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Lish

Altenea Edelgar

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 Nombre del Personaje   Altenea Edelgar  Peso 65 kilogramos
Raza Humana  Lugar de Nacimiento  Villadorada
Sexo Mujer Ocupación

 Recluta Escarlata

Edad 34 años Creencias La Luz
Altura 1.74 metros Alineamiento  Neutral 

 

Descripción

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Mujer de cuerpo definido y algo musculada, su cabello es de un rojo intenso y los ojos de un tono azulado.

Después de una vida de servidumbre y tan solo habiendo conocido la iglesia de la luz, es una mujer paciente y con buen talante, aunque no conviene hacerla enfadar.

Historia

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Nacida en el seno de una familia pobre vio su niñez pasar sin pena ni gloria en las tierras de su señor, pues sus padres servían a un reciente hombre adinerado, por cuyas venas no corría sangre noble. Rápidamente entabló amistad con el hijo del señor, su relación nunca estuvo bien vista por ninguno de los progenitores, tanto los propios como los ajenos. Durante años su única tarea fue ayudar a sus padres en los quehaceres diarios, tales como la recogida de fruta, limpieza de las estancias y muy de vez en cuando incluso le permitían meter mano en la cocina, con resultados normalmente catastróficos para el sabor del plato.

 

Los años pasaron y la adolescencia hizo estragos en los pilares sobre los que se asentaba la vida de su familia, todas sus enseñanzas y el rumbo que le había sido marcado, de pronto, todo eso no parecía importante, las ilusiones, sueños y esperanzas, así como la rebeldía que acompaña a esta etapa de la vida llenaron la cabeza de la joven Enriqueta, llevándola a cometer el que probablemente sea uno de los mayores errores que marcarían para siempre su vida. Cuando sus labios se juntaron el tiempo pareció detenerse, durante los segundos que sendos labios estaban sellados, los cuales parecieron eternos, supo que se había equivocado. A lo hecho, pecho, como suele decirse, Enriqueta y Xavier, el hijo del señor, comenzaron un largo y secreto noviazgo por miedo a las represalias, con escapadas nocturnas y besos escondidos de ojos curiosos.

 

Tarde o temprano, debía de saberse, una noche estrellada y fría ambos enamorados, como de costumbre, escaparon de sus habitaciones bien pasada la cena, cuando todos descansan, para reunirse detrás de las caballerizas. Todo lo que podía salir mal, salió mal, durante la velada algunas herramientas cayeron produciendo un sonido de lo más estridente, los animales, asustados, comenzaron a relinchar lo que claramente llamó la atención de los criados, pronto descubrieron que tanto Enriqueta como Xavier no estaban en sus dormitorios, como debería esperarse, Enriqueta pasó varias semanas castigada en su habitación. Su castigo fue severo, al menos para lo que estaba acostumbrada, pronto le fueron asignadas las tareas más pesadas de la casa, cargar los sacos de grano, limpiar las pocilgas, ayudar al herrero y servir como pelele animado a la guardia. Su cuerpo pronto comenzó a llenarse de magulladuras aunque, como era de esperar, acabó ganándose el cariño de la guardia, durante los entrenamientos en algunas ocasiones le permitían portar una de las hojas de madera, aprendiendo a lo largo del tiempo, a manejarla con cierta soltura, finalmente acabó por acompañar a algunos de los hombres que partían semanalmente de caza.

 

Durante una cacería, la última mañana de la semana, como era costumbre se encontraba subida a una loma con su arco preparado, flecha en mano y mirada a la linde del bosque las horas pasaban tranquilas, aguardando a que los hombres espanten a los animales en su dirección. Pasado un tiempo un sonido de pezuñas la alertó, con un rápido movimiento acertó sobre dos piezas, de tamaño medio, que aseguraban carne al señor para toda la semana, había sido una gran sesión,con esas y alguna otra pieza de menor tamaño volvieron a casa.

 

Gracias a su recién y creciente adquirido favor, Enriqueta fué teniendo acceso a algunos privilegios que no eran típicos de las sirvientas, tales como una enseñanza algo más profunda que la media o entrenamientos más profundos y elaborados que a los que estaba acostumbrada. Después de años de estudio y entrenamiento se convirtió en una mujer muy capaz, hábil con el arco, la espada.

 

El día que cumplió la treintena, tomó lo poco que podía considerar suyo y partió sin despedirse de nadie, llevaba años meditando el cuando y el cómo. Finalmente el momento había llegado. Pasados unos largos cuatro años de espada de alquiler, cuando su espada se encontraba frente al cuello de un criminal perseguido por la ley, la frase del tipo cayó como una losa sobre su conciencia. - Tu y yo, no somos tan distintos… la diferencia es que yo sé lo que soy y acepto los trabajos bien pagados.- El bandido comenzó a reír, fue sin duda alguna una mala elección pues la espada atravesó su delgada nuca como si de pan se tratase, haciendo rodar la cabeza varios metros ladera abajo, suspiró y una vez limpiada la espada y cobrada su merecida y a la vez esperada recompensa decidió que era el momento de encauzar su vida, recogiendo las cosas que tenía en su habitación puso rumbo a la capital para registrarse con su nuevo nombre de forma oficial, Altenea, su apellido sin embargo al no ser especialmente peculiar decidió conservarlo en honor a los padres que tanto la habían mimado. Durante su estancia en la capital visitó la catedral maravillándose con el interior, la decoración y devoción que aquella gente profesaba por la luz, una de las ramas llamó especialmente su atención, demostrando incluso interés en el uso de la misma, aunque en su rama menos agresiva, la sanación.

 

Lo tenía decidido, iba a ser una reconocida paladina, capaz de llevar la tranquilidad y prosperidad donde fuese, luchar contra el mal y todo aquello que amenazase el estilo de vida que le habían inculcado, quizás formar una familia si la persona adecuada aparecía en su vida. Los días en los que se vió obligada a alquilar su espada por apenas unas monedas, habían llegado a su fin. Recogió sus cosas de la habitación donde se hospedaba y salió rumbo a la iglesia más cercana para seguir el camino de la rectitud, en busca de conocimiento, sustento, un sentido a su vida y claro, al fin y al cabo, una vida mejor.

 

Editado por Lish
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