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Blues

Cassia Helena Expósito "Trece"

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Nombre del Personaje
8caa84d9b284f7b6c0013a8a68518196.jpgCassia Helena Expósito "Trece"

Raza
Humano

Sexo
Mujer

Edad
20

Altura
1.60

Peso
49

Lugar de Nacimiento
Dunwich, crestagrana-Posteriormente Abadía Canterville

Ocupación
Aprendiz Cazadora de brujas.

Descripción Física

Cassia Helena es una mujer de delgadas proporciones; bastante esbelta y flexible; producto de una dieta de rígida disciplina, pensada para entrenarla física y mentalmente para las carencias que pueda encontrarse en el cumplimiento de su trabajo. Su fuerza es una de sus peores cualidades, pero lo compensa con una buena flexibilidad. 

Su cabellera es inexistente, para facilitar el uso de pelucas y disfraces que puedan ayudarla en la misión que tenga a cargo en el momento. Sus superiores han notado que tiene una preferencia por utilizar una peluca de cabello negro largo y liso, es común verla utilizar dicha peluca cuando no se encuentra de servicio y es uno de los pocos lujos que se le permite tener en su poder. 

El rostro de Cassia es poco agraciado y fácil de olvidar, carece de unas mejillas prominentes o una bella mirada cautivadora; En cambio, sus facciones son rígidas, sus ojos son pequeños y ligeramente alargados, poseen un color castaño intenso y poca expresividad suelen mostrar; La chica suele mostrarse seria y apática; sus delgados labios tienden a permanecer sellados la mayor parte del tiempo. 

Cassia es capaz de vestirse con cualquier atuendo que sirva a sus intereses y a los de su misión; Ya sea como pordiosera o como ciudadana común. Por lo general, su equipo de exploración y reconocimiento consiste en ropas negras hechas de cuero flexible que permitan ocultar su presencia entre los pasillos más oscuros o estorben poco con su habilidad para correr, saltar o trepar, difícilmente se podría decir que cuenta como una protección. En sus escasos momentos libres, viste con las ropas blancas de una neófita común de la iglesia, sin peluca alguna y con su cabeza cubierta por un esbozo casi siempre. 

Su sobrenombre, "Trece", proviene de un tatuaje hecho en su seno izquierdo con el número escrito como "XIII". El tatuaje precede a su tiempo como miembro de la iglesia de la luz. Ella ha decidido utilizarlo como símbolo de su identidad a pesar de haber sido bautizada bajo un nombre propio. De esa forma, Cassia simboliza su existencia como una simple herramienta al servicio de la luz sagrada, despojándose de toda ambición material o personal

Descripción Psíquica

Trece, como desea y quiere ser recordada, fue rescatada del yugo de una secta oculta tras una operación realizada por la iglesia de la luz en una aldea oculta en las sierras de Crestagrama. Fue introducida al servicio tras ser encontrada por agentes inquisitoriales tras haber escapado asustada de la conmoción que provocó la redada; Tras ello, fue encomendada a la abadía en Canterville, donde fue instruida bajo una estricta disciplina eclesiástica y bautizada con un nombre digno de la luz y sus enseñanzas. 

Como producto de aquello, desarrollo una inquebrantable fe por las doctrinas de la luz sagrada, pero como consecuencia de las secuelas psicológicas tras gran parte de su vida viviendo como parte de una secta, jamás pudo adaptarse por completo a la vida tranquila de una iniciada cualquiera de la iglesia.

Trece ha mostrado una fe ciega por la organización que salvó y dio propósito a su existencia después de haber vivido engañada en la herejía y la inmundicia. Las ordenes de la  iglesia y sus designios son la ley para su vida, siendo capaz de cometer actos no tan piadosos en nombre de purgar la herejía y sus practicantes que se ocultan en su sombra. Obedece sin replicar cualquier orden proveniente de la persona a la cual responda en algún momento dado, sin preguntas o dobles pensamientos, su deber sacro es absoluto y puro, a pesar de los medios utilizados. 

Tiene una actitud callada, vigilante y distante. Su silencio hace pensar que es muda, pero tiene perfecta capacidad del habla y puede hacerlo si se requiere o se le ordena directamente. Sus habilidades sociales se encuentran muy mermadas, prefiriendo pasar la mayor parte de su tiempo contemplando la belleza de la obra de la luz y escribir sus reflexiones personales en cortos versos poéticos. 

Ve su propia existencia como prescindible e efímera en el gran orden de las cosas. La visión de su vida, como una herramienta al servicio de la voluntad de la iglesia y su lucha secreta contra las fuerzas heréticas, la han transformado en una persona solitaria, fría y pragmática.

