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Featherstorm

[Canon Antiguo] Alayratiel Aureaster "Melodías para el camino"

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-Mira, cariño-dijo la mujer del registro-Tienes que sacar un número y hacer la fila en el segundo piso. Allí se validará tu documento y te enviarán aquí para que lo sellen.

-Pero...estoy haciendo fila aquí hace tres...

-No me interesa. ¡Siguiente!

La frustrada elfa tuvo que aguantar 6 horas más de filas. Pero finalmente logró que se le sellara su documento.Los extranjeros solían tener muchos problemas para pasar. Aún cuando ya era su segunda vez pasando.

 

Documento Identificatorio del Alto Hogar 134.200.41 A

-Mantener siempre en buenas condiciones

-Exigir siempre el sellado al viajar

-En caso de extravío, reportarse a la embajada o archivo más cercano

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 Nombre: Alayratiel Alaris Mérianor Amarantis Sura'lessia

 Apellido: Aureaster

 Estado Civil: Viuda

 Padre: Lord Kerys Mérianor Aureaster

 Madre: Lady Vissalia Alainette Árbol Dorado

Edad: 100

 Lugar de Nacimiento: Torreón del Molino - Aldea Camino de Plata 

Ocupación: Estudiante del Conservatorio Real de Lunargenta

 

 

 

Descripción Física:

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Joven mujer de escasa estatura. Alcanzando el 1,58. A pesar de esto, mantiene un andar firme y elegante, casi danzarín. De cabello ondulado y plateado que cae hasta su espalda baja. Un solo mechón dorado cae a un lado de su cabeza; suele llevarlo en una trenza, aunque ahora está demasiado corto para ello, fruto de haberlo cortado para dejarselo a Elegost. De nariz recta y fina, mentón pequeño que le da un rostro ovalado. Mejillas rosadas y poco marcadas, junto a unos ojos almendrados de espesas pestañas de plata. Su piel es muy blanca por lo que suele trata de evitar el sol, cubriéndose con capuchas o sombreros.

Físicamente es delgada, con unas marcadas caderas y muslos. Un busto medio, adecuado para su cuerpo. Hombros menudos y brazos delgados mas no flacuchos. Sus manos resultan poco suaves, dado que suele tocar su laúd.Piernas fuertes, adaptadas al camino y viajar, aunque no es una atleta, claramente.

Acostumbrada al camino, viste ropas fáciles de sacarse por los cambios de temperatura o ambiente. Una túnica corta de botones hasta los muslos, ajustada. Una camisa de corte más bien masculino.Botas altas de cuero con algo de tacón, dándole un poco más de altura. Un poncho de cuero corto, semirigido, con capucha de tela. A veces viste guantes. Ahora tiende a vestir con más colores y mayor variedad.

Nunca le falta su estuche a la espalda y un morral donde carga sus pertenencias. En su cintura un cinturón de cuero, ancho, con faltriqueras y un pellejo para cargar agua.

 

 

Descripción Psíquica:

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Alayratiel tuvo un gran cambio tras su encuentro con los humanos. Elegost y Santiago le han hecho replantearse muchas cosas, sobre la humanidad y sobre ella misma.

Anteriormente, incapaz de decir lo que sentía o expresarse de forma adecuada, Alay se ha tornado una mujer más abierta, sincera y ligeramente asertiva. 

Aún mantiene unos modales excelentes y una delicadez y parsimonía enorme. Como si cada movimiento fuese una danza. Pero esto ya no la torna distante de los demas, sino que solo son una parte más de ella. Es una mujer paciente y tranquila, que ha aprendido a mantener la calma a pesar de estar en desventaja, lo que le da una frialdad para evaluar las cosas. Es de naturaleza serena y algo seria, dado su educación noble tiende a evitar ser demasiado efusiva en público

Es una mujer curiosa y empática. Intenta ponerse en el lugar del otro, y a mayor o menor nivel lo logra. Encuentra fascinantes a las demás razas y aun no capta algunas de los modismos o reglas sociales de los mismos, por lo que probablemente haga muchas preguntas o se encuentre un tanto perdida en algunas charlas. Cuando entra en confianza se revela una faceta mucho más alegre abiertamente, efusiva, afectuosa y más preguntona.

 

 

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Una joven mujer elfa rasga con suavidad las cuerdas de un laúd viejo y gastado. Antaño parece que tuvo diseños pintados que abarcaban toda la superficie el mismo, pero solo unos pocos de ellos quedan, evocando flores o plantas. La mujer no te presta atención, está tocando ahora mismo para un grupo de mercenarios que le pagaron para que acompañe con su talento la larga velada que tienen. Es un ritmo alegre el que le arranca a las notas, y puedes sentir la alegría que irradia al tocar, lo completa que se siente, y lo sincero de su sonrisa. Sus pies se mueven involuntariamente...para ella solo existe este momento.

¿Quien diría que hay una historia detrás de ella? Quizás si te acercas y le preguntas, te cuente un poco de ella. O quizás lo considere algo poco educado.O quizás le da demasiada pena recordar ciertas cosas. Solo hay una forma de saberlo.

 

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Spoiler

La Noble Campesina

 

El viento sacudía la cima de la colina. El único sonido que podía oírse era el viento que hacía girar las aspas del viejo torreón del molino.

Sentada sobre el césped en el jardín, de piernas cruzadas, la muchacha miraba hacia el horizonte. Allá, por encima de los árboles, se veían algunas lejanas sierras y montañas. Allá, entre pasos ocultos en el bosque y caminos que solo los Forestales conocían de memoria, se encontraba el resto del mundo.

 

El viento agitaba su vestido azul y su cabello blanco. Con ambas manos se apartó algunos mechones de la cara y miró hacia el otro lado, hacia adentro. Allí estaba el Alto Reino. Podía ver, muy lejos, un pueblo. A veces viajaban allí, para vender su producción.

 

La familia Aureaster fue, antaño, un familia que produjo todo tipo de prodigios para el Alto Reino. Alquimistas, sabios, filósofos, investigadores, forestales y aventureros variopintos. Se decía que la fundadora de la casa, Anissa, era una aeromante muy capaz. Había sido responsable, según las leyendas, de crear el hechizo encargado de evitar que se formaran tormentas o inestabilidades meteorológicas sobre el reino.

Pero con el tiempo y en especial tras las Guerras Trol, la familia fue menguando. Buscando nuevos horizontes, la sangre aventurera y audaz de la familia impulsó a su miembros a buscar nuevas aventuras y se desperdigaron por el mundo, como semillas al viento. Al final solo los menos aventureros o aquellos que volvieron cansados y adoloridos, se quedaron en la vieja casona.

