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Curly

Yáriel Itheya Shadowshine

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Yáriel Itheya SS

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  • Nombre: Yáriel Itheya SS
  • Raza: Sin'dorei
  • Sexo: Mujer
  • Edad: Sesenta y largos
  • Lugar de Nacimiento: Quel'thalas
  • Ocupación: Expredicadora de la fe verdadera, persona de confianza
  • Historia completa

 

 

 

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Índice

[Evento] La curiosidad no siempre mata al gato
[Entrenamiento] Regresando al punto de partida

 

 

Misiva

Editado por Curly
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Descripción Física

Altura 1,60 cm, Peso 44 Kg. Sin'dorei de apariencia joven, cabello rojizo largo y liso, ojos rasgados, nariz pequeña y labios finos junto a una cara afilada deja entrever una complexión delgada. Sin ser exuberante el cuerpo cuenta con ligeras curvas, Musculatura fibrada por el ritmo de vida. Pose firme y equilibrada que muestran movimientos fluidos y ágiles. 

Spoiler

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Descripción Psíquica

Hiperactiva y traviesa, sin imoprtar la situación, si algo no llama su atención suele mostrarse descaradamente indiferente. Vividora, suele hacer lo que le apetece aunque a veces roce la inconsciencia o ilegalidad. De carácter sencillo, la capacidad de adaptación le permite moverse con soltura en bosques y ciudad. Sensible a su entorno, empatiza con los seres que la rodean. Pese a su actitud dispersa ama a su raza y a la Horda.

 


Historia


Haciendo amigos

Situada de pie en el centro de la sala, contaba una a una las horas que transcurrían a medida que el rayo de sol anaranjado que se filtraba por la ventaba iba iluminando progresivamente distintas partes del hogar mientras el cielo tomaba aquel cariz anaranjado. Para entonces se hallaba sola y siendo continuamente hostigada por el aburrimiento mientras esperaba el regreso de sus progenitores.  La pobre escoba encantada que había dejado su madre en casa realizaba con torpeza su función mientras era víctima de las continuas patadas propiciadas por la aburrida Sin’dorei.

A sus 40 años (10 humanos) ya estaba acostumbrada a cierta desatención paterna a causa del tiempo requerido en los cargos que ostentaban sus progenitores, deberes que los mantenían bastante ocupados y alejados de casa durante el periodo diurno. La joven se movía inquieta mientras persistía en la labor de entorpecer el trabajo de la escoba encantada, la cual aliviada pudo reprender su movimiento programado en el instante en que la sin’dorei prestó toda su atención al reflejo que capta a su diestra. A través de la ventana atisba el brillante destello proveniente de cierto extraño objeto que portaba un aldeano el cual caminaba por el sendero próximo a la vivienda. La distracción observando absorta a través de la ventana termina de golpe cuando repentinamente un agudo dolor empieza a escalar por la pierna zurda cuando, en una de esas pasadas, la escoba asesta un golpe seco en el tobillo de la joven, hecho que la hace caer al suelo sollozando, apretándose la zona afectada con sendas manos.

─ ¡Maldita…! ─ Exclamó mientras se le humedecían los ojos ─ ¡Te vas a enterar!

 

Zarandeándose de lado a lado en la programada rutina, la escoba se mueve realizando el baile de la victoria mientras azotaba continuamente el costado de la adolorida sin’dorei. Sin pensarlo, con la pierna aún adormecida y sedienta de venganza, salta sobre el palo de madera de la agresora. Esperando una mayor resistencia, tras el embate, la joven sin'dorei se encuentra arrodillada sobre la inerte herramienta reposando sobre el suelo. Yáriel aferra el instrumento y lo pone de pie, con esperanza de que retomara su labor, pero la escoba hizo caso omiso volviendo a caer.

─ Mamá se va a enfadar… — Musitó mientras se mordisqueaba el pulgar — ¿Y ahora qué hago?

 

Buscando una solución al problema, con la mirada peina la habitación hasta que una maliciosa sonrisa se le dibuja. Tras agarrar la herramienta y aproximarse a la ventana, emplea la cortina rodeando el palo de la escoba.

