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Blues

Alexandra Wingates

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  • Nombre: Alexandra Wingates
  • Raza: Humano
  • Sexo: Mujer
  • Edad: 22
  • Altura: 1.72
  • Peso: 60
  • Lugar de Nacimiento: Kul'tiras
  • Ocupación: Mercenaria/Alquimista.
  • Historia completa

 

Descripción física:

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Alexandra es una mujer joven de 22 años, cuerpo atlético y delgado, perfecto para las actividades de alta destreza que su vida requiere. Lleva una cabellera larga de color dorado y algunos tonos castaños, su cara es perfilada y de un porte penetrante, como si fuese una mujer que por sus simples facciones ya impusiera su voluntad en otros. Sus ojos son de un color azul profundo, presumen de ser en extremo expresivos y tiene la particularidad de comunicar lo que desea a vces solo con la mirada. 

Suele llevar ropas si bien no costosas tampoco de campesina, procura ir lo más arreglada y elegante posible aún si da un porte de pedantería al hacerlo. Puede que a veces lleve una capa con un diseño de rosas estampado. 

 

 

 

Descripción psíquica:

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Alexandra es huérfana desde muy pequeña. Fue "adoptada" por un noble llamado Alfred Einsenstein Wingates a temprana edad junto con otros dos pequeños para ser entrenados en los trabajos que un noble no quiere hacer, pero puede pagar para que los hagan. No obstante no ostenta ningún título de Nobleza y jamás se le dio el apellido de noble, pero respeta y sirve al hombre quién le dio cobijo y techo.  Como consecuencia de ello es una mujer que recibió una educación aceptable, que sabe comportarse en sociedad aunque no es ni se considera una noble, simplemente una chica que tuvo suerte de ser "reclutada" por uno. Es calmada, educada y tiene el don de verbo, puede mantener una conversación interesante con las personas por mucho tiempo. Sin embargo es un poco muy sarcástica, un tanto cínica y engreída, pero sabe como ser muy sutil con sus estocadas. 

Como espía y hacedora de los trabajos que no son siempre limpios, desarrollo un método muy calculador y análitico. Odia la improvisación en su trabajo y prefiere controlar todas las variables en la medida de lo posible. Odia trabajar en parejas con alguien y vive bajo el dicho que cada quien debe llevar su peso por su cuenta, jamás tendra compasión o mostrara empatía por aquellas personas que ella considere débiles o incompetentes. 

 

 

 

 

 

Historia

 

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Los últimos rayos del crepúsculo bañaron los dorados acabados de un balcón de mármol que estaba oculto entre matorrales de rosas, cualquiera que pisara aquellos bellos acabados sería recompensado con el aroma de perfume y sal que ofrece la brisa marina. La mansión a la cual pertenecía tan ostentoso adorno de oro y piedra pulida se encontraba al final de un elegante malecón, el cual se encontraba a reventar aquel rosado atardecer.

La alta crema y nata de la ciudad costera se había reunido a las puertas de color Ocre, cada uno tenía consigo una actitud pedante, perfume hasta en los dientes y una invitación escrita en papel dorado que les acreditaba como invitados de una pomposa fiesta.

Ciertamente se respiraba un aire de jovialidad y realeza, aunque de real había poco. Era todas apariencias y protocolo. La gente que se había reunido no lo hacía por el placer de  una noche inolvidable, en realidad estaban ahí en aquel momento y lugar por mera obligación. Por un deber de etiqueta e hipocresía.

Infiltrada entre los pomposos nobles se encontraba una que no era de su mundo, sin embargo se había puesto la piel y el rostro de una de sus miembros. Para todos los ajenos, la chica pelirroja quien gustaba de lucir vestidos con un generoso escote para distraer la atención de su poco agraciado rostro, era Lady Wendoline, Hija del valiente almirante Crownguard, quién fue un buen amigo del hombre que compró la mansión donde se celebraría la fiesta.

Pero a la intrusa poco le importaba la necesidad ridícula de aquella quién le había prestado su identidad. Contaba con escasos cinco minutos, si es que menos, para poder entrar en la fiesta, buscar un lugar apartado y ver la manera de mezclarse con los presentes, su hechizo de ilusión no iba a durar demasiado.

Los conocidos de la joven a quién le había pedido prestado su rostro se acercaron a ella, para saludarla o informarle del ultimo rumor sobre algún invitado de la fiesta. Sin embargo la intrusa se había preparado para esa situación, y con la lengua de una verdadera mentirosa, desvió la atención de los amigos, quienes nunca se dieron cuenta de la voz ligeramente más apagada de su compañera de sociedad. Pero eso no sorprendió a la consumada actriz, al final de todo esto era un teatro y ella una falsa más.