 

La Casa Aureaster había visto tiempos mejores. Se notaba en el diseño de la residencia. Había un amplio salón para todo tipo de ocasiones. Una cocina lista para un equipo completo de sirvientes. Múltiples habitaciones para huéspedes. Todo dispuesto para recibir visitas de nobles de todo el reino. Pero esos habían sido otros tiempos. Los nobles preferían moverse en Lunargenta y muchos miraban con desdén la sencillez de las Casas del interior del reino. Nadie le importaba una olvidada Casa fronteriza.

 

Por lo que la familia de Alayratiel vivía en una absoluta paz.

La niña observaba las nubes.

Lord Kerys, su padre, se dedicaba a hacer relojes y otros artilugios mágicos. Otrora había sido un Forestal muy valiente y feroz, según contaba su madre. Pero tras recibir una lanza trol envenenada se vio obligado a retirarse y volver a casa. Una maldición común en la familia. Allí, en su tiempo convaleciente mientras se recuperaba del veneno, conoció a quien sería su esposa más tarde Vissalia Árbol Dorado.

 

Ella era una sacerdotisa de batalla que tenía muchos años al servicio de la Luz. Le sacaba una diferencia de edad considerable a su marido, pero poco importó a la hora de traer al mundo los niños que criarían juntos.

Cuando tuvo a su tercer hijo, decidió que era tiempo de alejarse un poco de la actividad militar y pidió tener un puesto más tranquilo y en lo posible, cerca de su familia.

 

Ambos aceptaron pronto sus papeles como civiles. Aunque jamás abandonaron su entrenamiento, ya que era algo más fuerte que ellos mismos.

 

Llegaron a tener seis preciosos hijos. Pero todos en cuanto tuvieron edad, se vieron afectados por la sangre Aureaster y marcharon de casa, buscando sus lugares en el reino. Al final solo quedaron Asarys, el mayor y Alayratiel.

 

Asarys adoraba demasiado la Torre del Molino como para abandonarla. Sería, seguramente si sus ancestros eran algo por lo cual guiarse, quien seguiría con el destino de quedarse en casa y cuidar el nido para cuando los demás volviesen cansados.

Pero Alayratiel era un caso distinto. El parto fue complicado. Llegó antes de tiempo y sumamente enfermiza. Su salud fue frágil y fue necesario estar cuidándola constantemente durante sus primeros meses de vida. Combinando los conocimientos  de sanación de Vissalia y medicamentos complementarios de los galenos de la aldea, la mantuvieron estable y sana. Pero aun creciendo ambos padres tenían que extremar los cuidados sobre la frágil salud de su hija.

 

Piqué la tierna carne con un gesto distraído

-Mamá…no tengo hambre.

-Debes comer, Alay-respondió, tajante, pero de forma amable, mi madre.

 

No me sentía muy apetente. Pero me obligué a comer. Al final no estaba tan mal. Algo de carne, algo de ensalada, y un poco de puré de papas que Asarys no había machacado del todo bien. Yo podría haberlo hecho mejor, pero él estaba aprendiendo y era muy obstinado para dejarme ayudarlo. Aunque le estaba agarrando la mano a las especias.

 

Papá me miraba con su gesto sereno. Sabía que algo corría por mi mente. Se apartó su cabello negro, largo y lacio de la cara y me miró fijamente. Solía intimidarme, dado que medía mucho más que yo y junto a sus cicatrices y su porte podía resultar un tanto sobrecogedor. En especial porque solía estar muy serio, a pesar de hablar siempre de forma amable y demostrar afecto abiertamente.

-Anda, Alay. Dilo.

Casi me atraganto con mi comida.

-Pues…quería saber si me dejarían sacar a las ovejas a pasear esta tarde. Prometo volver pronto, antes de que el sol se ponga. Y no me iría sin abrigo. El valle queda colina abajo y volveré despacio.

-Cariño, nosotros..-comenzó mamá, pero padre la interrumpió.

-No, amor. Déjala que vaya. Estaba esperando un momento así-dijo con toda calma.

 

Tanta calma me asustó. Padre se levantó de la mesa a toda prisa y volvió al salón muy apurado con un pequeño cristal  en su mano.

Era un collar, con una sencilla piedra color aguamarina, colgando de una cadena plateada. Me puso el collar con cuidado y luego una vez puesto, tomó la piedra entre sus manos y susurró unas palabras.

 

Unos pasos retumbaron por el pasillo y por este entró una figura alta, aún mas alta que mi padre. Un golem arcano. O bueno…debería haber sido algo así, ya que estaba hecho con lo que padre había conseguido. No tenía en si cabeza, solo una ranura diminuta donde debería haber empezado un cuello. Ni manos como por lo general había visto en ilustraciones. Solo una cachiporra de madera en una mano (llena de clavos y objetos filosos) y una especie de pala burdamente tallada en la otra. Estaba hecho casi completamente de madera, salvo algunos detalles como la contención para los cristales arcanos en sus brazos, y tampoco era tan alto como debía ser. Los de la capital, según contaba mamá, llegaban a los tres o cuatro metros. Este con suerte llegaba a los dos y medio. No poseía piernas en sí. Solo cuatro ruedas de madera capaces de girar en múltiples direcciones. Papá había pintado diseños de flores,hojas y plantas de diversos colores en las partes de madera para hacerlo más amistoso, supongo.

 

En ese momento no sabía que decir. Estaba entre el asombro y el temor. Papá me observaba con sus ojos más abiertos que nunca y con una sonrisa de oreja a oreja. Hasta se había encogido un poco y apretaba los puños cerca de su cuerpo, casi como si fuera a saltar de la emoción.

 

-¿Y? ¿Qué opinas? Hasta le hice un asiento en su espalda para ti…y en las ruedas tiene un compartimiento para que guardes tu mochila.

Sonreí cuanto mejor pude. Lo cierto es que en realidad ese fue el comienzo de muchas más posibilidades para salir de casa.

 

Romancio, como creí oportuno llamarle, me acompañaba a todos lados cuando salía en los alrededores de casa. A veces trepada encima de él, a veces con él a mi lado. Solo bastaba ordenarle a través de collar y él obedecía. Había que ser claro, obviamente y modular. Además no cumplía muchas funciones difíciles. Solo lo básico como “Ve hacía allá” “Alcánzame aquello” “Gira hacia este otro lado” “Detente”

 

Tienes que entender que, para una niña como yo era un gran cambio. Mamá y papá estaban tranquilos sabiendo que tenía protección donde sea que yo fuera. Siempre temieron por mi salud. Nací muy frágil. Me podía enfermar por estar bajo el sol mucho tiempo. O si no iba lo suficientemente cubierta los días de viento. Me daban jaquecas muy dolorosas a veces al estar demasiado tiempo encerrada. Y había varias comidas que no debía comer porque no las procesaba muy bien. Pero Romancio me hizo olvidar todo aquello.

Me abrió las puertas al mundo. Ya no concebía el andar sin él.

