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Firefly

Nehira

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  • Raza: Draenei
  • Sexo: Mujer
  • Edad: 256
  • Altura: 1,90
  • Peso: 128
  • Lugar de Nacimiento: Draenor
  • Ocupación: Viajera
  • Historia completa

Descripción física:

Es una draenei adulta, por lo que su cuerpo ya está completamente formado. Su rostro es delgado y ligeramente afilado en la parte inferior. Posee dos cuernos que se dirigen a la parte posterior de su cabeza, junto a una cabellera negra que lleva suelta la mayor parte de las veces. Sus ojos son grandes y azules, desprendiendo un leve brillo que hace que destaquen sobre el resto de su rostro. Nariz pequeña y algo respingona, con unos labios finos pero bastante marcados. Sus pómulos se dibujan con claridad sobre sus mejillas y de la parte posterior de su cráneo brotan cuatro apéndices que decora con anillos.

Su cuerpo está trabajado hasta el punto de notarse la musculatura en brazos, piernas o abdomen. Pero aun así lo luce con una figura femenina que se realza gracias a la posición de sus dos largas patas. Su busto es generoso y su cintura pequeña, por lo que destaca con su ancha cadera formando una silueta bastante sinuosa. Tiene bastantes marcas sobre su oscura piel, recuerdos de los tormentos que tanto ella como los suyos tuvieron que vivir para seguir adelante. No trata de ocultarlas y las luce con orgullo.

Su forma de vestir se mantiene todo lo tradicional que le es posible. Gusta de armaduras con incrustaciones de cristales violetas, así como de colores negros y dorados. Es raro verla vestir con ropas de humano u otras razas de Azeroth, aunque cuando no tiene más remedio, lo haga con cierto pesar. Mientras que como arma, fue entrenada en usar mazas, así que es lo que utiliza buscando hacer las menores heridas a sus adversarios cuando se enzarza por algún conflicto.

 

Descripción psíquica:

Puede parecer una criatura seria cuando se la conoce en un principio, pero quien se mantiene tiempo junto a ella no tardará en darse cuenta de que posee un gran corazón siempre dispuesto a echar una mano para todo aquello que la necesiten. Aún no ha comenzado a adaptarse al resto de razas y criaturas que habitan Azeroth, por lo que por una parte se mantiene desconfiada, mientras que por el contrario posee una inocencia que solo la experiencia y el trato con los demás puede hacer que cambie. No suele entender las bromas o los comentarios que van cargados de segundas intenciones, creyendo que la gente siempre se limita a decir lo que es verdad. Es curiosa y gusta de aprender cosas nuevas, sobre todo sobre las diferentes culturas y tradiciones de sus nuevos aliados.

Aunque al primer vistazo destaque físicamente, también es lista y le gusta pensar bien las cosas antes de tomar una decisión o actuar. Es altiva y no se deja humillar, ni a ella ni a los que son sus hermanos. Por lo que no dudará en defenderse de cualquier insulto y demostrar su coraje. Ha sobrevivido a una guerra y odia sentir el miedo en su pecho, por lo que se obliga a sí misma a ser fuerte y a defender a aquellos de quienes otros abusan.  

Le gusta divertirse y siempre quiere probar cosas nuevas. De alguna forma tratando de enterrar los recuerdos pasados, buscando sentir nuevas emociones para sentir que sigue estando viva. Es animadora y muy empática, por lo que es normal verla tratar de ayudar a otros a animarse, de formas muy desafortunadas y erróneas la mayoría de las veces.

Es pacífica y busca la resolución de los conflictos con el uso de la palabra. La parte más violenta de ella quedó en Draenor y ahora prefiere ver las cosas de una forma diferente, incluso cuando ella misma se considera una guerrera. Si finalmente se ve obligaba a combatir, lo hará siempre de la forma menos dañina posible, buscando desarmar a su contrincante y golpearle allí donde las heridas no terminen con su vida. Pues considera que toda vida quitada es una triste pérdida que podría ser evitada.

 

Historia

Draenor, el lugar que vio a la pequeña draenei nacer hace ya más de ciento ochenta años. Pero no fue la única descendencia que sus padres tuvieron, pues llegó al mundo junto a otra criatura de piel azulada. Se crió durante una época de paz y armonía, cuando los draenei aún convivían junto a los orcos antes de que todo estallara. Junto a su hermana, quien a temprana edad comenzó a aprender el uso de la magia, mientras que ella incapaz de adquirir un buen grado de concentración y calma durante sus aprendizajes, prefería abandonar su hogar para explorar lugares cercanos. Perderse entre los árboles del bosque, saltar y trepar, pues adoraba cualquier cosa lejos de las espesas enseñanzas que su hermana recibía.

Pasaron muchos años, donde la joven Nehira aprendió a leer y a escribir, así como la historia de su pueblo y sobre los Naaru. Vio a su hermana convertirse en maga, comenzar a labrarse un destino como protectora de su pueblo y seguidora de los Naaru. Mientras que ella... ella no había nacido para tales dotes. Por lo que finalmente su padre tomó la decisión de enseñarla a utilizar la maza. Entrenaban juntos durante horas la mayoría de los días, haciendo que cada vez la maza fuera más liviana y los movimientos toscos y mal dirigidos, se transformaran en golpes con precisión.

