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Featherstorm

Sylvaine Faorlen - "La Flor de las Estrellas"

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Registro de Ciudadanos y Nobles del Imperio de la Humanidad

Página 326 del Registro A-82

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Sylvaine de la Antigua Casa Faorlen de Lordaeron

Hija de Lord Kermond y Lady Serafina (de la Casa,también extinta de los Viridialba)

 

Lema

"El gentil filo de la Estrella, que daña a los Crueles y perdona a los Justos"

 

 

Epígrafe

Doncella de 28 años de edad al momento de la escritura de este registro. Nacida un 21 de Diciembre en la localidad perdida de Astardán. Cabello negro.Ojos azules. Estatura media.Soltera. Actualmente sirve en el ejército en la división de exploradores. Sin posibilidad de reclamo alguno. Sin domicilio fijo establecido. Única sobreviviente conocida de su apellido.

Fin del registro

 

 

Apariencia física:

Spoiler

Sylvaine es una mujer de estatura media, llegando al 1,65. De piel rosada y clara, cabello largo, sobrepasando los hombros, de color azabache y liso con ligeras ondulaciones. Brazos y piernas fuertes, adaptadas a trepar, correr, cabalgar y la vida en el bosque. Pechos no demasiado grandes, que mantiene sujetos bajo su camisa, para que no molesten con sus actividades. De rostro, otrora suave y redondeado, hoy más marcado por las carencias de la vida salvaje, mantiene aún su porte noble y ligeramente altanero, de labios rosados y gruesos, mejillas para nada marcadas, nariz recta y cejas finas. Lo que más resalta aun son sus ojos, de pestañas espesas que enmarcan sus ojos azules, de un tono liláceo azulado.

Viste una armadura de cuero ligero con un faldón abierto hasta las rodillas, todo de color verde viejo y gastado ; junto a botas de montar, guanteletes y una capa corta. En el camino tiende a vestir ropa más ligera. Una túnica con botones, larga hasta los tobillos, camisa, calzas y zapatos.

 

Nunca le falta, junto a su faltriquera, un hacha en el cinto y al otro lado un carcaj acompañándole. Su lanza a la espalda y su arco cruzado en este.

 

Personalidad:

Spoiler

Antes una dama de sociedad sin preocupaciones importantes más allá de verse bonita y ser encantadora, se encontró teniendo que valerse por su propio esfuerzo. Lo cual la tornó más resistente, fuerte, pero manteniendo en el fondo una enorme sensibilidad y adquiriendo a su vez, empatía y mayor sensatez.

Vive bajo las reglas que cree honorables y cordiales para el mundo que la formó, guiándose por intentar ser altruista, sin ser tomada por tonta, gentil sin ser un sirviente, luchar con los métodos que sea necesarios, pero evitar el matar si es posible, y engañar lo menos posible. Todo esto saca a relucir una faceta más importante, siendo un tanto inocente en el fondo y deseando el ser aceptada por quien es. Sabe que no es más una mujer noble y que esos días se fueron con Lordaeron, y no los extraña, ha abrazado su nueva vida e identidad.

Pero una enorme sensación de propósito la guía, buscando hacer el bien y despegarse de su vieja forma de ser, banal, caprichosa y superflua.

 

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Una posada en el camino, parada obligatoria de viajeros y comerciantes. Puesto de venta para los cazadores de la región. Hace 4 años...

 

El ambiente del bar era espeso, una espesa humareda flotaba por el aire proveniente de varios hombres, cazadores por sus pintas, que fumaban de unas largas pipas. Un joven robusto de rizos negros tocaba su laúd y cantaba con voz melosa una canción sobre mercaderes y sus viajes.

La mesera, una mujer ya en sus cuarentas le acercó las bebidas a los cazadores en la mesa y tras recibir su paga se marchó.

-Les digo lo que ví….era una ninfa del bosque-decía el más joven del grupo, que apenas tenía los primeros signos de barba castaña en su mentón.

-Sí. Como esa ves que viste una sirena y solo era un múrloc gordo, Lareon, ya deja de mentir-le espetó el enano del grupo, Korven

-¡En serio! ¡Lo juro por la Luz y por mi madre! Era una ninfa.

-¿Y como era?-preguntó una voz suave. Era Mindy, una mujer que en realidad distaba mucho de ser parecida a una. De cabello corto y mandibula cuadrada, parecía más masculina que el joven Lareon.