Cenizas de un sueño

-Corre Alay, corre-gritó mi madre mientras me arrastraba del brazo fuera del salón, que ahora lucía en llamas-Subete a Romancio y huyan hacia el pueblo. ¡Nosotros estaremos bien!

 

Tomó una pesada maza y en cuanto la sostuvo en ambas manos toda ella parecía brillar con luz.

 

Corrí lo más que pude, evitando respirar el humo y fuera de casa, estaba Romancio, esperándome.

Luego de eso fue todo una confusión. El fuego. El batir de alas en el cielo. Las sombras de los dragones que quemaban todo a su paso. Chillidos por doquier.

Solo recuerdo el ir montada en la espalda de Romancio a medida que todo pasaba a mi alrededor. Y los gruñidos y gritos se hacían mas lejanos.

 

Pronto solo oía el ruido de las ruedas de Romancio contra el empedrado del camino. Podía ver a lo lejos las luces de la aldea. No podía faltarme mucho mas. Sin embargo sucedió en un segundo. Lo siguiente que supe fue que estaba tumbada en el suelo completamente aturdidad. Un brazo fuerte me tomó del cuello y me asfixiaba. Un trol, de piel verde me miraba con una malicia inusitada. ¿Qué le había hecho yo?

-Ayuda..-musité.

 

Entonces fue cuando Romancio se puso de pie y entró en acción. Con su enorme cachiporra dio un golpe contundente sobre el trol. Que en su sorpresa me soltó. Romancio continuó embistiendo contra el trol. Éste enfurecido levantó un hacha con la cual comenzó a dar hachazo tras hachazo contra el golem. Pero aunque yo chillaba ordenes ininteligible en el suelo, Romancio seguía luchando.

 

Solo atinaba a gritar mientras astillas volaban por el aire y me tapaba la cabeza con las manos.

-Corra al pueblo, ama-dijo Romancio mientras extendía su brazo mecanico para mantener un poco mas alejado al trol. Cosa que no duro mucho una vez el hacha cayó repetidas veces en lo que debería ser su codo.

 

Logré ponerme en pie despacio y comencé a correr. Miré atrás solo para ver las ultimas luces de Romancio titilar y apagarse para siempre. Cuando el trol comenzó a correr hacia mi comencé a llorar, segura de que era mi fin.

Pero no lo fue. Una flecha, seguida de otra y otra atravesó el cielo y al trol.

Estaba a salvo.

 

Alayratiel Borealis y la melodía de la vida

 

Corté otra rosa fresca y la añadí al montón de rosas que había cortado aquella mañana. Me aseguré que nadie estuviera viendo antes de secarme las gotas de sudor que mojaban mi frente. Suspiré pesadamente y apoyé mis manos sobre mis piernas. Luego me saqué los guantes con cuidado y los dejé a un lado, junto a mi sombrero.

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El jardín de casa de Lady Marssene olía a flores todo el año. Así le gustaba a ella. Solo cultivaba flores o especies aromáticas. Nada más. Todo en su jardín debía poseer algún valor o útil, o bello, o ambos.

No me malentiendan. Mi tía era una mujer muy bien intencionada. Sólo que no podía ver más allá de su nariz. En el mundo en el que ella vivía no había espacio para las cosas sencillas, o sin valor estético.

 

Yo también era así para ella. No me faltaba ropa, comida, educación en las formas y protocolo de la Corte y conocimiento en las artes. Me vestía de la forma más fina y me llevaba consigo a donde sea. Dado que no tenía hijos naturales me mantenía a su lado como si fuera una.

 

A cambio yo debía ser correcta, alegre, simpática y agraciada cada vez que estuviéramos con sus conocidos. Ya en casa me permitía ser un tanto mas natural. En parte era mejor. El tener que actuar así se terminó volviendo parte de mi. El tolerar todo esto me enseñó una paciencia y calmas enormes, más grandes aun que las que había desarrollado en casa junto a mis padres cuando no podía salir. Y también me alejaba de pensar en casa. De pensar en Asarys intentando cocinar. Del taller de papá siempre lleno de todo tipo de artilugios y relojes. De mamá entrenando en el jardín. O de Romancio.

Prefería no pensar demasiado en ellos, para que no me consumieran pensamientos negativos.

 

-No, tía. No quiero hacerlo.

-Vamos, sobrinita, no seas obstinada-dijo más bien para zanjar el tema, que para proponérmelo-Es un hombre noble, de buena familia, muy guapo y simpático. Además es director de una de las orquestas mas prestigiosas de la ciudad-repitió otra vez, mientras se sacaba sus pesadas alhajas

-Tia Marssene…

-Sin excusas. Él llegará en una hora y debes estar lista para salir con él a pasear por el parque. También quiere llevarte al estreno de una de sus obras ¡Jamás hizo eso por ninguna de las damitas que ha cortejado hasta ahora!

 

Quise protestar pero sabía que sería inútil.

Me retiré a mi cuarto y tras una corta ducha me vestí lo más sencillamente posible. Quizás si veía que era tan mundana no se fijaría demasiado en mi. No era la primera vez que usaba esa táctica. Desde que cumplí los ochenta mi tía insiste en casarme con alguien y me ha presentado amigo tras amigo. Por suerte aprendí a ser lo suficientemente cortés y evasiva como para evitar un compromiso y no dejar en mala posición a Marssene. No usé ninguna joya salvo unos intrincados aretes que iban desde la punta de mis orejas hasta la base. Eran bonitos y sencillos. Me había acostumbrado también a usar ese tipo de adornos.Y la verdad no quedaban nada mal y hacian ver mi orejas un poco mas largas y atraer la atención de la vista a mi cabello y mis aretes.

 

 

Elrys Borealis era, en efecto un hombre sumamente distinguido. De cabello corto y rojo. Guapo…sí…como todos los elfos. Tenía una pequeña barbita sobre su perilla. Su piel era bronceada y de una tonalidad oscura bastante “exótica” por ponerle un nombre.

Según lo que me había contado mi tía, entre tantas rosas que le lanzaba constantemente, era un excelente bailarín. Muy buen músico. Tocaba varios instrumentos y hasta diseñaba nuevos. Eso sonaba interesante. Era mi único consuelo a medida pensar en ello a medida que nos sentábamos en el palco para ver su nueva obra.

 

La sala del teatro estaba repleta. Se sentía el aire de emoción en el aire.

El llamado “Poema Musical” que sonaba no era del todo de mi agrado. Aunque no era ninguna conocedora de la música, sí estaba instruida en la historia que iba detrás. Cuando terminó, el público aplaudió a más no poder. Primero hacia el palco donde estábamos ambos, y luego hacia la orquesta. Cosa que me resultó muy poco respetuosa.

-¿Qué te pareció mi composición, Alayratiel?-me preguntó mientras paseábamos por un parque cercano. Era la primera vez que rompía el silencio para hacerme una pregunta.

