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[Historia] Jenny RedFox

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Jenny RedFox

 

DATOS BÁSICOS

Nombre del Personaje: Jenny Redfox
Raza: Humana
Sexo: Mujer
Edad: 23 años
Altura: 1'67 m
Peso: 55 kg
Lugar de Nacimiento: Kul Tiras
Ocupación: Pirata


DESCRIPCIÓN FÍSICA

Con un cabello largo y rojo, los ojos verdes, un cuerpo más o menos esbelto, y unas generosas curvas, Jenny es a todos los efectos una belleza andante. Alguien que, allá donde va, atrae las miradas de hombres y mujeres —ya quien quiera ser como ella y quienes la envidien queda al criterio de cada uno—.

Suele vestirse un poco con lo que encuentra, quizás por eso su apariencia general sea —como poco— vagamente desaliñada. Siempre lleva encima más armas de las que aparenta y, a no ser que se haya aseado recientemente, apestará a alcohol.

 

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

Extrovertida, directa y descarada serían las mejores palabras para describir a esta pelirroja.

Se trata de una chica jovial, con las intenciones siempre claras y una actitud caprichosa que, en más de una ocasión, termina metiéndola en un lío que ni le va ni le vienen.

Entrometida como pocas, y con menos pudor que prácticamente nadie a su alrededor, suele regirse por el lema —o más bien sistema de vida— del “Arrasa con lo que veas y generosa no seas”, algo que aprendió de un viejo amigo.

 

HISTORIA

Nacida en la tierra —o bueno, islas— de Kul Tiras, Jenny respiró los el bello aroma del mar desde bien pequeña.

Si su padre, un marinero de Bolarus, hubiera sido tan solo un poco menos hijo de puta, podría haber aprendido arte de la pesca desde bien pequeña, criándose más tiempo en el mar que en tierra y cruzando la mayor parte del Gran Mar antes de los diez años.

Desgraciadamente para esta chica la vida, en su inicio, fue como darse una y otra vez contra el canto de una esquina. Con la cuasi inmediata muerte de su madre en el parto, y su padre, fugado meses antes de que naciera, podríamos decir que esta chica se crió en las calles busccando como salir adelante, literalmente como pudo.

Este temprano inicio en la vida criminal le hizo estar fichada por las autoridades y, como es evidente, pasar varias noches en el calabozo. Entre la larga lista de situaciones en las que se vio metida podemos enumerar, sin lugar a dudas o falsedades, varios cargos de indecencia pública, dos ingresos —y posterior rotura de votos— en conventos de la iglesia de la luz, romper la unión de un noble al fugarse con la novia y, por supuesto, el atraco y robo de numerosos carromatos y convoyes Imperiales.

Fue en una de esas estancias, aproximadamente en su avanzada adolescencia, cuando conoció a la mujer que terminó convirtiéndose en su patrona. Una rubia despampanante y eléctrica, líder de una banda de mercenarios del mar —también conocidos como piratas—, que le ofreció un lugar en su compañía.

Al principio costó un poco que la aceptaran, como la novata en la banda se encargó de ir haciendo las tareas que otros preferían ignorar. Aquello la indignó mucho de inicio, pero conforme se fueron convirtiendo en su familia, llamando aquel barco su «hogar», empezó a notar cierto confort al realizarlas. Una tranquilidad en la rutina que nunca había experimentado.

Tristemente la historia de su familia llegó a un abrupto fin las pasadas semanas. Un encargo, uno que empezó con sorprendente tranquilidad, llevó al La Emperatriz Hundida —barco del grupo— a bahía del botín para un simple contrabando. Uno del que fueron interceptados y asaltados por un navío de la guardia Imperial pese a surcar una ruta secreta a través de las islas occidentales tan solo conocida por el grupo.

La respuesta, por ende, era clara: Alguien les había vendido, uno de los suyos.

Entonces, como era de esperar, ahí se la podía encontrar tras el incidente de pólvora y sangre: Flotando sobre una tabla de fuselaje. Perdida en la mar, Jenny sintió que pasó días, quizás semanas, a la deriva antes de ser encontrada por una barca hambrienta, sedienta y, por supuesto, inconsciente.
 

Informe de la Guardia Costera de Khuva, 14 de Noviembre del Trigésimo-primer año de la apertura del portal.

Escribe este ilustre informe el oficial de puerto Wilhuff Jester, cabo segundo de la guardia costera y siervo del imperio, en referente al rescate de una humana de piel blanca y cabello rojo a dieciséis millas náuticas del faro portuario en dirección a Kul Tiras.

El estado en el que se encontró al sujeto, desnutrida y con heridas de bala y metraya, fue tratado por el sanador de a bordo y, tras el paso de tres semanas, se logró que recuperara la consciencia aún en alta mar —para más información consultar el registro adjunto debidamente proporcionado por el civil—.

Los marineros de a bordo, valientes pescadores de la isla, se encargaron de tratarla a partir de ese punto y, bajo sus mismas declaraciones, asegurarse que no le pasara nada antes de la llegada al puerto. Una vez ahí, fue nuestro cuerpo quien se aseguró de trasladarla a la guarnición para tratar de identificarla e investigar los sucesos que llevaron a su lacro encuentro.

Tras una sesión de interrogatorio en la que se sacó poca información útil —una de la cual, a continuación, dejo por escrito un fragmento—, se logró encontrar un fichero sobre ella en los archivos de la guardia que reveló una pasada actividad criminal en las costas del Imperio, así como varias condenas sobre sus hombros.

«Señora, ¿Que le sucedió en alta mar?»
«¿Y a tí que te importa? ¿Me caí de un barco, vale?»
«Por favor, señora, no hay necesidad de ser irrespetuosa. Tan solo queremos ayudarla.»
«Pues ayúdame sacándome de aquí ¡Me estáis reteniendo contra mi voluntad!»

Como es natural, una vez revelada su identidad, cesamos todo proceso burocrático en lo que respecta a esa mujer y pasamos a tratarla como la impía criminal que era —aunque, hay que denotar, que ciertos mínimos de decepcia fueron dispensados. No le quepa duda—. Aún con esas, nuestros interrogatorios sobre lo sucedido no dieron fruto.

En vistas de que proceder con esa línea de razonamiento tan solo iba a garantizar un gasto de recursos que nuestra isla no se puede —ni quiere— permitir, aconsejé, personalmente a nuestra comandante al mando el enlistar a la recién llegada para la siguiente remesa de ahorcados del domingo —concretamente el día siete—. Tras ciertas concesiones que pidió para el caso, esta aceptó.

Así pues, cumpliendo con el decreto otorgado por nuestra más sagrada Emperatriz, procedimos al esperado acto del día siete donde Jenny RedFox pereció oficialmente en el cadalso. Su muerte, certificada por el cirujano local, dejó atrás el misterio de lo que le pudo pasar antes de caer en nuestras manos.

En mejores ocasiones, daría este informe por cerrado y asegurado, lamentablemente, ese no es el caso.

El cadáver de la ejecutada, a las pocas horas de la certificación del forense, desapareció de la morgue a lo que nuestros investigadores suponen que fué las tres del mediodía. Sin rastro más allá de las declaraciones del perito civil, me ví en la obligación de redactar una orden de búsqueda para el aparente ladrón de cadáveres, una que, hasta la fecha, no ha sido validada por la comandante, desaparecida del lugar desde, aproximadamente, la misma fecha de la ejecución.

Editado por Lady Soup

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