Lulan Xao - Agua pura

[Cacik 13]

 

Cumple con los estándares normales de su raza. Suele llevar el pelo recogido, además de algún broche que lo decora. Su pelaje es oscuro y blanquecino, además, alrededor de dos grandes ojos azules tiene dos manchas negras. 

A pesar de la carga que lleva sobre sus hombros, es una pandaren joven, y por ello aún su no es del todo madura. Jovial, alegre y cercana, no duda en ponerse seria si la situación lo requiere. Es buena consejera, pero no es capaz de aplicarse sus consejos a ella misma. Muy segura y decidida, es consciente de que para conseguir el éxito se debe trabajar duro.

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Por fin, la decimo octava primavera de Lulan Xao había llegado. Los almendros habían florecido, tiñendo la pequeña aldea de un color rosa pastel, los pandaren se reunían bajo las ramas de estos árboles para pasar el día con su familia, disfrutando de una buena comida.

Este año, para la familia de Lulan, no era uno cualquiera. Como primogénita, heredaría el ancestral deber de ser la nueva compañera de Fao tha, el pequeño elemental al que los antiguos lideres de la familia Xao habían jurado lealtad a cambio de auxilio en épocas más oscuras.

Lulan estaba bastante nerviosa, llevaba toda su vida preparándose para aquella prueba pero sabía lo testarudo que era Fao Tha, en los escritos habían incluso reseñas de jóvenes primogénitos que habían perdido el juicio después de afrontar y fallar la prueba del pequeño elemental.

Aun así, decidió tomárselo con más calma, se terminó de arreglar el pelo y salió a tomar un te acompañada de su hermano pequeño, con el siempre se le acababan olvidando todos los problemas. Luego, comenzó con sus entrenamientos matutinos, la danza se había convertido no solo en algo que aprender por imposición de su padre, sino en una forma de expresión. Lulan era capaz de canalizar sus sentimientos y preocupaciones a través de los movimientos, todos ellos precisos y premeditados. Las emociones fluían por todo su cuerpo, a veces cuando estaba triste llegaba incluso a llorar mientras danzaba, y cuando estaba feliz, terminaba riendo a carcajadas.

Cuando llego el atardecer se vistió con las ropas ceremoniales y espero paciente en el jardín a que viniese su padre.

-        ¿Esta lista pequeña? – Dijo un pandaren rechoncho y con barba, desde una de las puertas de la casa.

-        Sí padre… Se que puedo hacerlo… - Luan sonrió, ocultando su nerviosismo y se puso de pie. Luego se coloco junto a su padre y entrelazo su brazo con el de él.

Caminaron por la aldea, hasta llegar a las afueras, donde un pequeño camino adornado con guirnaldas y campanas se extendía hasta un montículo cercano, presidido por un pequeño templo en la parte más alta. La luz anaranjada del ocaso bañaba todo el paisaje.

-        Hija mía, sabes bien que esta tradición lleva acompañando a nuestra familia durante años… Tu madre y yo nunca hemos dudado de tu capacidad, y sabemos que Fao Tha será capaz de verla… - culminó el viejo pandaren con una sonrisa.

-        Sí padre… Estoy preparada…- los labios de la joven dibujaron una fina línea recta, estaba decidida.

Tras una corta caminata llegaron a las puertas del templo.

-        Bien, hasta aquí es donde puedo acompañarte mi niña… He colocado la vasija en el centro del templo… El anciano está esperándote junto a ella…- antes de que pudiese seguir hablando Luan le rodeo con ambos brazos, apretujándose contra la barriga de su padre- Esta bien mi niña, tranquila… Puedes hacerlo…- Acaricio la cabeza de su hija y se deshizo de su agarre.

-        Te quiero padre…- Luan se soltó y se adentró en el templo.

