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Gabriel Von Aldrich

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  • Nombre del Personaje
    Gabriel Von Aldrich
  • Raza
    Humano
  • Sexo
    Hombre
  • Edad
    22
  • Altura
    1,85m
  • Peso
    85kg
  • Lugar de Nacimiento
    Lordaeron
  • Ocupación
    Novicio del Alba Argenta
  • Descripción Física

    Es un muchacho de aspecto joven y ojos claros. Su melena rubia la lleva atada en una coleta a la altura de la nuca para evitar que le incomode durante el combate. Sus expresiones son relajadas y transmiten cierta confianza y amistad. 

  • Descripción Psíquica

    Gabriel es un joven animado y de gran corazón que aprendió con humildad a ayudar a quienes le rodean y así trata de dar lo mejor de si, predicando con el ejemplo. Se unió al alba argenta ya que tiene el ideal de recuperar las antiguas tierras de su reino y encontrar a su padre. 

  • Ficha Rápida
    No (1000 palabras mínimo)
  • Historia

    A lo largo de la historia de Lordaeron no fueron pocos los paladines que nacieron, crecieron y mostraron su valía en aquellas tierras al norte del mundo. Más con el ocaso que les cubrió durante aquella terrible época a la que apodaron la tercera guerra, el esplendor de aquel imperio pasó al olvido, solo dejando un murmullo inaudible que se desvanece con el tiempo. 

    La noble casa de los Von Aldrich fue una de tantas que perdieron por completo sus tierras y honores para pasar de una esplendidez, orgullo y honor inimaginables a la más mísera de las existencias. Olvidados por aquellos que habitaban otras tierras e imposibilitados de ser recordados por sus semejantes, tan muertos como aquel reino al que habían pertenecido. 

    El joven Gabriel de la familia Von Aldrich creció con las historias de paladines y relatos de grandes hazañas acontecidas años atrás. Su sueño, según decía a menudo a sus padres y a sus tutores, era convertirse en uno de esos héroes de las leyendas; cabalgando un corcel blanco rumbo al horizonte, con vistas de salvar damiselas en peligro. Así ponía esmero en cada practica y estudiaba con fervor insólito en un joven de su edad toda lección que sus maestros se disponían a dictarle. 

    El padre de Gabriel, Sir Percival Von Aldrich, era un paladín de la mano de plata hecho y derecho, veterano de varias guerras y todo un ejemplo a seguir para su hijo, quien lo tenía como un héroe. Su madre, en cambio, era una mujer nacida entre los más humildes de los orígenes A menudo contaban la historia de como Percival había llegado hasta aquella lejana aldea, cercana a las tierras de los elfos, tras haberse visto obligado a separarse de su batallón en combate. 

    Tras haber vagado por días estaba hambriento, ya que tan solo había podido detenerse en un arroyo para beber, por lo que al hallar aquella población de campesinos y tocar a la puerta de una de las casas pensó en pedir algo de comer. Para su asombro, quién salió a recibirle fue una joven de cabellos dorados y mirada amable que se sorprendió con el estado desmejorado del paladín, su armadura abollada y sus botas deshechas. 

    Ofuscado con la belleza de la muchacha, Percival perdió las palabras en su garganta y con cierta vergüenza, en lugar de pedir algo de comer simplemente le pidió un vaso de agua.  La muchacha no tardó en correr al interior de la morada y al regresar traía consigo una enorme jarra que cedió al guerrero. Percival lo agradeció con un gesto amable y cuando se dispuso a beber percibió que aquello no era agua, sino leche de cabra. Aquello le recompuso las energías de tal forma que fue capaz de volver al camino y reencontrarse con sus tropas. 

    Semanas más tarde, cuando la guerra terminó, regresó triunfante y pidió la mano de la muchacha para sorpresa de los campesinos que no podían creer que un hombre de alta cuna estuviese interesado en ella. La joven aceptó como era de esperarse y se unieron en sagrado matrimonio en la catedral de la Luz. Tan solo un año más tarde nació Gabriel, un niño de cabello rubio y ojos claros, cual dos gotas de agua, como los de su madre y fuerte como su padre.

    Pero todas las historias felices llegan a un final y la de Gabriel duró hasta la víspera de su doceavo cumpleaños. Era un mañana helada de invierno en la que todo el mundo se hubiese refugiado en sus casas, pero no hubo muchos que se sorprendieron al verse las caras en cercanía de la iglesia hacía tiempo que no llegaban misivas oficiales y mucho menos urgentes. Por primera vez oyeron la noticia de una enfermedad que se extendía como plaga desde el norte y muchos de los paladines se apresuraron a responder al llamado de su príncipe. 

    El día en el que Percival se preparó a partir, se despidió de su esposa y su joven hijo con cariño inusitado. Esa fue la última vez que Gabriel vio a su padre, pero todos los años posteriores y aun hasta días de hoy recuerda las palabras que le dijo. Luego lo había visto partir, con el pesado martillo colgando a la espalda, montando su corcel de batalla. 

    Tal y como era de esperarse, la guerra asoló todo el reino de Lordaeron y tras la caída del rey a manos de su propio heredero el destino de aquellos que aún vivían en aquellas tierras estaba sellado. Un destino nefasto que por mera fortuna no alcanzó a Gabriel y su madre quienes lograron escapar a tiempo hacia el sur. Gabriel solo cargaba consigo, como pertenencia más preciada, una vieja espada con una pequeña gema tallada con el símbolo de la familia Von Aldrich, un regalo de su padre.

    Pero lo que les aguardaba en las tierras de Strom no eran más que nuevas complicaciones. Refugiados en un tierra ajena, pasaron penurias y sufrieron la miseria por años antes de que finalmente pudiesen, con el final de la guerra, volver a una estabilidad. Más jamás recuperarían las comodidades de las que alguna vez habían disfrutado. 

    Gabriel creció poco a poco, pasando de ser un joven escuálido por los años de hambruna a convertirse en un muchacho alto y fornido. A raiz de las enseñanzas de su madre, se convirtió en un joven educado, de modales agradables y siempre atento a las dificultades de quienes le rodeaban. A corta edad, Gabriel había logrado unirse como aprendiz en una vieja herrería de la pequeña ciudad. Estudió cuanto aquel viejo herrero le enseñaba y poco a poco fue confeccionando su propia armadura con las guías del herrero, ya que Gabriel jamás le había pedido un cobre a cambio, pero si precisaba aquel favor. En su interior, aun existía la esperanza de que allá en las tierras perdidas de su reino aún podría hallar a su padre.

    Los siguientes años de vida los dedicó a recuperar lo que había perdido, trabajó de forma incansable junto a su madre, en la herrería y también en cualquier otra labor que pudiera hallar. La noticia de que las ordenes eclesiasticas acudían una vez más a recuperar las tierras de Lordaeron le apremiaban y finalmente un día decidió que estaba preparado. Cogió una cota de mallas ajustada a su talla, una vieja capa de piel y la espada que su padre le había legado. Así armado acudió a la sede del alba argenta con solo lo que llevaba encima y la voluntad de hacer todo lo que hiciera falta para recuperar su antiguo hogar y… si el destino así lo disponía, encontrar el paradero de su padre. Sea vivo o bien habría de darle muerte.

    Las pruebas para ingresar en la organización no fueron sencillas, pero con el mismo esfuerzo que encaraba todas sus empresas, consiguió superar los desafíos y finalmente se vió vistiendo aquel tabardo negro cuyo sol en el pecho representaba la esperanza que aun conservaba,

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