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Montalba

Viktor Kruber

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NOMBRE: Viktor Kruber

EDAD: 35

Raza: Humano

Sexo:Varón

Altura: 1.83m

Peso: 82kg

Lugar de nacimiento: Una granja apartada a un par de días al norte de Andorhal.

Ocupación: Actualmente desempleado. Anteriormente cazarrecompensas.

 

DESCRIPCIÓN FÍSICA

Se trata de un hombre alto alrededor de la treintena, alto y delgado. Se encuentra en buena forma, ya que nunca ha llevado una vida sedentaria. Es un hombre de tez pálida, de pelo largo negro suelto hasta los hombres o recogido en una coleta, mostacho y de habitual barba de varios días.

Sus ojos son de un intenso color azul, con una mirada intensa, aunque marcada por ojeras que demuestran no dormir demasiado bién. De cara alargada y rasgos afilados, con una nariz curva y de puente prominente.

Tiene una cicatriz de un corte en la mejilla, entre otras que se pueden encontrar a lo largo de su cuerpo.

Acostumbra a vestir ropajes oscuros, sencillos y practicos, aunque parecen haber visto días mejores. De su cinto pende una espada de punta y corte con guarda de lazo, con la empuñadura llena de arañazos pero con la hoja afilada y bien cuidada, ademas de un puñal y dos pistolas de chispa que parecen llevar unos cuantos años a sus espaldas.

De su cuello cuelga un simbolo de la Luz tallado en madera y un par de alianzas de boda en una cadena.

 

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

Viktor es un hombre humilde, de escasas aspiraciones materiales mas allá de las necesarias, aunque siente una especial debilidad por el dulce y es propenso a ahogar las penas en vino.

Tiende a afrontar los conflictos de manera fria, pero cuando se trata de asuntos de fe o convicciones, las cosas pueden llegar a calentarse sobremanera.

Su actitud es socarrona y desenfadada, aunque mas templada respecto al descaro de su juventud. A pesar de su actitud cortes y amigable, no le gusta hablar de asuntos personales y utiliza su actitud picara para evadirse y tiene muy mal pronto.

Es un absoluto intransigente en lo que respecta a las personas. No soporta la blasfemia ni esta dispuesto a perder el tiempo con aquellos a los que no considera merecedores de ello. Le cuesta establecer relaciones de autentica confianza con las personas si no llega a conocerlas de verdad.

Es una persona de extrema religiosidad y de codigo moral es sencillo. Existe el bien y existe el mal. El segundo debe ser erradicado a toda costa, sea cual sea el precio. Se considera a si mismo juez, jurado y verdugo y carece de remordimientos por ello.

 

 

HISTORIA:

 