De alguna forma, fue feliz durante todos esos años, sin darse cuenta siquiera de que todo su mundo estaba por cambiar. Cuando  la guerra contra los orcos estalló por culpa de la corrupción que les había estado siguiendo. Lloró cuando se separó por primera vez de su hermana para verla marchar a enfrentarse a ellos, mientras que su lugar fue quedarse en su hogar para proteger a los más jóvenes y los heridos. En tiempo de guerra se vio obligada a utilizar las enseñanzas que su padre le había dado a lo largo de los años, por lo que fue adiestrada en el uso del arco y durante años. Así cuando los orcos finalmente llegaron a su aldea, quemando y arrasando todo lo que encontraban a su paso, Nehira no dudó en enfrentarse a ellos. Su pulso temblaba y su corazón latía rápido y fuerte dentro de su pecho, pero aun así dirigió sus golpes contra los demonios que querían extinguir su raza.

Mató a media docena de orcos antes recibir las órdenes de huir, encargándose de que las obedecieran aquellos a quienes protegían. Cargó del hombro a una compañera herida y se marchó dejando el que había sido su hogar para siempre, viendo como algunos draeneis se quedaban para cortarles el paso y retener a los orcos el tiempo suficiente para permitir su huida. Cualquier acción que se tomara llevaba un gran coste en vidas, tanto de los suyos como de los enemigos, algo que provocaba que sus sueños se tornaran pesadillas cada vez que intentaba cerrar los ojos para descansar.

Ya había perdido la cuenta del tiempo que había pasado desde que abandonó su casa, ocultándose como si fueran animales en oscuras cuevas para que los orcos no les encontraran. Se sentía encerrada, aprisionada sin poder salir al exterior, sin saber nada de su hermana ni de los seres que siempre había amado. Hasta que un día un tábido se presentó con la que podría ser la solución a sus problemas y cambiar el sentido de la guerra para que los draenei volvieran a ser libres.

Nehira emocionada con ello no dudó en seguirle en su alianza con los elfos e hizo todo lo que estaba en sus manos para ayudar a los que necesitaban de unas manos. Aguardó con paciencia, preparándose de nuevo hasta finalmente el día de la batalla por el castillo de la Tempestad llegó. Luchó junto a sus hermanos, hombro con hombro, viendo como su sangre azul era derramada, viendo como cada vez quedaban menos de sus hermanos en aquel desesperado intento por la libertad. Ella fue una de las pocas draenei que llegaron al Éxodar para enfrentarse a los elfos que todavía quedaban en este, alejándose hacia el espacio huyendo del único lugar que hasta entonces había conocido.

Cuando los motores saboteados de la nave comenzaron a fallar, poco hubo que pudiera hacer. Se reunió con el resto de sus seres queridos y rezó a los Naaru por su salvación. Quería seguir viviendo, volver a sentirse libre como cuando era niña y dejar atrás los tiempos de guerra y odio en los que su vida se había visto sumida durante los últimos años.

Poco, o nada, recuerda del día del accidente. Sufrió gran cantidad de golpes e incluso se fracturó una de sus patas en la colisión. Cuando abrió los ojos se encontró a sí misma en una improvisada cama, llena de vendas teñidas con el azul de su sangre y a un montón de hermanos y hermanas en su misma situación. Había sido una masacre, no solo ese día, sino desde el momento en el que los orcos comenzaron con su ataque. En aquella misma cama se recostó, notando como sus ojos se llenaban de lágrimas pensando en los caídos, en todas las vidas que se habían quedado atrás y en todas las que todavía se perderían en el futuro. Odiaba la guerra con lo más profundo de su corazón, así como a los culpables de aquella matanza sin sentido.

Tardó algunos meses en recuperarse y desde que pudo volver a caminar dedicó su tiempo a ayudar a reconstruir un nuevo hogar sobre los restos de la nave. Sentía el dolor en cada uno de sus movimientos, la pena al ver a sus hermanos, pero de alguna forma también volvía a sentirse libre después de tanto tiempo. Sin miedo a ser atacados, sin la necesidad de tener que esconderse como un animal. Decidió que aquel sería el inicio de una nueva vida para ella, que se marcharía y conocería el nuevo mundo en el que ahora se encontraba, su nuevo hogar.

Así pues, cuando se hubo recuperado totalmente de sus heridas, tomó una mochila llenándola con sus pocas pertenencias. Comenzó a caminar sin un destino fijo, tan solo con su maza en la espalda y un estropeado colgante entre sus dedos. Estaba decidida a estudiar la nueva tierra, las plantas y los animales, cada una de las razas y sus costumbres. Decidida a vivir de nuevo sin temor, sin la necesidad de volver a huir para sobrevivir un día más. Estaba cansada de la guerra y la muerte, por lo que desde ese día eligió vivir el resto de su vida y disfrutar como cuando no era más que una niña y jugaba junto a su hermana hasta que la oscuridad de la noche llegaba.

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