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Sanguine

[Historia] Godric Blackwall / "Odd el leproso"

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Nombre del personaje: Godric Blackwall / "Odd el leproso" Altura: 1,74m
Raza: Humano Peso: 63kg
Sexo: Hombre Lugar de Nacimiento: Aldea Vandermar (Lordaeron)
Edad: 27 Ocupación: Recadero / Escribano

 

  • Descripción Física:

    Es un hombre que a primera vista destaca y sobrecoge a partes iguales, siendo su rostro lo que más atrae o rehuye las miradas, algo que depende del recelo o la curiosidad de quien deposite la vista en él. ¿El motivo? La mitad de su cara está salpicada por los estragos de La Plaga: Úlceras, ampollas, piel en carne viva…

    Es fácil perderse en los hirientes detalles que lo identifican; cuando no es eso, se aprecian mechones de cabello corto oscuro sin ningún tipo de cuidado. Sus ojos, huidizos y tímidos, son de tonos ambarinos y claros pero carentes de brillo alguno. Casi como el recuerdo de que en otro tiempo sostuvieran una mirada amplia y vivaz, hecho por el cual sobra mencionar su ausente sonrisa.

    Por fortuna para él, mantiene un físico saludable dentro de unos límites. Su postura es deliberadamente encorvada, encogida de hombros y cabeza, aunque es medianamente alto y la suficiente alimentación lo mantiene alejado de la delgadez severa. Esto se define en que es lo suficientemente fuerte como para entablar alguna pelea, soportar condiciones adversas del entorno o realizar trabajos que requieran esfuerzo durante cierto tiempo. Sin embargo, su afección suele causarle una debilidad o fatiga crónica que lo achaca por momentos, además de que su piel pálida denota que escasamente ejerce labores al aire libre o a la luz del sol.

    En cuanto a su ropa, acostumbra a llevar prendas ajadas y de carente lucidez, además de que la mayor parte del tiempo lleva una tela o capucha cubriéndole cabeza y rostro, así como numerosas vendas.
     

  • Descripción Psíquica:

    No mucho se puede decir sobre él más allá de que carece de familia, presumiéndose que murieran todos en Lordaeron. Partiendo de esa base su suerte no ha mejorado con el tiempo, siendo que desde el momento en que fuera marcado haya vivido como un paria, a menudo rechazado en mayor o menor medida por su aspecto y su dolencia. Cierto es que, aun no siendo una afección galopante, por desgracia ello no le salvó de recibir el apodo de “leproso”.

    Vivir o sobrevivir acorde a ese estigma, lo ha mantenido excluido socialmente en cualquier entorno que habitase a excepción de la iglesia. Por ellos siente gratitud y cierto recelo por partes iguales, dado que desde un tiempo son los únicos con la entereza y comprensión suficiente como para tratar con él y aliviar sus males; pero también quienes lo condenaron en un principio, tema que todavía le queda por resolver.

    Debido a ello es un hombre atormentado, con dificultad para confiar en otros, solitario y lleno de angustia. Por otro lado, es muy servicial y trabajador, aunque no desestima la búsqueda de sus propios intereses por pobres que puedan ser. Realmente, en el fondo de su ser conserva un poderoso anhelo, silenciado pero latente; su “yo” interno y el deseo de alcanzar la redención.

    Entretanto, cuenta sus días sin mayor pena ni mucha menos gloria. Es taimado, afable y muy curioso. Correcto y ligeramente cultivado gracias a las horas que pasa entre libros, sea por propio entretenimiento o por oficio de escribano para quien requiere de sus servicios. No le desagradan los trabajos sucios o que precisen de pocos escrúpulos, puesto que ayuda en la medida que puede en las labores más mundanas, desde recorrer distancias para hacer llegar la correspondencia de unos a otros, mantener constantes vigilias a moribundos y enfermos, e incluso limpiar las letrinas y orinales de las abadías e iglesias donde se refugia.

    Ya pocas cosas teme un hombre al que la vida le ha quitado tanto.
     

  • Ficha Rápida
    No (1000 palabras mínimo)

     
  • Historia
    Spoiler

    El dolor era malo, el olor todavía peor. La piel dibujaba fisuras a medida que la presión de las gasas surcaban la superficie de su carne, expulsando el flujo purulento de la infección. Aquel ritual de saneamiento era constante, cada día una o dos veces según fuera, y no mejoraba con el tiempo. Los relatos apenas cuentan los detalles más desagradables del éxodo al que sucumbió la gente de Lordaeron; guerras, muertes, penurias… Sí. Pero de los rezagados, de los que quedaron atrás o sucumbieron a los estragos de La Plaga y se vieron forzados a malvivir a causa de enfermedades o heridas insalvables, de ellos apenas hay sino el más sencillo verso.