─ Hehehe, así creerá que se enredó solita, y… — farfullaba mientras no muy convencida observaba la escena del crimen — Por si acaso, será mejor salir de aquí. Mejor Iré al puente a esperar a papá.

 

Yáriel sale de casa caminando con una ligera cojera en la pierna afectada. Mientras avanza por el sendero, observa como el ocaso había oscurecido el cielo y como el plateado claro de luna resplandece bañando las copas de los árboles del bosque junto al valle de las montañas occidental, las cuales tantas veces había transitado. Al caminar cerca del fin de la avenida, el perfil de sus ojos vuelven a captar el destello recientemente visto a través de la ventana. Con la creciente curiosidad empezando a carcomerla por dentro, la pequeña se agazapa a medida que camina hacia la parte posterior del edificio adyacente a su objetivo, rodeándolo para cubrir su presencia sin ser vista.

─ Esa cosa brillante trata de decirme algo… Está dando indicaciones de que quiere ser cogida, sino no emitiría destellos, es de sentido común ─ Pensó convencida.

 

Tras el tiempo que le toma el breve razonamiento, se le dibuja una sonrisa de oreja a oreja y agachada rodea lentamente el hogar. Al alcanzar el extraño objeto que descansa entre sus pies, extrañada de no encontrarse a nadie mira de lado a lado. Sin darle mayor importancia se acuclilla y aferra el objeto, acercándolo al rostro, examinándolo.

─ ¿Qué es esto…? ¿Un tocado? — Se preguntaba a si misma mientras observaba la gema engarzada que tenía el lateral del extremo superior del cuero.

 

Con la mano izquierda estira de la base del objeto y nota como cede una funda negra de cuero. Con el radiante verdor de unos ojos completamente abiertos descubre una hoja plateada que la luna dotaba de un brillo espectral. Los haces de luz del claro de luna rebotando en la afilada hoja iluminan el oscuro atuendo de alguien sentado en frente, con la espalda apoyada en la pared. La sorpresa hizo que Yáriel diera un quejido de sorpresa.

En un gesto instintivo la pequeña se tapa la boca, pero al alzar el rostro y encontrarse bajo la atención de la misteriosa mirada, sin pensarlo echa a correr, rodeando a gatas el cercano hogar. Una vez alcanza el lado posterior apoya la espalda en la pared de la fachada tratando de pasar inadvertida. Durante unos instantes se le corta la respiración al divisar por la avenida la sombra del extraño desplazarse, por suerte la dirección que toma la alejaban de ella.

La pequeña jadea con el pulso acelerado tras perderle de vista, normalmente era ella la que observaba sin ser advertida. Tras esperar un tiempo prudencial se deja caer sentándose con las piernas flexionadas cara a la pared. Más tranquila, eleva el objeto que sostiene, examinándolo detenidamente la piedra rojiza que portaba en el extremo. Una sensación extraña crece en el interior de la sin'dorei con el mero hecho de observar el rubí engarzado en la empuñadura de la daga,

Mirando más de cerca al percatarse de dos líneas en el interior, observa sorprendida como se amplían hasta conformar dos ojos etéreos que devuelven una intensa mirada, como si gozaran de vida. Abstraída en sus descubrimientos, siente un escalofrío escalar por la espalda advirtiéndola del peligro. Al alzar el mentón y prestar atención al entorno, horrorizada se percata de la negra túnica del extraño sujeto a un pie de distancia de su espalda.

Saltando como un resorte trata de salir corriendo, si bien es frenada y el vestido emite un sonido de rotura al ser agarrada. Cuando quiere darse cuenta se encuentra alzada a medio metro del suelo y presionada contra la pared por el extraño sujeto que se encarga de taparle la boca con la otra mano

Asustada, pataleando y soltando ahogados quejidos, observa como el rostro de aquel sujeto quedaba cubierto por la penumbra de una capucha negra, como el resto del ropaje. La mano que la sujetaba de la pechera y la aprisionaba contra la pared le provocaba un ligero dolor, molestia que olvida cuando el captor baja la mano que le cubría la boca y le arrebata la daga.

