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Dorito

[Historia] Miela Melwyn

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Miela Malwyn

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Raza

Humana

Sexo

Mujer

Edad

19

Altura

1'59 cm

Peso

57 kg

Lugar de Nacimiento

Lordaeron 

Ocupación

Novicia escarlata

 

 

Descripción física

Miela es una joven de baja estatura y de peso estándar, tiene una larga melena de un color rojo intenso que suele llevar recogida en una coleta alta, varios mechones de pelo caen sobre su rostro y mejillas. Sus ojos decorados con unas largas pestañas, tiene rasgos finos, de tez pálida. Lo más significativo de su rostro es su ojo derecho, el cual es completamente blanco, siendo tuerta de nacimiento.

Si no viste el uniforme de iniciada de la escarlata, vestirá con una pieza de tela blanca, un vestido que llega hasta las rodillas, adornado con pequeñas flores bordadas y tiras de cuero negro en las que engancha faltriqueras y su libro de salmos, lleva una larga capa color carmesí y unas botas largas de cuero. A la espalda carga una vieja vara de combate.

Casi siempre la acompaña su cuervo albino, llamado Poncho. 

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Descripción Psíquica

Inocente, con una gran empatía y con una gran predisposición para ofrecer ayuda al resto. Intenta seguir las tres virtudes de la Luz en todo momento, además de realizar rezos y salmos casi todos los días. Tiene una actitud altruista, además de intentar en todo momento apoyar a los más necesitados. Siente un gran respeto por sus superiores y sus compañeros. No se separa de su compañero Poncho, un cuervo albino, por el cual siente un gran apego. Suele llevar bien su discapacidad, aunque tiene inseguridades por culpa de esta.

 

Historia

Spoiler

-Se llamará Miela... -Murmuró la señora Malwyn a la matrona, aún débil tras el parto, con su recién nacida hija en brazos.

-Lamento lo de su ojo. -La matrona no pudo contener una mueca de pena al ver el ojo pálido de la cría.

El parto tuvo lugar diecinueve años atrás, en una casa de una pequeña aldea al este de Lordaeron, era una de las pequeñas aldeas custodiada por el monasterio escarlata, casi todo el mundo se conocía allí por lo humilde de la aldea. La familia Malwyn, compuesta por una mujer joven de cabellos rubios que se dedicaba a la repostería y su esposo, un hombre de casi cuarenta años de pelos rojizos como el fuego, instruido en la vida militar y acogido como cruzado por los Escarlata. La pequeña Miela pasó los primeros años de vida casi sin poder ver a su padre, el cual ni siquiera pudo asistir al parto, ya que se hallaba combatiendo contra la amenaza no-muerta. Ya desde pequeña, su madre como, cuando estaba en casa, su padre enseñaron a Miela los caminos de la Luz y las tres virtudes, 

-La primera virtud es el Respeto, este debe reinar sobre todo lo que nos rodea para mantener la tranquilidad y el orden. La Tenacidad, nunca debes rendirte en tu empeño hija, no desistas en tus propósitos y sigue el camino de la Luz. Y la última y más complicada, la Compasión, debes saber a quién, cuándo y cómo ayudar a alguien, deberás de poner mucho empeño para desarrollarla como es debido, pero ahora concéntrate en tus estudios. -El veterano Escarlata le revolvió el pelo con una sonrisa paternal, solía repetirle esos discursos siempre que estaba por casa, la pequeña escuchaba con curiosidad y respeto, por mucho que se lo repitiese, nunca se cansaba, ya que era en los momentos que más podía disfrutar de su padre.

Su infancia fue sencilla, solía estudiar los libros que conseguía en la pequeña capilla de la aldea, estudiando los rezos y salmos, también solía visitar a un anciano sabio que tenía una gran colección de libros, comprados durante su juventud en diversas librerías de los reinos humanos. Aunque tuviese un ojo inutilizado, eso no le impedía disfrutar de la lectura. Fue creciendo, a la edad de 12 años ya empezó a trabajar con su madre, ayudándola en todo lo que podía con la repostería. Casi toda la aldea se preocupaba por la joven, había pocos niños y Miela era especialmente llamativa por su actitud altruista, su melena escarlata y su ojo blanquecino, pero debía proseguir con sus estudios y a la edad de 14 marchó al Monasterio escarlata, dónde tendría un hogar junto a su madre.