    Solo esos incontables pobres diablos; los que menos tenían, la gente humilde, trabajadora y pobre. Solo ellos cuentan la cruda realidad que se vivió en el transcurso de los acontecimientos más crueles de lo que otrora fue un reino poderoso y digno. ¿Quienes si no fueron más vulnerables ante el azote de los muertos? Quienes en mayor medida pudieron escapar de aquella maldad fueron sin duda los pudientes.

    En honor a quienes no fueron tan afortunados, pudieran huir o no: el pueblo, MI pueblo al que fallé y traicioné, he aquí mi relato. Que la Luz pueda perdonarme...

    Inhalo una bocanada de cierzo del norte y mis pulmones se escarchan con un fulgor gélido que truena en mi pecho, calcinando sus paredes internas. Allí donde se posa mi vista, siempre en lontananza, solo veo las simientes impías de la muerte. Los espíritus lloran, la vida se carcome.

    Los pocos rayos de luz se difuminan en un sumidero de aguas detríticas, que otrora vez fueron los campos que cultivaban los tomates y hortalizas que daban sustento a la vida, que ahora solo engendran el amargo fruto del pecado en sus retorcidas parras.

    Cuando miro el horizonte, el que fue mi hogar, y todo cuanto perdimos… Encuentro la dura verdad ante mis ojos: Sucumbimos a la vanidad y el orgullo. Nos corrompimos en nuestro ejercicio, tomando el deber y el poder que se nos otorgó como una herramienta de fuego y hierro, incapaz de crear. En nombre de lo más sagrado, pecamos. Stratholme es prueba de ello. La Cruzada Escarlata, su oscuro legado. Y el Príncipe Caído, su ejecutor.

    Es por ello que yo, Ser Ulfric Hakermann, abandono mis títulos y consagro mi vida a proteger y cuidar a aquellos a quienes debo servir, al inocente.

    * * *

    -¿Por qué me cuentas esto, Ulfric? -Intervino una voz, al otro lado de la cámara confesional.-A estas alturas pareciera que sigues encerrado en el pasado, en lugar de redimirte. Especialmente desde que eres un fraile.

    -Aún me quedan muchos pecados que expiar hermano mio. Y alguno que otro que probablemente jamás pueda resolver. Alguien debe hacerlo, por un bien mayor…

    -¿Qué insinúas?-Inquirió, observando por las pequeñas aperturas la silueta de su anciano amigo.

    -Si, soy un fraile, pero no un santo-. Respondió Ulfric, al término de un suspiro.

    -Sé que anteriormente serviste a la Cruzada Escarlata, pero esos fueron otros tiempos, cuando eras más joven. Tiempo ha que enderezaste tu camino alejándote de esa… doctrina tan extrema.-El sacerdote hizo una pausa, tratando de identificar la naturaleza de la conversación.-Si no es eso, ¿qué es? ¿Qué te aflige tanto?

    -Godric.-Musitó.

    -Si, ya me lo figuraba. Por algo entraste en esos detalles tan… ilustrativos. Pero no es la primera vez que te escucho esas cavilaciones, Ulfric-. El tono de su anfitrión se volvió más serio, instando a su compañero para aclararse. En mitad de una nueva pausa suspiró.-Te reconcome la culpa, puedo reconocerlo.

    -Es mucho más que eso. Podría decirte que si y que no.

    -Por algo tendrás que empezar, pero no creo que sea sano para ti ni para nadie seguir cargando con ese peso en la consciencia. Déjame ayudarte, cuéntame.

    Ulfric se tomo unos instantes antes de continuar, meditando, luego habló.

    -Yo soy el motivo por el que Godric no conserva familia alguna-. Otra pausa, en la que el sacerdote denotó una respiración más tensa-. Su hermano murió por cuenta del Azote. Su padre… desapareció, aunque fue él lo que me llevó a la aldea Vandermar la primera vez. Sin embargo sí encontré a su madre, y a él poco después…

    -Continúa hermano, comprendo lo difícil que es. Pero continúa.

    -No me hagas decir lo que pasó, Theodor, ya sabes con que motivo y qué artes fueron las que empleé. La voz del fraile se había vuelto especialmente temblorosa, casi suplicante.

