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Rolf

Ashgara Sangreoscura

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Ashgara Sangreoscura

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(Arte de fzcmonday)

Generalidades:

Nombre del personaje: Asghara Sangreoscura.
Raza: Orco.
Sexo: Mujer.
Edad: 16.
Altura: 1,88m.
Peso: 68Kg.
Lugar de nacimiento: Orgrimmar.
Ocupación: Asesina/matona.

Descripción física:

La tonalidad de su piel es un verde apagado, casi amarillento. Sus ojos y pelo son de una tonalidad moraduzca.

Tiene un físico atlético y de aspecto menos musculoso del que se vería en otras orco. Con una apariencia algo mas ágil.

No da la impresión habitual de una guerrera, por el contrario, recuerda mas al tipo de calaña que se encuentra por el Circo de las Sombras. Suele cubrir su rostro y una daga discreta pero retorcida cuelga desde su cintura.

Su brazo izquierdo se encuentra acolchado con armadura conformada por placas de cuero endurecido mientras que el diestro está completamente al descubierto y recubierto de cicatrices desde el hombro hasta la mano tanto sobre el dorso como en la palma, cicatrices rectas, serpenteantes, en sierra... y de otros muchos tipos. Sus manos acaban en unas cortas garras negruzcas.

Descripción psiquica:

Una orco que suele ser mas bien reservada para si misma. Habiendose criado entre los Mano Destrozada ha desarrollado un gusto tanto por provocar placer ajeno como en cierta medida auto infligerse dolor a si misma. Y de la misma forma heredó el bajo sentido del honor de dicho clan, prefiriendo utilizar habilidades mas subversivas para el combate que un duelo directo e incluso está orgullosa de hacerlo de este modo considerandose mas astuta que los brutos.
Editado por Rolf
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Historia:

La escena sucedía en una caverna oscura de paredes de roca rojiza, varias figuras, algunas firmes, otras encorvadas, la mayoría encapuchadas caminaban de un lado a otro, otras parecían meditabundas o concentradas en rituales de dudosa integridad. Se trataba del lugar conocido como El Circo de las Sombras, en las entrañas de la ciudad orca de Orgrimmar. Bajo una de las carpas una orco, encapuchada como la mayoría de individuos en esos niveles bajos de la caverna, cuya mano zurda había sustituido por una afilada cuchilla, adoctrinaba a otra orco más joven, de cabellos y ojos violaceos. Su hija Asghara.

 

“Atiende. Esta historia es la de nuestro apellido y solo te la contaré una vez. Pues es la tradición, como tu deberás contársela a tu cachorro algún día. Es la historia del linaje Sangreoscura.” La orco comenzó el relato sin esperar una reacción en la pequeña. “Sucedió hace mucho tiempo…”

 

Era una fría noche. Las estrellas brillaban pintando el cielo. Mas abajo, en la tierra que aun era conocida como Draenor, brillaban y morían las ascuas de una hoguera que palpitaba e iluminaba escasos metros a su alrededor. Junto a la hoguera se hallaba una orco con la piel del color de la arcilla, esta observaba como sobre la hoguera se churruscaba un pedazo de carne, nada menos que una pieza de pierna de talbuk que había logrado cazar, al sonido de los insectos, las aves nocturnas y el crepitar de la grasa en las llamas, se unió otro sonido, algo que alertó a la orco. Escuchó unos pasos cerca, parecían ligeros, no debía tratarse de un orco ni mucho menos de un ogro, pero estiro el brazo para alcanzar su lanza de caza y se posicionó a la defensiva con la punta por delante. Reconoció un par de esferas de un tono amarillo brillante unos metros más allá de la hoguera, las esferas pertenecían a una silueta oscura que se iluminó al dar un par de pasos adelante, entrando en el área de iluminación de la hoguera. Se reveló una criatura repleta de plumas entre tonalidades negras y violáceas, una espalda encorvada hacia delante obligaba a la criatura ave a apoyarse sobre un burdo bastón y sus brillantes ojos se clavaron en la orco.

