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Lish

Keehlana

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  • Nombre del Personaje
    Keehlana.
  • Raza
    Draenei
  • Sexo
    Mujer
  • Edad
    327
  • Altura
    2.17
  • Peso
    106
  • Lugar de Nacimiento
    Shattrath
  • Ocupación
    Militar
  • Descripción Física

    Su cuerpo es musculado y pesado.

    Los cuernos de su cabeza son largos y retorcidos hacia atrás, su pelo plateado crece con rapidez y tiene que recogerlo o cortarlo de forma frecuente.

     

    Exarch Yrel by blackdaisies-DA on DeviantArt

  • Descripción Psíquica

    Tiene un sentimiento de justicia y de lo que esta bien, muy arraigado.

    Es leal y valiente, llena de coraje.

  • Ficha Rápida
    No (1000 palabras mínimo)
  • Historia

     

     

     

    La lluvia producía un ruido metálico constante que amortiguaba los murmullos de nerviosismo que brotaban de los labios de sus camaradas, el viento amenazaba con arrancar de su brazo el escudo que alzaba ante ella, un relámpago dibujó la silueta de sus enemigos en el horizonte durante unos segundos, eran la última línea de defensa entre aquellos orcos y su amada aldea, pero habían de tener valor, coraje por sus amigos, por su familia, se podrían romper sus escudo, se podrían quebrar sus huesos, su armadura teñirse de un rojo claro, pero sentía que hoy no sería ese día, hoy no era el día.

     

    Mientras aguardaban con suma paciencia el embate, una imagen acudió a la mente de Keehlana, cálidos días en los que grandes prados verdes se extendían ante ella, aquella nueva tierra había traído esperanza y una segunda oportunidad a su gente, ella por suerte o por desgracia no había conocido su mundo de origen, pero a ella esto no le parecía malo, formaba parte de la nueva generación que debía enmendar los errores cometidos, siendo muy joven mostró un sentimiento de la justicia y lealtad fuertes, lo que la llevó a acudir al sacerdote de su aldea en busca de consejo que la llevase hasta una idea que rondaba su cabeza desde hacía tiempo, ser vindicadora. Sonrió bajo su yelmo, el agua de la lluvia estaba empezando a calar a través de las placas de la armadura. Aquella época fue casi perfecta, sus padres estaban orgullosos de las aspiraciones que mostraba aún a tan temprana edad, con la aprobación de estos y el consejo del sacerdote comenzó su instrucción.

     

    Un grito de furia proveniente del bando contrario la arranca de sus pensamientos, el grupo que tiene frente a si alzado ante ellos se agita con nerviosismo, cierra los ojos unos instantes implorando a la luz apoyo en la batalla... la luz, aquella que acudió a su llamada para sorpresa de su maestro, lo que abrió ante ella la posibilidad de formarse como paladina, aunque de todas sus ramas la que más la fascinó fue la de protección, ser capaz de proteger a sus seres queridos y plantar cara a los demonios que atormentan a su raza. Los orcos nunca habían suscitado ningún tipo de cariño o sentimiento de igualdad, pero tampoco los había odiado ni considerado un estorbo, de hecho estaba incluso agradecida por compartir el mundo con esta especie, por esto le había pillado por sorpresa el cambio de comportamiento que estos mostraban de forma tan repentina.

     

    Las patas comenzaban a hundirse en el barro formado a causa de la copiosa lluvia, los segundos que pasaban se hacían eternos, el guantelete emite un sonido metálico al rozar con el mango de la hoja que porta, se acercaba el momento de la batalla.

     

    Una flecha surca el cielo en dirección al bando enemigo, ¿De dónde ha venido? Tenían orden de ganar tanto tiempo como pudieran y nadie había dado la orden de comenzar la batalla, la flecha se detiene atravesando el rostro de un orco que se alzaba sobre los demás, se hace el silencio, parece como si la mismísima naturaleza hubiera contenido el aliento ante tal suceso, un grito de guerra rasgó el silencio y con este las tropas orcas se abalanzan contra ellos, que vengan piensa, no voy a ceder ni un solo paso, grita para llenarse de coraje mientras esconde su cuerpo tras el escudo y alza la espada en ristre frente a si lista para recibir el impacto... o eso pensaba ella, el primer orco que llega queda brutalmente empalado en su hoja pero los que vienen por detrás pasan sobre ella como si de una manada de elekks se tratase, sus huesos crujen y la mirada se torna de un color rojizo hasta perder el sentido.

     

    Al abrir los ojos no es capaz de encontrarse a si misma, las imágenes de la batalla acuden a su mente sobre cargándola, se incorpora con rapidez totalmente desorientada, con lo que descubre de la peor forma posible que ha sido una muy mala idea, sus articulaciones crujen, y los músculos se quejan por el esfuerzo. El alarido es tan estruendoso que no pasan ni diez segundos antes de que una imagen femenina entre en su tienda, vestida con una toga blanca pone su mano en la frente de Keehlana para hacerla bajar hasta la almohada de nuevo, negando con la cabeza, su cuerpo está lleno de moratones, cortes y heridas, siente como empieza a canalizar luz para sanar su cuerpo. Extrañada por la situación y superada por el agotamiento no alcanza a enlazar tres palabras seguidas con sentido, cuando la extraña muchacha termina con su rutina sanatoria y presta algo más de atención a lo que Keehlana trata de decir logra entender sus palabras y sonríe. La muchacha le narra el desenlace de la batalla con gran lujo de detalles, Keehlana suspira de tranquilidad al escuchar como en el último momento los refuerzos acudieron a su llamada para terminar por abatir al ejército orco logrando de esta forma proteger su aldea y a la gente que en ella se ocultaba.

     

    Más su alivio no duró demasiado, trompetas de guerra retumban en la sala principal, incorporándose tan rápido como le es posible cuela la cabeza por los pliegues de la cortina que la separa del resto de los heridos dotándola de una minúscula y frágil intimidad. La gente corre de lado a lado, un enorme barullo proveniente del exterior seguido de un par de estruendos le hacen temer lo peor. No es capaz de ponerse en pie sin caer de bruces al suelo arrastrando consigo el dosel, a nadie parece importarle, de hecho no es la única en esa situación. A los poco tiempo no tardan en llegar soldados para cargar con los heridos, Keehlana se resiste como puede, ella no quiere huir, no la han preparado para ello, preferiría mil veces fenecer en batalla antes que huir con la cola entre las piernas. El tiempo pasa y cada vez el bullicio de la batalla suena más cercano, los heridos se acumulan, las sanadoras ya no dan a basto… finalmente, se rinde.

     

    Han pasado varios años desde que tuvieron que abandonar su amada ciudad de Shattrath, llegando a dar con sus huesos en Zangar, concretamente al pueblo de Telredor donde prestó sus dotes con la luz para ayudar a su gente a seguir adelante, la imagen de un mundo deteriorado, resquebrajado y explotado para el beneficio orco no hizo más que mellar en su esperanza de una tierra como antaño. Cansada de la batalla y con tal visión ante sus ojos decide quedarse en el pueblecito que le ha dado cobijo para servir y proteger a su gente.

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