 

Al entrar, un escalofrío le recorrió el cuerpo. Camino por un oscuro pasillo, iluminado solo por la luz anaranjada del sol que se colaba por las ventanas en forma de rendija de las paredes. Llegó entonces a una amplia sala, el templo parecía desde fuera mucho más pequeño de lo que era en realidad. En el centro de la sala sobre un pedestal reposaba una vasija en forma de calabaza, de gran tamaño y decorada con antiguas escrituras y runas pandaren. Junto a ella, un anciano con larga barba trenzada y canosa esperaba paciente con una flauta entre sus manos.

Luan se agachó para saludar al anciano con educación, este no dijo nada, solo levanto una mano indicando donde se debía colocar. Una vez se colocó donde le había indicado, el anciano comenzó a tocar la flauta con suma delicadeza, la melodía inundo la sala, que tenía una acústica perfecta.

La joven pandaren comenzó a danzar, el corazón se le aceleró por un momento, pero en seguida el entrenamiento de años dio su fruto, utilizó el nerviosismo para que sus movimientos se volviesen más fluidos, más rápidos, más precisos… A los pocos segundos, la vasija comenzó a iluminarse con un tono azul brillante, y entonces se unió a la melodía de la flauta una voz incomprensible, pero preciosa al mismo tiempo, inspiraba tranquilidad y armonía. Luan se asustó, y por un momento el miedo fluyo por su baile, una de sus zarpas se movió rápida, golpeando el aire de forma seca, como si tuviese un enemigo invisible frente a ella.

Entonces la voz se paró, y el brillo ceso brevemente. Un sudor frío recorrió la espalda de Luan, y mientras continuaba bailando su mente se llenó de pensamientos oscuros:

-        Ya está, todo para esto, decepcionaré a mi familia, soy un desastre, no puedo yo sola…- La voz resonaba cada vez con más fuerza en su cabeza, al mismo tiempo que la luz de la calabaza se volvía cada vez más tenue.

Pero cuando todo parecía perdido… Otra voz cobró fuerza en su interior:

-        Tu madre y yo nunca hemos dudado de ti… Está bien mi niña, tranquila… - Resonó tan fuerte que casi dejo por un momento de escuchar la flauta del anciano.

Luan se aferró a eso, se aferró a la voz de su padre, y comenzó a danzar como nunca lo había hecho. Sus movimientos se volvieron fluidos, armoniosos, todo su cuerpo se movía al mismo tiempo, dibujando ondas en el aire con las garras y círculos en la tierra con los pies. El brillo de la vasija comenzó a aumentar considerablemente, y la voz regresó, y con ella un pequeño elemental se materializó sobre la vasija. Empezó entonces a danzar también, siguiendo el ritmo de la melodía, mientras se acercaba más y más a Luan. La joven no dejó que el miedo la dominase, siguió bailando, cada vez más concentrada, cada vez más segura…

Cuando se quiso dar cuenta, el pequeño elemental estaba prácticamente a su lado, siguiendo sus movimientos, bailando con ella… Luan sonrió, feliz, y la felicidad fluyo por su baile, y a través del baile fluyo hasta Fao Tha, que de repente dejó su forma corpórea para convertirse en una corriente de agua cristalina y brillante, que seguía imitando y acompañando a Luan a cada paso que daba. La melodía de la flauta comenzó a acelerarse, se acercaba el final, y con la última nota, Luan extendió sus manos hacia la vasija y el agua acompañó ese último movimiento fluyendo por el aire hasta meterse dentro del recipiente, que, tras brillar un poco, volvió a su estado normal.

-        Esta tardando mucho…- El padre de Luan seguía esperando fuera, su madre también se había acercado a traerle algo de comer, la noche ya había llegado y el sol se había escondido. - Espero que le esté yendo bien…

 

-        Seguro que sí mi amor… Piensa que es nuestra…- La madre de Luan se quedó callada, pues una figura se empezaba a dibujar en la puerta del templo.

 Entonces apareció Luan, su rostro se iluminó gracias a la luz de la luna que descansaba llena en el cielo estrellado. A la espalda portaba la ancestral vasija. Una brisa recorrió todo el valle, despeinando a la joven pandaren, y entonces supo que estaba lista para su nueva vida.