-Pues…hermosa, claro. Tenía el cabello suelto y negro y….unas lindas piernas, y unas eh…bueno unas caderas finas y una espalda torneada y eh un…frente agradable…y bueno, iba con un vestido blanco algo suelto. Estaba juntando bayas. Y cantaba muy dulcemente. Oh y tenia ojos que parecían violetas…

-¿Y no te acercaste a hablarle?-espetó, molesto por los titubeos del adolescente, el ultimo miembro del grupo, Carter, un humano alto y escuálido, de nariz larga.

-Bueno, claro…lo habría hecho pero apareció la bruja.

-Ya, ya. ¿Volviste a comer de esas lechugas endiablas que crecen en verano por estos bosques?

-¡Les digo que no! La bruja apareció allí. La Bruja de la Jungla Sombría.

Se hizo el silencio en la mesa. Y luego un sinfín de risas. El pobre muchacho se puso colorado y no volvió a hablar del asunto esa noche

Pero un joven se le acercó al cazador adolescente

-Disculpa…¿de que color dijiste que eran sus ojos?-pregunto un hombre joven, apoyando las manos sobre la mesa.

 

 

Verano del Año 18, Festival de la Cosecha. Mansión de Campo de la Casa Faorlen

 

Me dolía la comisura de los labios de tanto reír. El hijo de Lord Dalton era más carismático de lo que me habían dicho. Me tapé la boca al soltar la risita. Él me miraba fijamente con sus lindos ojos ámbar. Tan juguetón. Suspiré y me di algo de aire con mi abanico de plumas, fingiendo estar abochornada ante la tórrida tarde de verano. Me había puesto un vestido de satín y muselina, ligeramente transparente en mis mejores lugares, para resaltar mis atributos. No necesitaba rubor, ya que el calor de la tarde me hacía tener colores en las mejillas. Había oído que Tristán, como se llamaba el muchacho, las prefería naturales, así que  opté por no maquillarme.

 

Ah, el muchacho era guapo, con su nariz respingona, sus dientes blancos y su cabello castaño. Ademas era muy alto. No es un Alto elfo, pero está bien. Y le encantan los torneos. Era una buena opción de marido para mi. No sé de que estaba hablando, algo de los viñedos de su padre e incursiones orcas. No sé, no me interesa. Solo finjo asombro y algo de temor ante la mención de los orcos o trols, no recuerdo que eran.

Al parecer queda encantado con nuestro encuentro y creo que le gusta mi apariencia; lo veo en el reflejo del agua cuando pasa junto a mi. Aunque soy joven, sé de esto. Prácticamente nací para esto. Y soy la más favorecida de mis hermanas. Mis ojos lilas son lo más exótico de mi. Nuestro paseo por los jardines termina cuando yo lo indico, alegando que debo prepararme para los invitados que llegaran esa noche a nuestra residencia veraniega para el Festival de la Cosecha Estival

 

Con todo el jolgorio que ésta época conlleva, hay música, baile y comida. Aunque no es de tan buena calidad. Una de mis hermanas, Olimpia que es la mayor, me explica que es por culpa de la reciente liberación de orcos que hay tanto problema. Ya decía yo que el vino estaba algo aguado y el ciervo brillaba por su ausencia. Luego aprovecha para sermonearme que debo estar al tanto de los sucesos del reino. Siempre tiene el momento justo para meter un sermón. Debería ser sacerdotisa. Es tan pesada cuando quiere. Me marcho a los jardines para no oírla. El aroma de las rosas me embelesa. Y el porte altivo del joven Señor de la Casa Von Ziegler, tan militar, firme y noble, también me embelesa. Sonríe al verme y me acerco fingiendo timidez, con mis manos detrás de mi espalda. Este es mi juego.

 

 

Cabaña de la Jocelyn "La Montaraz Anciana" o "La Bruja de la Jungla Sombría" 

Alrededor del Año 21.

 

El rostro de la anciana, surcado por la edad, apenas era iluminado por las escasas brasas que quedaban, dontando a su rostro del aspecto de una máscara anaranjada, solemne y implacable. Sus ojos grises parecían mirar en el fondo de mi ser.

