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Victus Dylan

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Nombre: Victus Dylan

Edad: 24 años
Altura: 1,84m

Peso: 68Kg

Lugar de nacimiento: Gilneas

Ocupación: Mercader

Descripción física: Hombre fibroso y delgado, su cuerpo aun no se recupera del tiempo que estuvo de esclavo en las minas por lo que multitud de laceraciones producidas por los látigos yacen en su espalda, de cabello rubio que cae sobre un lateral de su rostro y marcadas expresiones faciales, de porte culto y una mirada intrigante.

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Descripción psicológica: Un hombre paciente como le decía su padre, Victus es alguien de ideas claras y no se amedrenta en mostrarlas a los demás. Se podría que detallar como un hombre inteligente que le gusta buscar el porque de las cosas, tomando como ejemplo el valor inculcado e idealizado de su padre, el gilneano se muestra cómodo en los ámbitos sociales, cultos y sobretodo económicos.

 

Historia: 

Spoiler

 

El sonido del metal replicar contra la tierra, el olor a humedad y a humanidad, el ardor de los pulmones que hace que te duela hasta el vivir. Otro latigazo que me devuelve a la tarea, y esa voz chillona, tan aguda que me saca de mis casillas.

 

No me acuerdo cuantos me ha dado ya, solo sé que me sangran las manos. Como yo hay más, solo haciendo que los picos canten en este agujero infecto de alguna isla perdida del mar.

 

El dolor me mantiene consciente de la cara del hijo de puta que me vendió a estos esclavistas, de cómo nos asaltó el barco los piratas mientras partía desde Gilneas a Kul’tiras para seguir mis estudios allí, puede que con un poco de suerte mi familia este bien, seguramente a mi hermano ya le habrá salido barba en esa cara fea que tiene.

Aparto el pelo que me cae por la cara, vuelvo a alzar el pico mientras las piernas me tiemblan y lo descargo contra la pared pensando en el cráneo de ese gordo goblin.

 

El pico se parte antes que yo, me desplomo sobre mis rodillas y caigo sobre las piedras que han ido cayendo a mis pies, el capataz me grita y el aire silba junto al látigo. Ahí viene.

 

Solo puedo acurrucarme mientras grito, los músculos de mi espalda se quejan mientras la piel se desgarra y noto la sangre caliente resbalándome por el pellejo. Hay que ser paciente, siempre me lo decía mi padre.

 

El goblin se cansa, tampoco me quiere golpear demasiado para que no deje la faena, grita a los demás que vuelvan al trabajo mientras se ajusta la pistolera en el cinturón, abro la boca para engullir una de esas piedras que me ha costado tanto arrancar de la pared, esto me lacera las comisuras además el sabor no puede ser más desagradable, me tiran otro pico.

De vuelta al trabajo.

 

Ya es de noche cuando quiero darme cuenta, o cuando nos sacan del sitio ya que no vemos la luz de sol.

Al terminar la jornada nos arrojan a una especie de almacén para descansar, aprietan bien los grilletes para que no nos podamos escapar, siendo sábado, hoy es día de pachanga así que seguramente se cojan una buena ahí fuera. Hoy es el día.

 

Unos cuantos han podido ir guardando sin que se dieran cuenta los guardias unas herramientas, no tardamos demasiado en ponernos al trabajo y me doy cuenta que la piedra que he traído no va a servir de nada cuando de dos golpes las cadenas siguen intacta.

 

Uno de los trúhanes irrumpe en la sala, llega iluminándonos con su farol. Los que se han conseguido liberar le caen encima, tres hombres famélicos y pálidos más parecidos a carcasas secas estrangulan al goblin con sus cadenas. Uno de ellos toma su maza y le abre la cabeza haciendo que le salten los ojos.

Nos miran antes de salir del lugar dejándonos abandonados en la oscuridad, los que nos quedamos en el almacén nos miramos con caras confusas, ninguno hablamos, el silencio impera como ley marcial mientras esperando que las cosas salgan bien. No hay mucho ruido fuera solo un par de golpes secos antes de que vengan con las llaves a sacarnos a todos.

Me liberan de los grilletes y compruebo las cebaduras que me han hecho, pero que bien sienta no sentir el peso de los mismos.

Tenemos que hacernos con un barco si queremos salir de aquí, así que nos armamos con palos, picos y piedras, muchos no vamos a llegar vivos cuando salga el sol, pero qué más da. Moriríamos todos si nos quedáramos aquí.

 

La sangre comienza a bañar la isla mientras nos abrimos paso matando a nuestros amos hasta llegar a la libertad en forma de madera.

Me considero un cabrón con suerte o la mala suerte que tuvo él, en uno de los almacenes de esclavos encontramos al capataz y me aseguró de abrirle un tercer ojo con su propia pistola antes que el imbécil pueda apuntarnos a uno de nosotros.

 

El barco no está demasiado vigilado, y ya quedamos menos de la mitad. Los pocos que saben nos dicen que tenemos que hacer para cuando el barco comienza a moverse en busca de salir de esa isla.

Pasaron meses hasta que llegamos al Imperio, los no-muertos asolan la tierra mientras los hombres tratan de anexionar Gilneas. Y aquí estoy yo en Costasur, sobreviviendo ganándome unas monedas con lo que puedo encontrar en las ruinas hasta que pueda ir junto a mi familia. Soy un hombre listo, y paciente, ya me lo dijo mi padre.

 

Editado por Focus
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