Cuando entró al salón de invitados, se esforzó por evitar atraer la atención de conocidos. Decidió caminar por la periferia del recinto, sin prestar mucha atención a los hombres con elegantes ropas quienes se reunían con mujeres cuyos vestidos por poco se salvaban de ser calificados como de burdel. También paso por alto los colores dorados y verdes, característicos de las celebraciones en Kul’tiras, no había tiempo para perder en esos detalles sin importancia. Ella debía llegara a su objetivo y él no estaba abajo con sus invitados.

Ella encontró rápidamente un lugar donde poder refugiarse mientras el hechizo se desvanecía. Pretender ser alguien más, usar el rostro de otra persona y saber que ninguno de sus conocidos se diera cuenta del engaño la alegraba, y al mismo tiempo le hacía pensar sobre la verdadera naturaleza de la gente quienes la rodeaban. Pero dejo esas reflexiones para después ya habría tiempo de pensar en aquello cuando dejara Kul’tiras en el primer transporte que zarpara.

No sin antes visitar a un amigo.

Lo que siguió fue tremendamente aburrido. Trabajo de principiantes, como solía llamarlo el Barón Wingates. Las enseñanzas del noble hacían eco en sus recuerdos, siempre desconfiar de los rostros, vigilar los patrones en las personas, arrimarse a los grupos para escuchar, empapar su mente de conocimiento. Y en ese lugar no había mucho, y el único premio que le interesaba estaba rodeado de sus más importantes invitados

Pero ella sonrío con eso, pues sabía que le daría un sentido de seguridad, de tranquilad pero sería poco más que una ilusión. La realdad era que estaba siendo acechado, y pronto sería cazado. Mientras todos bebían y conversaban, ella solamente observaba usando como camuflaje al resto de los invitados. Nadie reparó en ella, y sus pasos eran silenciosos como una pluma.

Estaba contando los sorbos que William Creed, el organizador del evento, estaba tomando de su cáliz dorado. Contó  el primero y el segundo, y dejo de molestarse en el sexto o séptimo trago. No faltaría mucho tiempo para que el aditivo especial que había preparado para el noble hiciera efecto. La intrusa sonrío con un poco de sorna, todo se desenvolvía tan fácilmente…

Pasaron un par de horas más. El ánimo de la fiesta fue muriendo con las constantes visitas de Lord Creed a sus aposentos privados. Y cada vez que regresaba a la fiesta se veía más y más demacrado, algunos invitados preguntaron si debían llamar a un médico, pero el joven miembro de la casa creed se negó repetidas veces. Le atribuyo sus nauseas a los nervios y la ansiedad que le provocaba la perspectiva del viaje que iba a realizar.

Y así se fue vaciando la mansión. Los últimos invitados fingieron preocupación por el joven William, quien los despachó de una manera tímida y patética. Él no era el hombre rudo y reacio quién había puesto el apellido de los Creed  en un puesto de respeto y devoción, su hijo era todo lo contrario al creador, y se dice que el original Lord Creed murió expresando su decepción por él.

La sombra de un padre, siempre tan difícil de cargar. Es cómo sentir la mirada acusadora de la gente todo el tiempo, observando tus movimientos, calculando tus errores. William Creed se quedó solo reflexionando sobre aquello mientras bebía de su vino, ignorando el malestar de su interior.

-Bellas son las noches desde su alcoba Lord Creed.- Susurro una voz femenina, rompiendo la oscuridad de la meditación y el silencio. El joven William se giró inmediatamente sobre sus talones, y frente a él se encontraba una mujer que no pudo identificar, pero que de inmediato empezó a temer.

-¡L...la.fiesta s e…se ha a-acabado señorita, l-le implo-ro-ro…que...que se vaya…-Tartamudeo el sujeto, luego retrocedió un par de pasos cuando observo la silueta femenina acercarse.

E inclinarse con respeto y elegancia.

-Lo sé Lord Creed, mi más sinceras disculpas con usted- Respondió la mujer, su cabellera dorada se hacía familiar, pero en Kul’tiras era un color más que común. –Pero no podía irme sin antes preguntarle un par de cosas, y darle un par de cosas más.- Respondió.

William sintió un toque en su espalda, después una punzada en su estómago y luego las contracciones de su  vientre, el dolor se había hecho intenso y lo había puesto de rodillas.

-La fórmula que administré en su bebida hace maravillas Lord Creed. Está usted en la segunda fase de los síntomas, usted seguirá así por el resto de la noche y después, cuando su criada venga a despertarle. Lo encontrara muerto sobre una pila de excremento y sangre, que serán completamente de usted.-

El hombre abrió los ojos como un par de platos gigantescos, su labio titubeó un poco y se llevó las manos a su estómago. Miro a la mujer primero con miedo, después con rabia y terminó en el pánico. Pero antes de gritar ante la realización que su vida terminaría esa noche, frente a él se estiró una delicada mano femenina, al principio no había nada y después, como si se materializara en el aire, un pequeño frasco de perfume.