La mayor parte de la vida de Viktor dista de haber sido una sencilla, sin embargo, de haber actuado de otra manera cuando era joven es probable que aun fuera un granjero. Nació y se crió en una granja de Lordaeron, a un par de dias de viaje de Andorhal. Hijo de inmigrantes de Ventormenta, gente sencilla, en un lugar sencillo y con una vida sencilla, o monótona, como habría dicho él por aquel entonces. Su familia provenía de los Paramos de Poniente, pero el apenas era un crió cuando la llegada de los orcos los obligo a abandonar aquello.
Creció para ser un joven descarado e impertinente, al que sin duda aquella vida no satisfacía. Quería ver mundo, encontrar algo mejor en la vida, así que tarde o temprano decidió que aquella no era vida para él. Al pensarlo en retrospectiva, desearía haber dejado las cosas mejor de lo que lo hizo, pero el fervor de la juventud nunca es el mejor consejero que uno puede desear...Apenas contaba con quince inviernos cuando decidió, tras una acalorada discusión con su estricto padre, huir de aquello.
En cuanto puso los pies en el camino, con lo poco que llevaba encima, se puso en marcha hacia la ciudad de Andorhal ¿Que mejor lugar que la ciudad para labrarse un futuro para un hombre talentoso como él? La gran diferencia, es que no era más que un muchacho idiota con delirios de grandeza. No duraría ni un año de trabajo honrado mal pagado antes de empezar a obtener el sustento de maneras más ilícitas.
Todo empezaría con algunos tratos sucios a costa de su empleador que le llevarían a acabar de nuevo en la calle, seguido de algunos robos y asaltos en el camino para finalmente acabar conociendo a "las personas adecuadas".Poco más que una banda de rufianes y maleantes, a decir verdad. A partir de ahí, todo iría cuesta abajo y sin frenos. No habría sido tan terrible si la cosa no hubiera pasado de ahí, pero su vida no volvería a ser la misma el día que mató a su primer hombre. No había nada especial en él, solo un tipo corriente que debía dinero a otros tipos no tan corrientes. No fue algo fácil de afrontar y llegó a plantearse muchas cosas tras aquello, pero después del primero, llego un segundo. Y después un tercero. Antes de que se hubiera dado cuenta, apenas parpadeaba al hacerlo. Era trabajo, y uno no mal pagado. Y lo peor de todo, es que se le daba muy bien.
Pero tarde o temprano, las cosas se torcieron. Un trabajo salió mal y, teniendo a la justicia pisándole los talones, decidió poner tierra de por medio y poner rumbo al sur. A Ventormenta. No sería hasta un tiempo después de haber llegado a su destino que comprendería lo afortunado que había sido. Se había librado por apenas unos meses de verse atrapado en Lordaeron durante la caída del reino en manos de los no muertos. Pensó en que habría sido de familia, de sus padres y sus hermanas, pero hacía tantos años que no los veía que ya hacía mucho que había renunciado a ellos. No obstante, nunca dejaría de preguntarse si habían sobrevivido.
Una vez establecido, siguió con su vida donde la había dejado. Dada su propensión a la violencia, entro en el negocio de cazarrecompensas por cuenta propia y mercenario junto a otros. Vivía cada día como si fuera el último, gastando cuanto conseguía en beber y putañear. No sabía hacer otra cosa, por lo cual no es que tuviera mucha opción. O eso le gustaba decirse a si mismo.
Pero tarde o temprano todo el mundo encuentra la horma de su zapato. El que a hierro mata, a hierro muere, como se suele decir. Fue el día que dio con la recompensa que no pudo cazar. El día que todo salió mal. Se vio a si mismo emboscado y abandonado en el camino, dado por muerto. El día que cambió su vida. Fue encontrado por el padre Samwell, el párroco de una aldea del bosque de Elwynn llamada Vientopresto. Lo encontró en el camino y le salvó la vida.
Pasaría meses en la casa de aquel hombre, recuperándose y replanteándose su vida. Aunque nunca había sido un hombre beato, encontró cierto consuelo y motivo en las conversaciones que tenía día a día con el padre Samwell. Llegó el día en que sus heridas estaban sanadas y podía marcharse, pero no lo hizo. Se quedo con el párroco, ayudándole en cuanto podía. Quería pagar la deuda que había establecido con aquel hombre, pero había algo más. Quería aprender a vivir como él. Quería algo de la paz con la que parecía afrontar ese hombre cada día de su vida. Y así lo hizo.
Un año había pasado tras su experiencia al borde de la muerte y ya no era el mismo que el párroco encontró desangrándose en el camino. Había encontrado motivo y propósito en las enseñanzas de aquel hombre. Las enseñanzas de la Luz Sagrada. No obstante, sentía que tenía muchos pecados que purgar para lavar su alma. Tomó entonces la decisión de tomar un voto de no violencia. Jamás volvería a matar ni a hacer daño a otro. Fue entonces cuando, con la bendición del párroco, volvió a echarse al camino, con una misión muy distinta en mente esta vez. Pasaría los siguientes años peregrinando por los caminos, ayudando al necesitado siempre que podía y siempre con su voto en mente. No fue fácil, sobretodo al principio. Los instintos de un hombre son algo difícil de ignorar, pero finalmente logró hacerlos callar.
Fue en Villaoscura, en aquellas tierras dejadas de la mano de la Luz, donde finalmente encontraría una razón para dejar de vagabundear. Allí conoció a la que se convertiría en su esposa y motivo de ser. Marianne. Muchos años habían pasado, muchas millas andadas desde el día que decidiera abandonar a su familia para buscar fortuna y, sin embargo, lo que tanto tiempo atrás había dejado era lo que anhelaba su alma. Una familia. Un hogar.
Allí es donde pasaría los últimos años y donde esperaba morir, pero el destino es una perra cruel y las cosas nunca salen como uno hubiera querido.
Allí estaba él, el día que Villaoscura cayó. Cuando la marea de no muertos inundó las calles. Intentó salir de allí con su esposa encinta, pero fracasó. Los muertos la alcanzaron, y Viktor no pudo hacer nada para salvarla. Los últimos años le habían vuelto manso. Blando. Débil. Y aun contra todo pronostico, logro salir de allí con vida. Quiza la Luz estaba de su parte aquel día, pero de haber sido así habría tenido la cortesía de salvar a Marianne.
Sin un solo lugar al que ir y con el corazón hecho pedazos, regresó al único lugar que conocía, la aldea de Vientopresto. El padre Samwell lo acogió y trato de consolar a Viktor como pudo, aunque este solo parecía querer aislarse del mundo.
Y eso es lo que hizo, al menos al principio. Pues la pena que amenazaba que lo inundaba no fue capaz de apagar una nueva llama que empezaba a arder dentro de él. Una llama alimentada por la ira y el rencor, pero era una que demandaba justicia. ¿Se había estado engañando todos estos años? ¿ Era la paz y la tranquilidad un sueño ingenuo? ¿ Como vivir en paz en un mundo repleto de tanta maldad?
Quedarse encerrado lamentándose de su propia miseria no iba a servir de nada. Algo tenía que hacer. Su corazón ardía con una nueva, aunque transformada, fe. Siempre había tenido un talento natural para la violencia, pero eso no era el problema. Ahora lo veía claro. El problema era que había estado poniendo ese talento durante muchos años en pos de sus deseos egoístas y mundanos. Era un talento que podía usar para dar caza a aquellos que verdaderamente lo merecen. Los malvados, los herejes y aquellos que infectan el mundo con las artes oscuras. Era momento de poner sus talentos en manos de las únicas causas que merecían la pena. La Luz y la justa retribución que a todo malvado le debe llegar. Pero Viktor era solo un hombre, y no sabía nada del verdadero enemigo. No estaba preparado. Pero sabía que había otros que pensaban como él y que sabían como librar aquella guerra.
Finalmente, partió una vez más de Vientopresto. Esta vez, con la desaprobación del padre Samwell, que le aconsejaba tomarse tiempo para el duelo, pero ya poco le importaba. ¿ Como iba él a entender como se sentía? No podía quedarse de manos cruzadas. Ya nunca mas podría.

Una vez mas, como tantas otras a lo largo de su vida, echaba los pies al camino, ahora con rumbo a la capital, Ventormenta, con la intención de unirse a las filas de la fe...

Editado por Montalba
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