Saltar al contenido
SwordsMaster

Folke Fischer

Recommended Posts



Nombre: Folke Fischer7de46087248df0ee6c5b0d9d6ef18808.jpg

Raza: Renegado

Edad: 23 (Edad de muerte)

Altura: Normal

Complexión: Robusto

Lugar de Nacimiento: Lüneburg, Lordaeron

Ocupación: Defensor de Lordaeron

Descripción Física: Es igual a su hermano gemelo Markus.

O era. Él aún mantiene muchos de sus rasgos en vida, su nariz sigue ahí, tiene todos sus dientes y sus cabellos han retenido pálidamente parte de su coloración original. Su único ojo azul funcional tras su imperfecta resurrección ahora apenas se percibe el iris, quedando rojo con el fulgor que denota su maldición. Su otro ojo ni tiene iris ni brilla.

Es robusto. Del tipo de hombre que habría resistido una buena paliza de parte de una tormenta en altamar mientras pescaba un tiburón.

Descripción Psíquica: Está desgastado por la vida, difícilmente viendo el lado bueno de las cosas, viendo pasar el día como si fuera el último.

Pero en el fondo, sigue adelante en su estado actual porque no le queda otra, mejor seguir existiendo que ir al Vacío imperecedero y el tormento eterno. Así que se aferra a la tierra y lucha como ninguno por los colores de la única nación que lo acepta y protege a pesar de lo que es; ahora y siempre.

 

 

 

Un diario personal

Escribo esto para dejar un legado cuando ya no esté, para que quede algo que recuerde nuestra encarnizada lucha por la supervivencia, por el derecho a existir, por permanecer en este mundo. Aunque a veces, uno debe morder antes de ser mordido.

Soy Folke Fischer. Aunque aquí en el frente no importan los nombres, pero de algún modo uno debe distinguir quién ha caído en la guerra y quién todavía no. Esta es una realidad que de un modo u otro a todos nos pasa factura, cada uno afrontándolo a su propio modo, incluso a mi hermano Markus.

Mi hermano y yo somos soldados de Lordaeron, de la nueva y de la vieja a la vez. Aunque él fue soldado antes que yo, allí en vida ya contaba con el espíritu para luchar por su nación. Pero en aquel entonces no necesitábamos luchar ni matar ni arrasar para justificar nuestra existencia. Mi hermano era un patriota; yo era yo.

Pero ahora sí necesitamos luchar y matar y arrasar. Necesitamos luchar, siempre. Los tiempos de paz solo significan que nuestros enemigos, incontables en números e infinitos en mezquindad, pueden prepararse para atacar y destruirnos, uno por uno, hasta el último de nosotros. Así es como llegamos a Gilneas. Mordemos, antes de que nos muerdan a nosotros.
Hace poco volvieron a aparecer, los hombres huargo que de pronto los hipócritas gilneanos parecen adorar a la vez que los escupen. Cuatro compañeros cayeron. Ni uno de sus huesos sobrevivió intacto, ni un trozo de carne recuperable. Tengo sus nombres gravados junto a los del resto detrás de la tapa de cuero de este diario. Serán vengados.

Ahora regresamos. Veo a mi hermano escribir también en el otro rincón. Pasan los días. Aún llevo la cuenta de ellos, alguien debe hacerlo. Son más de los que deberían haber sido.
El lugar... No es nada como Lüneberg, nuestra ciudad natal en las costas norteñas de la antigua Lordaeron. Siempre me gustó el mar como pasatiempo, y los libros, y la buena vida. Ahora ya no puedo disfrutar de nada de eso... Pero al menos mi hermano aún encuentra consuelo en sus actividades. Jamás se lo diría, pero su calma de espíritu es mi única ancla en este mar.

Pero ahí vuelve la tormenta.

Toca atravesar Lodonegro para llegar a Lunaris, o lo que queda de ello. Esas son las órdenes, y eso es exactamente lo que haremos. Noto sus miradas, mientras cruzamos las ciénagas. Saben del poder que he sometido, no confían en mi. Los mandos me mantienen atado en corto. Jamás progresaré y soy consciente de ello, pero tampoco lo busco. Este es el poder que debo someter para defender la existencia no mía, si no de todos nosotros. La desconfianza es el menor de los precios a pagar.

