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Stannis the Mannis

Reinaldo de Costasur - Pétrea voluntad

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"Los Paladines pueden inspirar, hacerte mejor de lo que crees ser"


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  • Nombre: Reinaldo de Costasur
     
  • Edad: 34. Altura: 1,78m. Peso: 78kg
     
  • Lugar de nacimiento: Stromgarde Capital
     
  • Ocupación: Miembro del Alba Argenta


Información adicional 

 

 

Descripción física

Fornido, alto, moreno por el sol y algo demacrado de rostro, le dan una apariencia más mayor de lo que es. Como una madera dejada al sol a secar, Reinaldo aunque de apariencia fuerte y resistente, en su cara se denota que ha pasado por muchos calvarios.

De ojos azul oscuro y un cabello azabache. La barba frondosa y aunque cuidada al igual que sus cabellos, no hacen que se deje ver mucho de su faz, aunque no parezca ser de galante porte, más bien todo lo contrario, siendo un hombre de apariencia tosca, voz grave y mirada melancólica o cansada.

 

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Descripción psicológica

Hay cosas que están mejor olvidadas, enterradas en recuerdos vagos, palabras bonitas e  historias entretenidas. 

"Soy lo que ves, soy lo que hay dentro de todos nosotros. El miedo, el terror a lo desconocido, el incipiente mareo al fracaso, la tentación a las males artes en virtud de uno mismo"

Editado por Stannis the Mannis
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Que miserable es la vida que le toca siempre a cada uno. Pero todos tenemos que cumplir nuestros destinos. Grandes o pequeños, todos cumplimos nuestros destinos ¿No? 




Destino

Spoiler


Tom Rainier era oriundo de la ciudad orgullosa y antigua de Stromgarde. Él pertenecía a una familia de artesanos de la madera, que tallaban y daban forma a la madera como ninguna otra, pero se tenían que deslomar y trabajar también como el que más. Se podría vivir y si se trabajaba bien siempre habría comida en el plato. El joven Tom Rainier como todos sus parientes antes que él; había empezado desde chico a currar con sus familiares en el taller, humilde trabajo el de la madera, pero él no se quejaba, él se conformaba.

Él sería otro más en esa ciudad tan grande, otra alma perdida, o al menos una que viviera decentemente. Pero el joven Tom Rainier cometió el grave error que todo hombre comete una o más veces: Se enamoró de quien no debía.

Que bella mujer aquella, de rostro encandilador como el atardecer rojizo en las verdes colinas, pero igual de fugaz era su atención en Tom Rainier, tan penetrante era su mirada como las lanzas de caballería del reino, pero tan esquivas eran para Tom Rainier, tan bien puesto era su busto como... Bueno, era una de esas mujeres imposibles de olvidar o de ignorar, Tom Rainier estaba enamoradísimo de aquella mujer.
 

El problema es que no era correspondido, Tom Rainier era un aprendiz de carpintero y aquella mujer estaba acostumbrada a algo más la comodidad y el lento provenir del joven. Tom Rainier era incapaz de dejarla pasar, él había sido humilde, había sido paciente y estaba muy conforme con la vida que le esperaba tan monótona pero segura... Pero no podía vivir sin ella.

Baladas, cortejos, invitaciones, poemas, apuestas de valor frente a ella, interés y acompañamiento... Todo lo intentó Tom Rainier, pero seguía siendo para ella el aprendiz de carpintero, que a nada iba a llegar. Así que Tom Rainier siguió cometiendo más fallos en su tranquila vida.
 

Tom Rainier empezó otros trabajos, desde los más bajos como pescador o portero de algún local hasta otros más peligrosos o ciertamente ilegales. Pero todo era poca cosa con tal de que aquella mujer le hiciera caso, que viera de lo que era capaz, que viera que aunque simple, humilde y común... su alma era tan grande como los antiguos héroes, su amor infinito como la magia. 

Y al final después de mucho sufrimiento tuvo lo que quiso, la mujer al final acabó aceptándolo y se casaron. Pero la historia no iba a terminar con un final feliz. 

 

Las deudas aumentaban con el paso del tiempo. Los trabajos no cubrían los gastos del amor. El trabajo de carpintero que dejó tiempo atrás ya no podría volver a ocuparlo, así que un día y con los peligros que cernían sobre el reino le dijeron: Tom, Tom, únete a filas, lucha por tu patria y trae dinero, fama y renombre a tu casa. 