-El bosque es gentil. Te da ciervos para que caces, riachuelos para que bebas, bayas dulces para que te reconforten y sombra para que el sol no te queme. Pero no abuses de su gentileza-echó unas hierbas a las brazas, que chisporrotearon y soltaron un humillo-Porque también es implacable. No acepta debilidad; te dejará perderte, albergará a los lobos que te comerán y se mantendrá indolente cuando tus pies descalzos se congelen y partan en el invierno.

Las imágenes que mencionaba se tornaban vívidas en mi mente. Fruncí el ceño y me vi sumida en un sueño ligero.

 

Algún punto entre el año 18 y el 19. Castillo del Atardecer, sobre las Colinas Naranjas del poblado de Astardán

 

-Eres una vergüenza para esta familia. ¡Estoy harto de tu actitud!

Padre está furioso. Pero más que furioso, parece decepcionado.

-¡No haces mas que generar más y más problemas! ¡¿Es que no entiendes que lo que haces nos afecta a todos?!-me observa fijamente. No puedo mirarle. Busco algo de ayuda en la sala, pero nadie me ayuda. Solo Olimpia me observa, pero no puedo descifrar que significa su mirada.

-Mañana partirás a la Abadía de Santa Aurora. Quizás allí aprendas modales y como comportarte acorde a tu edad.

-¡Padre esto es inaudito! ¡No voy a permitir que..

-¡Vas a hacer lo que te sea ordenado, Sylvaine!

No medio más palabras. Me largo de la sala con un taconazo. No me verá llorar de rabia, no le voy a permitir eso.

Me encierro en mi cuarto. Quizás me pasé esta vez. La luz de las lunas es agradable. Un golpe en la puerta me saca de mi ensoñación.

-¿Quién es?

-Soy Olimpia. ¿Puedo pasar?

Dudo unos segundos. No quiero oír sermones ni regaños. Pero finalmente le abro la puerta, disimulando mis lágrimas como puedo. En cuanto cierro la puerta detrás de Olimpia mi hermana me abraza, para mi sorpresa.

-Está bien, Sylvie…puedes llorar. Entiendo tu frustración.

Me quedo pillada un momento.

-Lo bueno de que seas la menor, es que tienes más libertad, hermanita. Al ser la mayor padre ya ha arreglado un matrimonio para mi.

-¿En serio? ¿Y con quién?

-Lord Armand.

Solté un gruñido de molestia.

-Es muy mayor para ti.

-Y tiene fama de golpear mujeres-añade ella-No le gustará para nada que padre me haya permitido entrenarme con sus caballeros. Pero tu tendrás más suerte. Quizás sí podrás elegir. Y tendrás algo de paz, lejos de este infierno mientras estés en la abadía.

-¡Pero no quiero irme con un montón de religiosos! ¡Quiero seguir yendo a fiestas y usar ropa diferente cada día!

-Ay, Sylvie. No sabes valorar lo que tienes.

Nos quedamos en silencio. Luego, de entre sus ropas, sacó una espada. Brillante, aunque los patrones de hiedras y estrellas estaban algo despintados y viejos; su filo parecía aun tan vibrante y noble como recién forjada.

-¿Cómo es que te atreviste a huir con Hadau Seren? ¿Qué te llevó a pensar que algo así saldría bien?

-Quería probar si lo de la leyenda era cierto. Ya sabes, si es que arrojándola al Lago Lordamere en una noche de lunas llenas aparecería la Dama Élfica que se casó con el fundador de nuestra casa.

-Menudas tonterías. ¿Siempre tienes la cabeza llena de historias? Ya tienes edad para dejar de creer en esas cosas. Además de que metiste en problemas a Nathanael al huir con él. Es un mozo de establos, y un inocente. No metas a los demás en tus problemas.

-Solo fue algo tonto que quería hacer. ¿Qué nunca hiciste algo estúp…? No, no creo que hayas hecho algo tonto jamás.

-No. Siempre tuve que ser el ejemplo para ustedes-rió suavemente y negó-Pero los amo a todos a pese a todo.

 

Cabaña de la "Bruja de la Espesura" Joceyln.Y su aprendiz, "Sylvie"

–Con el ciclo de las estaciones aprendes a mantener la calma. Y a recibir las cosas como vienen. A esforzarte por tu trabajo y a valorar cada caza.

La anciana me tomó de las manos. Sus manos viejas y callosas, pero fuertes y de dedos largos.