Dos emboscadas la primera semana. Cinco la segunda. Ocho la tercera. Los grupos de campesinos no son un problema, arden entre llamas, ácido alquímico y rayos como si fuesen moscas. Es cuando aparecen los malditos perros que todo se complica. Incluso gaseándolos no caen con facilidad. Les hacemos un favor acabando con sus vidas. Es casi deprimente como le tratan en su propio pueblo. Los escupen y los encierran, pero están más que dispuestos en mandarlos al combate a defender su nación. Un arma. Son peligrosos, sus justificaciones. Me pregunto si nuestra vida sería así, a manos de hipócritas con poder, si no luchásemos, o si de verdad tendrían la piedad de darnos una muerte rápida. Pero no dejaré de luchar para averiguarlo.

Pero les traten como les traten, nosotros estamos aquí y ellos con nuestros enemigos. Cómo matarles es lo único que importa, y no es fácil. Al menos cuento con mi hermano para reducirlos con rapidez, pues dudo que yo fuese capaz de resistir demasiados embates de estas bestias. Una vez, con armadura y todo, casi pierdo el brazo entero. Habría tenido que esperar hasta el siguiente combate para encontrar uno nuevo.
¿Un día? Aparecieron diez. Éramos cincuenta. Cualquiera que no conociera de primera mano a estos seres especularía erróneamente el resultado. Solo 13 continuamos en pie al acabar, sin contar a quien mandaron en pedazos a la capital esperando poder restaurarlo. Dudo que sobreviviese el viaje. El mando envía cada vez mejores suministros. No sé si eso es bueno o malo. Probablemente malo, significa que quedamos menos en pie cada día.

Es sin lugar a dudas una situación peor a cuando solo atacábamos aldeas. Entonces caían rápidamente bajo nuestra superioridad tecnológica y militar, y cada combate acababa con una cantidad de bajas de nuestro lado más o menos aceptable. Al menos, menos descorazonador que la cantidad de bajas actuales. Ahora la guerra es cruel, dura para nosotros. Con enemigos escondiéndose detrás de cada árbol, listo para arrebatarnos a un hermano que jamás recuperaremos. Y nuestros números... No se reponen tan fácilmente.
Ojalá barrer todo con el poder del fuego sometido bajo mi puño. Pero mi hermano jamás me lo perdonaría, parece haberse encariñado con estos paisajes. Hermanos y hermanas mueren por la ventaja que da estos bosques a nuestros enemigos... Pero si desatase un poder tal, me ejecutarían. Y muerto de nuevo no puedo ayudar a nadie. No puedo mantener a Markus en este mundo. No puedo proteger a nadie.

Recuerdo el primer mes de Markus como recluta, allí en aquellos tiempos, en la capital. Un día había vuelto, rabia y tristeza en sus ojos, diciendo que iba a dejarlo. Que el ejército no era lo suyo. Indagué. Resultó que los otros reclutas se habían ensañado con él. Durante una semana estuve siguiéndolos, uno a uno, en sus horarios de descanso. Un momento a solas era todo lo que hacía falta, y ensangrentados en el suelo uno a uno juraron jamás volver a meterse con él. Rogaban que les creyera... La carrera de Markus en el ejército mejoró, se convenció de que había conseguido inspirar algo en sus compañeros y comenzó a creer en sí mismo. Es una historia que jamás supo y jamás sabrá, pero ilustra a mi hermano; él habla. Yo me aseguro que escuchen.

Tengo que dejar de escribir. Los oteadores han visto algo, Markus insiste en ir. Será mejor que vaya también. Actualizaré el número de bajas cuando regrese.

Editado por SwordsMaster
  • Like 2

Compartir este post


Enlace al mensaje

Join the conversation

You can post now and register later. If you have an account, sign in now to post with your account.

Guest
Responder en este tema...

×   Pasted as rich text.   Paste as plain text instead

  Only 75 emoji are allowed.

×   Your link has been automatically embedded.   Display as a link instead

×   Your previous content has been restored.   Clear editor

×   You cannot paste images directly. Upload or insert images from URL.


×
×
  • Crear Nuevo...