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Beretta

Vatenguerre

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  • Nombre del Personaje
    Vatenguerre
  • Raza
    Humano
  • Sexo
    Hombre
  • Edad
    45
  • Altura
    1,72
  • Peso
    75
  • Lugar de Nacimiento
    Alterac
  • Ocupación
    Errante
  • Descripción Física

    De pelo canoso y corto, repeinado hacia atrás con esmero. Su cara, marcada por la viruela y por las arrugas muestra unas facciones toscas, de pómulos y mandíbula cuadrada y dura. Sus ojos observan siempre con unas marcadas ojeras que enfatizan aún mas su aspecto envejecido. Pese a todo, sus facciones no destacan de forma excesiva entre el vulgo. 

    De complexión fibrosa y estatura media, vestido siempre de forma elegante mas no ostentosa. Cuando su indumentaria lo permite se puede apreciar que tiene el cuerpo lleno de cicatrices, algunas claramente hechas por su propia mano. 

  • Descripción Psíquica

    De carácter tranquilo y resignado a los pesares de la vida, que lo hacen parecer mucho más mayor de lo que realmente es. Acostumbrado ya a la vida de armas, no parece guardar interés ninguno por algo más allá de las mujeres y la bebida, conformándose con lo que le depara cada nuevo día, sin esperar mucho más de la vida. 

  • Ficha Rápida
    Si (150 palabras mínimo)
  • Historia

    Poco cuenta de su vida. Podría contar mucho, por supuesto, sobre sus años de felicidad allí en el norte, en las heladas montañas de Alterac. De su vida como mercader y entregado siervo de su patria, otrora orgullosa nación. Pero calla cuando le preguntan. Cuanto se sabe de él podría resumirse en una breve nota a pie de página, una anécdota contada una noche en un bar.

    Como todo hombre fue hijo, claro. De quienes poco dinero tenían y apenas tiraban adelante con lo que la vida les proveía. Una familia sencilla en un lugar hostil, que poco perdonaba la debilidad de sus gentes. La enfermedad no había sido clemente con ninguno de ellos. Fue marido, también. Se casó joven, con una mujer sencilla como él, de virtud y tesón. Con unas manos delicadas como el terciopelo, que le quitaron toda atención en cualquier otra cuando la conoció. Y como no podía ser de otra forma, fue padre. Antes de que la hambruna y la guerra le arrebataran a los suyos, tuvo a uno más en la familia. Una tierna hija, anhelada retoña. Amor de sus amores, que dejó tras de si un enorme vacío que no conseguía llenar de ninguna forma. 

    Y sólo después de eso dejó de ser, dejando atrás una vida de una persona que ya no sabía reconocer en el espejo. 

    Se hundió en una botella de licor. Surcó sus mares, dejándose llevar hasta donde ya no podía sentir ni recordar. Tocó fondo y se sintió cómodo allí, envuelto en una neblina formada por el alcohol, el opio y las mujeres. Y sin embargo, ninguno de ellos conseguían llenar ese vacío. Y justo allí, en el fondo del todo, encontró a alguien. O alguien le encontró a él. Los pormenores de éste tipo de historias suelen esconder los verdaderos deseos de uno. Hay quien diría que le rescataron del fondo de la botella, pero difícilmente se podría decir que salió entera su alma después de todo aquello. Otros ni siquiera lo llamarían un salvamiento. Pero aquello..aquello había empezado a llenarlo. 

    Se convirtió en el mas solícito de los aprendices, dándole la bienvenida a la locura y el dolor. El oscuro arte y sus enseñanzas como una forma de reivindicar su presencia en el mundo. De reclamar todo aquello que se le había arrebatado y de sentir de nuevo. Incluso a costa del sufrimiento ajeno o del sufrimiento propio.

    El poder le había devuelto la capacidad de sentir. El sufrimiento propio le había devuelto la sensibilidad, el aprecio por estar vivo. Y el ajeno, le removía por dentro con fervor, causándole un placer que como solo el amor en su juventud lo había hecho antes. Tal vez era ese su destino, después de todo. Sobrevivir a las penurias para hacerles pagar con creces la sangre vertida.

    La mujer que le tendió la mano en el oscuro sendero también lo acompañó durante su aprendizaje. No la amaba, pero su presencia lo reconfortaba en cierta manera. Tal vez era la primera vez en años que se sentía realmente comprendido por alguien.

    Investigaron, apasionándose con cada nuevo descubrimiento que parecían atisbar. Reveló su secreto, su arte, y como regalo final ofreció sus conocimientos y enseñanzas. La caída de los Velasangre los había separado para siempre. Sus restos se encontraban en el fondo del mar, junto a los del navío en el que habían navegado durante meses. No sintió necesidad de llorar ni de sentirse mal por su marcha, aunque supo que debería haberlo hecho. En cierta manera, más por todos los conocimientos perdidos que por su marcha. Pero la muerte no era necesariamente el final, después de todo. 

     

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