Suele reprimir con frecuencia pensamientos de temor, deseo o culpa. Pero también, trata de purgar su vida sentimientos más positivos, como la felicidad, el placer o el orgullo.  Cuando sus sentimientos rompen con su aparente tranquilidad, busca refugio en las escrituras sagradas y rezos continuos, incluso recurriendo al castigo físico si el pensamiento es demasiado potente. 

Se podría decir que esta indoctrinada de alguna forma, y su fe raya en el fanatismo absoluto. Es fría en sus decisiones, pudiendo escoger la muerte de inocentes si con ello puede acabar con un foco de herejía o llevar información valiosa para los inquisidores, aunque, cabe aclarar que las ordenes de la iglesia son absolutas para ella, por lo que siempre tratará de cumplirlas al pie de la letra, incluso si pueden suponer un obstáculo para la realización de su objetivo final. 

El rechazo de su nombre y la adopción de "trece" como identidad, es una forma de aceptar la moralidad gris de su encomienda, deshumanizando su propia vida para poder hacer lo mismo con los herejes que persigue con tanto favor. Puede responder a su hombre de creyente, es decir, Cassia Helena, aunque siempre se sentirá más identificada con el número y como representa su vida antes y después de la iglesia de la luz.  

Registro de misiones completadas.

Spoiler
Archivo Oculto.Hasta ahora clasificado.

 

Editado por Blues
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“Extraído del diario personal del fallecido Inquisidor Matías Costaoscura”

 

De todas las herejías de las cuales mis ojos han sido testigos, ninguna ha sido más espantosa e importante para mi carrera como lo fue el suceso conocido como la purga de Dunwich,

Han pasado tres años desde aquel evento, pero sus consecuencias no pueden ser simplemente cuantificadas con un simple número. ¿Hubo bajas? Sí, las hubo, También ciudadanos inocentes cuyas vidas jamás conocieron la dicha de la luz, Rezo aún por las almas de todos aquellos, pobres adoctrinados que perecieron en la herejía y la mentira infecta de los cultistas más siniestros con los que me he Topado.

Escribir sobre aquello, perturba mi espíritu y agita a los recuerdos más amargos de mi conciencia. No me arrepiento de las acciones que tomé aquel día, pero sí hay algo de lo cual me averguenzo, fue de mi inexperiencia y falta de decisión para haber actuado antes. Ahora que siento la sombra de la muerte sobre mí, quiero enmendar mis fallas en estas páginas para ofrecer sabiduría a los que tomarán la antorcha de la lucha sagrada después de que mi espiritu viaje al seno de la luz.

Dunwich era una villa oculta entre las grandes y anaranjadas sierras montañosas de Crestagrana. Antes del día de la purga, sospechabamos de la existencia de una aldea oculta, habitada por una peligrosa secta de herejes. Perseguimos durante tres años pistas sueltas, relatos vagos y fantasmas sin hacer progreso alguno, mis compañeros y yo, teníamos la certeza de la existencia de la villa, pero cada paso hacia ella terminaba en un callejón sin salida.

Con el tiempo, fuimos pacientes y astutos, dejamos de saltar sobre cada pequeña pista como si fuese un trozo de carne fresca para los perros hambrientos. Con fe y sabiduría de nuestra inquisidora, logramos juntar cada pequeña pieza del rompecabezas hasta lograr dar con una posible ubicación.

Y volvimos a esperar, mis agentes de campo oteaban la montaña incesantemente, regresando con reportes pobres y frustrantes. Pero un buen día, con el alba, una de nuestras agentes logró confirmar la localización de una aldea oculta en el valle de dos montañas.

Sentí como mis plegarias habían sido respondidas y mi fe, recompensada

Estudiamos las actividades de dicho pueblo oscuro durante meses. Nadie salía, pero de vez en cuando, caravanas de carros negros entraban en la aldea, usando un paso oculto a través de un risco en el sur. Los carros entraban llenos de personas, pero salían vacíos a un destino desconocido. Al principio, creímos que se trataba de alguna especie de reabastecimiento para la aldea, pero aún, no teníamos idea de la magnitud de la herejía que ahí tomaba lugar.

Preparamos planes, estudiamos rutas y memorizamos la rutina de los habitantes, quienes vestían rasgadas ropas púrpuras cuándo atendían sus campos. Trajimos a un inquisidor, quién a través de una serie de rituales, confirmó la presencia de una poderosa magia oscura en el centro de la aldea, con esa evidencia, decidimos una fecha para nuestra ofensiva.