    -Tranquilo, sé como era la Cruzada Escarlata, pero tu ya no formas parte de esa orden. Cometiste un error y reconociste la gravedad de tus actos. Esa capacidad de comprensión, aunque sea dolorosa de reconocer en uno mismo, te lleva hacia el camino del arrepentimiento y el perdón.

    -...cuando terminé; cuando… ya nada más podía hacerse, fui a las habitaciones. Él estaba ahí, aturdido en el suelo junto a su cama, tratando de arrastrarse. No era sino un muchacho inocente, lo vi en sus ojos. Luego me di cuenta, aunque él no comprendía nada. Aquél día me lo llevé y dejé todo atrás. Pero ese día todavía me persigue…

    -Ese día... Sir Ulfric Hakermann murió, pero en su lugar nació el que eres hoy. Quien realmente debes ser, un hombre piadoso y arrepentido-. Dijo Theodor, el sacerdote, demostrando su comprensión de uno de los preceptos pilares de la fe en la Sagrada Luz: la compasión-. Recuerda, hermano, que el verdadero camino hacia la Luz discurre por senderos tenebrosos. Y en tu caso, cumples tu deber cuidando de ese muchacho. Quizá lo más piadoso hubiera sido acabar con su sufrimiento, pero tu obraste con rectitud y has dedicado todos estos años a brindarle educación, conocimiento y refugio a alguien que por desgracia acabaría en cualquier callejón malviviendo…

    Las campanas redoblaron en la catedral, anunciando la misa que se celebraría próximamente.

    -Seguiremos hablando próximamente, Ulfric-.Concluía el sacerdote, disponiéndose a cerrar la confesión y dispensar al fraile-. Consuélate sabiendo que este es el primer paso en tu redención.

    Theodor salió el primero del confesionario. Ulfric sostuvo la mirada sobre las rendijas del habitáculo un instante más, antes abandonar el lugar, pero antes de ello...

    -Bendita Luz, dame valor para contarle toda la verdad…-Murmuró el hombre, cuya oración alcanzó, al igual que todas las palabras que había pronunciado las paredes de la estancia hasta el suelo. Y allí, sobre la superficie pétrea, hasta un recodo hueco a través de una fisura oscura, las palabras llegaron hasta la galería inferior. Por ella no solo se filtraban los sonidos, sino apenas un pequeño rayo de luz de antorcha que iluminó brevemente un ojo del color de la miel, rodeado de enrojecida y malherida carne.

    Godric inclinó la cabeza hasta dejarla reposar sobre sus rodillas. Desde hacia años que dedicaba sus horas libres y aburridas a deambular por las catacumbas y criptas de la catedral, sin aventurarse más de la cuenta. Por primera vez en casi una década descubría algo concerniente a él y su pasado, algo que ya creía sepultado por el tiempo.

    Escuchar a escondidas era su peculiar y prohibido pasatiempo, aunque no se sentía del todo a gusto. No obstante, muy pocos alicientes podía tener si llevaba varios años sin mayores actividades que fueran realmente interesantes. A medida que volvía sobre sus pasos hacia su cámara, meditó sobre su situación y los hechos que llevaron a estar de esa manera. Su cuarto ya no era tan acogedor, más bien se parecía ahora a lo que realmente solía ser. Una vieja celda convertida en estancia. Una cama, un escritorio junto a una estantería repleta de libros y otros enseres… Un espejo roto.

    Cerró la puerta tras de sí y se aproximó a ese último objeto, mirando su reflejo escondido tras la tela. Pensó en su infancia y su vida en Lordaeron antes de que todo ocurriera. Como era correr y jugar a la luz del sol sobre los campos verdes, el abrazo de una madre y el esfuerzo del trabajo de sus parientes para brindarle la oportunidad de formarse un gran oficio. ¿Optaría por dejar la granja para ser… mercader, alcalde, investigador, o incluso llamar la atención del Kirin Tor en la legendaria Dalaran? Todos aquellos jóvenes sueños.

    De alguna manera, pese a que le gustaba leer y escribir, solo había sido espectador de los increíbles acontecimientos que sucedían en el mundo. Hasta que fue participe a la fuerza de una de las mayores calamidades que la humanidad o la Alianza hubieran vivido. Recordó las historias sobre los orcos y las guerras, e incluso haber visto alguno durante los años que estuvieron recluidos en los campos de Trabalomas. Pero nada como ver a la mismísima muerte alzarse contra los vivos, dejando a su paso su podredumbre y miseria. Se había encontrado con el destino, con la misma intensidad y revés que tiene un mazazo.