Y así Tom Rainier ingresó a filas. Recluta, soldado, suboficial... Tom Rainier se esforzó en muchas campañas, contra trols, contra hombres más o menos desesperados que él. ¿Hubo fama? No. ¿Hubo honor? Mucho menos. Corrupción tuvo que hacer para sacar más monedas que traer a casa, al final no era por él, no era por el reino, ni mucho menos la ley y la justicia, era sólo porque aquella mujer no desapareciera de su lado.
 

Llegó un punto en el que Tom Rainier cometió crímenes realmente deshonrosos y que le hubieran costado la soga. Asaltar caravanas que debía proteger con tal de apropiarse de los bienes para dárselo a contrabandistas y la peor, la que nunca olvidará y le perseguirá hasta el fin de los tiempos: Asesinar a unos inocentes, una familia de origen noble que por algún motivo que ni sabe tuvo que asaltar, y con tan mala suerte que costó la vida de aquellos a los que juró proteger. Era horrendo matar gente como los guardias de caravanas pero al menos esos se defendían, pero ... mujeres, niños, no, eso era imperdonable, eso era como ser un orco, o peor que eso.

Tom Rainier sabía que pronto le llegaría su momento, si no le habían colgado ya era porque había sido usado como peón de un juego mayor, pero como todo peón, tocaría ser sacrificado. Tom Rainier tenía miedo y quiso alejarse de la ciudad, incluso de su amada, de su terrible amor. Por eso llegó a parar Costasur.
 

Cuántos males azotaron Costasur, desde rebeliones, a misteriosos asaltos provenientes del mar, a la terrible llegada ahora de los no muertos. ¿Pero qué haría Tom Rainier? No le quedaba más remedio que permanecer ahí, aunque el miedo se apoderaba de él tanto como si ya tuviera una soga entorno al cuello. ¿Pero iba a volver a Stromgarde y seguramente ser ejecutado tiempo después? ¿Y si no era, cómo volvería, desertaría y luego qué? ¿Cómo pagar la vida que le había dado a esa mujer? Tantos problemas, tantos errores en su vida, tanta desesperación...

 

Reinaldo de Costasur.

 

¿Quién era Reinaldo? No se sabía, en la Orden del Alba Argenta no preguntaron, no quisieron hacerlo y mucho menos cuando lo vieron aparecer con el uniforme de Stromgarde hecho harapos. ¿Otro superviviente... o un desertor? Quizá no tenía a donde volver, o quizá huyó como algún otro que tenía la suerte, aunque de esos eran pocos, muy pocos. ¿Se sentía Reinaldo arrepentido de lo que hizo? Sí, y el Alba lo sabía. Pero Reinaldo estaba seguro de algo, y es que ahí tendría su nuevo amanecer, su propio alba argenta en el horizonte.

Reinaldo era oriundo de Costasur. Él era un mero carpintero que cuidaba de los botes de los pescadores, a veces él mismo pescaba en ellos o cazaba alguna presa mayor. Reinaldo tenía una vida tranquila y solitaria en Costasur, hasta que la horda de no muertos llegó y pudo huir por el valor de otros valientes, guerreros de Stromgarde y milicianos que dieron su vida por él. 

 

Reinaldo vivia en una mentira, pero la única verdad que había es que ahora formaba parte del Alba Argenta. Que la Luz en una ironía del destino se le había parecido a él, en su soledad, la Luz le dio el calor que aquella mujer nunca le dio, le reconfortó, y entonces tuvo valor. Valor no para luchar o gritar al destino lo valiente que era, sino el valor para salir de las tierras del Alba y recorrer en su nombre las tierras de los hombres, portando un tabardo que no quería ensuciar con sus actos infames. Y ese tabardo, cuando se lo puso, cuando la Luz emanó de sus manos luego de años de tormento... se sintió que al final era parte de algo, algo honorable y puro, algo con un propósito. Se sentía seguro. 
 

Ahora sería Reinaldo de Costasur. Y vagaría por los reinos portando  y otorgando la esperanza y el valor que para él no podía guardar. Viviría una mentira si con eso podía al fin vivir tranquilo y en paz consigo mismo.
 


 

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