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Beretta

Sagar Drusas

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Sagar 'Incompleto' Drusas

 

Raza Humano

Sexo Hombre

Edad 35

Altura 1,78

Peso 60

Lugar de Nacimiento Stromgarse

Ocupación Mercenario

Descripción Física

De complexión fibrosa y atlética y una estatura mediana para los hombres de la zona, caminando algo encorvado y con la mirada siempre perdida entre sus alrededores, como si le gustara mantener un cierto control de sus entornos.  Su piel es ligeramente morena, fruto de la mezcla de linajes. De pelo oscuro recortado a cuchillo, normalmente grasiento y pegado a la cara, y una barba no mucho más cuidada que oculta las marcas de la viruela que salpican su cara.  Varias cicatrices y  trofeos de peleas pasadas se reflejan en su cara, enmarcando unos ojos azules que podrían ser lo único medianamente llamativo en su semblante. Le falta un dedo en la mano izquierda, lo que parece dar pie a su apodo. 

Descripción Psíquica

De carácter tranquilo y resignado a los pesares de la vida, que lo hacen parecer mucho más mayor de lo que realmente es. Acostumbrado ya a la vida de armas, no parece guardar interés ninguno por algo más allá de las mujeres y la bebida, conformándose con lo que le depara cada nuevo día, sin esperar mucho más de la vida. 

Ficha Rápida
No (1000 palabras mínimo)

Historia

Alzó la ballesta, colocando el virote de punta acerada en la cuerda y tensándola lentamente hasta que un quedo chasquido lo avisó de que se hallaba ajustado y listo para disparar. Se permitió unos instantes para deleitarse en acariciar la madera del gatillo, asegurándose de que poseía rápido acceso a éste. El olor a madera, aceite y metal apenas le permitía oler nada mas, tensando sus sentidos. Acojonado por si un mal giro del viento llevaba ese mismo olor hacia sus presas. Amparado por el espeso ramaje del árbol en que se había encaramado, tornó de nuevo la vista en dirección al claro.

Su presencia y la de sus compañeros había pasado desapercibida hasta el momento para la pareja de ogros, que habían estado compitiendo encarnizadamente por las vísceras de su última víctima, un cazafortunas de poca monta que había tenido la mala pata de adentrarse en sus terrenos. El hombre apenas sí había dirigido una mirada desinteresada en dirección al cuerpo inerte del muchacho, con el que había mantenido una conversa apacible pocos días atrás.  Él mismo había estado tentado de aceptar el trabajo que el muchacho había tomado para sacar unas cuantas monedas, pese a que la ruta que les habían propuesto para acompañar la carreta parecía poco segura. El que arriesgaba no ganaba, que solían decirle, pero finalmente había optado por declinar el trabajo y esperar un poco. No había tardado en aparecer esa nueva ocasión.

Tanto él como el resto de los que ahora rodeaban a los ogros habían sido llamados a posteriori, cuando el cargamento no había pasado por donde debía, y se había perdido todo rastro del conductor y los dos mercenarios que iban con ellos. La misión de escolta era ahora una de rescate, aunque lo único que llevarían de vuelta serían las malditas telas y vituallas, pues poco había ya que rescatar de esas tres almas.

Pobre diablo. Tendría que haber hecho caso de los más veteranos cuando le avisaron del peligro de esas rutas, pero la labia del mercader lo había convencido. Y su plata, por supuesto, que había refulgido rápidamente entre sus manos como un adelanto fugaz de la buena paga que le esperaba. Su muerte le inspiraba cierta lástima, pero había pasado a ser uno de tantos. Era la misma historia de siempre y había aprendido, con sangre y rabia, que no debía permitir que la afectase.

Un bramido procedente del claro la hizo tomar consciencia de nuevo de dónde se hallaba, apartando por completo los pensamientos sobre el muchacho de su mente. La danza de las bestias había finalizado abruptamente cuando una de ellas en un alarde de poderío habia lanzado un puñetazo a la cara de su compañero y le había arrancado los restos de carne de las manos para alejarse con rapidez, rumbo a su túmulo. A preparar el caldo que muchas veces ya habías visto.  

‘’Se ha llevado la mejor parte, pero aún te queda una carcasa para el caldito. Acercate’’ - pensó, aguantando aún en tensión. Veía, desde su posición, como sus compañeros habían empezado a acercarse, con las lanzas y los filos en las manos.

Como respondiendo a su pensamiento, el ogro se acercó lentamente a los restos, moviéndolos con un gesto del pie para ver qué mas podía rescatar, lamentándose de tener que contentarse con la carcasa del muchacho.

Se apoyó en el tronco árbol, para darse más firmeza en el brazo y mantener la ballesta erguida, mientras seguía a su presa con la mirada. Ahora que estaba solo sus posibilidades de éxito eran mucho más elevadas. No obstante el otro volvería pronto, dispuesto a reclamar hasta los huesos del manjar. Tenían que actuar con rapidez.

Apuntó a su yugular y disparó.

 

[...]

 

Un sentimiento de tranqulidad invadió al hombre cuando la silueta de la fortaleza de Stromgarde se dibujó poco a poco tras la colina, iluminado por un sol radiante que había empezado a caldear esas tierras con la llegada de la primavera. No le había costado acostumbrarse a ese ritmo de vida, a entrar y salir constantemente de la seguridad de las murallas para ganarse unas monedas que le hicieran el día a día más sencillo. Era a fin de cuentas el sino de los hombres como él, que habían nacido con cierto don para las armas y la guerra, pero sin la férrea disciplina que el ejército imponía. Aquello no había sido para él, como había descubierto a temprana edad, pero el filo había seguido siendo su modo de vida. La vida no era misericordiosa con los débiles, y sus preocupaciones rara vez salían de sus necesidades básicas-..y de la necesidad de encontrar más encargos, lo suficientemente sensatos para no acabar como el pobre muchacho que ahora yacía con las tripas desparramadas por medio Arathi.

Allí, con la disposición que los nobles y los terratenientes albergaban para discutirse, enfrentarse o comerciar, siempre había algo de trabajo. Era curioso el como de un día para otro la gente cambiaba de parecer, hasta el punto de que ya no sabía que tipo de trabajos le esperarían al día siguiente. Los hombres como él no eran mas que brazos ejecutores, herramientas para el que tenía monedas en las manos. Resignarse o morir. O disfrutar, como había decidido en última instancia.

Permaneció un rato frente a la lumbre, observando el baile incesante de las llamas, meditativo. Lace no tardaría en llegar de nuevo hasta ellos, con la recompensa que el mercader había prometido por recuperar el cargamento. Sabia lo que venía ahora. El hombre habría puesto pegas, porque una u otra tela estaba manchada de sangre, porque una u otra vitualla había perdido algo de lustre en una esquina. Siempre era igual, y se repetía la misma situación. Lace por suerte era buen negociador, y conseguiría buena paga para los que habían ido a rescatar el cargamento, aunque fuera inferior a lo que habían acordado. Ya contaban con aquella maldita manía.

Tomó una botella de whisky, sirviéndose un vaso. Entornó los ojos de nuevo hacia las danzantes llamas, observándolas fijamente durante unos instantes. Se permitiría unos días de tranquilidad después de charlar con Lace de nuevo, antes de salir de nuevo en una misión. Las chicas del burdel estarían encantadas de echar mano de su saquillo de monedas, y él-..por qué no, de disfrutar de una compañía fogosa.

 

//ya arreglaré este despropósito mas adelante xD

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