En ningún momento la joven consigue verle la cara, lo que sí pudo apreciar fue un brillo debajo de la capucha que portaba. Llevada por los instintos, Yáriel extiende el brazo izquierdo agarrando ese objeto oculto bajo la oscuridad de la capucha, hecho que provoca una reacción defensiva del desconocido sujeto quien reacciona dando un salto atrás, dejándola caer torpemente contra el suelo, dándose un tosco golpe en el traero.

Dando un quejido de dolor, la joven cierra fuertemente los ojos mientras se frota la espalda para tratar de mitigar el dolor. Al abrir los ojos, en su mano encuentra un tejido con una especie de protector de metal en el centro. Tras elevar el rostro buscando al agresor, se encuentra con la expuesta cabellera rubia recogida en una coleta y la astuta mirada de ojos azules de un elfo que rondaba los 110 años. El brinco había dejado su rostro expuesto al deslizarse la capucha hacia atrás.

─ Pequeña ladrona, deberías estar sollozando atemorizada. — El elfo soltó una carcajada mientras fijaba la daga en el cinturón, antes de dar unos pasos y quedar frente a ella, arrodillándose — Tienes unas manitas muy traviesas.

 

Interpretando la ocultación de la daga como un gesto de paz, se atreve a responder en lugar de salir corriendo.

─ Esa cosa de tu cinturón... me devolvió la mirada, era como si me quisiera decir algo... — Pronunció consternada tras descender la mirada a la daga del elfo.

 

El elfo frunce el ceño sorprendido y queda unos instantes pensativo.

─ Eres muy pequeña para jugar con dagas, pero conozco otro juego que seguro te va a gustar… — dijo mientras sus manos sujetaban a la elfita de las axilas, incorporándola, mientras desciende la mirada examinando la delgada silueta.
─ ¿Vamos a jugar a un juego? — Yáriel preguntó curiosa.
─ Así es, pero con esta ropa que llevas no podremos hacerlo. — Con manos ágiles examinó el ligero vestido que portaba ciñiéndolo momentáneamente en distintos puntos.
─ ¿Qué intentas? — Preguntó sin comprender que se disponía a hacer, quedando aún cubierta por la cercana pared a su espalda.

 

El Quel’dorei se desabrocha el sobrehombros de tela negra con capucha que portaba y lo extendie por la espalda de ella hasta rodearla por delante, seguidamente le arrebata de la mano el protector que antes llevaba en el rostro y la rodea con dicha tela por la cintura, atándola de forma que quedara ceñido a modo de cinturón. Por último le cubrie la cabeza con la capucha. El resultado fue un sobrehombros ceñido a la cintura que por la diferencia de estaturas le llegaba hasta las rodillas quedando a modo de vestido, y una capucha que cubría el rojizo cabello junto al rostro.

─ ¿Conoces el juego Escapar del vermis? gana el que coja la piedra más cercana a un vermis sin que se de cuenta — le preguntó en tono contenido.
─ Pues claro, todo el mundo lo conoce. — Exclamó mientras se colocaba bien la capucha para poder verle.
─ Genial, pues vas a tener que coger la piedra que yo te diga sin que el vermis se de cuenta.

 

Sin esperar réplica por parte de la pequeña, la rodea abrazándola y se la lleva caminando por zona boscosa cubierta por la penumbra tras finalizar el atardecer. No tardan demasiado en alcanzar la parte trasera de una casa lustrosa de grandes dimensiones que contaba con tres plantas de altura, instantes en que pone a la elfita en su espalda.

─ Sujétate bien fuerte de mis hombros — Le susurró y al instante empezó a escalar con agilidad por la pared.

 

Sin problemas en obedecer, Yáriel observa como algunas de las ventanas que encuentran durante el ascenso contenían luces en el interior, y al llegar al tercer piso, los zarandeos se terminan cuando el desconocido se ubica en el balcón. A diferencia de los niveles inferiores, este contaba únicamente con una habitación que ocupaba todo el piso menos la parte del balcón.

