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Axl

Morsov

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Nombre: Morsov Clayton

Raza: Humano

Sexo: Varón

Edad: 29

Altura: 1.71cm

Peso: 64kg

Lugar de nacimiento: Aldea de Hommoborg, Bosque del Ocaso

Ocupación: Vagabundo.

Ficha: Enlace

Historia completa

 


Descripción física

A primera instancia no parece demostrar ninguna anomalía o detalle resaltable acerca de su físico. A pesar de tener una contextura un tanto delgada posee los músculos de su cuerpo en una tonificación bastante marcada, eso aunado con su notable flexibilidad a la hora de moverse le convierte en una persona bastante ágil y de movimientos rápidos.

Su rostro sostiene una mirada embobada que se dirige siempre hacia el frente con unos ojos color oliva. Pertenecientes a un rostro lleno de pecas, pómulos ligeramente alzados y una sonrisa falta de un colmillo y un incisivo. Una de sus orejas parece haber sido mordisqueada por una especie de animal o aplastada con un martillo, dándole el aspecto de una coliflor. Posee diversas marcas de magulladuras y cicatrices a lo largo del cuerpo, fruto de peleas que por lo general ha logrado ganar solo con suerte. Además de una pequeña depresión en sus costillas. Una de sus manos tiene el tatuaje de una corona.


Descripción psicológica

Quizás Morsov no sea el más ágil de su grupo cuando se necesita a alguien que pueda sacar cuentas, resolver ejercicios y básicamente todo lo que requiera un uso de razón apto para las circunstancias. Usualmente es utilizado el termino "idiota" o "torpe" para referirse a él, a pesar de ello, suele demostrar un atisbo de inteligencia para el manejo de las armas, algo no muy sorprendente considerando su ocupación. Quizás no sea alguien amaestrado con el uso de las mismas; pero ha demostrado una velocidad de aprendizaje lo suficientemente grande como para compensar su bajo intelecto.

La actitud que lo define es neutra, aunque pueda actuar como un bromista y le guste hacer reír a sus compañeros, no parece una persona muy propensa a estar feliz por largos intervalos de tiempo. Halla entretenimiento en las cosas sencillas como el juego con las cartas, cosa en la que es sorprendentemente bueno, y en otras actividades sencillas y mundanas. Sigue las ordenes que le otorgan sin mucho desafío y no suele actuar como una persona perezosa, resultando en un compañero servicial y leal.


El pasado de Morsov no tiene momentos épicos o batallas en enormes ejércitos. Nació en un sucio poblado al sur del Bosque del Ocaso, que nisiquiera tenía un nombre escrito en el mapa. Donde fue el tercero de unos seis hermanos. La vida en aquella aldea de pacotilla era miserable, donde apenas lograban subsistir y generar los ingresos suficientes para evitar que la familia que se había adueñado de ese montón de chozas terminase de reducirlas al suelo que lo escupió.

Su niñez fue lo más normal que le podía ser posible, pues solía jugar con el resto de jóvenes de su aldea, cuyas arriesgadas excursiones al bosque le habían hecho adquirir un talento natural para las carreras, el escalar y básicamente todo lo que implique un uso de flexibilidad y agilidad. A pesar de las incesantes burlas y abusos que recibía por su limitada inteligencia. Causa de la falta de erudición y las taras naturales que por mofa del destino habían caído sobre él.

Su adolescencia había empezado a presentar los cambios que irían cambiando su estilo de vida a lo largo de los años. Aprendió acerca del manejo de las ballestas lo suficiente como para poder conseguir algo de alimento a la aldea, pues él junto con otros habitantes de la misma se aventuraban al bosque en la búsqueda de algo que llevarse a la boca. Ya sea un venado, un ave o un simple conejo. Durante una de sus cacerías un grupo de lobos salvajes le habían dado problemas a su grupo de caza, mayormente conformado por el resto de sus hermanos, quienes lucharon con todas sus fuerzas para sobrevivir al ataque de las criaturas que con facilidad les habían superado. El fue derribado por una de esas criaturas la cual empezó a atacar su rostro con endiablada ferocidad, intentando sobrevivir, volteó su cabeza para evitar perder la cara mientras que apuñalaba a la enorme bestia por un costado. Perdió su oreja en el proceso y la parte derecha del rostro… pero al menos no perdió la vida como sus compañeros de caza. Volvió a la aldea cabizbajo para darse cuenta de que nada estaba en orden; los gritos volaban de un lugar a otro y el hedor a podredumbre le inundaba las fosas nasales. Los muertos se habían levantado de sus tumbas para atormentar a los vivos, y su aldea había pagado el precio por ser construida en ese bosque maldito. Él sabía de los rumores acerca de cadáveres que caminaban a la par de los hombres, sedientos de sangre y hambrientos de carne, pero nunca había tenido la oportunidad de presenciar dichosa carnicería desarrollándose frente a él. Era algo con lo que podría haber vivido sin tener en la cabeza.