En el Monasterio casi todo le marchaba bien, empezó a poder materializar pequeños resquicios de Luz, pero todo iba a complicarse para ella. Dejó en su pequeña aldea a todas sus amistades y seres queridos, salvo a su familia, la gente en la villa no solía ser agradable, en especial la gente de su edad, quienes la despreciaba por prejuicios o por esos comportamientos que tienen los jóvenes.

-Eh, mirad a la cíclope. 

-Qué miedo da la tuerta...

-Monstruo...

Solía escuchar comentarios como esos, lo que la hizo alejarse de sus compañeros, no se lo tomó a mal, ni siquiera les guardó rencor, pero no podía evitar sentirse culpable. Al no tener amistades, solo pudo centrarse en sus rezos y estudios, además de ayudar a su madre en la nueva repostería que abrieron en la Villa. Su padre había estado mucho más ocupado de lo normal estos últimos años, ya que las incursiones de los no-muertos no cesaban.

Tras varios meses de estancia, una carta llegó a la señora Malwyn, temiéndose lo peor, la abrió con ansia, leyendo a toda velocidad, emitió un suspiro de alivio pero su rostro se tornó a uno entristecido, en la carta anunciaba que su marido había perdido una pierna en combate y tendría que retirarse. Tardó un mes en llegar, fue recibido de brazos abiertos por su familia, negándose a ser un estorbo y con su carácter tozudo, decidió ayudar en el Monasterio, entrenando a reclutas Escarlata estrategia y como defenderse, era conocido por los reclutas por ser uno de los más comprensivos, muchos de ellos, incluida su hija, lo acompañaban para que les contase sus aventuras de guerra contra la plaga.

Los años pasaron y Miela había avanzado progresivamente en sus estudios, seguía sola y las miradas juiciosas no paraban de perseguirla, aunque había una joven llamada Layla que no parecía tener malas intenciones, aún así, por sus inseguridades, nunca fue capaz de tener una conversación con la muchacha.

Una tarde cálida de verano dio un paseo por un parque del Monasterio, en verano y primavera era especialmente bonito, ya que solía estar verde, cruzando uno de los caminos de piedra, escuchó unos graznidos agonizantes, eran de un joven cuervo albino el cual tenía el ala rota, no pudo evitar sentir una gran empatía por el animal, ya que al igual que ella, era distinto al resto en su físico, le trato el ala y lo cuidó hasta que pudo alzar el vuelo de nuevo, pero este, pese a todo pronóstico, no se alejó de Miela, siendo su compañero y plumifero guardian, decidió llamarlo Poncho, le dio la idea su padre, entre carcajadas.

En su estancia en el Monasterio, pudo entrenar su afinidad con la Luz y sus conocimientos médicos, ya que solían venir enfermos o heridos de guerra, a los que socorría con una sonrisa, aprendió mucho de la mayoría, ya que los moribundos suelen contar muchos detalles fascinantes de su vida, Miela aunque escuchaba esos relatos casi a diario, nunca se cansó de escuchar a la gente que trataba. Su padre vio un gran potencial en su hija, ayudándola también en sus entrenamientos, de quién aprendió casi todo lo que sabía para utilizar la Luz en pos de proteger a sus aliados. Un día, mientras sanaba a los reclutas, encontró un rostro familiar, se trataba de la chica de su edad que solia observarla, por miedo a espantarla, solo se limito a asentir o negar con la cabeza a sus cuestiones mientras sanaba sus heridas, había sido atacada por un renegado, el cual había dejado numerosas heridas en su cuerpo, todas las sanó Miela, asegurándose de su recuperación.

Al cumplir los 19 años, decidió ir al sur a ayudar a la causa Escarlata, en concreto a Villadorada, donde ayudará en todo lo posible en el arrabal, cuidando de la gente más necesitada del lugar.

 

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