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Bastián

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Chasse Sangre de Zorro

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  • Nombre: Chasse "Sangre de Zorro"
  • Raza: Huargen
  • Sexo: Hombre
  • Altura: 1,78 metros (1,89m huargen)
  • Peso: 68 kilos (89 kg huargen)
  • Lugar de Nacimiento: Norte de Gilneas
  • Ocupación: Marcado
  • Historiacompleta 

 

Descripción Física:

Hombre de rostro algo embrutecido, con un mentón mal rasurado, con un cuerpo maltratado, por su estado como Marcado Chasse no toma en cuenta su higiene personal, siempre cubierto por una nube olorosa y una capa insalubre de mugre en sus vellos, que cubren las cicatrices que corrompen sus músculos, aunque rara vez va erguido con una tendencia a mantenerse cabizbajo con cuanto menos escueta, alcanza casi el metro ochenta. Y en su forma huargen supera esta marca, midiendo casi metro noventa, es una criatura  con unos brazos y piernas extremadamente largas, de garras gruesas, de contextura escuálida recubierta por un pelaje grisáceo casi blanco que se oscurece cerca del morro.

Descripción psíquica:

Le caracteriza su injustificada hostilidad a cualquiera que lo rodee, brindando de una amarga compañía de sátiras hirientes e insultos lapidados, como hombre de mente simple y ahora infectado, si antes carecía de escrúpulos o cualquier código de honor ahora no es distinto, la codicia fue dejada a un lado por el rencor a su Rey, un rencor tóxico oroginado por la creciente paranoia que fermenta el odio de noches en vela fantaseando con la escena en la que clave sus sucias uñas contra la garganta de ese maldito prepotente anciano. 

 

Historia

Spoiler

Chasse entró a los muros de la ciudad con la cabeza baja, esquivando las miradas para ocultar su gesto fruncido por el dolor, ya no sentía su brazo del que brotaba sarpullido y pus donde, entreviendo, se notaba la mordida de las bestias bípedas que habían sido atacadas desde la Gran Purga, pero aún con su brazo sometido a un letargo sentía como la enfermedad devoraba su cuerpo desde las entrañas.  Se apoyó en la pared levantando su mirada hacia los cristales, entrecerró la mirada aturdido unos instantes por una abrumadora punzada de dolor hasta deslumbrar la figura del herrero que limpiaba sus herramientas con un trapo sucio, aislado de todo, ajeno a la gran mayoría de eventos y sucesos como así lo prefería el viejo.

Dejó su brazo sobre su sombrero de copa para ocultarse el rostro a quienes pudieran acompañarlo al interior de la herrería, para después re-cubrir su brazo infectado por la mordida con su gabardina marrón, al entrar no había nadie y dejó emitir un suspiro que se transformó en un quejido. El herrero prestó atención al ruido, observando a quién ahora era su enemigo desde la época de la Guerra Civil, el viejo herrero leal a Cringris mientras que el más joven se alió con los revolucionarios de Crowley, eran aprendiz y mentor separados por una guerra de ideales.

-“¿Qué demonios haces aquí, Sangre de Zorro?  Traeré a los guardias ahora mismo.”

Sangre de Zorro era su apellido, uno mundano, el que heredó de su padre, el que lo heredó de su abuelo, y etcétera, etcétera. Durante la guerra civil Chasse no actuó como personalidad, era una cara prescindible como un campesino descuidado que se cansó de vivir de la cacería que sentía la opresión de los alegatos de su Señor contra el rey de Gilneas que amenazaba con destruir su ciudad.

El maldito trató de acercarse para explicar, pero la tortura ya no podía ser soportada por su cuerpo, sus piernas se desplomaron dejando que sus rodillas cayeran en el suelo, echó el torso hacia adelante para que su cabeza tocara el suelo mientras trataba no retorcerse, fue imposible.

-“Chasse, sucia rata. ¿Qué demonios haces? ¡Chasse!”

El herrero titubeó, compadecido por lo que estaba viendo, estaba sufriendo un incontrolable dolor, su saliva brotaba rauda de su boca mientras se aferraba al suelo emitiendo gruñidos incomprensibles. Era uno de ellos, una de esas bestias bípedas que se alzaban como hombres pero mataban como lobos hambrientos. El viejo alzó su candil con tal de defenderse del por ahora inofensivo hombre que estaba en su suelo, desparramando saliva y dolor, presionando sus extremidades como si quisiera que la tierra se lo tragara, notó en su mirada como lo que entró a su herrería ahora se estaba nublando, amigo o enemigo, sea lo que sea ese hombre desaparecía ante el incontrolable dolor que lo tenía postrado al suelo.