 

Medité mi respuesta. Sinceramente la noche había sido aburrida y prefería evitar pretendientes el mayor tiempo que pudiese. Así que fingí que meditaba su pregunta un rato. Aunque ya tenía mi respuesta elaborada desde antes de la mitad de la pieza.

-¿Queréis mi opinión más sincera, mi buen señor?

-Por supuesto, Alayratiel.

-Fue aburrida y monótona. Se supone que debías contar sobre el pacto de humanos y elfos para la creación de Dalaran ¿verdad?

-Sí…así es-decía con una leve sonrisa nerviosa en su rostro

-¿Dónde están los ritmos básicos? ¿dónde estaban los tambores para representar la marcha de la guerra?¿por que no sonaron las flautas suavemente para la aparición de los Magisteres? ¿Por qué no aprovechaste el coro? ¡Ellos podrían haber hecho un efecto “canon” entre el recitado del pacto en thalassiano y en común! Eso habría sido más significativo que el efecto que intentaste lograr. No me malentienda, mi señor, su composición estuvo plagada de buenas intenciones…que no lograron pasar de eso.

 

Me descubrí gesticulando y moviendo los brazos, casi sin parar una vez solté eso. No debería haber soltado tanto. Sin embargo Elrys me miraba sumamente sorprendido.

-Lo sé. Fue un desastre. Hace mucho que no me siento inspirado de verdad

 

Nos sentamos junto a una fuente y mirábamos las parejas pasar. Comenzó a contarme un poco de él. Comenzó a amar la música a temprana edad, pero su padre lo había hecho volverse a la música de forma recta y adecuada. No permitiría estupideces en ninguno de sus hijos. Por lo que podría seguir con la música, pero haciéndolo de forma seria.

Estaba agradecido de que le dijera las cosas francamente. Claro, le había dolido, pero ni la crítica quería decirle algo dado su apellido, resonante en la Corte.

-¡Quiero que tú critiques mis piezas antes que nadie!-me dijo muy emocionado a medida que volvíamos a mi casa.

-Lo siento, Elrys, pero no tengo ningún educación musical. No creo estar a la altura.

-Eso se solucionará una vez nos casemos.

-¿¡Qué?! No, mire, fue una linda noche, no me malentienda pero…no quiero casarme contigo.

-Oh…disculpa. Pero no quería asustarte. Sin embargo creo que deberíamos. Tu tienes la capacidad para la música. Está dormida, pero podría despertarla.

-No me casaré contigo, Elrys-dije tajantemente

-No es necesario que…ya sabes “consumemos” el matrimonio. No al menos en principio. Hay mucho tiempo

-Elrys…-pensé en todos los pretendientes que la tía me había estado presentando…-Lo pensaré ¿si?

 

 

Casarme con Elrys fue una decisión acertada. No era a quien amaba, claro. Pero era sumamente cortés y respetuoso. Y al final fue como estar casada con mi mejor amigo. O el único amigo sincero que había hecho en ese tiempo. Continuamos con la fachada del cortejo un buen tiempo. Aunque todas nuestras salidas eran al teatro, al Conservatorio Real, y a bailes y banquetes.

 

Nos casamos unos meses después. Esa fue una de las épocas más felices de mi vida. Fue una linda boda. Por suerte nos permitieron elegir la música que sonaría durante la entrada y el baile. Estuvimos debatiendo una semana entera sobre ese tema.

 

Nos mudamos a un pequeño apartamento, con vista a una frondosa plaza y obviamente, a menos de dos calles del Conservatorio, donde comencé mi educación formal.

 

Para nuestro aniversario Elrys me dio quien sería mi compañero de ahí en adelante. Un bonito laúd en un estuche de cuero, con una correa para que lo llevara a la espalda. Lo había mandado a encantar para que alcanzara un rango mayor de notas y resistiera mejor aun la humedad y los cambios de clima.

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Pero nada dura para siempre.

 

¿Qué encontraste en este mundo?

 

Las cuerdas del laúd vibraban a gran velocidad a medida que la elfa las rasgaba con gran velocidad. Sus otrora delicados dedos subían y bajaban por el mástil con gran velocidad y eficacia. Pero nada de eso importaba. Ella solo tocaba con los ojos cerrados, o a veces ligeramente abiertos, la boca se movía suavemente y algo abierta. Su cabeza giraba en ritmos erráticos por momentos cabeceaba y por otros simplemente la inclinaba sobre el laúd mientras esbozaban una sonrisa o fruncía el ceño.

 

Los presentes miraban no sin asombro a la joven bardo. Ya estaban acostumbrados al pequeño espectáculo que daba allí en la taberna de Pico Nidal algunas noches, pero esa noche parecía sentir especialmente el ritmo. Cuando terminó, el lugar quedó en silencio. Algunos de los enanos no decían nada, sólo se tapaban la cara para evitar que alguien los viera lagrimear. Otros aplaudían y gritaban. Los pocos elfos que había esa noche aplaudieron educadamente y en silencio.

-Gracias-dijo con la voz seca, y acto seguido bebió un vaso de agua que le habían dejado en la barra.

 

Guardó su instrumento y salió por la puerta.

 

La noche era fresca y brillante.

-Hoy cumplimos un año más de música juntos, Elrys…-dijo bajito, mirando el cielo

 

Aun lo recordaba. EL fuego, los gritos. El maldito fuego volvía a arrancarle todo lo que tenía. Curiosamente lo único que sobrevivió a todo aquello fueron ella…otra vez. Y su instrumento.

-Vas a ser una fantástica cantante-le dijo Elrys-Vas a triunfar en todos los teatros y calles del mundo. Pegaran carteles a las ciudades donde vayas. Y yo te acompañaré.

Solía decir. Al final solo fue capaz de decirle una última cosa en su lecho de muerte durante su huída del reino.

-Vive. Vive y lleva la música contigo. No te rindas…vas a ser una gran cantante, mi amor…aprovecha este magnífico don y sé mejor de lo que yo pude ser jamás. Gracias.

Con un suave beso en la mejilla de su esposa Elrys murió aquel día.

 

Desde entonces la muchacha se había quedado en Quel’danil, sola. En principio solo convaleciendo. Pero al final se aferró a lo único que le quedaba. Su laúd y su música.

 

No tener un reino al cual volver y no tener a nadie a su lado la llenó de melancolía. No pudo quedarse más tiempo. El estar entre tantos de su raza terminaba por inundarla aún mas de añoranza, por lo que se lanzó al camino. Allí, a donde el viento la condujese. A donde la mano de las Musas quisiera que ella estuviese.

 

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La Melancolía de Alayratiel Aureaster

-Descuida, Ele.Sólo los acompañaré para asegurarme que no se encuentren con ningún problema.