 

“Hombre pájaro… estás lejos de casa.” Gruñó la orco sin bajar la lanza.

 

Una voz cacareante que parecía femenina, o eso creía, salió del pico de la criatura para responder en una tosca imitación del idioma orco. “¿Casa?” Parecía decirlo algo divertida. “Mi única casa está entre las sombras.”

 

“No eres bienvenida aquí, criatura.” Afirmó tajante la orco.

 

“Solo deseo compartir un poco de esa carne que tienes ahí, parece demasiada de todas formas para una sola orco, por voraz que seas. Llevo días vagando y el hambre empieza a hacer mella en estas viejas plumas.” Rogó.

 

“Esa carne es mía. Caza con tus propias manos bruja.”

 

“¿Es ese el trato que das a una anciana que necesita ayuda?” Preguntó el ave inclinando la cabeza levemente hacia abajo, inspeccionando con uno de sus ojos a la orco.

 

“Tienes suerte de que no te recibiese con una lanza en el cuello. Ahora largo.” Gruñó finalmente la orco alzando la lanza de forma más amenazadora.

 

La criatura pájaro parpadeo lentamente viendo a la orco y asintió con la cabeza. “Como desees.” Calló un momento y entonces volvió a alzar la voz, esta vez en su idioma nativo, inentendible para la orco. “Por tu egoísmo aquí y hoy, bajo esta noche estrellada, yo te maldigo orco y maldigo tu sangre, como Sethe maldijo al padre cuervo. Tu linaje nunca alcanzará la gloria, y la desgracia llevareis por yelmo.”

 

La orco notó movimiento en su lateral, divisó unas sombras que se acercaron a ella, sombras en un estado denso, casi físico, no pudo reaccionar en el momento que estas parecieron adherirse en ella escalando sus piernas y adentrándose en su pecho. No sintió nada, pero alzó la cabeza furiosa hacia la arakkoa, pero cuando miró, la criatura ya no se encontraba ahí. La orco buscó alrededor durante escasos minutos antes de darse por rendida y se sentó para dar un trago a su grog tratando de olvidar lo sucedido. Entonces su olfato captó algo. Alzó la mirada hacia el fuego, el asado se había quedado churruscado.

 

 

 

Ashgara abrió los ojos violentamente, miró alrededor como quien despierta de un mal sueño. El inclemente sol brillaba sobre su cabeza, aturdiendo sus sentidos durante breves segundos. Entonces miró su mano zurda. Ya era una orco adulta. En la mano se podían apreciar unas magulladuras, ni siquiera algo digno de llamarse herida. Apretó el puño con furia y apartó la mirada. Aquellas marcas no eran más que la representación de su último fracaso. Durante su rito de madurez en el cual debía machacar su mano con una roca y luego cercenársela para suplantarla por una cuchilla. Ella fue apenas capaz de golpearla débilmente con la afilada roca antes de arrepentirse. Eligiendo desafiar al clan y sus tradiciones antes que acabar con su propia mano. Fue indigna y la despacharon con velocidad. Desterrada del clan al que había pertenecido desde que llegó al mundo. Ahora estaba sola, una daga solitaria al servicio del Jefe de Guerra. ¿Acaso era cierta la maldición? ¿Por qué continuó su linaje durante tantas generaciones a sabiendas de que condenarían a sus herederos a sufrir esta aflicción? En ese momento odiaba a su madre por darle vida aun conociendo esa información. La orco sacudió la cabeza, ya no tenía sentido pensar en lo sucedido, solo podía pensar en el presente, quizás en el futuro.

 

Se había dormido en una carreta de camino al Cruce. Se le hizo obvio cuando se incorporó y alrededor vio los dorados pastos de los Baldíos acompañados por la presencia de sus nativos y aliados, los grandes humanoides con cabeza de toro. Con medio suspiro bajó del carro y miro alrededor antes de cubrir su rostro con un paño oscuro. Aventurándose al interior del poblado tauren.

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