Aenar Thu'riel

[Thala 682]

 La luz del mediodía se colaba por las ventanas y puertas de la habitación comunal de la academia, Aenar se encontraba tumbado en su cama, con la mirada perdida en el techo, por suerte se encontraba a solas, sus compañeros de habitación se encontrarían en estos momentos disfrutando de una comida caliente en el comedor, de una conversación graciosa, de risas, compañerismo, disfrutando de sus amigos y compañeros de curso, pero Aenar no, una vez más, no tenía hambre. Aún no se había adaptado a su nueva vida, enclaustrado en aquel lugar, con clases que jamás parecían acabar, exámenes, prácticas y deberes que le parecían totalmente innecesarios, pero que cumplía con rigidez y exactitud, pues era lo que necesitaba hacer para conseguir su objetivo.

 

Sus pensamientos volvieron una vez a volar, libres, confusos y furiosos dentro de su cabeza. ¿De verdad estaba haciendo lo correcto? ¿Es esto lo que quería? ¿Valdría siquiera la pena el esfuerzo que iba a llevarle años y años de su vida? ¿No habría otra manera más..fácil..más rápida, de conseguirlo? Pero nuevamente, apartó esos pensamientos como malamente pudo de su cabeza. Sabía donde llevaban, conocía la existencia de otros poderes, que prometen poder infinito de manera sencilla, rápida, pero que maldicen a uno de por vida.. no, Jamás caería tan bajo, jamás escupiría en la memoria de su madre de esa manera.

 

Se incorporó, avanzó hacia la cómoda donde guardaba sus pertenencias, no es que fueran muchas, apenas unos cuantos libros, su ropa, y una flauta de pico que le regalaron el día que cumplió treinta y cinco años, la tomó entre los dedos y la acarició suavemente, siempre le recordaba a su padre, a ese padre que había preferido quedarse en el Alto Reino en vez de marcharse con su mujer y su hijo, a ese padre que prefirió alimentarse de la vida de otros seres vivos en lugar de mantener su honor y su familia. ¿Acaso si él hubiera estado con ella se podría haber salvado? Jamás lo podría saber.. lo culpaba tanto como lo echaba de menos.. Una simple rabieta de un joven que busca culpables para la muerte de su madre. Volvió a dejar la flauta en el cajón, sin tocarla, y tomó esa carta que había leído cientos de veces, la carta que le hizo decidirse a hacer algo finalmente con su vida y unirse a la Academia.

 

Con ella entre las manos volvió a tumbarse en la cama, y sus ojos repasaron las letras, ni si quiera necesitaba leerla, se la conocía de memoria, cada punto, cada coma, siempre estaban en el mismo lugar, y por mucho que la mirase, jamás iba a cambiar su contenido, ni sus consecuencias. Era la carta en la que se le notificaba que su madre había muerto. Ella era una cazadora de magos y brujos, al servicio de la Academia, del Imperio y de la Iglesia de la luz, tras escapar del Alto Reino, puso todo su conocimiento, toda su habilidad y toda su energía a disposición de los humanos que los acogieron en su momento de mayor debilidad, y fue uno de ellos la que terminó con su vida. Un mago renegado, que se había corrompido y había abrazado la brujería, estaba convencido de que algo debió de ocurrir..ella jamás se dejaría matar por simplemente un humano.. debieron de tenderle una trampa.. Era imposible saberlo, jamás le dijeron los detalles de su muerte, por mucho que lo preguntase, ni si quiera el nombre de su asesino conseguía descubrir, y eso no hacía más que enfurecerlo hasta límites que hasta aquellos momentos jamás habría creído posibles.

 

No le quedó mas alternativas.. no tuvo otra opción que seguir los pasos de su madre, debía de estudiar, debía convertirse en un mago a los ojos de los humanos, haría lo que fuera necesario para convertirse en uno de los cazadores de los corruptos y los desviados, haría lo que fuera para encontrar a ese hombre, y acabaría con el. Pero.. ¿Como? ¿Como podría el prevalecer allí donde ella había fracasado? ¿Cuantos años le llevaría,si quiera acercarse, a la habilidad que ella había lucido? Puede que jamás lo consiguiera, que ni si quiera conociera jamás el nombre del hombre que más odiaba en todo el mundo, pero no importaba.. nada importaba, lo intentaría una y otra vez hasta que lo consiguiera, o muriera intentandolo.

 

La alarma que daba la señal de que la siguiente clase estaba apunto de comenzar le sacó de su ensimismamiento, dejó escapar un suspiro lento y cansado, el deber le llamaba. Nuevamente, se incorporó y camino hasta guardar de nuevo la carta en su justo lugar, buscó entre su ropa la toga oficial de la Academia, si algo le apetecía menos que acudir a la dichosa clase, era soportar quejas sobre no llevar la indumentaria adecuada.

 

Salió al pasillo para reunirse con sus compañeros una vez más, y los volvió a inspeccionar una vez más, en realidad no eran malos.. lo sabía, ellos no tenían culpa de nada, pero ni si quiera les había dado la oportunidad, por muy amables que se hubieran mostrado.. ¿tal vez era el momento de cambiar de actitud? Intentar forjar amistades..conexiones con otros.. dejar de estar solo de una vez por todas.

 

Se aproximó a los demás, trató de lucir una sonrisa amable, que no consiguió mantener ni si quiera cinco minutos.. al menos esta vez devolvió los saludos con una fría cortesía, ¿Por algo se ha de comenzar, no? Puede que no tuviera malas palabras, ni desprecios para los demás, ante todo era un elfo, hijo de magos prestigiosos, y su educación había sido estrica y dura, pero había descubierto que a los humanos, muchas veces, les irritaba más una falsa y fría cortesía, tan caracteristica de los suyos en encuentros sociales, que unas burdas y toscas palabras mal sonantes.. debería recordarlo para el futuro  y tratar de evitarlo, pero eso sería en otro momento, la clase, comenzaba.

Editado August 27, 2019 por Thala