revenderian a mayores precios. No era mucho, pero era mejor que nada. 

    Fue hasta que por un giro cómico del destino en el que fueron a parar con un contacto de los Defias, quien estaba dispuesto a comprar todas las armas del almacén a cambio de un trato. Esa fue su primera toma de contacto con el movimiento criminal. No vendían a un precio muy provechoso, pero a cambio la ruta hacia la sede de los Defias estaría libre de peligros para ellos. El pie dentro de la organización fue lo que propulsó a Zamak hacia una nueva vida, codeándose cada vez más con el movimiento obrero. Daario por otra parte, se encargaba de los negocios. 

    Pronto llegaron los contratos, que sin darse cuenta en donde se estaba metiendo, Zamak se ofrecía voluntario sin muchas preocupaciones, junto a otros interesados en unirse a los Defias. No ganaba mucho, pero el dinero no era una preocupación para él, lo que recogía de sus escaramuzas Daario se encargaba de venderlo. Sabotajes, hurtos y asaltos a pleno dia, el joven del desierto había encontrado una vocación provechosa para interesarse y lo suficiente peligrosa para mantener su interés. Al mismo tiempo, su respeto por la autoridad y las leyes disminuía con el tiempo, pues aquella figura imponente e inquebrantable que parecía estar en todos lados, perdía esencia en cada contrato.

    En el Arroyo de Luna, mientras celebraba un asalto exitoso con otros compañeros, se le acercó un verdadero miembro de los Defias y les entregaron las famosas bandanas rojas. El acceso estaba abierto y así a todos los secretos que se ocultaban en la mina. Allí fue la primera vez que presenció la magia en sus carnes propias. Algunos de los que allí habitaban alguna vez fueron estudiantes de la academia, hijos de arquitectos que habían puesto de su parte en la reconstrucción de Ventormenta. Y sin ser consciente de lo que tenía en sus manos, la magia le vino como anillo al dedo a sus operaciones. 

    Entonces llegaron los años de gloria. Zamak maduró junto a Daario, sin dejar de lado su empresa. Zamak puso en práctica lo aprendido en la mina, lo que encontró como una llave, una herramienta que iba a facilitar de manera exponencial su trabajo dentro de la organización. Lo cual de manera directamente proporcional, daría un flujo mayor de materia a Daario para aumentar sus riquezas. La vida era buena en esa época, y Zamak hubiese deseado permanecer en ella hasta el fin de sus dias. 

    Desgraciadamente, por ley de vida, todo lo bueno tiene un inicio y un fin. En el año 26, una semana después de haber asaltado una explotación minera en Elwynn, la tragedia se presentó a las puertas de su hogar. Regresando de una noche de fiesta en Bahía del Botin, se encontró con su pequeño campamento reducido a cenizas. Aturdido por la situación, huyó hacia la sede Defias en busca de respuestas. Las gentes de Páramos se habían unido a la milicia, y lo que antes era un pequeño entretenimiento ahora se habia convertido en una verdadera amenaza para la organización. Las líneas de suministro provenientes de Elwynn habían sido cortadas, sus pequeñas bases de operaciones; incendiadas. Entre una de ellas, era la que Daario fluctuaba la mercancía en dinero.  

    Zamak no se quedó a luchar por una causa en la que no creía. Su compañero habia muerto, su seguro de estabilidad. ¿Quien iba a pagarle por sus asaltos ahora que dependían de la supervivencia de la organización? Zamak era muchas cosas, pero no patriota, mucho menos solidario. Camuflarse no le fue un problema y en cuanto tuvo la ocasión, zarpó muy lejos hacia el Norte. Tanto como para que no debiese de temer por las represalias. 

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