-Sin embargo- Continuó la mujer –Para usted, quizás aún exista un remedio…-Dijo con una sonrisa muy sorna en su rostro.- El veneno de la noche triste puede tratarse con este antídoto, y este es el regalo que vengo a hacerle.

Creed no se lo pensó dos veces, se abalanzó sobre la mano de la mujer solamente para sentir una leve punzada en su estómago, retrocedió unos pasos y bajo la mirada. La luz de la luna se reflejaba en una delgada hoja de acero platinado la cual punzaba contra su cuerpo, pero no hizo daño.

-Su padre solía decirle a Lord Wingates que nada viene gratis lord Creed, quizás deba recordar el consejo de su progenitor.- Dijo la mujer. El hombre casi pudo jurar que vio un destello azul viniendo de los ojos de la misteriosa  asesina.

-¿Sabes que pienso de mi padre?... ¡Que se pudra!- Espetó Creed, quien nuevamente sentía pánico por su vida. -¡Yo no tengo que ser blanco de una estúpida venganza, si mi padre quebró la compañía del o los dejo en la ruina eso no...-

-No es venganza lo que busco Lord Creek.- Interrumpió de manera certera, el agua del acero empezó a subir por los ropajes de seda verde de noble, la tela se abría como mantequilla ante el filo del arma. -Y, solo para aclarar Lord Creed, El señor Wingates no es mi padre; yo solamente estoy en una deuda de honor con su recuerdo.-

El hombre ladeo la cabeza, temeroso de ver el frío metal del elegante estoque acariciando el contorno de su cuerpo con fría precisión. 

-Eres tan solo una herramienta mujer-Dijo en un pobre intento por parecer desafiante.- No eres noble, no eres nadie.-Dijo con un tono de inútil arrogancia, la mujer solamente sonrío un poco.

-TE atreves a enir hasta aquí, envenenar a un noble y amenazarle con tu espada...-Continuó, el filo del arma empezó a subir por los botones dorados de su ropa, desabrochando con su filo uno a uno mientras el acomodado hombre sentía sudor frío en su nuca.-...N..no se en...que clase de negocios turbios se metio Wingates en su desesperación por pagar sus deudas p...¡P-pero no, n-noveo que...que quiere con eso!- Dijo temblando cuando el filo del arma pasó como una caricia sobre el ultimo botón de su camisa.

-Quiero información Lord Creed.- Interrumpío ella con una sonrísa.- Eso es todo lo que quiero. Démela  y yo le daré su antídoto.-

La mujer retiró su espada, tan suave y elegantemente como había entrado a escena. Después le sonrió con unos labios jóvenes y apetecibles.

El noble la miró fijamente por unos segundos, después el tiempo se encargó de recordarle su condición precaria…no tenía mucha opción

-Habla…Mujer, ¿Qué es lo que quieres saber de mí?-

El hombre recibió una sonrisa ladeada, cargada de pedantería y una mirada de soberbia. La mujer comenzó a caminar hacia el balcón de mármol.

-Como usted sabrá, recientemente Lord Wingates ha muerto. Y no solo él, sino toda su familia en circunstancias extrañas. ¿Sabe algo al respecto?-

Creed la miró por atrás y supo que aunque lo intentara, jamás podría quitarle el frasco. Esa mujer parecía tener dominio sobre las artes arcanas y sería un suicidio anticipado enfrentarse a ella, sin mencionar la espada. De mala gana el noble se humilló y tomó asiento, de todas maneras era información que no le importaba compartir.

-Oh sí, el viejo Wingates y sus amigos de la torre arcana. Mi padre hizo negocios con él y con un elfo hace tiempo, primero murió Wingates y luego mi padre…¿Y eso que?-

La mujer permaneció en silencio, una ráfaga de brisa sopló por la ventana y respiró el aroma del mar salado, quizás era su última noche en la isla.

-Lord Wingates murió asesinado mi estimado señor Creed.  La gente como yo quienes les servimos fuimos cazados o separados, y la muerte de su padre ocurrida en tan poco lapso de tiempo y de manera repentina…-

Lord Creed tragó saliva.

