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Psique

Fēngniǎo Zhao

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Fēngniǎo Zhao

 

 

 

 

 

 

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Descripción Física

Lo primero que llama la atención en ella es que su altura está por debajo de la media respecto al resto de pandaren. Nació débil, y su salud se resiente con facilidad, es por ello que se la ve algo delgada para ser un pandaren. Tiene los ojos de un intenso color verde, y su pelaje oscila desde el blanco hueso al ébano. Suele llevar el pelo recogido en dos pequeños moños en lo alto de su cabeza.

Descripción Psíquica

Inquieta, tal vez hiperactiva. Siempre va de un lado a otro aun que tenga que arrastrar su deficiente tono físico. Sea cual sea el momento del día, siempre está ocupada haciendo algo. Es una enamorada de las artes, sobretodo de la escritura, a la cual le dedica una gran parte de su tiempo. Es precisamente eso lo que ha conseguido que aspire a convertirse en Eremita algún día. Siempre con ansias de aprender, de cuanto sea. Tiene un caracter dulce, a veces demasiado volcado en los demás, rayando la insistencia indecorosa, pero su entusiasmo es sincero, estimulado por casi todo cuanto no sabe, irrefrenable pero a veces, resulta encantador.

 

 

 

 

 

 

HISTORIA

 

Fengniaö nació temprano, y su alumbramiento vaticinaba un fin irremediable, pues era débil, pequeña y frágil como las flores del cerezo. Desconsolados por este hecho, sus padres hicieron llamar a un gran número de sanadores y boticarios, con el fin de que subsanara el mal con el que había nacido. Y con la marcha del último, se miraron apenados. Poco más estaba en su mano para ayudar a su hija recién nacida.

 

Ante la duda que les asolaba y el temor que les atormentaba, Xiao Xiao, la madre ya añeja de Xihan, un día les habló de Chi Ji y de lo que hace muchos años, antes incluso de que el progreso llevara a la brillantez a la medicina pandaren, se hacía en estos casos.

 

La anciana pandaren de aspecto y sonrisa afable juntó sus manos sobre la cabeza de su bastón y así, empezó el relato.

 

Una vez, en las lejanas llanuras del Valle de los Cuatro Vientos, habitaba una familia de laboriosos obreros. Estos dedicaban su vida a la construcción de los hogares de sus coetáneos, mas un día, su primer hijo nació débil, muy enfermo, y nada había que pudieran hacer para salvarle. Así pues durante la mañana, el inexperto padre alcanzó a ver una gloriosa figura planeando sobre el verde valle. Era Chi Ji, el Augusto. Con voz en grito, dejó su martillo a un lado y le cuestionó.

-¡Chi Ji, oh glorioso Augusto, tú que con tu vuelo nos traes esperanza y sosiego, dime, qué he de hacer por salvar a mi hijo!

El Augusto se posó en una loma cercana, dejando sombrado al pandaren, pues su embergadura era increiblemente extensa. La grulla más hermosa que pandaria había visto. Con ojos cálidos, agachó la cabeza y dijo:

- Si tu amor por tu hijo es honesto, con sumo gusto velaré por él. Pero necesito una prueba que demuestre que el sentimiento es puro.

-¡Lo que sea!-Dijo el pandaren, implorando de rodillas.

-Si de verdad su vida está por encima de cualquier otra cosa, deberás renunciar a aquella posesión que más dicha te traiga, una cuyo valor sentimental la ponga por encima de todo cuanto tienes.-Y dicho esto, el Augusto retomó el vuelo, alejándose placidamente.

El pandaren pensó en su legado familiar, la espada de sus ancestros, con la cual el mal que reside en el Bosque de Pavor era enfrentado durante siglos. Dudó, pues en aquella reliquia, la única que de verdad tenía un valor honesto, había más de una generación de dedicación y de memorias. Pero el amor por su hijo era demasiado grande como para dejarle morir. Y así hizo. Ofreció la vieja espada en ofrenda para el augusto una noche, y cuando despertó al día siguiente, esta había desaparecido. En su lugar, una pluma roja como el más vivo de los fuegos resplandecía por los rayos de sol que se filtraban por la ventana, posada sobre la almohada de su hijo, que alegre y vivaz, reía mientras la miraba. Con ella, la fiebre se había desvanecido, y nada quedaba en su pequeño cuerpo que le provocase dolor. Absolutamente agradecido, acogió a su hijo entre sus brazos, y desde entonces, el niño creció fuerte y gozó de una larga vida.

 

Sin estar muy seguros de que aquello funcionase, Xihan, la madre de la criatura contempló a su niña en la cuna, encogida, durmiendo profundamente fruto de un inmerecido agotamiento. Luego sostuvo entre su zarpa el collar de jade que durante generaciones había sido el legado de las mujeres de su familia, el cual heredaban al casarse. Se lo retiró del cuello, apenada por tener que desprenderse de él y así hizo, como su propia madre le relató.

Fuera por Chi Ji, por suerte o para honra de los médicos, Fēngniǎo se recuperó, y disfrutó de la niñez en Verdemar, su pueblo natal en el Bosque de Jade. Era una entusiasta estudiante, y la hiperactividad de la que hacía gala en contraste con su frágil salud era bien conocida entre su familia. Siempre dispuesta a aprender, de lo que fuera.

 

Fue su abuela Xiao Xiao quien alimentaba cada día la mente de la niña con historias del folklore. Le hablaba de los Augustos, de la rebelión pandaren, pero también del resto de habitantes que residían en pandaria. No tenía el extenso conocimiento de un eremita, pero en su día fue una discípula de Chi Ji, y viajando llegó a almacenar un valiosísimo

conocimiento. Y eso era a lo que le instaba, le decía que el verdadero conocimiento no está en los libros, que Pandaria misma rezuma sabiduría esperando a ser encontrada.

Se aficionó a las historias que le contaba su abuela, y a pesar de que sus ojos verdes le insinuasen que llegaría a ser una gran discípula de Yu Long, el Augusto de jade, su sed de aprender hacía que siempre dijera con entusiasmo que su sueño era ser eremita, y redactar y conservar el conocimiento Pandaren para que nunca fuera olvidado.

Hasta entonces, aprendió mucho sobre medicina de la mano de su abuela y de su madre, quienes regentaban una botica para todo tipo de remedios. Aprendió las bases de la acupuntura, de la masoterapia y de tantas otras disciplinas médicas con las que aprendió a sanar y cuidar a quien lo necesitase. Su ímpetu al final le dio el nombre que enarbolaba legítimamente, pues Fēngniǎo en pandaren significa “colibrí”, todo un acierto por parte de su abuela, quien le puso ese nombre cuando apenas se acercaba el día de su nacimiento.

 

Y así, Fēngniǎo esperó pacientemente a que llegase el día en que cumpliera su mayoría de edad y pudiera emprender su camino, viajando por todo pandaria para aprender de los sabios de la Cima Kung Lai, de los inquietos grumel, ver bailar a los maestros de los elementos, visitar los extensos campos de cultivo del Valle de los Cuadro Vientos, las renombradas cervecerías pandaren y contemplar la extensión selvática de la Espesura de Krasarang. Había tantas maravillas ahí fuera, que con impaciencia contaba los días que restaban. Verdemar era una preciosa aldea, pero empezaba a ser una jaula demasiado pequeña para tan inquieto colibrí.

Editado por Psique
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