Eso fue lo que le dije. Hace un par de días un mercader de mi gente, junto a su hijo habían pasado por la muralla y acamparon en la cercanía debido al mal tiempo.

Melion y su hijo Cirnen resultaron ser una compañía muy grata. Cuando no estaba ocupada iba a charlar con ellos. Me contaron que hace ya unos cuantos años se dedicaban a viajar por los caminos con su vieja mula, Lensy, vendiendo telas, cueros y a veces algunos materiales raros, como seda o productos de belleza como perfumes y aceites aromáticos. 

En realidad ambos eran encantadores. Melion era un elfo ya maduro, de unos 500 años. De cabello negro y  mirada vivaz. De actitud tranquila y serena. Y su hijo Cirnen era un muchachito de no más de 54 años, flacucho y de sonrisa fácil, cuyos cabellos dorados caían en suaves bucles hacia su espalda. Aspiraba,según me contó, a ser Mago algún día. Por lo que ahorraba para poder meterse de lleno en la Academia de magia de Theramore.

Me comentó Melion, una noche junto a la fogata, que su esposa aún vivía, pero se habían distanciado. Un conflicto grande, debido a que ella no deseaba hacerse cargo de Cirnen y prefería meterlo de lleno en alguna academia magica más militarizada.

-No es la vida que quería para mi hijo y le dije que no iba a dejarle hacer eso. Ella creía que lo mejor sería que esté preparado para lo que podría venir...pero no es forma para que un niño crezca. Debe ser su decisión.Ella dijo que era un necio y no había aprendido nada de la caída del reino ni de nuestro exilio. Y si no quería ver las cosas como eran bien podía irme de vuelta al reino a vivir con el resto de los necios y ciegos que vivian una ilusión.

-Son palabras dolorosas. Mayores y dolorosas.

-Lo sé. Por eso me fui. Me llevé a Cirnen y no miramos atrás. Desde entonces nos hemos valido como podemos. Y lo estamos haciendo bien. Sé que el camino tampoco es un lugar para criar un niño...pero...a veces creo que ella tenía razón en parte. Tengo que prepararle para el futuro.

-Lo estás haciendo. Él te tiene a ti, que le apoyas y acompañas. Y él está muy convencido en volverse un mago.-le apoyé mi mano con suavidad en el hombro-Lo estás guiando, no te preocupes, Melion, lo haces bien.

No hablamos mucho más esa noche.

 

 

-Descuida, Ele.Sólo los acompañaré para asegurarme que no se encuentren con ningún problema. Una vez lleguen al Puerto Menethil los dejaré y volveré aquí.

Partí con los mercaderes. El camino iba en paz. Me pidieron un par de canciones, para amenizar el viaje. Y entre tanto, Cirnen me contaba de sus deseos para el futuro.

-Quiero poder hacer flotar cosas. Y ganar mucho dinero y tener una casa grande donde vivamos papá y yo.

-Interesante ¿y por que flotar cosas?

-Para vender canteros para flores que floten a la gente del Imperio. Será la ultima moda, ya veras. Jardines flotantes.

-Mmmh...me gustaría tener un jardin flotante. Seguro que a Elegost le encantaría la idea...si es que Santiago no las rompe en pedazos...

El muchacho se rió ante mi comentario. La cantidad de energía que irradiaba el muchacho me hacía recordar a alguien. Pero no pude darle mucho tiempo a desarrollar tal recuerdo.

 

 

-¡Escondanse detrás del carro!-les grité a ambos. Una flecha se clavó contra mi hombrera y una segunda fue interceptada a tiempo por mi escudo-¡Muestrense!

Nos habían emboscado al pasar por una pequeña arboleda junto al camino. Uno de los atacantes salió al camino, cargando contra Melion y Cirnen. Corrí para protegerles y le lancé una estocada en un costado. El hombre, que iba con la cara tapada, chillo de dolor y llegó a darme en un brazo con su cuchillo largo. Cirnen se zafó de su padre y empujó al hombre, dandome tiempo de atacarle. Acabé con el rapidamente pero para entonces otro flechazo se clavo cerca de mi, sobre el carromato.

-¡Tenemos que salir de aquí, el tirador no se mostrará! ¡Salid primero ustedes!

Cubrí a ambos entre que hacian que su mula avance pero antes de que pudieramos reaccionar recibí un flechazo en pleno brazo. Se me cayó el escudo, no lo podía sostener. Otro flechazo mas llegó a mi y mi espada flaqueó...luego comencé  a marearme y logré oír a Melion gritando algo.

 

 

-¡Alay! ¡Alay! Eh, Alay...¿vas a despertarte o voy a tener que bajar a desayunar yo sola?

Era Lylia. Me sacudía energicamente para despertarme.

-Lyl...¿que hora es?

-Ni idea, tarde. ¿Te quedaste hasta tarde componiendo?

-Se me da mejor de noche y lo sabes.

-Sí, pero luego duermes de más.

-¿Quizás tu duermes de menos?

-Mmmh no.Recupero energía facilmente, no como ustedes los orej...los elfos.

-Ya, ya, vamos a comer algo.

Lylia...¿como se había olvidado de ella? Ni una misera carta le había escrito.¿Que clase de guardiana había sido ella? ¿que clase de...familia era para ella? Ahora que sentía como la vida se escapaba de ella y todo se tornaba difuso, lo notaba, la recordaba. Pero no era un pensamiento reciente. ¡Que ilusa fue! ¡Jugar a que era una guerrera, que traía a Elegost de vuelta a casa! Quiso llorar al pensar en como había abandonado a la niña.Pero solo logró sentir rabia y luego nada.

 

 

-Alay. 

Al despertar se vió en una limpia sala iluminada y llena de camas. Melion estaba junto a su cama. Su rostro estaba demacrado por la falta de sueño y el cansancio.

-Me alegra que estés bien.

Quiso hablar, pero su garganta esta seca. Así que solo salió un leve gruñido. Melion le dio agua en un cuenco y bebió hasta estar saciada.

-¿Donde está Cirnen?

-Esta mejor...recibió un flechazo en su pierna y estuve bastante asustado y temí por el.Casi no dormí hasta que me dijeron que estaría bien.

-Uff...menos mal-pronto me sentí algo mareada y preferí volver a dormir.

 

Una semana después estaba mejor. Avisé a Elegost antes de que recibí algo de daño pero estaba bien. Me despedí de ambos elfos y volví a la muralla. Lamentablemente en el ataque y la huida perdieron mi espada y escudo. Volví con una leve sensación de derrota. Elegost me tranquilizó y priorizó el que hubiese salido relativamente ilesa. Pero ya no era lo mismo. Yo no podía seguir. Tenía que volver a Elwynn. Volver a mi hogar. No a Elwynn en sí, sino a Lylia, la niña humana que había tomado bajo mi ala.