-No juguemos a hacernos los inocentes Lord Creed.- Hizo una pausa.- El noble al cual serví y su padre hicieron negocios juntos, y justo después encontraron la muerte. Lo que quiero saber es de quién está huyendo usted.-

-…Tonterías…señorita, no sé de…-

-Señor Creed, no juegue a hacerse el idiota conmigo. Con todo respeto no creo que a nadie en su fiesta no le quedara claro que los motivos de su viaje se deben a que está huyendo de aquellos que mataron a su padre y ahora van por usted. Necesito saber quiénes son. –Interrumpió la mujer, su hablar delicado pero firme logro terminar de doblegar al ya de por si débil hombre.-

-…Revise el escritorio que tiene enfrente señorita, segundo cajón del gabinete. La combinación es 4 2 3 1- Mencionó el hombre quien se había agarrado el estómago y ahogado un quejido de dolor, negó para sí mismo mientras observaba como la mujer no perdía tiempo y abría el gabinete, dentro había un pequeño libro forrado con cuero, se encontraba en mal estado.-

-Es el libro contable de mi padre, el verdadero libro contable que no le presenta a las autoridades del puerto…No sé qué demonios tenga dentro, pero si hay una información de a quienes busca debe estar escrito ahí.-

La mujer asintió ante el hombre, tomo el libro y se lo llevo debajo del brazo. Después se acercó al hombre con el frasquito en su mano, se lo entrego y el noble se apresuró a beber su contenido.

Era como beber agua común y corriente…

-Lo que le administre era simplemente una droga para el malestar estomacal, no se preocupe, usted vivirá mucho tiempo si huye a tiempo de aquí.- Dijo la mujer con un tono frío en su voz, ya no había nada de pedantería en ella.

El noble se quedó perplejo y negó ligeramente con la cabeza. Lo habían engañado.

-Los Wingates están muertos señorita. No sé qué contrato hubiera tenido con el patán que los lideraba. Pero si está muerto es por algo, y a usted…a usted la van a buscar de igual forma. Y le rebanaran su lindo cuello.-

La mujer ignoró sus palabras, solamente regalándole una leve risa mientras caminaba hacia el balcón y ponía ambos pies sobre el barandal.

-. ¡Usted no es una de nosotros señorita!.- Gritó el hombre al ver que el susto de la noche ya se retiraba. -El Incrédulo de Wingates ya estaba empobrecido desde hace tiempo, era cuestión de meses para que se lo llevaran los acreedores. ¡Usted no tiene nada, ni títulos ni tierras ni un apellido del cual servirse; ¡Los Wingates son historia!.- Gritó con la impotencia de un diminuto e insignificante ratón que chilla frente a un león, al cual no le importa su existencia por ser demasiado pequeño para merecer el tiempo de ser asesinado. 

No obstante la mujer se giró sobre sus talones para encarar al noble, le regaló una sonrisa y abrió sus brazos. 

-. Es Cierto Lord Creed, Yo no soy una noble...Ni pretendo ser una, Solamente soy...-Hizo una pausa,  la verdad es que muy dentro de su interior no estaba realmente segura de cual era su condición, pero el regalo de su inseguridad no se lo iba a dar a un patético quién estaba destinado a morir de cualquier forma.- Una herramienta.- Dijo finalmente, El hombre la miró extrañado por unos segundos, y después reinó el silencio. 

-Espero que jamás nos volvamos a ver señor Creed.- Dijo, y después bajó por las enredaderas  y adornos.

Mientras bajaba por los andamios no pudo pensar en otra cosa más que en el viejo líder de la casa a la cual sirvió desde que era una pequeña en un orfanato. Wingates era un hombre perspicaz, astuto en los negocios y alguien a quién siempre le gustó saber todo sobre sus amigos, y más sobre sus enemigos. No obstante él había seguido una línea de decadencia desde hacía algún tiempo, todo lo que fue caro y hermoso, pronto se volvió insostenible para la casa del noble. Teminó rodeado de enemigos, empobrecido y completamente solo.

Alexandra hizo una mueca de solo pensar en ello. Una vez en aterrizada al nivel de la calle, miró al cielo ahora oscuro, pasaría algún tiempo antes de que pudiera pisar Kul'tiras nuevamente, o puede que jamás regresara al elegante reino, el sentimiento provocaba un aire de alivio y al mismo tiempo de nostalgia en ella, agachó la mirada lentamente y comenzó a andar. 

La casa Wingates estaba desaparecida, ocurrió tan rápido que los rumores aún estaban frescos entre las altas esféras de la nobleza en Kul'tiras. Si se juntaban para hablar de la casa noble a la que alguna vez sirvió la mujer rubia quien se encaminaba a los muelles, era para hablar de lo rápido que se esfumó la riqueza y de los rumores de negocios turbios y peligrosos que tomó el patriarca de la casa noble para salir de sus Deudas. 

A Alexandra no podía importarle menos el dinero o el estatus de Noble, del primero siempre encontraba la manera de conseguirlo, y del segundo encontraría la manera tarde o temprano. No le molestaba ser una plebeya más del reino, pero no se quedaría así el resto de su vida. Primero hizo planes, y luego planes dentro de esos planes. 

La perspectiva la hizo sonreir, y con apenas un puñado de monedas se dirigió al muelle, lista para partir al sur con una libreta llena de nombres interesantes. 

 

 

Editado por Blues
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