    Antes no era nadie. Insignificante, de hecho, como cualquier otro hijo de campesino. Ahora era menos que nadie… Tan solo aguarda la llegada de un milagro, algo que haga que su sino le responda y le devuelva cuanto le debe. Y tal vez, descubrir quien está destinado a ser.

     

     

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  • Relaciones
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    Humano Jared Neutral  "Poco o nada puedo mencionar aún sobre éste hombre, aunque fue el primero que vi al llegar a La Vigilia..."
    Humano Thomas Neutral  "Ocupa el liderazgo de La Vigilia. Parece un hombre atribulado y preocupado por el bienestar de todos, sin embargo, ello no le ha impedido en confiar en mí hasta donde sé, al menos para ocuparme de bastantes temas burocráticos que lo tienen aturdido. "
    Humano Gabriel Neutral  "Apenas lo conozco, tan solo a petición del señor que lidera La Vigilia para asistirle en algunas tareas."
    Humana Alondra Favorable

     "No mucho que decir sobre ella. Aunque... hasta que la he visto más a menudo me asustaba que casi todo el mundo pareciera inalterable en un lugar como las tierras plagadas. Creo que sufre. "

    "Su cercanía brinda un aliciente y comprensión pese a la vista que ofrece el sombrío páramo en que nos encontramos. Tiene un pasado turbio que ha querido compartir conmigo, pero siento que es una persona en la que puedo confiar..."

    Humana Alfhild Adverso  "Ni sé su nombre, ni realmente sé si quiero saberlo. Mano, Alba, Escarlata... Todos parecen iguales al final... (...)"
    Quel'dorei Ann'Marie Adverso  "(...)... sus virtudes valen según el momento, tanto da abandonar o no a alguien. Claman por salvar una vida...(...)"
    Humana Audrey Adverso  "(...)... pero luego si les parece lo descuartizan o queman. ¿Dónde está su Compasión? ¡Hipócritas! "
    Humana Madlyn Neutral  "Todavía ignoro quien será. Por lo pronto me parece una voluntaria más... El tiempo dirá. "
    Humano Darlon Favorable  "Es alentador y una sorpresa haber encontrado a alguien como el señor Gebb. Me parece alguien interesante con quien compartir el tiempo, y, ciertamente, quizá pueda aprender algunas cosas al ser un escribano más aventajado que yo, seguramente. Además, es intrépido mago, que seguro sabe muchas cosas. De resto, aunque no le conozco en profundidad, creo que en ciertos aspectos me comprende. Podría ser una valiosa... ¿amistad? Ni recuerdo cuál fue el último amigo que tuve... No sé..."
    Humano Miguel Neutral

     "Sacerdote de cierta edad en una poderosa posición... Parece amable, pero... Uff... No quisiera verme otra vez en garras de una Orden. No sé qué hacer..."

    ________ ________ ________ "___________________________________________________________________________________"
           
           
           
           
           
           
           
           
           

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  • NPCs
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  • Godric, a petición de su tutor Ulfric, parte en un viaje con destino a Orvallo, en las Tierras de la Peste. El motivo comprende el asistir al fraile en sus deberes como siervo de la luz, ayudarle y facilitar su estancia. Sin embargo, llegados a Orvallo, los acontecimientos implican a que Godric continúe más allá en dirección a Vigilia, con el fin de asistir allí como enlace de información. Sin embargo, no comprende realmente por qué...
     
  • Tras unos días, durante los cuales se sufrió el repentino asedio de la Vigilia por parte de fuerzas profanas, Godric se reúne con Thomas para ofrecer sus servicios como escriba y facilitar la importante burocracia del asentamiento, la cual tiene las mentes militares exhaustas.


 


 

 

 Acto I. Muera el inocente 


Había pasado al menos una semana desde que Ulfric y Godric tomaron caminos separados, quedándose el fraile en Orvallo. Había enviado a su lastimoso ayudante a un lugar próximo al peligro, mientras él aguardaba en el campamento que vigilaba la puerta sur de las tierras de la peste. Temprano en la mañana, llegaron noticias.

