Saltar al contenido
Conéctate para seguir esto  
ILUSDN

John Sullivan Bristol

Recommended Posts

  • 1df6afe305ae85b66042ec3fdb1105b8.jpgNombre del Personaje
    John Sullivan Bristol
  • Raza
    Humano
  • Sexo
    Hombre
  • Edad
    32
  • Altura
    1,82m
  • Peso
    85kg
  • Lugar de Nacimiento
    Southfarroth, Gilneas
  • Ocupación
    Superviviente del Gueto
  • Descripción Física

    John Sullivan Bristol es un hombre fornido con marcadas arrugas de preocupación en un rostro que debería aparentar más juventud. Tiene ojos color miel, al igual que el cabello y la barba que cubre su rostro. 

    En su estado huarguen crece en altura unos cuantos centímetros y su cuerpo se ve cubierto de una capa de pelaje pardo, no tiene mayores diferencias características con respecto al resto de huarguens.

  • Descripción Psíquica

    Hombre de actitud tranquila con súbitos ataques de irritación. Tiene particular facilidad para el dialogo y empatizar con quienes le rodean, pero tras la muerte de su familia su humor no siempre le lleva a realizar las acciones que cree correctas y termina dejándose llevar por las circunstancias. 

  • Historia

    ¿Hace cuanto estaba en aquel estado? El tiempo había ayudado a sobrellevar las incomodidades iniciales y ahora había perdido la noción de lo que le rodeaba. No estaba seguro, pero… ¿Acaso importaba? La sangre humana empapando sus papilas con la mera calidez que conserva al morir sabía mejor de lo que nunca hubiera imaginado.

    Antes, mucho antes, existían cosas que importaban. Había una mujer, una hija. pero todo eso quedó atrás en el pasado. Ahora solo importaba el viento y la sensación del pasto y la tierra bajo sus garras y el olor de la presa. Todas intentaban huir cuando lo oía acercarse, pero aquellos hombres no se perturbaron con su presencia.Los caballos si; fueron más listos ya que podían olerlo y se encabritaron, intentando luchar contra la tensión en las riendas que les impedía alejarse a todo galope de allí.

    Los jinetes eran hombres de refinadas vestiduras y pomposas armaduras sobre ellas, tres de ellos portaban ballestas de madera de tejo y el tercero, el cual intentaba obligar a que su caballo le rodease, llevaba una lanza larga y una red. De haber estado consciente, habría reconocido al hijo de su señor entre aquellos jinetes, pero por aquel instante solo le empujaban una sed de sangre y una ira irrefrenables. El combate no duró demasiado. Aunque había logrado derribar a uno de los caballos, probablemente hiriendolo de forma tal que luego tendrían que sacrificarlo, las saetas de las ballestas zumbaron encima suyo al instante. Un segundo después aquella pesada red le cayó encima y descubrió que sus extremos ganaban peso gracias a unas esferas metálicas.

    Con la flecha atravesada entre la musculatura y aquel manojo de sogas enrolladas más y más encima suyo, la bestia comenzó a perder sus energías. Se debatió una y otra vez, pero poco pudo hacer cuando aquellos sujetos engancharon la red a sus caballos y comenzaron a arrastrarlo con sogas, como si se tratase de una pestilente carga.

    Despertó días después, enfermizo y delirante por una fiebre  causada por la infección en la herida del hombro. No le hizo falta que le dijeran que se debía a ello. Notaba como el hombro inflamado era dos veces del tamaño que debía tener y la punzada ante cada mínimo movimiento le advertían de que no era una herida superficial. Aun así, se levantó de aquel cuchitril en el que estaba postrado y de forma tambaleante y errática recorrió la habitación.

    Alguien había colocado unos trapos sucios alrededor de su herida, como si de una suerte de venda se tratase. Ese alguien era una anciana. La mujer, sentada en un vieja reposera, le observaba con una mirada relajada y profunda.

