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Maed'Rhos Sunsetbolt

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Descripción física:

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Maed'rhos es un sin'dorei de aproximadamente 1,80m de altura y complexión atlética. Por su rostro joven de facciones agradables aparenta unos 18 años humanos. Tiene ojos verde oscuro y una mirada penetrante y sagaz. Su tez es clara y sus cabellos de un rubio pálido, que siempre están desordenados, caen cubriéndole gran parte de la espalda y el rostro.

 

Descripción psíquica:

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Maed es un joven enérgico y entusiasta. Ama el bosque y la naturaleza y siente un gran aprecio por su patria. Si dañas de alguna manera los bosques, ten por seguro que te considerará su enemigo. Le gusta deambular y observar el paisaje, con lo que suele distraerse con facilidad. Su mayor deseo es unirse a los forestales y proteger junto a ellos las tierras de Quel'thalas. No siente demasiado aprecio por sus aliados del otro lado del mar y mucho menos por los renegados, por lo que mantiene una actitud distante pero cordial. 

 

 

 

Historia:

 

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Vivía con mis padres en la ciudad de Lunargenta. Éramos una familia humilde, teníamos nuestra casa en un pequeño barrio en la parte occidental de la ciudad. Mis padres eran sastres y el pequeño telar con el que mis padres fabricaban las telas era lo único de valor que poseíamos. A pesar de vivir con sencillez jamás pase hambre y siempre tuvimos leña en el fuego 

Mis padres querían que yo siguiera su mismo camino y me convirtiera en sastre como ellos, y aunque los ayudaba cuando tenían mucho trabajo jamás fue de mi interés aprender el oficio. Mi hermano mayor en cambio, los ayudaba con frecuencia aunque con su acostumbrado andar taciturno y callado. Sabia que en el fondo el odiaba ese trabajo tanto como yo.

De vez en cuando observaba a otros jóvenes elfos que se creían superiores solo por ser de sangre noble o porque provenían de familias adineradas. Ellos soñaban con ser grandes comerciantes como sus padres o importantes paladines de “La Luz”.
La Luz... muchos la nombran con respeto, mas yo nunca le di importancia. Pocas veces fui al sagrario con mis padres, ellos preferían dedicarse al trabajo duro... Era algo reservado solo para quienes tenían  poder político o económico. Recuerdo las miradas… frías, llenas de desdén… con un aire de superioridad. La luz no nos afectaba a nosotros, o eso era lo que la mayor parte del tiempo creía. De vez en un cuando llegaba algún paladín o un noble adinerado para ayudar a los más necesitados de nuestro barrio. Mi visión sobre los otros elfos cambiaba, pero una vez que ellos se iban el recuerdo no duraba demasiado.

Debo admitir que cuando era joven no era lo que se dice un gran trabajador. Solía escaparme, imitando a mi hermano mayor, a pasar los días a cielo abierto, adentrándome en  las profundidades del bosque, nadando en los estanques y ríos, o escalando riscos y escarpas. Había veces que estas incursiones al bosque duraban semanas, haciendo preocupar a mis padres.

Un día, hace varios años, volvía de una de estas aventuras cuando vi que un ejército se retiraba de Lunargenta, avanzando hacia el norte. Mientras me iba acercando pude distinguir que no eran elfos, eran una especie de cadáveres andantes. Detrás dejaban la ciudad en ruinas.
Corrí hasta mi casa desesperado pero ni mis padres ni mi hermano estaban ahí. Todo estaba en ruinas y las paredes bañadas en sangre me hicieron pensar que estaban muertos.

Más tarde supe que la fuente del sol había sido destruida y que el Rey Anasterian y los miembros del concilio habían sido asesinados.
Gran parte de los elfos supervivientes se marcharon con la llegada del heredero de Anasterian, el príncipe Kael´Thas. Otros se quedaron en Quel´Thalas bajo las órdenes de Lor'Themar Theron. Fui testigo, con dolor, de cómo quemábamos nuestros propios bosques para evitar que la plaga se extendiera.

Durante esos días sobreviví como pude, oculto entre los escombros de la ciudad en ruinas. Después de un tiempo de la partida de Kael´Thas llegaron a las ruinas un extraño grupo de elfos, tenían la piel mucho más clara, ojos azules y tez huesuda, muchos eran calvos o tenían principio de calvicie.
Al principio creí que eran refugiados y me propuse en ayudarles, además ya me estaba cansando de la soledad y quizás en compañía me sería más fácil soportar la sed de magia que por momentos sentía después de la destrucción de la fuente del sol.
Conviví con ellos por un tiempo  pero me di cuenta de que eran muy agresivos cuando no podían controlar su sed de magia que cada vez les era más frecuente. Comencé a evitarlos y por un tiempo volví a estar en soledad.

