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Thalgrund

Jonas 'Jon' van Jacen

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Nombre del Personaje
Jonas 'Jon' Van Jacen

Raza
Humano

Sexo
Hombre

Edad
29

Altura1,79

Peso
67 kg

Lugar de Nacimiento
Ventormenta

Ocupación
Bardo, trotamundos, charlatán, tahúr, don juan

Descripción Física

Jon es un hombre de mediana edad, de estatura media, de complexión atlética y fibrada. La vida del trotamundos – y en ocasiones buscaproblemas o bardo, como prefieras considerarlo– le ha dejado alguna que otra marca en su cuerpo, bien una cicatriz, bien ojeras por la falta de sueño, etc.  Pelo algo alborotado, poco arreglado en comparación con su barba, la cual a pesar de ser desaliñada y en ciertos aspectos, extravagantes, trata de mantener bien perfilada.

Descripción Psíquica

Su voz es grave, aunque carismática a su manera y su porte, por muy desaliñado que parezca en ocasiones, le confiere un cierto atractivo que le ayuda a la hora de conseguirse unas cuantas monedas en sus actuaciones.  Parlanchin, bocazas ocasional y bravucón en otras tantas. La vida ha sido dura con él y le ha convertido en alguien con recursos y que sabe donde poner la oreja para, ante todo, buscarse las castañas. Observador, atento, entrañable a su manera e ingenioso para al menos a lo que su oficio respecta.

* * *

Un dia en la vida de un bardo

 

¡Venid y reuniros alrededor, bastardos, y alzad una jarra para acompañar este cántico! ¡Él llegó para liberar los fuegos del infierno y correr de montaña a montaña…!

 

* * *

 

Cuando Jon abrió los ojos con los primeros rayos del alba, su mano derecha se deslizó hasta sus ojos, los cuales frotó con poco ánimo. Cuando se incorporó lentamente, su dolorida espalda de dormir en aquella tienda de campaña de aquellos mercenarios se quejó. Su mirada, cansada, rebuscó su ropa por la tienda de campaña mientras a su lado, yacía la mercenaria de la otra noche. Jon emitió un ligero gruñido, rehuyendo con su mirada la presencia de la mercenaria.

 

-          Demonios, si su brazo es más grande que mi cabeza… - murmuró

 

Jon se vistió, aprovechando que su compañía estaba dormida. Cogió su instrumento, su espada y suspiró mientras salía de la tienda de campaña. ¿Cómo había terminado en aquel lugar repleto de mercenarios y gente de dudosa reputación? Bueno, una noche de trabajo en una taberna podía acarrear esas consecuencias, así como el exceso de alcohol. Si a eso le sumas que la comida no era precisamente abundante – al igual que bolsillo, que no era muy abultado – pues rápidamente, uno se emborracha.

 

Entre gritos, berridos y canciones que en las voces de aquellos mercenarios sonaban muy mal, menos en la suya – o al menos eso pensaba él – terminó en su campamento base. Compartieron alcohol, monedas y comida con él mientras la juerga se extendía a largas horas de la noche. El bardo no tenía muchos recuerdos de ciertos momentos de la noche, pero desde luego, había resultado…

 

-          ¿Ya has despertado, Jon? – inquirió uno de los mercenarios, quién parecía ser uno de los mandamases. Jon asintió, mientras aun intentaba recomponer su dolorida espalda. – Veo que Hilda te ha apañado la noche, ¿eh, golfo? Mejor que no se entere Stewart o a lo mejor te pega una paliza. En un par de horas pondremos rumbo a Ventormenta.

 

Jon asintió lentamente, acercándose al corpulento mercenario que, bajo su tuerta mirada, observaba como el bardo tomaba asiento frente a la hoguera.

 

-          Podrías quedarte con nosotros, ¿sabes? Alguien que nos anime las noches siempre va bien… - comentó él mientras llevaba un trozo de pan a su boca.