Los tejados estaban en llamas, la gente demasiado lenta como para escapar era alcanzada por grupos de personas a las que les faltaban extremidades, piel y huesos. No había salvación para nadie en ese agujero infernal y Morsov lo supo casi al instante. Recogió todo lo que pudo… y empezó a correr con todas sus fuerzas.

Vagó por el bosque durante meses, el hambre y la desesperación cada vez iban afectándole más, visitaba aldea tras aldea con la esperanza de poder pillar algún objeto de los desprevenidos transeúntes y salir corriendo a toda velocidad para venderlo y comer, así iban pasando los años de la miserable existencia de Morsov, quien poco a poco iba sucumbiendo más al sadismo del bandidaje, uniéndose a diversos grupos de rateros y asaltadores sin escrúpulos que con suerte lograban durar unas pocas semanas. El más grande al que había pertenecido era conocido como “Las víboras grises”, cuya violencia y ferocidad era objeto de temor y desconfianza de parte de las aldeas que solían asaltar en sus diversas escaramuzas. Eran no más de unas treinta personas, pero era suficiente como para superar en números a la milicia de una pequeña aldea empobrecida o ir deteniendo caravanas para robar sus suministros. La violencia era el pan de cada día y ahí fue donde empezó a labrarse un conocimiento en el arte de matar, aprendió a usar una espada y seguía amaestrándose con las armas a distancia, no era una mala vida en lo absoluto; era suficiente para él. Su lugar en el mundo era ese, lo había aceptado y no pensaba cambiarlo.

Las cosas fueron progresando con normalidad hasta el día en el que todo se vino abajo. Cuando el bosque maldito dejó de pertenecerle al Imperio para convertirse en un vórtice de violencia, desgracias y horrores. Los sucesos se repetían frente a sus ojos, los muertos marchaban en hordas apelotonadas de dientes podridos, piel caída y hambre, mucha hambre. Ocurrió en una noche que habían estado planeando durante semanas, el ataque a la aldea de Klamath. Ese asalto les haría ricos y los planes se estaban siguiendo al pie de la letra, ya se encontraban en un combate directo contra la improvisada milicia de la aldea cuando los desoladores gemidos se escuchaban en todas las direcciones, un hombre fue apuñalado, otro fue mordido y un grito se escuchó. El caos había estallado y ahora los bandidos y milicianos luchaban codo con codo para evitar morir a manos de la horda de muerte, pero Morsov ya había vivido algo como esto hace mucho tiempo, eran demasiados, sabía que no iban a lograrlo. Empezó a luchar por su vida que por la de sus compañeros… e inició su escape de aquel lugar abandonado por la Luz. Podía ver como a su alrededor sus hermanos morían, los aldeanos gritaban y el aroma a carne podrida y llamas consumiendo edificaciones se hacía más y más fuerte. Sus ojos llorosos combatían por mantenerse abiertos ante los horrores que presenciaba, pero eso no evitó que siguiera corriendo.

Su huída estaba casi completa, estaba corriendo entre callejones evitando a sus perseguidores no-muertos, hasta que ocurrió lo inevitable; frente a él se alzaba un callejón sin salida conformado por al menos unos seis cadáveres andantes. Se acercaban a él mirándole como si se tratase de que avanzan hacia un festín noble. Morsov luchó con todas sus fuerzas e incluso logró derribar a dos de esos bastardos putrefactos, pero ya estaba acorralado, ya era demasiado tarde para él. Era un hombre muerto.

O eso era lo que él había pensado.

 

Editado por Axl
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