-La Vigilia ha sido asediada-. Se anunció. -Un centenar de nomuertos, avistándose abominación y gárgolas. Los heridos y muertos se cuentan por muchos a pesar de la victoria…

Ulfric, recibió aquellas nuevas con un nudo en la garganta. Necesitó apartarse y buscar un momento a solas para asimilar lo que sentía. Su pesadumbre no se debía a los caídos y la desgracia acaecida en el asentamiento de vanguardia, no… Sino más bien por la vergüenza que le provocaba al sentir alivio.

Posiblemente fuera mejor así, pensaba, que quizá estaba en obra del destino. Que quizá lo que le dictaba la consciencia, por duro que fuera, hubiera encontrado un camino y el cierre de una labor exhaustiva. Por supuesto lamentaba que se hubiera derramado sangre inocente, pero a veces es inevitable. Otras veces supone un sacrificio necesario. Sin duda Godric era imposible, dado su estado, que sobreviviera a tantas adversidades. Por tanto ya sólo le quedaba un último a deber.

Ulfric tomó sus posesiones a la vuelta y preparó inmediatamente su viaje de regreso a Ventormenta. Los asuntos a tratar en Orvallo fueros suficientemente breves, aunque no con quienes figuraban regularmente en el campamento, sino con su antigua orden. Simplemente quiso entregar una carta en mano y dejar atrás su pasado. Ya sólo quería olvidar y comenzar una nueva vida, quizá en alguna finca de Elwynn o Páramos, o incluso probar lejos en Theramore. Abandonar definitivamente la vida clerical y dedicarse a labores más sencillas.

No obstante, antes de ello, en la primera parada camino al sur, vacío una de sus carteras de viaje junto a una sencilla fogata. La remesa de documentos y cartas fue consumiéndose poco a poco, a medida que las arrojaba a las llamas, hasta quedar en meras cenizas. Así quedó casi una vida de estudio, investigación y secretos. Todo cuanto lo vinculaba al cometido que le fue encomendado.

Aquella sensación de libertad lo reconfortó más que el calor de las brasas. Empezar de cero, expiados sus deberes y perdonados sus pecados, impaciente por fantasear su futuro. Sus temores al fin habían desaparecido.

Ahora, ¿qué importaría lo que un decadente leproso supiera o no, lo que descubriera o no…? Su muerte podía considerarse incluso piedad.

Pero, un pequeño pero… pese a las circunstancias y su aflicción, Godric sigue vivo e inmaculado. A su vera contempla a los muchos heridos de la enfermería, padeciendo y lamentándose mientras él limpia los suelos ensangrentados, retira las gasas sucias y vacía los orinales. Contando los días y las horas mientras enumera las bajas, los suministros y demás cuestiones de pura logística. Pero vivo, muy vivo. 

 

 

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Consecuencias:

Godric

  • Ya no cuenta con la tutela y cuidado del fraile, lo que supondrá que se las verá sólo en la ciudad de Ventormenta una vez regrese, lo cual tendrá diversas repercusiones.
  • Debido al contacto con las criaturas de la región, a desarrollado una mayor aversión hacia las criaturas de naturaleza no-muerta, y con ello, un mayor grado de recelo sobre su propia afección. Sus heridas le recuerdan inevitablemente a la podredumbre de tales seres, llevándole a aumentar con más frecuencia su necesidad de sanearse o desinfectarse.
  • Las labores burocráticas y el manejo de información importante de un entorno militar le dan las primeras impresiones sobre tácticas, heráldica y funciones internas de tal índole.

 

 

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 Acto II. Temed al virtuoso 


Sin duda alguna, todo cuanto había visto hizo mella en su interior. Desde el primer momento que se encaminó fuera del campamento, por primera vez en hacía días. El asedio que hubo por parte de las huestes plagadas lo vivió desde la seguridad de la fortificación, tras las lineas de valientes que defendían los muros y caían en combate. Pero aquella vez, ya no había una gruesa línea que los separase. De nuevo, cruzaba aquellas tierras baldías y malditas, con el corazón en un puño.

Primero el viento y el frío azotaba su cuerpo, mientras avanzaba junto al grupo tratando de hacer útiles sus conocimientos. Aquel constante azote desconsolador de gélido aire destemplaba los ánimos de casi todos, tensando los nervios por momentos. Luego comenzaron las sospechas, cuando las cosas no figuraban como deberían. Nada era lo que parecía. El amenazador lamento de los rebaños de zombies inundaba los alrededores, como un recordatorio latente de lo cercano que era el peligro. Tanto, que por muy poco hubiera sido un hecho irrecuperable. Después llegaron las ilusiones, como pesadillas macabras que apuntaban a los seres queridos. De por sí aquello removió cosas que Godric había dejado atrás largo tiempo, reviviendo imágenes pasadas y muy sensibles.

