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Dorito

[Historia] Sir Óxido de Ningún Lugar

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Óxido

Sexo Hombre
Edad 53
Altura 1'93 m
Peso Está en los huesos, literalmente
Lugar de Nacimiento Lordaeron
Ocupación Caballero del mal
Raza Esqueleto

Descripción Física y Psíquica


Un montón de huesos amarillentos que se alzan con energías prohibidas, su cuerpo está cubierto por una oxidada y abandonada armadura de placas.

Sus espaldas son anchas y sus andares elegantes, solo conserva uno de sus dos ojos, el cual brilla con una tonalidad amarillenta, profana.

Aunque la no-muerte haya afectado a este ser y haya mermado su memoria y sentimientos él sigue siendo un hombre de honor. Seguirá firmemente sus principios hasta su segundo final. Tiene buen sentido del humor y una actitud en ocasiones retorcida, cruel.

 

 

 

HISTORIA

Spoiler

No sabía ni leer y ya quería usar una espada, se pasó toda su infancia deseando llegar a ser como su padre, un caballero de Lordaeron con espada y armadura. Su tío le enseñó todo lo que sabía, era el herrero del pueblo y antes un soldado, pero tuvo que retirarse por una severa herida en la pierna.
Pasaba las tardes jugando a peleas de espadas usando palos en su lugar con los otros chicos del pueblo, sin hacer mucho caso a los estudios, hasta que su madre le hizo entrar en razón con un simple argumento "si no estudias, no podrás llegar a ser un caballero", tras esas palabras, dedicó su tiempo tanto a sus estudios como a su entrenamiento.
Cuando llego a la adolescencia decidió ayudar a su tío en la herrería, dónde aprendió lo básico sobre la forja, no dejó los estudios pero sentía que no avanzaba en su progreso con la espada, así que no tardó mucho en alistarse al ejército, dispuesto a defender Lordaeron y a sus habitantes con su propia vida.
Desde su puesto de recluta no pudo hacer mucho ya que solo le daban tareas de menor calibre, como afilar las armas o llevar de acá para allá, todavía no se había enfrentado a un orco o alguna de esas bestias de las que tanto le hablaron, pero ese momento no tardaría en llegar.
Se despertó con un fuerte estruendo, las catapultas de guerra y el silbido de las flechas fueron su despertador. La Horda había llegado al campamento donde se encontraba, se puso tan rápido como pudo su armadura y tomó su espada y el escudo de madera que le asignaron, una vez equipado cargó contra los enemigos. Usó lo que había aprendido contra sus enemigos, logrando defenderse de algunos salvajes hachazos orcos y dar algunos espadazos.
Tras varias horas de contienda, un gran orco armado con un gran hacha de guerra logró romper el escudo del recluta y hacerle una herida profunda en el pecho, cayó al suelo malherido, el orco pudo acabar con su vida facilmente, pero se limitó a mirarle a los ojos, gruñir e ir a por su próximo enemigo. Quizás no eran unas bestias, quizás tenían honor... Puede que no todos fuesen tan malos.
Acabó la batalla, acabando como victoriosos el lado humano, el joven Jannik tuvo que pasar tiempo recuperándose por la herida, pero en cuanto se recuperó, volvió a la acción. Esa batalla le dio algo más que una cicatriz.
Los años pasaron hasta que pudo considerarse un verdadero soldado, pero no todo eran buenas noticias, un gran ejercito de no-muertos se alzaba para acabar con el reino de Lordaeron, la plaga era imparable y letal.
En estos años había encontrado a quién pensaba ser el amor de su vida, una humana quién conoció mientras luchó, durante largos años, el amor suele florecer en situaciones de estrés y entre ellos se formó aquel lazo, el cual los padres de ambos no venían con buenos ojos. El soldado se había esforzado toda la vida para que su padre se sintiese orgulloso, pero él no aceptaba que su pareja fuese una hija de una familia rival por redencillas del pasado, ya que siempre fue un hombre tradicional, prefería que fuese de buen renombre y con buena reputación.
Ambos ignoraron a sus padres, buscando momentos de calma para poder verse y disfrutar de su compañía pero todo eso cambió cuando los padres de ella decidieron mudarse a zonas más al norte. En su último día juntos se prometieron volver a verse cuando la guerra terminase.
Con el corazón afligido luchó hasta el final de sus días, siendo herido de muerte por las flechas renegadas en un campo de combate, por suerte, lograron encontrar su cadáver y enterrarlo en la capital.

Despertó, solo era hueso. Recordaba una persona, una actitud, pero no una vida; "vagaré eternamente hasta encontrarla y destruiré todo lo que me alejó de ella".

 

Editado por Dorito
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