 

Se lo dije a Elegost. Lo tomó tranquilamente. Entendía mi punto y aunque noté que le dolía decirme adiós, lo aceptó. No podía obligarme a estar allí, ni yo podía seguir ahí, jugando a ser algo que no era. Por lo que tomé mis cosas. Antes de irme me corté mi trenza dorada y se la dejé a Elegost,bien atada,debajo de su almohada. Abracé por ultima vez al amigo más grande que pude desear haber tenido. No sé el idioma humano, pero si "Elegost" significa "Corazón Grande" no me sorprendería, porque el corazón de este humano lo es.

-No te preocupes Ele-dije tratando de sonar lo más calmada y libre de pena posible-Me aseguraré de Lylia reciba una buena educación. La llevaré todos los días a la Iglesia, me aseguraré de que lea y coma bien y la colmaré de todo lo que le haga falta,aunque me cueste. Crecerá fuerte, en serio. Y será tan feliz como ambos queremos que lo sea.No pienso dejarla sola nunca más.Yo...yo voy a ser una madre o una hermana para ella, lo que necesite-tragué saliva y le di otro abrazo a Elegost, que me alzó en brazos en su abrazo.

Emprendí el largo camino con la congoja de dejerle atrás.

 

 

Tras casi medio año, me encontré de vuelta en la familiar calle donde vivía Elegost. Giré la llave de la puerta y la abrí. Allí en el fauteuil, hecha una bolita,descansaba Lylia. Sonreí. Por primera vez en mucho tiempo,yo, una exiliada, estaba en casa.

 

 

//Pequeño texto para decirle adiós, al menos por ahora, al pj. Veré de volver a usarlo en otro momento.

Editado por Rupphire
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Sacrificios y Comienzos

 

-¡Ay! ¡Ten mas cuidado, Alay, me tiraste del cabello...!

-Lo siento.

-No sé como logras tirarme del cabello con ese cepillo de cerdas suaves.

-¿Lo hago? Lo siento, Lyl-respondi taciturnamente.

Guardamos silencio ambas mientras le cepillaba el cabello. El sol vespertino entraba por las ventanas, abiertas de par en par para refrescar la casa en esa tarde particularmente calurosa. No prestaba demasiada atención.

-¡Lo hiciste otra vez!-dijo Lylia apartándose-¿Qué pasa hoy contigo Alay?

-No es nada, sólo estoy un poco distraída.

-No eres tan buena mintiendo. ¿Pasa algo malo, no? ¿es sobre Elegost? ¿o alguien te dijo alguna idiotez?

-No uses ese lenguaje, Lylia. Y no. No es nada, descuida. Solo han sido un par de noches duras en el trabajo

-¿Segura? Puedo conseguir un trabajo y...

-De ninguna manera. Ahora ponte el vestido blanco bonito y el sombrero que te compré. Llegaremos tarde a la Iglesia.

-¿Tenemos que ir? El incienso me hace estornudar y todos los ancianos de allí huelen a ático rancio.

-Es importante ir a la Iglesia para una formación espiritual completa y mantener una moral...

-Sí, sí...una moral intachable.

-Exacto. Y es bueno que alguien...

-Sí, lo sé, lo sé. Que alguien nos diga que hay bondad en los corazones y que depende de nosotros buscar las formas de exteriorizarla. No me des mas la lata.

-Ya, ya vístete. 

 

 

Cuando Lylia se hubo marchado me desplomé sobre el sofá. Estaba sumamente agotada. El trabajo de cantante de la posada "Tres Arroyos" no era lo suficientemente bien pagado, ya que repartían una miseria entre yo y otros dos artistas. Un elfo mimo muy divertido y una enana bailarina de inusitada gracia. Pero era dificil encontrar un trabajo lo suficientemente bien pagado y que además no me quitara el tiempo que podía pasar con Lylia. Suspiré pesadamente. ¿Quizás podía vender pan? No...la harina había aumentado de precio. Me froté las sienes con ambas manos. Volví a respirar hondo y me puse en pie para alistarme para ir la Iglesia.

 

Cuarenta minutos después ambas ibamos camino a la Iglesia.

-¡Te dije que eligieras antes tu ropa!-me increpó Lylia.

-¡Ya sé, ya sé! ¡No tenemos relojes en la casa!

-No culpes al tiempo por tu falta de organización.

-¿Quién te dijo tal cosa?

-Tú.

 

La ceremonia ya había empezado para cuando las mujeres habían llegado. Un par de novicios las miraron de forma reprobatoria al ingresar tarde.

-Buenos días, hermanos. Siento mucho irrumpir así...

-Sientese, mujer. Y por favor baje la voz.

-Si, si...

Se sentaron en un banco y procedieron a sentarse a oir las palabras del Padre Termekores.

-La Luz ofrece consuelo a aquellos que la buscan. En las palabras de Santa Ariadna al dirigirse contra el Brujo del Bosque Verde "No lucho sola, Oscuro, la Luz lucha conmigo". Es decir,que la Luz siempre nos acompaña. Nos abraza con su suave afecto. Y protege a los niños y los justos. Con ell...

El padre dejo de hablar de repente. Un suave sonido se oía entre la gente, callada. El padre arqueó una ceja. En la ultima fila, una elfa y una muchachita dormitaban. La humana roncaba sonoramente.

-¡Pero! Vaya insolencia...¡señoritas!

-¡AH! ¡Estabamos meditando lo que decía, señor!-exclamó Lylia al despertarse

-¡Lo siento, padre, no queríamos dormirnos!

El padre, con un negación desaprobatoria, reanudó el sermón.

 

 

-Lo siento, Alay. Pero temo que no podremos mantener más tres espectaculos a la vez-dijo Madame Clementine, la dueña de la posada-Lo siento mucho cariño-repitió.

-P-pero ¿entonces prefieren al mimo y la enana?

-Oh, no, dulzura, los despedimos a los tres. Ha llegado una elfa con una orquesta que se toca sola y valdrá la pena pagar por ella un poco más que lo que podíamos pagarles a ustedes. Se llenará el lugar. Lo siento, amor. Negocios-se encogió de hombros.

 

Alay salió de la posada con su estuche en una mano y lo que le quedaban de monedas en la otra. Quería llorar. Pero no se lo iba a permitir. No podía. Suprimió el nudo en su garganta.Se limpió la nariz con su pulcro pañuelo y emprendió el regreso a casa. Pasaría por otros tres establecimientos, consultando si estaban dispuestos a contratarla o al menos permitirle tocar por unas monedas.

Al día siguiente, despertó antes de que Lylia se despertara y caminó por las calles vacías del centro de Villadorada. Poca gente caminaba por el lugar a esa hora, ya que aún no se abría el mercado ni comenzaban las actividades en la alcaldía. Su estómago le rugía, pero prefirió ignorarlo. Podía comer luego del caldero comunitario que montaban en el mismo mercado. 

