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Abrahel

Jetamorada

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JETAMORADA

orc_by_yy6242-d8vor6n.jpgNOMBRE: Jetamorada.

EDAD: 37 años.

ESTATURA: 2.14m.

PESO: Fornido y pesado.

NACIÓ EN: Draenor.

OCUPACIÓN: Buscavidas, mercenario, asesino, esclavista, ladrón, etcétera.

DESCRIPCIÓN FÍSICA: Alargado y duro, su musculatura está desarrollada y entrenada de forma constante. Es su arma y como tal tiene que cuidarla. Posee múltiples cicatrices de guerra en la que no se destaca ninguna en particular y su cuerpo verdoso claro va decorado con vello en su vientre, pecho, brazos y predominancia en las piernas.

De nariz chata y mentón ancho, dos prominentes colmillos le surgen desde abajo hasta más o menos la altura de su nariz. Sus cejas por otro lado son pobladas y su cabello corto y cortado uniformemente a navaja. La frente y las orejas del orco son acordes al tamaño de su cara conservando una simetría masculina y cuadrada que no destaca del resto de su raza, pero tampoco podría considerarse desagradable de mirar. Por el lado de sus ojos, estos son pequeños, alargados y de un amarillo intenso.

En sus treinta y siete años de edad, tiene alguna arruguilla de expresión en la cara y se lo ve maduro, no tan juvenil.

DESCRIPCIÓN PSÍQUICA: Egoísta, vengativo, hedonista y desinteresado. No tiene una mentalidad de clan muy desarrollada ni tampoco le presta demasiada atención a su facción. Odia a los humanos por las guerras que tuvo contra ellos y se puede considerar bastante racista. Aprendió de la cultura del dinero cuando Orgrimmar fue una realidad y a partir de entonces con el paso de los años desarrolló una especie de atracción hacia las monedas. No sabe muy bien para qué las quiere, pero sabe que son necesarias y le interesa tenerlas. Por lo tanto, no sería raro verlo conversar con algún goblin de estos temas.

Considerado como un peligroso aliado y enemigo, no dudará en darle la espalda a quienes trabajan junto a él o incluso cortarle la cabeza a un compañero si se trata de algo de utilidad que puede sacar. El altruismo no está inculcado en sus genes y todo lo que hace, lo realiza en pos de lograr algo.

A pesar de estar separado de su madre, de vez en cuándo piensa en ella y en lo que estará haciendo. Sabe todo lo que tuvo que soportar y es por eso que le tiene compasión. Seguramente sea a la única a la que le dedica esta clase de sentimientos, pues tiene un carácter inescrupuloso en todo aspecto.

Avispado y perspicaz, desarrolló su psique en la mala vida.

HISTORIA:

—Ahora deberás satisfacerlo hasta tu última gota de sudor. Este hermano ha logrado lo que tu jamás —se escuchó la carrasposa voz de un hombre anciano—. Ser útil.

—¡Agh! —un azote de cadenas partió el sombrío silencio de la noche. Pero la tienda se encontraba cerrada y aislada de las demás. Aunque lo que estaba a punto de acontecerse dentro no le importaría a nadie.

—¡No soy un pedazo de carne! —exclamó una poderosa voz que provenía de la garganta joven de una bella orca, atada a un poste dentro de una tienda.

—Oh querida, sí lo eres. Lo serás —una risa socarrona caló en lo profundo del pecho de la mujer donde se estaba acumulando una espesa lava iracunda que hizo erupción por sus labios en forma de una cantidad ingente de insultos hacia sus captores y próximos asaltantes.  

—Sigue insultando todo lo que quieras, próximamente no tendrás ese ímpetu —de nuevo la jocosidad surgió de la garganta reseca de aquel viejo orco.

—¡Me las pagarán! —tomó una inmensa cantidad de aire—. ¡Todos ustedes!

Se supone que los niños vienen a este mundo cuando se combina el amor de dos personas o al menos es así como se debe realizar. Sin embargo, no sería este el caso de un pequeño que fue concebido desde la ira de una mujer cuyo único pecado había sido el querer escapar del yugo de su padre.

