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Belial

Rainer Rottmann

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  • Nombre: Rainer Rottmann
  • Raza: Humano
  • Sexo: Hombre
  • Edad: 22
  • Lugar de Nacimiento: Vega de Tuercespina
  • Ocupación: Busca-fortunas.
  • Historia completa

 

Descripción física:

Humano alto y de, aproximadamente, casi un metro noventa de altura. De complexión fuerte y musculada, Rainer dispone de una melena grisácea y lacia que cuida expresamente. Su barba, recortada y acicalada, decora un rostro apuesto de facciones cuadradas y masculinas. Sus ojos, de un color azulado tremendamente claro que llega a tornarse de un gris suave, van a juego con una piel ligeramente bronceada (aunque blanca en origen) acorde con su lugar de nacimiento y profesión.

Su cuerpo, acostumbrado a duras tareas en la mar y a diversos trabajos relacionado con el mundo mercenario, es fuerte y dispone de una musculatura entrenada. A pesar de sus brazos potentes y manos fuertes capaces de manejar una espada sin dificultad, Rainer no tiene problemas en moverse con agilidad. Su tren inferior responde y está en armonía con su parte superior. Ambas están salpicadas por algunas heridas y diversos tatuajes tribales de color rojizo, al igual que lo está su cara.

Lleva dos pequeños pendientes de color dorado en su oreja derecha.

Por lo general utiliza vestimenta sencilla de telas, salvo cuando la situación amerita jubones de cuero y alguna que otra protección más.

 

Descripción psíquica:

Su vida se rige por el lema: “la supervivencia del más fuerte”. Y con más fuerte, se incluye también al más aprovechado. Interesado por naturaleza, Rainer ha desarrollado una personalidad egoísta a lo largo de su vida pues se preocupa prácticamente por sí mismo y poco más. Si bien pudiera realizar un gesto desprendido: no es un acto normal y deberá tomarse como una pequeña excepción. Mujeriego, dado a los vicios de la vida y ambicioso podrían ser tres formas de describirlo. Bromista y ligeramente despreocupado, aunque capaz de concentrarse y ponerse serio (en especial cuando se juega algo).

Es dado a los juegos de azar y amante de muchas actividades del mundo clandestino: peleas callejeras, apuestas, etc. Tiene una gran carencia de amor maternal y paternal que intenta subsanar como puede de forma inconsciente.

 

Historia

Nacido en las costas doradas de la selvática región sureña de la Vega de Tuercespina, Rainer (o cómo los demonios saben cómo lo llamaron al nacer) fue el sexto hijo de una pareja de comerciantes de poca monta. Desbordados por la enorme cantidad de trabajo, otros cinco hijos y una mujer enferma incapaz de cuidarlos, su padre decidió venderlo como esclavo para cubrir e intentar relanzar un negocio que lentamente se arruinaba. Un traficante goblin enseguida acudió a la oferta y, pagando un precio inferior al que a su padre le hubiera gustado, Rainer fue entregado sin demasiados miramientos. Privado del cariño y amor de unos padres, el muchacho acabó por desarrollar un trastorno de búsqueda afectiva de figuras paternas: tratando de encontrar una figura materna en todas las mujeres que han pasado por su vida y tratando de encontrar un padre en todos los superiores y jefes que lo han menospreciado.

El goblin, de cuyo nombre ya no es capaz de acordarse, no tardó más de un par de semanas en vendérselo a una familia de la alta burguesía goblin de Minahonda. Aprendió de ellos su lengua (además de común), pues fue criado para ser parte del servicio de la casa desde muy pequeño. Casi desde que se pudo poner en pie, ya le empezaron a cargar con diferentes trabajos domésticos. Estuvo con ellos hasta comenzar a entrar en la adolescencia. Un carácter beligerante y desafiante comenzó a aflorar, pero mucho antes de que el señor de la casa tomara una decisión sobre su destino algo ocurrió. Sus negocios rápidamente cayeron a pique y las deudas se lo tragaron (probablemente una treta por parte de sus competidores). Como resultado, todas sus pertenencias fueron embargadas y revendidas: entre ellas Rainer.

Aun por aquél entonces, Rainer era simplemente llamado: “muchacho”, “mocoso” o “chico”. Tanto fue así, que llegó a creer durante un tiempo que esos eran sus verdaderos nombres.

Tras el embargo fortuito, la empresa encargada no dudó en revenderlo rápidamente sin ningún tipo de escrúpulo o reparo aparente. Fue trasladado hasta la bulliciosa y frecuentada ciudad de Bahía del Botín, al sur de la Vega de Tuercespina. Un cuerpo joven y bien formado, capaz de afrontar buenas tareas físicas, comenzaba a aflorar y esto no pasó inadvertido bajo la afilada mirada del director de la empresa encargada de los embargos. Fue vendido como esclavo de cargas a otra empresa encargada de hacer labores de traslado de mercancía. Durante casi un año, estuvo llevando las pesadas cajas y toneles de un barco al almacén y viceversa.

“La liebre de carga”, o así es como Rainer recuerda el nombre de la empresa, le dio el nombre de “Activo 236”. Sin embargo, este nombre no le terminó de calar y aunque sus jefes y amos solían dirigirse a él por ese nombre, utilizó Rainer para sus relaciones más personales. ¿De dónde apareció este nombre? De ningún lugar en especial: simplemente lo leyó en una de las cajas y le gustó. ¿El apellido? Era el apellido del patrón de uno de los barcos que le tocó descargar una vez. Posteriormente se enteró que acabó colgado y apaleado por unos tipos a los que le debía grandes sumas de dinero.