Con sigilo, el elfo se aproxima a la fachada y observa por el alto ventanuco de una anchura de no más de medio metro el interior de la habitación. Tomándose la libertad de mirar a su entorno, Yáriel localiza la plaza de la fuente en el lado frontal del edificio, deduciendo que se encontraban en cierta posada ubicada no muy lejos del Sagrario del Oeste, no especialmente lejos de su casa. Él desconocido baja a su nueva amiguita y se arrodilla delante de ella, susurrándole al oído.

─ Empecemos el juego.

 

Yáriel intuye que el extraño debía ser un profesional jugando al juego de Escapar del Vermis, pues muestra un rostro serio de mirada gélida. Susurraba tan bajo que tenía que prestar toda la atención para poder seguir sus palabras.

─ Tienes que ser todo lo silenciosa que puedas para no despertar al Vermis que duerme en la cama, ¿entiendes? 

 

El elfo se desabrocha la daga y la eleva poniendo la gema de la empuñadura delante del rostro rostro.

─ Verás sobre la mesa una gema como esta, tienes que cogerla sin hacer ningún ruido y traérmela, ¿Entiendes las normas? — Tras la pregunta se quedó mirándola fijamente.

 

Depositando un rápido vistazo a la daga Yáriel asiente con el rostro mirándole con cautela.

— Si, si… ya te dije que conozco el juego. ─ Susurró también aparentando ser una profesional
─ Bien, recuerda guardar silencio en todo momento. —El elfo finalizó la conversación de forma tajante.

 

Extendiendo los brazos toma a la pequeña de los costados y la eleva hacia el angosto ventanuco, ayudándola a pasar a través de este. Desde el exterior, el elfo gesticula con la mano, señalando la ubicación del vermis y la de la piedra sobre el escritorio. Finalmente, tras intercambiar una última mirada, la desciende por el lado interno de la habitación.

Algo confundida se pregunta cómo había llegado a esa situación, aunque a decir verdad el juego parecía bastante sencillo y por algún motivo estimulaba placenteramente sus sentidos. Poco a poco la vista se le adapta a la penumbra de la habitación, iniciando la lenta marcha hacia su objetivo.

Cada pocos pasos, gira el rostro verificando el estado durmiente del Vermis, el cual roncaba a pierna tendida. Al alcanzar el escritorio, se sube de rodillas sobre la silla mientras en todo momento se encuentra bajo la atenta mirada de esas dos luces azules en la pequeña ventana. Sobre la superficie de madera encuentra una daga prácticamente igual a la que había tenido en sus manos, a excepción de que en este caso, el rubí engarzado parecía muerto, no tenía ningún tipo de brillo, su interior era una sombra.

La elfita extrae la daga del interior y la deja sobre la mesa, baja de la silla y alza la mano mostrándole la enfundada arma a su compañero de juegos. Al agitarla, se percata de la argolla que tiene fijada la tira de cuero en la funda del arma.

Yáriel arquea una ceja extrañada al ver a su compañero moverse como si le faltase oxígeno, empezando a hacer gestos bruscos señalando su daga y luego a la mesa. Cuando finalmente comprende qué trataba de decir, aferra el arma de la mesa y camina hacia la ventana. Al llegar, levanta los brazos y sin esperar ni un instante el desconocido elfo toma la daga y la funda. Yáriel aguarda mirando hacia arriba, observando a través del ventanuco el cielo estrellado, pero su compañero de juegos ya no estaba allí. Agitándose nerviosa ojea de soslayo la oscura habitación, y finalmente suspira aliviada cuando los brazos del elfo se extienden hacia ella, elevándola para salir al exterior.

Llevándola a su espalda el elfo no desperdicia ni un segundo en subirse al borde del balcón y con un ágil salto brincar a la rama del árbol adyacente, sujetarse al tronco y descender deslizándose. Seguidamente corre a paso ligero alejándose de la zona, volviendo por la ruta que habían tomado previamente. Al llegar a la casa vacía cerca del final de la avenida baja de la espalda a la pequeña y se arrodilla enfrentándola. Con una sonrisa perturbadora mira la daga que le había alcanzad su amiga.

