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Stannis the Mannis

Markus Fischer

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Descripción Física

Es igual que su hermano gemelo Folke.

O era. Ahora ya ha perdido casi sus rasgos en vida, su nariz se desprendió, le faltan dientes, y sus cabellos se han marchitado hasta volverse de un tono anaranjado. Sus ojos azules ahora apenas se percibe el iris, quedando blancos con el fulgor que denota su maldición. 

No es robusto, ni alto, pero tiene largas piernas y el cuerpo "bien puesto". 

Edad:  23 años -al caer maldito-
Peso: Saco de huesos y carne muerta

Altura: 1,75 cm
 

Descripción Psíquica

Está rebosante de vida, viendo el lado bueno de las cosas, amando el día como si fuera el primero.

Realmente es así, disfruta de su estado actual porque no le queda otra, mejor seguir existiendo que ir al Vacío imperecedero y el tormento eterno. Así que se aferra a la tierra y lucha como ninguno por los colores de su patria; ahora y siempre.

 

Historia

 

Spoiler


Escribo en mi diario cuando no hay otra cosa que hacer, hay momentos en el que la tranquilidad es mortuoria y sólo queda permanecer en el puesto observando el entorno, pero a veces sólo son horas y horas de nada.

Soy Markus Fischer. Aunque aquí en el frente poco importan los nombres, pero muchos seguimos manteniendo el llamarnos por nuestros nombres para mantener cierto "ánimo" si se puede llamar así, pues mis compañeros requetemuertos no es que sean la compañía más amistosa y alegre, ni siquiera mi hermano Folke. 

Mi hermano y yo somos soldados de Lordaeron, de la nueva Lordaeron y vieja a la vez. Llevamos años aquí en el frente de Gilneas, quién pensaría que ésta campaña duraría tanto. Algunos pensaban que con la caída del muro llegaría una rápida invasión, pero ésto está atascado. 

Hace una semana nos emboscaron por los senderos abiertos por el bosque del sector noreste, esperando crear una avanzada en una zona aparentemente perdida que, afirmativamente, estaba perdida. Todo empezó con una especie de bombardeo no de explosiones convencionales sino alquímico, nos habían contado que éstos perros eran dados a los líquidos, pero yo pensaba que era a la bebida; tanto tiempos encerrados todos estarían borrachos ya, pero no, no era ese tipo de bebida. A cuatro compañeros les fundieron, en un momento sólo eran trozos de hueso que no podían ser reutilizados.

Vuelva a la base. Otra vez aquí sentado, escribiendo. Y así pasan los días. Ya los he dejado de contar. No me quejo, el ambiente es agradable, el lugar me recuerda a Lüneberg, mi ciudad natal allá en el norte de Lordaeron, en la costa. Me agrada el mar, pero no soy partícipe de entretenerme pescando como mi hermano Folke, o de acompañarlo en sus rezos. En mi caso me gusta escribir, observar el entorno y disfrutar de la paz como días como hoy.

Pero la paz termina. 

Toca atravesar Lodonegro para llegar a Lunaris, o lo que queda de ello. ¿Por qué? Porque no, sólo soy un soldado, yo voy con mi rifle y el agua hasta la cintura. Si a mi me molesta ir por estas ciénagas ¿cómo será a esos traidores Gilneanos? Ja, es lo que llena el alma de confianza, que si nosotros lo pasamos mal ellos lo pasarán peor. 

Dos, cinco, ocho emboscadas a la semana. Grupos pechos como siempre, lo peor es cuando van con los perros. Hacemos bien en gasearlos, les estamos liberando de esa horrible forma. Atados como si fueran animales, bueno, SON animales. ¿Y nosotros somos los malos? Por no olvidar que se encerraron y dieron la espalda a toda la humanidad. De nuevo ¿Quiénes son los malos? Los ponemos en su sitio y liberamos Azeroth de esta mácula, de esta plaga que se podría extender. 

Además esos perros fieros son imposibles de tumbar a menos que les demos con las armas teslas, o una fila de fusileros les tumbemos. Al menos cuento con mi hermano para cubrirme, porque yo no aguantaría una embestida de esas cosas... Encima nos huelen, nos oyen. Un día aparecieron DIEZ de esas cosas, éramos cincuenta y quedamos catorce. Por la Dama Oscura y la Sombra, ya puede el mando seguir enviando artilugios y recursos porque las cosas se ponen feas.

Todo es más fácil cuando atacábamos las aldeas, los que no huían por el miedo caían rápidamente por los gases o las incursiones de Mortacechadores. Pero ahora es una guerra lenta, incansable, distante incluso a pesar de que muchas veces nuestro enemigo está a metros entre los árboles. Ojalá barrer todos los bosques con el fuego de artillería, aunque me apena, pues son bellos bosques. Pero no quiero que una horda de campesinos nos agujereen la armadura tan laboriosamente forjada en las fundiciones de la capital. 

La capital, que hermosa era Ciudad Capital ¿Cuánto hace que no la visito? Años estudiando con laboriosa atención, esforzándonos mi hermano y yo, agradecidos de que pudiéramos haber entrado en una de las academia de la ciudad... Para que el mil veces traidor príncipe echara nuestras carreras a perder. Pensar que podría haber sido un oficial ingeniero del ejército, con su buena paga, su casa solariega y los pechos firmes de una... Bah, la verdad, ya no lo extraño, pero sí que me fastidia mil veces no poder ahora estar en retaguardia calibrando máquinas. En cambio estoy en el frente, con mi rifle, marchando por el fango. 

Y se acabó el escribir, los oteadores han oído algo entre los árboles de las marismas. Otro puto chucho seguro. Odio éste maldito reino.

 

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Editado por Stannis the Mannis
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