“Carne” —como la habían rebautizado— pasó de ser una orca fuerte y respetada entre los suyos a ser un mero objeto al que intercambiar u ofrendar cuando algún miembro del clan Riecráneos destacara sobre los demás. Por supuesto, ella jamás aceptó este destino y las primeras veces se defendió con uñas y dientes. No obstante y pasado un buen tiempo de vejaciones y torturas tanto mentales como físicas, terminó por ceder y endurecer sus entrañas para que la desidia no acabara con la poca cordura que le quedaba. Sin lugar a dudas durante los años su resiliencia fue puesta a prueba y estuvo a punto de quebrarse más de una vez hasta que cierto día encontró una razón por la cual continuar aguantando.

—Hazte grande y fuerte de una maldita vez —masculló desesperada pero recibió balbuceos de inentendibles de un niño que tenía dos años y no sabía hablar.

—¿Por qué naciste? —agregó y luego de un profundo y entrecortado suspiro, tuvo que descargar su frustración con el muchacho a través de su mano.

El menor retrocedió agresivamente contra el grueso cuero que hacía las veces de pared de la tienda y luego conoció la dureza de un suelo alfombrado por el mismo material. Pero no era su momento y entonces estoico sobrevivió. Aun así, la aldea no estaba preparada todavía para sus gritos y lloró tanto que desde aquel día su madre pasaría a ser “Ruidosa”.

Perdida entre los llantos de su hijo y sus pensamientos suicidas, mirándolo tuvo una idea. La mujer no tenía el poder o la capacidad de dañar a quiénes la habían convertido en eso, pero él era moldeable. Sí, esa era una buena forma de vida, mejor que la de estar con los ojos abiertos sólo por respirar sin otro propósito. Se encargaría de lograr que alguien lo entrene para que algún día se convirtiese en un fuerte Riecráneos capaz de cobrar venganza por ella.

—¿Qué quieres, “Ruidosa”?

—Quiero entregarte a mi cría. No tiene nombre, pero quiero que lo entrenes —insegura la mujer habló con la mirada puesta en el suelo y las manos extendidas sobre los cada día más estrechos hombros del pequeño—. Por favor, haré lo que sea.

—¿Quieres que sea un cazador?

—Hm… —no tuvo palabras, sólo asintió.

—Ya veo. Es normal —rió breve y burlón—. Él no puede ser una furcia como su madre.

“Ruidosa” en ese momento inspiró pura amargura y trató de desatar el nudo de su garganta a base de saliva. Antes le habría estampado la cabeza contra el suelo, pero en ese momento era débil, flaca y con pocos músculos como para defenderse. Toda su fisionomía se fue modificando en base a su estilo de vida.

—Tienes las caderas más anchas desde la última vez que te vi —impudoroso y vulgar revisó los rincones de aquel castigado cuerpo—. Al parecer no han acabado contigo todavía. Está bien, lo cuidaré —agregó despreocupado—, pero tú vas a tener que sobrevivir por tu cuenta y satisfacerme.

No era la respuesta que una mujer golpeada por la brutalidad debía recibir, pero en su vientre creció un ligero calorcillo que se esparció por el resto de su torso hasta llegar al pecho y no pudo evitar suspirar aliviada. Últimamente se había acostumbrado a realizar ese gesto, sentía que con cada exhalación una parte de su estrés se alejaba para dar paso a una energía renovadora, una nueva brisa.

—Conviértelo en un hombre.

—No hace falta que lo digas. Debiste traérmelo antes, me hace falta un cachorro para la cacería. Los talbuks no se obtienen por sí solos —su tono seguía sonando desinteresado, incapaz de transmitir un ápice de conmoción por la imagen lamentable que daba su hermana de clan—. ¿Cómo se llama?

La orca se encogió de hombros. “Ponle uno tú” quiso decir, pero lo dejó en sus pensamientos. Temía que si le seguía dando órdenes, el hombre intentara hacerle algo.