 

A medida que el mercado se fue llenando consultó a cada puestero si necesitaban una trabajadora. Pero solo encontró respuestas negativas.

-Lo siento, eres demasiado...pequeña. No podrías ni levantar una de las cajas con patatas que traigo.

-¡Oh santo cielo, no! ¿Una elfa trabajando en mi puesto? No, no es nada malo pero...¿que dirían los demás? Ahora vete, me espantas la clientela.

-No lo creo. No te puedo contratar, tengo a mis hijos para evitar eso. ¿no vendes ese laúd, de casualidad?

Respuestas así fueron todo lo que recibió.

 

Cada día repetía la misma rutina, buscando un lugar donde trabajar, y al no encontrarse con algo, se resignaba a tocar y cantar por unas monedas. Pero no era suficiente. Nada era suficiente. 

Las semanas se convirtieron en meses. Pero Alay no se permitió flaquear un segundo. En secreto vendió toda la ropa que había conseguido. Salvo, para evitar sospechas de parte de Lylia, un par de conjuntos y su ropa para la Iglesia. 

Excusó su cambio de rutina con que le habian asignado un horario diurno

-Pagan un poco mas, Lyl. Así que tenía que aceptarlo. Y ahora comete tu sopa de rábano y vamos a repasar escritura antes de irnos a la cama.

-Tu no has tomado casi nada, Alay.

-No tengo tanta hambre. Comí algo de estofado en la taberna.

 

Alay cada día se encontraba más desmejorada. Tosía con frecuencia y su piel era fría al tacto. Unas enormes ojeras se dibujaban bajo sus ojos y siempre parecía agotada. La elfa se apagaba poco a poco, cada día más débil.

En una fría tarde otoñal paseaba por el mercado cuando su vista se posó en un objeto en particular. Un precioso reloj de bolsillo color bronce. Una fina cadena de la misma tonalidad lo adornaba. Era precioso. Pronto su mente divagó a recuerdos viejos. Tardes junto a su padre en su taller. Dado que no se le permitía salir afuera demasiado, prefería pasar el tiempo en el taller de relojería de Kerys. 

 

Tic...tac...tic...tac...

Era el sonido infinito del lugar. En su escritorio de madera clara, el Señor de la familia Aureaster creaba pequeños artilugios mágicos y de relojería. Pero la infante Alay jamás había podido desentrañar los misterios de la creacion de artefactos tan precisos.

-¿Usan magia?

-No. No es correcto depender de la magia para todo. Y es más divertido hacerlo sin ella. Es un desafío.

-Suena a que prefieres frustrarte.

-Al contrario. Me parece emocionante encontrar como cada pequeña tuerca y cada diminuto resorte trabajan juntos para formar algo más grande. Lo entenderás cuando crezcas.

 

La pequeña Alay sonrió. Y de vuelta en el mercado, la Alay adulta también lo hizo.

-¿Le gusta el reloj, señorita?-preguntó el vendedor. Un gnomo de engominado cabello verde-Tómelo y revise su calidad sin compromiso.

-Es precioso-dijo pasando un dedo por el acabado cobrizo y por el cristal prístino,detrás de su tapa- Pero no cuento con dinero para tal lujo. Tenga un buen día.

 

Alay volvió la vista antes de irse para ver otra vez el reloj. Y se alejó del mercado. Se ciñó aún más su capa y sus raídos mitones de lana. Viejos y descoloridos. Vagando por las calles terminó llegando a la Abadía de Villadorada. Decidió entrar. 

Dentro había poca gente, la mayoría rezando y murmurando rezos por lo bajo. El ambiente era calmo y silencioso, como si cualquier sonido fuese amortiguado por el aura del lugar. La mujer se quedó en respetuoso silencioso y bajó la cabeza, pensativa. Pronto se sumió en una plácida siesta.

 

En su sueño sentía calma. Sentía paz. Veía a su madre, Vissalia, que la llevaba de la mano a través de unos jardines preciosos. ¡Los jardines del Sagrario! Ah...que preciosos recuerdos. Pero Alay era adulta, no era la niña que debía ser en ese recuerdo.

-Alay...sal. Dime ¿dónde te escondes, amor?

Alay adulta se giró y detrás de un arbusto de flores rosa, vio a la versión pequeña de ella misma. Instintivamente se acercó.

-¿Estás bien? ¿Que sucede?-se pregunto a su versión infantil.

-Voy a irme de casa. Todos mis hermanos se fueron a vivir aventuras y hacer algo de sus vidas.

-Ah...¿y a donde irás?

-Me volveré una fuerte Forestal, como papá antes del accidente.

-Ya veo. Si es lo que quieres ser...adelante.

 

Ella sabía que nunca se cumpliría tal sueño. Y ni siquiera en el futuro. Alay no era una guerrera poderosa, aun cuando su salud había mejorado con los años. La inocencia de su infancia la hizo sonreír. Decidió sentarse junto a si misma.

-¿Y luego qué?

-Pues...pues ¡nadie podrá decirme que hacer y podré estar afuera todo el día!

-Mmmh ya veo-se rió un poco.

-¿Que te causa tanta risa, eh?-dijo la pequeña Alay de forma violenta-¡Seré Forestal! 

-Nada, nada. Solo recordaba algo. ¿No preferirías hacer otra cosa?

-¿Que otra cosa podría ser? ¡No quiero ser aburrida como Asarys!

-Oye, Asarys no es aburrido.

-Lo es. Cría mariposas.

-Es un muy sano pasatiempo, no seas cruel.

-Es un perdedor. ¡Yo me iré de aquí y no volveré a ver atrás! O tal vez solo vuelva para demostrarle a Asarys que soy muy fuerte y capaz.

-Podrías ser...mmh...una mensajera.

-¿Mensajera?

-Claro. Llevarías mensajes, cartas y escritos de aquí para allá.

-¿Visitaría lugares?

-Claro. Viajarías por todo el Reino e incluso fuera de éste. Y no tendrías que andar por ahí cortando y peleando con toda la sangre y eso.

-Si...la verdad no querría ensuciarme mucho.

 

La voz de Vissalia sonaba cercana, llamando a su hija con creciente preocupación.

-Creo que debería irme-dije la pequeña-Creo que tengo que pensar mejor esto. Digo...no quiero zambullirme en algún oficio que luego no me gustará.

-Cierto es. Anda ve.

La pequeña Alay salió disparada de su escondite y corrio a reunirse con su madre. Alay sabía como seguiría la escena. Su madre la abrazaría preocupada y la llenaría de besos. Luego tras una charla con algo de comida de por medio, Alay contaría su descontento. Y su madre le diría:

-Algún día encontrarás algo que hace que tu corazón se inflame con pasión. Y también encontrarás un rol que te haga sentir que haces la diferencia. Y cuando ambos se unan, allí encontrarás lo que quieres hacer. Aún eres joven y hay mucho por escribirse. Sigue tu camino y no te compares con otros, porque hay algo que solo tu puedes hacer, cariño.