— ¿Gané? — Preguntó Yáriel divertida mientras gesticulaba una sonrisa excesivamente amplia.

 

Al mirarla no puede reprimir una queda carcajada mientras extrae de la nueva daga la tira de cuero con la argolla de sujeción que portaba la funda, y rodea el cuello de la pequeña abrochándoselo de manera ceñida, dejando la circunferencia de metal colgando por la parte delantera del cuello.

— Lo has hecho muy muy bien, jugando así en un futuro tendré una gran rival. ¿Te gustaría jugar más veces conmigo? — Le dijo mientras posaba la mano acariciándole la cabeza.
— ¡Vale! Aunque ya soy mejor jugadora — Dijo mientras cerraba los ojos y le dedicaba una sonrisa de oreja a oreja.
— Ya nos veremos otro día — Le guiñó un ojo y le dio una palmadita por la parte de atrás para que regresara al camino por el que había venido Yáriel Itheya Shadowshine.

 

 

Año 19 - 21

Algunas décadas pasaron creciendo mientras mantiene el liberal estilo de vida, hasta el día en que llega el fatídico suceso que todo lo cambia. Los estragos causados por el Azote cuando penetraron las fronteras del Alto Reino destruyendo todo con el rastro de muerte que dejaron a su paso. Obligada a adaptarse a la nueva realidad del Alto Reino, se vale de la cobertura de los bosques para sobrevivir durante el día y atrancando la puerta de su hogar por las noches.

Aguardando la llegada de sus padres, las semanas y los meses fueron transcurriendo, deambulando por su humilde aldea natal, buscando visitantes que rebelase información del estado del reino. Pese a no contar con demasiada ayuda, la fortuna estuvo a su lado al no encontrarse en la ciudad durante el fatídico momento

Cuando finalmente llega la ayuda de sus hermanos, los ahora llamados Sin'dorei, ayuda con las barricadas mientras cicatrizaban sus heridas luchando por erigir nuevamente lo que una vez fue su hogar. El precio a pagar fue realmente alto y nada volvió a ser lo mismo. De alguna manera la joven consiguió anteponerse a las adversidades, pero esa es una historia que ningún bardo ha podido escribir a causa de las heridas aún abiertas del Alto Reino.

 

 

Año 33 - Actualidad

Durante la última década marcada por la delicada estabilidad conseguida en la reconstrucción tras el trágico embate, cansada de esperar el regreso de la familia, decide abandonar la aldea natal y viajar a la capital, abriéndose paso a explorar el mundo y buscar su suerte. Durante el pequeño periplo, la joven elfa descubre lo variada y particular que resultaban los ciudadanos de la gran capital, comparados con los sencillos elfos de su aldea, le resultaba curioso hasta que punto se complicaban los de la ciudad.

Aprendiendo de manera acelerada y en ocasiones dolorosa el respeto público que se debe de tener ante el cumplimiento de las leyes, no tarda en labrarse un hueco y acoger las comodidades de la ciudad, salvándose de más de un problema gracias a la influencia extraoficial conseguida con algún que otro caballero de la Orden de Sangre.

Vagando sin rumbo ni propósito más que el de la experimentación, la desordenada vida termina llevándola por los caminos más inusuales, cuando la ayuda de un agente que abraza las enseñanzas difundidas en el credo que siguen los aliados sureños la ayudan a saber canalizar el caos.

Habiendo crecido viviendo con la muerte en el entorno marcando el pasar de los días, el recrudecimiento del nuevo gobierno fue interpretado con indiferencia, generándole cierta molestia el hecho de tener que ocultar su naturaleza abrazada por las sombras, pero no dejaba de ser un bache más como otros tantos. Al menos en este caso no habían muertes, y los nuevos regentes venían con un regalo bajo el brazo, en forma de exóticos cristales arcanos...

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