Una mañana vagando por la ciudad en busca de algo para comer vi como un grupo de desdichados perseguían a una joven elfa. Sin perder un segundo corrí en su ayuda y gracias a mi conocimiento de las ruinas los pudimos perder de vista y llegar a un lugar seguro.
Un vez a salvo, la pequeña me contó como se dirigían a la isla caminante del sol junto con su padre cuando el ataque de los desdichados los obligo a separarse.
Para tranquilizar a la pequeña le dije que encontraríamos a su padre, pero en el momento que me disponía salir a buscarlo vi a un elfo que se dirigía hacia nosotros. Inmediatamente note que no era un desdichado. Detrás del sujeto iba un magnifico dracohalcon, y al verlos la niña corrió contenta al encuentro de ambos.

El recién llegado, que resulto ser el padre de la niña, dijo llamarse Thungur y nos conto como había escapado de los desdichados y había dado con nosotros gracias a su fiel compañero el dracohalcon, quien nos había visto desde lo alto. Thungur era el cazador de una pequeña aldea de la isla caminante del sol y agradecido porque protegí a su hija me propuso que me convirtiera en su aprendiz. Por supuesto, acepté sin dudarlo un segundo y juntos partimos rumbo a la isla.

Durante cinco años aprendí de Thungur todos los aspectos básicos de la caza. Aprendí a manejar el arco y la espada, a desollar a mis presas y algunas recetas de cocina para convertir un simple pedazo de carne cruda en algo comestible y delicioso. Yo  aprendía rápido todo lo que Thungur me enseñaba, pero muy a menudo me cansaba de las lecciones y me escapaba al bosque donde pasaba la noche recostado sobre las raíces de los arboles observando las estrellas.

Era feliz viviendo con Thungur, que a lo largo de los años se había convertido en un hermano para mi.  También me divertía mucho jugando con Inhadril, la hija del cazador y llegamos a ser grandes amigos. Pero, en el fondo, sentía que me faltaba algo Había un vacío dentro de mi que no llegaba a llenar...
Luego de meditarlo por varios dias y noches le dije a Thungur que mi deseo era convertirme en forestal y aprender de ellos como proteger los bosques.
Thungur largo una fuerte carcajada, lo mire sorprendido.

– ¿Es acaso ese tu deseo?

– He sido testigo de cómo ardían nuestros bosques por culpa de la plaga que invadió nuestras tierras. No quiero permitir que algo así vuelva a ocurrir. 

Thungur sonrio orgulloso – No soy miembro de los forestales pero si quieres unirte a ellos te sugiero que te dirijas a la ciudad de Lunargenta… – Dijo Thungur pensativo – espera aquí un momento.

Entró a la casa. Cuando salió traía en sus manos un arco y un carcaj - Maed'Rhos has sido un gran discípulo… este es mi regalo de despedida. Si vas a convertirte en un forestal lo vas a necesitar… Te deseo lo mejor...


Al día siguiente la esposa de Thungur me dio una bolsa de viaje con algunas provisiones. Tome la bolsa, el arco con mi carcaj, una espada corta y un pequeño cuchillo para desollar y me despedí de ellos.
Empece a buscar a Inhadril pero no la encontré con ningún lado. Empecé a caminar hacia el camino que salia de la aldea cuando oí un sollozo detrás de un árbol.

Allí estaba Inhadril escondida, al verme corrió hacia mi, abrazándome...  - No quiero que te vayas - Tenía los ojos llenos de lagrimas - si te pasara algo... no se que haría... 

Inhadril había perdido a su hermano mayor durante el ataque de la plaga y el tiempo que estuve allí me tomó como si fuera su propio hermano.

 - Inhadril...  no me pasara nada malo... Ademas no estaré tan lejos.. los vendré a visitar cada vez que pueda

- ¿Lo prometes?...

Asentí enérgicamente - Puedes confiar en que volveré...  pero antes tengo algo que demostrar... Demostraré... que puedo ser alguien... seré un gran forestal... defenderé nuestras tierras y todos los que la habitamos de cualquier mal... cueste lo que me cueste.  ¡Es una promesa! - concluí sonriendo  

Ella sonrió un poco - Bueno... ¡Veté! - Dijo fingiendo enojo - y conviértete en un gran forestal...  

Le di un beso en la mejilla y partí rumbo a Lunargenta. 

- ... No me olvides. - Fue lo ultimo que le oí decir.

..

..

– Interesante Historia ¿Qué edad tienes jovencito? - Un el sujeto con el que me había cruzado por el camino preguntaba sin cesar. 

- Casi setenta años…

– Veo que tienes un largo camino por delante... No quiero retrasarte mas, te deseo suerte en tu viaje. Ah, ¡Por cierto! ¿Cuál es tu nombre? Si realmente te conviertes en un gran forestal podre alardear en mi aldea que te conocí.

– Mi nombre es Maed’Rhos...- Y en ese instante, por alguna razón pensé que mi apellido ya no me representaba, mi familia ya no existía. Por alguna razón.. tome un apellido que no era propio - Sunsetbolt - Complete tomando el apellido de mi maestro. Creí, mejor dicho, soñé, que algún día, el estaría orgulloso...

 

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