Saltar al contenido
Conéctate para seguir esto  
Psique

Indyvarm-nahirmn, la bruja de Reposo de Ujvarvn

Recommended Posts

 

fqJwVdz.jpg

 

 

 

QAy5PCG.jpg

 

El invierno se había adelantado, pero las lunas dictaban su senda indistinta.

 

El fuego del hogar arrojaba algo de luz y calor al interior de la cabaña. Los maderos chasqueaban y crepitaban. A su lado, una canción.

 

Con las manos cóncavas, depositó sobre el altar de Sanhaim los últimos recuerdos. Luego, vertió sobre el cuenco un puñado de maíz seco y añadió unas hojaplata para adornar  la presentación. Paganos o no, sus costumbres eran de algún modo entrañables. Tenían una forma distinta de entender la muerte y la vida, de ver el mundo, incluso para apreciar aquellas cosas que habían preferido mantenerse distantes y difusas tras el paso de los siglos.

 

Doctria era como tantas otras un alma perdida resguardada entre los oscuros bosques y al mismo tiempo completamente distinta. De mirada cansada y abatida que aún así dejaba hueco para una pizca de esperanza. Los tiempos oscuros habían derribado y consumido todo cuanto una vez había sido bello. Los rios se tintaban de rojo y era parte del entorno encontrar cadáveres y restos de encuentros furtivos, de cuando los hombres decidieron darse caza entre ellos. Por eso aquella noche era especialmente fría.

 

Esperanza era lo que los suyos sentían al ver a todas aquellas almas nuevas alumbrar en este mundo, como si cada niño que jugaba entre los campos de calabazas las vísperas de Sanhaim fuera una promesa de purificación. Porque era natural sentir desde muy pequeños el impulso intranquilo de correr a través de los bosques y mirar cada hoja de otoño como si fuera una pequeña obra de arte. Fueron esos aires los que inspiraron a su mentora Anne a cobijarla bajo su seno, arrancarla de los muelles del puerto y darle un hogar que pudiera dejar ese espíritu benigno puro e intocable.

 

Porque cuando eres brujo de la cosecha nunca pierdes esa visión del mundo.

 

Moras entre los bosques como una presencia protectora, impides que los extraños hagan suya una tierra que nunca tuvo dueño. La cubres de superstición, de misticismo, y te aislas para que sus mentes campechanas olviden tu mortalidad. Tu rostro, tras pinturas y símbolos. Y aceptas que a pesar de todo, sigues dentro de un ciclo de vida o muerte.

 

¿Pero qué significa la muerte natural para un brujo salvo liberación y vuelta al hogar?

 

Pero eres humano, y los añoras. Y una noche al año sabedor de que los velos entre ambos mundos se difuminan, deseas que aquellos a quienes amaste retornen al hogar, ocupen su sitio en la mesa y festejen contigo. Te visiten. Aunque jamás puedas verlos, están ahí. En cada flor, en cada pedazo de tierra, en cada hoja de otoño.

 

Y sabiendo lo bello de ese don, de esa conexión, lo permites.

 

Sanas sus cultivos, les recuerdas lo que fueron hace mucho, lo que sus ancestros adoraban y veneraban con tu presencia y ritos aun cuando sabes que la sangre diluida, los muros y las ciudades han alejado a los otros de sus raíces. Intentas que sus ojos vuelvan a ser los de un niño… Pero permites, consientes que aquellos que hace nada fueran niños se arrojen a los brazos de la guerra. Que peleen entre ellos y desgarren esa pureza irrepetible. Que olviden la belleza y solo conozcan miseria terrenal. Que teman a la muerte como una maldición que les persigue sin piedad.

 

Los ancestrales miran y lloran por lo que se habían convertido sus hijos.

 

Tomó asiento en su mecedora y miró las sombras de las esquinas y la penumbra naciente de la noche. Un cuervo había estado morando su choza desde hacía unas cuantas semanas. Temía que su mirada maliciosa pudiera atraer la sombra de Valravn. Aún había restos de sal en el umbral de la puerta y esa mañana había adornado las ventanas con un manojo de hojaplata madura. Anne nunca le había explicado cómo protegerse de ese mal. Le contaba la historia con aires de mito antiquísimo, y luego, le besaba la frente para endulzar sus sueños.

 

Su corazón pareció detenerse la mañana en la que descendió hacia Paso Oroso para visitar a un pobre niño enfermo de pulmonía. En su lugar, encontró vultos oscuros bajo la nieve virgen y esta, se había tintado de bermellón y agonía. Solo había un par de huellas que habían abandonado el lugar, cuya envergadura y deformidad le hizo retornar hacia su choza y no volver a salir de ella. Ya no volvió a visitar los pueblos cercanos para atender a las cosechas, hasta años más tarde, y cuando lo hizo recibió la hostilidad silenciosa de los aldeanos como si de algún modo, ella hubiera sido quien había atraído ese mal sobre ellos. Desde hacía dos años, las cosechas habían sido nefastas por un granizo tempranero, luego, lluvias torrenciales. Poco había que pudiera hacer con tal grado de desvastación.

 

Era como si la tierra estuviera intentando devolver a los hombres al ciclo del que habían huido escondiéndose tras sus muros, talando bosques enteros y redirigido los ríos.

 

Así que, en el bosque ostinado, mantuvo su vida a parte y allí permaneció en soledad. No volvió a saber de ningun otro de los suyos, pero imploraba incansablemente porque estuvieran a salvo.

 

Las horas habían pasado y sus ojos a penas se habían convertido en una linea de pestañas cuando algo llamó a la puerta de la vieja casa.

 

Una mujer combaleciente, herida.

Un alma moribunda y apagada atraída por la noche de Samhain.

Editado por Psique
  • Like 2
  • Thanks 1

Compartir este post


Enlace al mensaje
Conéctate para seguir esto  

×
×
  • Crear Nuevo...