Esta empresa tampoco duró mucho más. En una necesidad de recuperar liquidez para afrontar pagos de deudas, vendieron a algunos de sus esclavos y, cómo no, Rainer estaba entre ellos. Lo tasaron en dos monedas de oro: un precio algo elevado, pero justo por los años de trabajo que le quedaban, su estado físico y la inflación económica aplicable. Un burdel de Bahía del Botín pagó por él y rápidamente comenzó a trabajar como mozo de cuadras y de almacén.

Observando su carácter y viendo que se trataba de un mozo joven, le prohibieron acercarse a las prostitutas del burdel. De hecho, sus trabajos estaban preparados para evitar cualquier contacto con las mujeres e incluso utilizaba puertas traseras para evitar acceder al local por las entradas principales: una decisión acertada única y exclusivamente basada en previsiones y negocios. De ninguna forma podrían permitirse que el mozo se distrajera con las meretrices, y menos que tuviera lugar un “accidente” que dejara “inutilizada para el trabajo” a una de ellas. Error que acabó por ocurrir.

Rainer se las ingenió para encontrar momentos a solas con muchas de las prostitutas del burdel. De hecho, al tratarse de un muchacho joven y visualmente agradable, no tardó en convertirse en un pasatiempo para algunas de las trabajadoras del burdel. Lo inevitable no se demoró en hacer acto de presencia y tras poco más de un año de trabajo, Mirya, una mujer de tez oscura y ojos negros con la que más de una vez había tenido una noche, se quedó embarazada. La mujer trató de ocultarlo la mayor cantidad de tiempo posible, pero, para cuando la forzosa verdad salió a la luz, las consecuencias enseguida buscaron a Rainer para hacerle pagar por sus actos. Una pena que ya Rainer hubiera escapado para entonces.

Emitieron una orden de búsqueda y captura que por azares del destino se extravió. Con ayuda de otro empujón de la suerte logró encontrar un barco dispuesto a dejar que se enrolara. No perdió el tiempo: se fue con ellos a vivir de la mar. Fue pescador y durante unos meses su tarea principal consistía en lanzar las redes y tirar de ellas para subir la captura a bordo. Tampoco consiguió aguantar demasiado con ellos. Tan pronto como llegaron a la urbe goblin de Trinquete, otro trabajo más libre y con aparente mejor remuneración llamó su atención.

Viendo en el comercio y el contrabando una oportunidad, empezó a vender diferentes tipos de drogas suaves y alcohol sin impuestos en locales de mala muerte de Trinquete. Se hacía con cantidades de dinero que, para lo que él estaba acostumbrado, eran verdaderas fortunas. Pequeñas montañitas de monedas que no tardaba en dilapidarse rápidamente en mujeres, alcohol, droga y cosas superfluas.

Cuando las cosas se pusieron tensas entre él y otro vendedor, así como una guardia que le pisaba los talones cada vez de forma más acusada, hizo lo que siempre se le dio bien: desaparecer. Sin pensárselo dos veces compró un billete y escapó de Trinquete tan rápido como le fue posible. Se montó en una goleta que viajaba en dirección a Tanaris que tras dos días de travesía fue abordada en alta mar.

Quizás los escrúpulos del Capitán Barrowan le impidieron matar a un chaval (aunque ya era más un joven adulto que otra cosa), o tal vez fue que la escasa, pero bien armada guardia de la goleta mermó a su tripulación más de lo que estimó antes del abordaje. Sin embargo, aquel hombre repleto de cicatrices y recuerdos de una viruela que dejó su marca en él hace años le invitó a unirse. Necesitaban hombres fuertes. A pesar de que había sobrevivido por pura casualidad, que la sangre de su camisa se debía a un resbalón sobre el charco dejado por un muerto y que aquella espada la había agarrado más por instinto que por otra cosa: jugó el papel de hombre valiente. Al fin y al cabo, al menos viviría unos cuantos días más. O al menos unas horas.

Se adaptó a la vida de pirata mucho más rápido de lo que podía imaginar. Aprendió a luchar con la espada en la diestra y con un estilete en el jubón preparado para lanzarse hacia las tripas cuando la siniestra lo llamara. Con un puñal de emergencias siempre preparado en la caña de la bota derecha, Rainer sobrevivió mucho más que unos cuantos días. Durante años vivió del pillaje y los abordajes en el mar, disfrutando de una libertad extraña y egoísta. Aunque, como ya se sabe, todo lo bueno tiene un final.

El destino le volvió a dar una palmadita en la espalda cuando un ajuste de cuentas se llevó por delante a la tripulación de “La chuleta salada”. Como había sido la última incorporación a los hombres de Barrowman, y los atacantes disponían de una información considerablemente desfasada, nadie echó en falta su cuerpo. Ni siquiera lo buscaron para matarlo. Buscó una nueva vida en Ventormenta.

Las viejas costumbres no tardaron en retornar y la mala vida una vez más se convirtió en la única vida que conocía. Aficionado de peleas clandestinas, apuestas ilegales y todo tipo de trapiches cuanto menos dentro de los márgenes de la ley, Rainer comenzó a tener problemas con la justicia. Todo terminó por hundirse con un trabajo que se le fue de las manos: unas amenazas en teoría que acabaron en asesinato. Esta vez no fue más rápido que la justicia y acabó entre rejas.

Quizás sea el destino o la suerte que juegan a divertirse con él. Sea lo que sea, parece que alguien tuvo la bondad (o interés) de interceder judicialmente por él. Cuando pensaba que acabaría entre rejas durante largos años y que no volvería a disfrutar de su libertad: lo liberaron. Aunque disfruta de su extrañamente devuelta libertad, no es tan tonto como para saber que las consecuencias están por llegar.

Editado por Belial
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