    Aquella anciana fue quien le puso al corriente de su situación, una que no parecía mejorar desde que el poblado donde vivía hacía invadido por aquellas desagradables bestias peludas. Más John Sullivan Bristol, antiguo encargado de las perreras en la vieja localidad de Southfarroth, ya no podía odiarlas por completo sin que eso significase odiarse a sí mismo. En tan solo un parpadeo había perdido aquello a lo que más amaba, su esposa, su hija y su hogar. Al intentar recordar las pasadas semanas solo le llegaban recuerdos difusos y sin sentido, imágenes plagadas de un intenso color carmesí.

    Más temprano que tarde supo que su situación actual no era ni por asomo agradable. Había sido arrojado a aquel miserable barrio asolado por pestes y hambruna, con las calles repletas de bandidos y malhechores a los que no podía recriminarles nada, ya que cada uno de ellos buscaba sobrevivir a su manera. Determinados días de la semana se veía obligado a hacer interminables colas para recibir aquel brebaje nauseabundo que le mantenía cuerdo. Aunque imaginar las atrocidades que había cometido durante el tiempo que permaneció en estado salvaje, Sullivan comenzó a familiarizarse con su forma huarguen, la primera vez, convirtiéndose en aquella bestia de manera inconsciente, pero poco a poco descubriendo que podía controlar sus actos gracias a la pócima.

    La mujer que le había ayudado resultó ser un hábil cocinera de sopas y, aunque poco había en los alrededores para echarse al buche, Sullivan siempre intentaba arreglárselas para llevarle algunas provisiones, ya que la abuela apenas podía moverse de su humilde y destartalada morada.

    Fue durante una de aquellas visitas durante las que descubrió, al llegar, que la puerta ya estaba abierta. Algo confundido, ya que la mujer rara vez recibía a otros invitados y era poco probable que hubiese salido y olvidado echar cerrojo a la puerta, se acercó hasta el umbral desde donde oyó unas voces desconocidas. John Sullivan Bristol era un hombre tranquilo, de modales aceptables por encima de la media de aquel barrio, pero aquel día, al ver a los dos sujetos intentando aprovecharse de la incapacidad de la anciana para poder robarle sus pertenencias, Sullivan estalló.

    Moviéndose con la brutalidad de la bestia que llevaba en su interior, avanzó sobre los dos sujetos y sin pensárselo demasiado destrozó una silla contra la espalda del primero. Antes de que su compañero pudiese reaccionar, Sullivan ya había arrancado de cuajo una de las patas de la silla y la enarbolaba como una suerte de garrote con el que golpeó una y otra vez a los invasores. Minutos más tarde rodaban los tres calle abajo y lo que en un principio había comenzado como una refriega principalmente compuesta por golpes y puñetazos derivó en un enzarzado enfrentamiento de garras y colmillos.

    Cuando todo terminó, Sullivan había vuelto, lleno de heridas, al destartalado catre para recibir una vez más los cuidados de la anciana. Mientras observaba el techo desvencijado del hogar, Sullivan comenzó a meditar sobre su situación. Sus esperanzas de salir de allí eran nulas y aunque lo lograse no tenía a donde volver. El solo hecho de pensar en su libertad le traía el recuerdo de todo lo que había perdido. No era vida aquello que le aguardaba allí dentro, pero… Al menos podría ayudar a aquellos que lo necesitaban.

  • Like 1

Compartir este post


Enlace al mensaje

Join the conversation

You can post now and register later. If you have an account, sign in now to post with your account.

Guest
Responder en este tema...

×   Pasted as rich text.   Paste as plain text instead

  Only 75 emoji are allowed.

×   Your link has been automatically embedded.   Display as a link instead

×   Your previous content has been restored.   Clear editor

×   You cannot paste images directly. Upload or insert images from URL.

Conéctate para seguir esto  

×
×
  • Crear Nuevo...