Los detalles de lo que hicimos, de lo que tuvimos que hacer sobran y no son necesarios. Pronto nos dimos cuenta que aquellas personas pertenecían a un culto secreto, atacaron nuestras fuerzas y la de nuestros aliados con un frenesí fanático comparable al del asalto inexorable de un muerto viviente. No pudimos hacer nada, tuvimos que terminar con su herejía en el acto. La sangre, para el final del día, nos llegó a los tobillos mientras buscábamos la fuente de tanta miseria y locura sin sentido.

Finalmente, lo encontramos.

Disfrazada bajo un edificio que, de manera irónica y burlesca, simulaba al de una capilla, encontramos una estatua de piedra que representaba un monstruo, obeso y de apariencia humana, sin cabeza y con una boca monstruosa en su vientre, en ambos de sus morbidos brazos, encontramos dos ojos que nos veían. Nos sentimos observados y perturbados por el oscuro ídolo de piedra, pero nos vimos más horrorizados por las estructuras de piedra que la rodeaban.

camas de piedra tallada, cada una con el cadáver abierto en canal de una joven doncella cuyas manos se encontraban atadas sobre sus cabezas hacia un gancho sobre la mesa se sacrificios; Había un cierto desnivel en las camas de piedra, que permitía la sangre de los cadáveres fluir hacia un canal que desembocaba en los pies de la estatua. Nos sentimos asqueados y horrorizados.

Fue mi primera experiencia con los cultos extremistas. Después de la purga, buscamos los registros de aquel condenado lugar, y nos logramos darle sentido a la historia.

Aquellos cultistas rendían culto al dios ahogado de la montaña, una invención pagana creada para justificar sus actos de brujería y sacrificio. Desconocemos la magnitud de los sacrificios, o cuanta gente pudo haber muerto en los rituales que llevaban a cabo aquellos viles seres. La población de la aldea, se encontraba indoctrinada en las creencias falsas del culto, felizmente vivían para servir a sus oscuros sacerdotes y ofrecer a su descendencia al dios oscuro de la montaña.

Pensar en ello me repugna.

 

Los días siguientes a la purga, consagramos el lugar con rezos y círculos de salitre. Mis agentes peinaron los alrededores, en busca de cultistas sobrevivientes que hubiesen escapado en la conmoción del asalto al pueblo.

Afortunadamente, las cabezas del movimiento murieron aquel día, pero si encontramos a alguien siete días después.

La encontraron desnuda cerca de un arroyo que corría montaña abajo. Una niña de cabello negro largo hasta la cintura trataba de alimentarse del cuerpo de un ruiseñor. Quiso la luz que hubiese al menos un superviviente cuya mente no se hubiera perdido en la herejía y la decadencia.

Mis agentes lograron ganarse su confianza tras ofrecerle un poco de agua fresca y sanar los raspones y heridas en su cuerpo. La trajeron ante mí, cuando le pregunté su nombre, intentó morderme en el cuello, pero rápidamente logré ponerla en su lugar.

La chica se encontraba en las puertas de su pubertad, justo como las jóvenes que encontramos sacrificadas aquel día, fue voluntad de la luz que no sufriera el mismo destino que las demás. Eso calma mi conciencia, pero no demasiado.

Decidimos adoptarla y educarla en nuestras formas. Al principio, fue difícil. Su agresividad era problema constante durante los primeros meses, pero, bajo la estricta disciplina y el estudio arduo de la palabra sagrada, su espíritu logro moldearse y convertirse a la verdadera filosofía.

Hemos visto su progresión en los caminos de la luz. Me siento orgulloso de que sea parte de mi legado; Me hubiera gustado seguir guiando su camino, verla convertirse en un arma nacida en la oscuridad, pero forjada por la luz para combatir a nuestro eterno enemigo, más la luz quiere que me reúna pronto con mi familia, y su voluntad es absoluta.

Hace unos días celebramos su bautizo oficial. Le he dado el nombre de mi mentora, Cassia, y el nombre de una santa mártir, Helena de Oxville, para que recuerde los sacrificios que debemos hacer en nuestra lucha contra la herejía, y le de fuerza para seguir con la misión después que yo muera.

Sin embargo, nos hemos acostumbrado a llamarla como “Trece”, por el tatuaje en su pecho. Al principio, me opuse con contundencia, pero después, ella misma me confesó de sus labios el significado personal de ese mote. Lo ve como una prueba de fe, un símbolo de su vida entregada a los caminos de los cazadores de brujas, un símbolo de su desapego y renuncia a la vida mundanal y material. Ella dice no merecer un nombre, pues es una simple herramienta de la luz sagrada, y un número, es suficiente para ella.

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