—Parece que ni para ponerle un nombre sirves, “Ruidosa” —volvió a reírse—. A ver, veamos. Deja que vea cómo te llamo.

A todo esto, el orquito no entendía demasiado lo que sucedía y sólo balbuceaba con la mitad de su rostro ennegrecida por el sopapo que le había dado su madre hacía algunos días atrás. Esto provocó la risa de su mentor y luego de tomarlo de la mandíbula cual goblin revisando a los nuevos esclavos, decidió colocarle el nombre de “Jetamorada” —pensar enrevesado nunca había sido lo suyo—.

Pasados unos años de sesiones de entrenamientos durísimas, una crianza de dudoso código moral y cacerías en las que salía herido en más de una ocasión, Jetamorada se forjó como un fortachón y un ser peligroso, tanto como aliado como enemigo. Su mentor al que con el paso del tiempo comenzó a llamar “padre”, le enseñó que sólo debía pensar por él mismo y nadie más. Le brindó armas y conocimientos para sobrevivir y a la edad de ocho años, lo llevó a cruzar el Portal Oscuro para participar en la Primera Guerra. Aun le quedaba tiempo para ser un adulto, pero ya podía luchar o apoyar a sus hermanos más grandes en el campo de batalla con sus armas predilectas, el arco y la lanza.

A todo esto, “Ruidosa” desde las sombras vigilaba el crecimiento de su muchacho y no faltaba semana en la que lo visitaba, llenando su cabeza de pensamientos vengativos a base de habladurías repletas de resentimiento. Ella lo educó en el egoísmo, las represalias y los instintos más primitivos en cuanto a sobrevivencia. Con todo esto en su cabeza, era inevitable que se encargaría de eliminar del mapa a todos los que habían hecho sufrir a su progenitora a la cual quería bastante a pesar de todo. Quizá porque en el fondo sentía que era la única familia que tenía o porque se habían usado palabras convenientemente hiladas para creer en una especie de amor mutuo.

Con la Primera Guerra finalizada, Jetamorada ya había cumplido su propósito de nacimiento y por lo tanto ya no era necesario. No obstante, era un joven de sólo trece años y había logrado traicionar a sus compañeros en más de una ocasión para encargarse de los enemigos de su sangre. Lo cual lo hacía un arma muy poderosa y una herramienta con la que ganar algo de prestigio y volver a ser ella misma de nuevo.

El primer paso fue unirse a otro clan intentando pasar desapercibida junto a su hijo. En el único que pudo encontrar asilo fue en el Grito de Guerra y allí se dedicó a pasar el resto de sus días sobreviviendo, labrándose un nombre y amistades. Eran tierras nuevas, por lo que podía empezar desde cero olvidando su traumático pasado, al que no dudó en acudir cada vez que se trataba de querer lograr algo. Así fue cómo se las arregló para ocultarse de los suyos y se asentó en una aldea de este nuevo círculo en el que se relacionaba. Y como si fuera una ironía pudo recuperar sus habilidades, fortalecerse y participar de la Segunda Guerra, pero finalizó tanto con ella como con su descendencia aletargados en un campo de concentración.

Aun así, todavía había esperanza y cuando por fin fueron liberados, siguieron a Thrall hasta Orgrimmar y tuvieron un poco de estabilidad en su vida. “Ruidosa” pasó a llamarse Karga y él siguió siendo Jetamorada. Era más fácil y además lo había usado durante toda su vida. Pero mientras la orca se dedicaría a la cacería y se transformaría en una Grito de Guerra hecha y derecha, el orco prefirió continuar por los caminos de una vida sin honor, como mercenario, vendedor de esclavos, asesino, ladrón y todo lo que dejara monedas y fuera más divertido que ser un simple soldado de nuevo. Estaba harto de servir a un general y prefería vivir egoístamente como se le había inculcado.

A día de hoy, posee treinta y siete años y se considera una especie de veterano de guerra, a pesar de que sólo haya participado de forma muy secundaria en ambas.

Editado por Abrahel

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