-“¡Estás mordido, tu eres… un marcado!

Anciano pero no cobarde, pues sus días en la Gran Purga no fueron en vanos, corrió hacia la entrada, Chasse sujetó su pie para mirarlo con sus ojos quebrados, con sus labios tambaleándose musitó.

-“N-no. No lo ha-hagas…”

Pero su viejo mentor no aceptó sus suplicas, el joven aprendiz de gabardina estirada con el que solía pasar horas en la herrería durante todas los días nublados por la tipica amenaza de lluvia en la península de Gilneas, había desaparecido cuando robó, combatió y mató como un cobarde. Incluso tras largos años y con su viejo muchacho moribundo en su entrada, no olvidaba los crímenes de aquel que se opuso al pueblo gilneano. Propinó una patada a Chasse, enviándolo ligeramente lejos con su labio roto por la brusquedad del golpe, dejando caer el candil se echó sobre la puerta para embestir y gritar hacia los guardias.

Estos, alertados de otro marcado corrieron rápidamente para controlar la infección, apartaron al viejo herrero mientras uno de los guardias lo sujetó del brazo y lo examino buscando heridas que pudieran ser prueba de que también se infectó mientras otro par con el rudimentario armamento de la ciudadela tomaron presa al hombre tirado en el suelo, el cual aunque ya no se retorcía, se sujetaba su cabeza con unas manos que aún temblaban, con unos ojos grises que poco a poco se iluminaban sintió la horrorosa mutación realizándose sobre su cuerpo sin previo aviso.

El pelo en su cuerpo se volvió más grueso, cubriendo su tez con un pelaje aclarecido, sintió sus huesos quebrarse y unirse miles de veces, su piel estirarse como si alguien lo cercenara, sus ojos voltearse sobre los huecos en su cabeza donde orbitaban.  

Segundos de un infierno que alimentó la llama de la bestia que había estado devorando al rebelde, una bestia desalmada se alzó con sus ropajes hechos trizas sobre los guardias que estaban ingresando a la herrería, presionó con sus garras para erguirse en pleno proceso de abandonar su silueta humana, mostró sus ojos azul marino que ahora es expandieron a la ferocidad del lobo, y sin un aullido como era desastrosamente natural en los suyos, se abalanzó.

El combate no duró mucho, antes de que pudiera morder o herir como hubiera pretendido hacer huargen que capturó el cuerpo y mente de Chasse Sangre de Zorro, uno de los lingotes de metal cayó sobre la bestia a consecuencia de sus bruscos movimientos haciéndolo desplomarse sobre la madera, quebrándola y atorándose aún aturdido, aunque intimidados por la aparición del huargen tan prematuro los guardias golpearon su cabeza reiteradas veces hasta que el herrero interrumpió.

El siguiente recuerdo del hombre-huargen volvió cuando se le fue suministrado el elixir entre las inmediaciones del gueto, se encontraba amordazado y apresado por una picota, sabía lo que había sucedido pues era su mayor temor, o el segundo, pues había conservado su vida. Sus pensamientos ahora turbios por efectos de la incontrolable ira del lobo, le dificultaban concentrarse, la presión en sus muñecas y cuello, no podía hablar comenzó a exasperarlo. El salvajismo se habría apoderado de él de no haber sido soltado por los alquimistas que lo estudiaban, junto al resto de marcados, se le enseñó cómo y cuándo se suministraba el elixir que mantenía consciente siendo la bestia monstruosa que ahora era, también como las advertencias de muerte que están sujetas a no arriesgar la vida de la gente en Gilneas.

Estaba vivo, pero siendo un monstruo. Era un pensamiento cruel, inhumano, pero algunos dirían que es lo que se merece un traidor de su patria como él, apenas tenía la ropa para cubrir la mayoría de su cuerpo y el hambre que antes nublaba el dolor de la mordida comenzó a hacerse de notar. Estaba perdido y enrabiado pero no demasiado lejos de él vio a quienes lo habían traído hasta aquí en sus empalizadas de madera, con finas hojas y finos tabardos conocidos con la insignia de quién aquel día en adelante aprendería a odiar, Cringris.

 

Editado por Bastián

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