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SpetznazsGandalf

Francis Laine

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  • Nombre del Personaje
    Francis Laine
  • Raza
    Humano
  • Sexo
    Hombre
  • Edad
    26
  • Altura
    1'79 metros
  • Peso
    75 kilogramos
  • Lugar de Nacimiento
    Ventormenta
  • Ocupación
    Perista, timador.
  • Descripción Física

    De altura y complexión dentro de la media presenta una cabellera castaña perfectamente cortada y peinada hacia atrás que hace juego con su peculiar afeitado. No posee tatuajes, pero si cicatrices.

    Suele vestir ropas caras, generalmente de tonos oscuros junto a algún sombrero.

  • Descripción Psíquica

    De carácter agradable, normalmente simpático y formal, aunque a veces puede perder las formas debido a su intolerancia ante el fracaso.

  • Ficha Rápida
    No (1000 palabras mínimo)
  • Historia

    Francis nació en el seno de una familia de clase media, su padre Ransley era un pintor apasionado del arte y su madre Helena regentaba una tienda de antigüedades heredada de su abuelo. No tuvo una infancia acomodada pero tampoco pasó hambre, Ransley además de artista era un gran falsificador, por lo que solía vender rápido todas sus obras a nombre de grandes pintores. Francis, que por gracia o desgracia era un muchacho muy avispado comenzó a seguir los pasos de su padre, el cual se sinceró con él desde el principio. El trabajo de Helena también le gustaba al rapaz, pero al ver que generaba más ingresos pasaba más tiempo aprendiendo de Ransley, curtiéndose en el oficio de la falsificación. Si se le puede llamar oficio, claro.

    Al llegar a la decena le apuntaron a una humilde academia, donde empezó a socializar con otros niños mientras aprendía a leer y escribir de la forma más básica. Fue junto con sus nuevos amigos cuando empezó a salir a la calle, y se pasaba los días enteros allí, entreteniéndose con cualquier cosa incluyendo molestar al resto del vecindario. Conocía bien su barrio, y conforme fue creciendo su interés por el dinero se desarrolló más que sus músculos, por lo que ayudado de sus compinches comenzó a hacer desaparecer las faltriqueras cargadas de monedas de los cinturones de los paisanos, gastándose el dinero en la misma tarde o escondiéndolo para evitar una bronca por parte de sus padres. No le gustaba la academia, pero estaba claro que si la dejaba de lado terminaría siendo un don nadie, por lo que continuó con sus estudios costeados por el para nada honrado trabajo de su padre.

    Todo iba perfectamente, hasta que llegó la adolescencia y por desgracia y voluntad de su padre se vio metido en turbios negocios. Esta vez solo tenía que acompañar a su padre a la casa del adinerado prepotente de turno, un tal James Charlington. Propietario de unos humildes viñedos en la zona del bosque más cercana a la capital. Llegaron allí, y fueron atendidos por una de las múltiples criadas, que curiosamente iban bastante ligeras de ropa.

    Esperaron a que James regresara de atender unos asuntos, no más de cuarenta minutos. Y empezó la negociación, que parecía no tener fin. Ransley al parecer pedía demasiado para ser una obra falsificada, y James rechazaba la oferta que hacía una y otra vez. Así estuvieron cerca de una hora, hasta que James aceptó el precio simplemente para que se callara. Y se fueron de allí, con el saquillo bien cargado en el bolsillo. Francis se había quedado con la copla de todo lo ocurrido, aunque fue una estrategia algo extraña la que usó su padre, pero el aprendiz tampoco se paró a pedir explicaciones.

    Siguió acompañando a su padre a múltiples negociaciones, conociendo a tipejos bastante extraños, pero que se podía esperar de la parte más pomposa y exagerada de la burguesía ventormentina. En una de las visitas hizo migas con la hija de un escultor medianamente conocido, que se quedó en nada porque el padre amenazó de cortarle las pelotas.

    Continuaba estudiando en la academia, pero ya había dejado de lado a la mayoría de sus amigos y su actividad delictiva para dedicarse completamente al oficio de su padre, quería convertirse en un gran falsificador. Parecía una vida fácil, con saber copiar una firma ya podías embolsarte una desorbitada cantidad de monedas, pero, ¿Y si utilizaras esas habilidades para falsificar documentos? Podría colarse en todas las fiestas de la alta sociedad y embriagarse con los mejores licores de la ciudad, eso fue realmente lo que le motivó a instruirse en ese oficio, el poder de hacerte pasar por quien quieras con un sello falso y algo de ingenio, que eso precisamente le venía en la sangre, ambos progenitores eran astutos vendedores. Pese a querer curtirse en cuerpo y alma al lado de su padre, nada le libraba de tener que pasar las tardes de domingo atendiendo la tienda de Helena y limpiando aquellos extraños aparejos, no hacía mucho dinero ya que la mayoría de antigüedades se perdieron con la destrucción de la capital por parte del ejército orco, pero algo quedaba, y si eras listo podías hacer mercado con ello.

    Las tardes llenando el pergamino de firmas eran tediosas y aburridas, pero todo era por su futuro. Por poder vivir sin tener que mover un solo dedo, esa idea si que le gustaba, como le gustaría a cualquiera.

     

    Una tarde como otra cualquiera unos extraños llamaron a la puerta de la casa, iban armados y buscaban a Ransley, que salió a atenderles bastante extrañado. Hablaron durante un buen rato, discutiendo y negociando a partes iguales, hasta que el falsificador les cerró la puerta en las narices y se marchó de nuevo a la habitación. Pero Francis salió justo después, y le dio tiempo a alcanzarlos. Él si que aceptó el trabajo, falsificar una firma por dos plateadas. Estaba chupado. Lo hizo en apenas cinco minutos, y se lo entregó a aquellos malhechores. Probablemente sería el primer error de los muchos que cometería. 

    Al día siguiente se corrió la voz de que un acaudalado señor había sido asesinado junto a su familia y unos invitados durante una cena, envenenados decían unos, otros degollados, y otros más imaginativos decían que los habían torturado hasta la muerte. Pero solo una cosa estaba clara, Peredin León había muerto, y la tarde anterior Francis había falsificado su firma por dos plateadas. La culpabilidad le corroía, le asfixiaba. Se pasó el día tirado en la cama, sin apenas probar bocado, y Ransley supo entonces lo que había pasado. Quería a su hijo, pero debía mantener a su familia a salvo. Así que le obligó a recoger sus cosas y marcharse de casa, sabía lo suficiente como para ganarse la vida de forma independiente.

     

    Y así comenzó a ganarse la vida como un perista y timador más de los tantos que habría repartidos por la capital, con el paso de los años terminó cogiéndole el gusto, hasta se divertía haciéndolo. Pero el principal motivo, el dinero. La fiebre del oro había anidado bien profundo dentro de él.

Editado por SpetznazsGandalf
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