Alay recordaba eso perfectamente. Su madre, de cabello corto y plateado. Aun podía sentir la suave caricia que le dio en su frente cuando le dijo aquello. Y casi lo sentia ahora.

 

Se despertó y lo primero que vio fue a una humana, de piel bronceada y ojos negros, observandola fijamente con una mano en su frente. No debía de tener mucho más de 50 años, de nariz ganchuda y labios finos. De su palma salía una suave luz.

-Tranquila. Aún estás muy afiebrada. Estabas temblando y murmurando entre sueños, Alay. Debes descansar.

Alay se dio cuenta que estaba en una abrigada cama, en lo que debía ser, dado lo austero de su apariencia, una habitación de la abadía.

-¿Como sabe mi nomb...?-pero al mirar hacia la puerta de madera vio a Lylia sentada en un taburete.

-Te ha estado buscando. Nos contó por lo que has estado pasando.

Lylia se encogió de hombros,tratando de fingir inocencia. Alay se sintió un tanto avergonzada.

-Oh...ya veo...

Lylia se acurrucó junto a Alay y cuando la sacerdotisa se hubo marchado, ambas no dijeron nada. Simplemente se mantuvieron abrazadas hasta dormirse.

A la mañana siguiente, la Madre Hestia Hallow se acercó al cuarto donde estaban alojadas con una gran bandeja de pan recien horneado, mantequilla y un tazón de té. Alay los devoró educadamente, pero casi sin pausa. Cuando hubo terminado, la Madre le expresó el conocimiento que tenía sobre sus problemas, por parte de Lylia.

-Sé que no querrías quedarte aquí de forma gratuita. Por lo que si lo deseas hay mucho trabajo en la Abadía. Comidas que hacer, ropas que remendar. Ah y no tenemos quien cuide del jardín después de que la Hermana Isadora sufriese una indisposición..ehm...permanente. Yo necesito algo de ayuda también. No soy tan joven y a veces requiero ayuda.

Alay reprimió su orgullo y asintió. Era trabajo.

-Estaré sumamente agradecida siempre por esto, Madre. No la defraudaré.

-Ah...la legendaria formalidad élfica. No hace falta nada de eso, cariño. Les traeré más pan. Están en los huesos.

 

 

Antes de que el gallo cantase, ya me encontraba despierta. Nunca era un día igual. Me recogí el cabello, me puse el delantal y comencé con las tareas matutinas. A mi lado Lylia aun dormía. Era mejor así. Desde que nos habíamos mudado a la abadía todo era diferente. No más fácil porque trabajabamos de sol a sol, pero diferente.

-Buenos días, hermano Kalvin.

-Buenos días, Alay-respondía el al cruzar su camino con el de la elfa, que parecía flotar cuando caminaba por los pasillos.

 

-Muy bien, veamos...-tomé mi lista de la semana-Oh...hoy es la clase de coro.

Un mes después de que me había mudado, la Madre Hestia sugirió que montara un pequeño taller de coro. Así que dos veces a la semana organizaba a los niños para cantar.

-Pero eso será después del almuerzo. Mmmh...

Marché al jardín. Se encontraba bastante bien. Hacía una semana había podado mi área asignada e incluso se me había permitido plantar un arbustillo de lavanda. Adoraba el aroma y esperaba que me permitieran hacer un perfume con ello. 

El invernadero se encontraba en perfectas condiciones. Algunos pimientos comenzaban a estar listos para cosecharlos y las semillas extrañas que había comprado estaban dando un pequeño brote. Según el vendedor eran "sandías" y eran un manjar muy delicioso. Ideal para el verano.

Y para las diez de la mañana ya había barrido los escalones de la entrada y limpiado el atril y los asientos. Aun faltaba un rato para el almuerzo. Recordé que la mayoría de los novicios se habían marchado al pueblo a pasar el día. Decidí poner en marcha mi plan.

 

El Archivo de la Abadía no estaba abierto para una trabajadora como yo. En menos de lo que esperaba me encontraba frente a la puerta del Archivo. Hacia meses deseaba entrar y leer un poco, algo, lo que sea. Me aseguré de que nadie estuviese cerca y empujé la puerta y la cerré detrás de mi en un santiamén. 

Robustas mesas de roble parecían empequeñecer ante las altas estanterías, llenas de libros y pergaminos. El aroma típico de libros añosos me llegó a la nariz y me hizo sonreír. Me moví de la puerta hacia el pasillo más cercano a mi derecha mientras pasaba los dedos por los lomos. Tomé un libro al azar.

Rezos y algunos salmos. Y una larga disertación filosófica sobre la naturaleza de la Luz. Lo leí durante un rato, pero quería seguir explorando. Algunos nombres me resultaban familiares. Los había oído en charlas entre novicios.

Seguí caminando, perdiendome entre toneladas de saber. Sabía como eran las investigaciones teológicas en los Sagrarios, ya que había acompañado a Elrys alguna vez y a mi madre siendo más pequeña. Pero esto era distinto. Tan rústico, tan primitivo. Sin embargo estaba cargado de poder. Podía sentir como esos libros exudaban saberes, errados y correctos, sobre la Luz. Me parecía fascinante. Y hasta se habían desvivido por recrear o rescatar algunos libros cuando Lordaeron cayó. Era digno de respeto.

 

 

Me detuve frente a un libro precioso. El tiempo no había hecho mella en sus dibujos plateados en el lomo. Me pareció algo familiar. Y al abrirlo noté que estaba en thalassiano. El titulo rezaba: "El Idioma de la Luz". Era un compilado de vivencias de elfos que habían tomado el manto de la Luz y habían partido fuera del Alto Reino. Algunos se habían establecido en ciudades humanas. Otros regresaron a casa. Otros tomaron un rol errante,guiados por la Luz a donde fuesen necesarios. Estaba tan enfrascada en la lectura que no noté cuando Hestia me dio una palmadita en la espalda.

-¿Estas ocupada?-dijo con tono entre curioso y divertido.

Di un respingo y abracé el libro.

-¡Disculpeme Madre! Es que no esperaba que...

-¿Que alguien te descubriera?

-¡Sí! ¡Digo no! Yo solo querá pasar a leer algunos libros.

La morena se rió, apoyada en su bastón.

-¿Por que no te vuelves una novicia, Alay?

 

Por unos segundos me quedé allí, paralizada. Pero en ese instante lo noté. Como algo que estaba allí y no lo habías notado antes. Donde podrían unirse mis caminos. El corazón me latía con fuerza.

-Sí-logré murmurar.

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