 

-          Gracias por el ofrecimiento mi grandullón amigo, pero nunca he sido de estar en un sitio fijo. ¡Soy un alma libre, soy un…! – respondió Jon, algo jocoso, aunque el grandullón hizo un gesto con la mano para que omitiera su habitual monserga. – Ya me entiendes, compañero. Me he criado en las tabernas y en las calles, no soy alguien hecho para una ‘troupe’ de mercenarios.

 

El mercenario se encogió de hombros. Jon lo prefería así. Nunca había estado en un lugar fijo, le inquietaba, no le dejaba incluso dormir. Le era más sencillo estar en un sitio un día y luego terminar en otro sitio otro día. Comida, refugio y bebida, eran sus tres condiciones para actuar en un lugar, y si se sacaba alguna moneda extra, bienvenida era. La juventud le había enseñado eso. Huérfano, desamparado, ¿qué sería de él cuando fuera mayor de edad y le tiraran del orfanato? ¿La vida del soldado? Demasiado estricta y aburrida para él. ¿Una vida de estudioso? Odiaba los libros, él opinaba que era mejor educarse en la ‘Escuela de la vida’. Invertía el tiempo en tocar un viejo laud

 

Jon se acomodó en su sitio, mientras el mercenario le ofrecía un plato con algo de cecina y pan. Si, aquello le gustaba más.

 

-          Lo que tú digas, jodido charlatán, pero eres de los pocos bardos que he visto llevar colgado además de su instrumento un arma. – inquirió el mercenario, quien, a pesar de estar tuerto, no se le escapaba ni una.

 

Jon emitió una carcajada seca, negando varias veces. Le dedicó una mirada simple y llanamente a aquel tipo, dando a entender demasiadas cosas. La escuela de la vida era un lugar peligroso, a fin de cuentas. Espabiló rápidamente cuando le tiraron del orfanato. De vez en cuando robaba para sobrevivir, otras tantas se ganaba algunas monedas haciendo algún trabajo esporádico en el campo. Las calles, el mundo, era su hogar. Las noches en las calles al no tener ni una pieza de cobre no tenía donde reposar, ni siquiera donde caerse muerto, y en ocasiones, tener un puñal o una espada, podía marcar la diferencia entre ser asaltado o que alguien decidiera mantener las distancias. En un principio, él no sabía usar esas armas, era un mero elemento disuasorio para aquellos que tuvieran las intenciones de asaltare. Pero a veces, el elemento disuasorio no funcionaba. Una vez, resultó herido y otra vez, fue el asaltante quien resultó herido.

 

-          Es una manera de decir a los asaltantes o ladrones que se lo piensen dos veces, ¿sabes? – explicó brevemente Jon. – Muchos de mi gremio optan, bueno, más bien intentan… - clarificó Jon - … actuar en grandes salones donde el vino y la buena comida desfilan, mientras que bellas doncellas y ricas damas te comen con su mirada. Esos, querido amigo mío, son los bardos que viven bien. Otros, en cambio, cuyo talento aún no ha sido descubierto, tenemos que conformarnos con las tabernas y allí donde nos dan techo, comida, y una buena bebida. – añadió Jon. – Y creedme, tampoco es mala vida en mi opinión.

 

El mercenario soltó una carcajada hasta que le hizo un gesto. Bien se lo creyera, bien no, tampoco era una situación que le incumbiera. El grandullón se levantó y le arrojó una bolsita con unas cuantas monedas:

 

-          Por tus servicios, considéralo una propina de los chicos. Partiremos en breve así que arregla lo que tengas que arreglar con Hilda. La oferta seguirá en pie hasta que lleguemos a Villadorada, después, tú por tu lado y nosotros por el nuestro – sentenció él.

 

Jon bufó, mientras con su mano izquierda cogía la bolsa al aire. La pesó varias veces con su mano. No estaba muy abultada, pero por lo menos para unas cuantas comidas y bebidas tendría, tal vez con suerte alguna cama en una posada de mala muerte. A fin de cuentas, así era su vida, la vida de un bardo trotamundos forjada en las calles y las tabernas de variopintos lugares.

Editado por Thalgrund
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