En cualquier caso, lo peor aún estaba por llegar...

"¡Ayudarle sería poner en riesgo la vida de todos, y sabemos que esto es una trampa...!"

"Hay que hacerlo, sea como sea. Por la Luz".

"Sé que parece insensible, pero está perdido... Si morimos también por un imposible, habrá sido en vano".

"¡Es nuestro deber!"

"Supongo que no seríamos mejores que las criaturas que pretendemos erradicar..."

"...Está infectado, hay que hacer lo que es necesario". "Debemos quemarle. El fuego purifica..." "No, hay que descuartizarlo..."

"¡¿¡ QUÉ !?!"

 

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Consecuencias:

Godric

  • La opinión sobre las Ordenes al servicio de la Luz se resiente (especialmente sobre la de todo aquel que se denomina paladín o similar). Desde su humilde conocimiento sobre la religión humana, ve con horror cómo parecen funcionar los que la ostentan con brazo militar, encontrando un peligroso comportamiento totalitario y fundamentalista que produce actos de cuestionable moral. Por mucho hacer el bien, desde la Luz hay quienes pueden cometer acciones igualmente monstruosas. Esta impresión venía de vieja, y tras los últimos sucesos parece haberse reafirmado en gran medida.
  • La aversión a la no-muerte a alcanzado una contundente magnitud. Ya no solo es recelo, miedo, sino también la siente una amenaza que debe erradicarse sin dilación.
  • Aparte de eso, recientemente algo le está pasando más allá de su entendimiento y que por ahora no sabe identificar...

 

 

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  •  Alondra asiste a Godric durante las curas habituales de sus heridas, creando un pequeño vínculo de confianza, pese a que de primeras fue un encuentro violento y delicado.
  • Dicha confianza se incrementa con los días y los sucesivos encuentros, llegado el punto de compartir alguna historia personal. En consecuencia, Godric revela una parte de su pasado...


 


 

Acto III. Una breve mirada atrás 

La ruina cayó sobre mi familia tiempo atrás. Blackwall era un apellido humilde pero próspero en los años venideros de la segunda guerra, que pudo establecerse bien en la aldea. Vandermar era mi pueblo. Un lugar grande y protegido contra los peligros exteriores, por lo que la vida no recibía amenazas a menudo, sino que transcurría en relativa paz.

En aquel momento, mi hermano era un recién licenciado del ejército, dejando atrás su tiempo de recluta para servir con orgullo al reino en la defensa de la región. Mamá por otro lado era una hábil botánica, conocedora de secretos sobre plantas que iban más lejos de los conocimientos que describían los libros. Siempre demostró entender mucho más de lo habitual, era sabia… Y muy cariñosa.

Por otro lado, mi padre. Galeno de profesión y afectivo en mis años más jóvenes, por lo que puedo recordar, al menos hasta que cambiaron las cosas. Nunca entendí bien por qué todo empezó a ir mal.

Empecé a verle menos, incluso cuando no trabajaba. Se encerraba horas en su despacho, centrado en sus estudios e investigaciones. Su carácter y conducta se volvieron de un ánimo precario, del que mi madre era testigo y rival constante. Ella, tenía además la costumbre de evitarnos el temor de conocer lo que ocurría, cargandolo sola. Pero pese a mi afán por desarrollar mis dotes académicas, aquellos detalles no se escapaban a mi.

Pensé que implicarme ayudaría, y tal vez conseguiría devolver la armonía a nuestras vidas. Que quizá dejaría de verlos discutir y alejarse uno del otro cada vez más. Pero…

Jamás imaginé lo que había detrás.

Decidí intentar pasar más tiempo con él, acercarme y traerlo de vuelta. Al principio no accedió, pero mi interés insistente y falto de juicio despertó el suyo.

Tan solo recuerdo vagas imágenes y una teoría de lo que pasó. Lo que puedo asegurar es esto…

Mi padre experimentaba con la plaga.

Al principio creí que buscaba una cura, al igual que mi madre. Pero no era así.

Era yo.

 

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Consecuencias:

Godric

  • Habiendo podido sacar a la luz recuerdos y temas sepultados por los años, siente un alivio interior que lo mantiene de mejor humor. De hecho, nota fuerzas renovadas y una voluntad más alentada. Tener cerca a alguien de cierta confianza y haber podido sincerarse le favorece.

 

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