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SpetznazsGandalf

Akil

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  • Nombre del Personaje
    Akil
  • Raza
    Trol
  • Sexo
    Hombre
  • Edad
    26
  • Altura
    2'21 metros
  • Peso
    85 kilogramos
  • Lugar de Nacimiento
    Cercanías de la aldea Colmillomar
  • Ocupación
    Cazador y guerrero de la tribu
  • Descripción Física

    Ni muy fuerte ni muy alto, se mantiene en los estándares de la raza. Se ha dejado crecer una larga cresta pelirroja que siempre mantiene peinada, usando resina. Destacan los adornos de hueso por todo el cuerpo y la vestimenta de pieles. Los más llamativos son; un cráneo de felino que mantiene sujeto por una corre a su bíceps y varios colmillos de diferentes bestias incrustados en la piel. 

  • Descripción Psíquica

    Es un trol joven, de carácter huraño. Belicoso, temerario y audaz, resulta ser un adicto a la adrenalina. Y como sus coetáneos tremendamente supersticioso. Disfruta de la tranquilidad que le proporciona su pequeño reducto adentrado en la selva, algo alejado del resto de la tribu. 

  • Ficha Rápida
    No (1000 palabras mínimo)
  • Historia

    Akil, hijo de Zal, uno de los reducidos cazadores de la tribu Colmillomar. Su nacimiento costó la vida de la progenitora, y fue educado por su padre. Un trol de raras costumbres que había hecho de su hogar una pequeña gruta cerca de los principales cotos de caza que pertenecían a la tribu. Aquel agujero excavado en la roca estaba adornado con huesos y pieles de todas las bestias que compartían territorio con la tribu.

    El cachorro fue creciendo, acompañando a su padre en las cacerías y curtiéndose en la materia. Al vivir algo lejos del poblado apenas pudo interactuar con el resto de niños trols. Zal tampoco descuidó el aprendizaje religioso de su hijo, y cuando no practicaban las artes de la guerra o la caza deleitaba a Akil con historias de tiempos remotos sobre los trols y sus respectivos loas. También le habló sobre su antiguo hogar, tal y como se lo describió a él su padre. La enorme Tuercespina, y algo le contó sobre la guerra que los diezmó a todos, lo poco que la tradición oral trol pudo rescatar del olvido.

    Ya era lo suficientemente mayor, y había desarrollado sus habilidades. Su padre abandonó los aprendizajes y le llevó a cazar de verdad. Se adentraron en la jungla durante dos jornadas, alimentándose con la correosa carne de una serpiente a la que Zal dio muerte. Era muy difícil orientarse allí, donde todo es igual. Donde todo está cubierto de hojas, y donde apenas da la luz de la luna cuando cae la noche. El calor era húmedo y pegajoso, además los mosquitos hacían casi imposible el sueño. El terreno fangoso era difícil, y necesitabas estar acostumbrado a caminar sobre él para no dar más de un traspiés. 

    Entonces fue cuando todo cambiaría para Akil. Se encontraron con otro trol, por las pinturas faciales Zal pudo identificarlo como un miembro de la tribu vecina. Hacía unas pocas semanas ya habían asesinado a un Colmillomar por adentrarse en su territorio, y Zal insistía en calmar a aquel Lanzafilada, que parecía muy cabreado simplemente porque el par de cazadores habían cruzado una frontera no señalizada. La discusión se prolongó, y fue subiendo de tono hasta que desembocó en una pelea. Intercambiaron golpes durante un par de minutos, hasta que el Lanzafilada sacó un cuchillo hecho de hueso y apuñaló brutalmente a Zal, el cual cayó al suelo desangrándose. Akil se quedó paralizado, mirando a aquel trol que acababa de asesinar a su padre, sin poder hacer nada más que reprimir su instinto guerrero para salir de aquella con vida. Y entonces, aquel Lanzafilada se marchó.

    Allí se quedó Akil, solo y en mitad de la espesura. Llorando por la pérdida de su padre. Y arrastró su cadáver de vuelta al poblado, sin comer, sin dormir. No cesó hasta llegar a las mismísimas puertas de la aldea, y allí, después de ver como la gente se aglutinaba desfalleció por la hambruna y el cansancio.

    Recobró la consciencia por la noche, le dolía hasta el último de los músculos. Estaba en una choza, ni grande ni espaciosa. Solo había una hamaca ocupada por el mismo, una mesa y un montón de objetos apilados. Olía a humo, y sonaban cánticos y tambores. Akil lo dedujo bastante rápido, era un entierro, probablemente el de su padre. Y se levantó penosamente mientras emitía un quejido de dolor. Efectivamente había dado en el clavo, un pequeño grupo de trols se hallaba alrededor de una pira funeraria. Se acercó cojeando, y allí estuvo durante toda la noche. Mirando como ardía el cadáver de Zal.

     

    A la mañana siguiente volvió al humilde hogar del cazador, y pasó recuperándose de tamaño esfuerzo físico dos días y dos noches, comiendo raíces y carne seca, comprendiendo que a partir de ahora tendría que sobrevivir solo. Las cosas serían mucho menos cómodas ahora que Bwonsamdi custodiaba el alma de su padre. Odiaba a los Lanzafilada con todo su corazón, pero no podía dejarse llevar por las emociones. No de momento, ahora que se había recuperado tenía mucho trabajo que hacer, quizá demasiado. Así que mejor empezar pronto.

    Fue creciendo en tamaño y en inteligencia, emprendiendo una vida solitaria. Sin tener apenas contacto con otros trols, por lo que con el paso del tiempo se convirtió en un alguien algo huraño, pero no desconfiado. Era incapaz de no confiar en los miembros de su tribu.

     

    En una de sus cacerías cometió el mismo error que su padre, internarse en las tierras de los Lanzafilada, un simple descuido que acabó en una gran pelea. Iba siguiendo el rastro de un raptor, y se topó con otro cazador. Ambos empezaron a discutir por quién se quedaría a la presa, y entonces un Akil joven e inexperto montó en rabia, golpeando al Lanzafilada con todas sus fuerzas, e iniciando una pelea de la que saldría algo malherido. Aunque hasta el más pequeño corte es peligroso en la jungla. Se vendó la herida con una retal de las ropas del trol muerto y siguió persiguiendo a aquella bestia durante un par de horas, hasta que la encontró, alimentando a su prole. No se lo pensó mucho y le arrojó su lanza, que se clavó en el costado. La bestia cargó hacia Akil, pero consiguió apartarse y dejar que se chocara contra uno de los múltiples árboles que había por toda la zona, y aprovechó el aturdimiento provocado por la colisión para apuñalarle el bajo vientre con su cuchillo de hueso, muchas veces, hasta que cayó muerta al suelo. Las crías se acercaron, mordisqueando los tobillos de Akil, pero las metió en una bolsa junto a la carne de su madre. Y marchó hacia la aldea.

    Al llegar buscó a quién darle las crías de raptor, y encontró a dos hermanas. Tishara y Hirsin, que aceptaron de buena gana a quedárselos. Aunque le soltaron una buena bronca al ver en qué condiciones traía a las crías, pero tampoco sirvió de mucho.

     

    A día de hoy continúa con su vida ermitaña, resignado al ver como el Jin rechaza constantemente las peticiones de entrar en guerra con los Lanzafilada, aunque continúen matando a miembros de su tribu.

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