-No te frustres por no haber traído nada hoy. Mañana lo conseguirás. Pero no puedes rendirte, porque cuando te rindes es cuando mueres. Serás recompensada por lo que hagas, no por tu inacción. Ahora…te toca hacer la sopa de rábanos ya que no trajiste nada de carne.

Suspiré y me reí un poco. Es el segundo año desde que vivo con la anciana Jocelyn. Me enseña lo que sabe muy despacio, a su ritmo y a su manera. A veces creo que simplemente me enseña de a poco para que no me marche. Para que no la deje sola con los recuerdos de sus hijos que partieron, de la patria que abandonó, o del marido que tiene su tumba junto al huerto de las lechugas. Aunque ella no dice sentirse sola. Nadie que habita los bosques y vive en respeto con las leyes del bosque lo está, según ella.

-¿Sabes, Sylvie? Aprecio tu compañía. Me recuerdas a una de mis hijas. Se casó con un mercader y ahora vive en Costasur. Niña malagradecida…-refunfuña.

-Yo también aprecio su compañía, abuela-le respondo mientras revuelvo la sopa-No se preocupe, me tendrá aquí por mucho tiempo.

Si supiera que no tengo otro lugar a donde ir y que la idea me aterra. Nunca me iré de aquí, abuela. Estamos bien las dos aquí. Aunque estaría bien tener algo más de especias para esta insulsa sopa, mmh.

 

Abadía de Santa Aurora. Nuestra Señora de la Disciplina y la Obediencia. También conocido como "Abadía Santa Aurora para Noblecillas Irreverentes" Principios del Año 20

 

Mordiqueo una de las galletas rellenas de dulce de fresa, con gesto distraído mientras miro el libro que se supone que debo estudiar. La biblioteca de la abadía está casi vacía, salvo por mi y el hermano Rosencroix. Paso un dedo por el manchón de fresa que dejé en una pagina, lo lamo, y paso a la pagina siguiente. Rosencroix me mira fijamente y me espeta.

-¿No se supone que no debas comer en la biblioteca?

No respondo

-¿Y no se supone que esas galletas son para vender en la feria de Rio Bravo esta semana?

Pongo los ojos en blanco

-¿Y no era esta la semana en la que comenzabas tu penitencia de silencio, Rosencroix?

-¡Cierto! Perdón, perdón…

-Ya cállate…-digo aguantando la risa al ver que se pone de todos los colores-De todos modos no importa. Mañana no estaré aquí.

-¿¡Que?!-se lleva las manos a la boca

-Ssssh…esta noche ya no estaré aquí. Tengo las llaves de la Madre Superiora Chandrelle y voy a usarlas para salir por la puerta del sótano.

-Pero no puedes irte.

-¿Por qué no? Mira…no es mi lugar. Quiero volver a casa. Estoy…estoy cansada de este vestido gris y de organizar libros. He aprendido bastante pero quiero estar con mi familia. ¡Vendieron todos mis vestidos, con el permiso de mi padre, cuando llegué aquí! De no haberme guardado el broche de la insignia de mi familia, ni eso tendría.

De debajo de mi delantal, saqué una preciosa insignia de plata; era una espada preciosa, con vainas que crecían por ésta y se alzaban por encima de su pomo, enganchando una gran estrella entre sus brotes y hojas.

-Es bonito-dijo algo taciturno Rosencroix.

-Sabes que no pertenezco aquí.

-Pero no quiero que te vayas. Eres lo más cercano que tengo a una amiga aquí-el muchacho me miró con sus ojos negros. No pensaba que valía tanto para el- Todo será más aburrido una vez te vayas.

-Tendrás que conseguirte otra amiga con la cual robar pasteles a medianoche.

-¡Exacto! Voy a extrañarte.

-Pues huye conmigo entonces.

-¡¿Qué DICES?!

-SSSSSSH ¿penitencia de silencio no te dice nada a ti? Ven conmigo. Puedes ser mi sirviente.

-¿Sirviente?

-Claro. Viniste aquí a servirle a Luz. No hay tanta diferencia.

-No lo sé.

-Decidete antes de esta tarde ¿vale? Me voy.

Y salí rápidamente de la biblioteca tratando de disimular mi nerviosismo.

 

 

Cabaña de Joceyln. Hogar de Jocelyn y Sylvie. Remanso de paz en un mundo en guerra.Hace 4 años

 

Observo el cielo despejado. En la alta colina donde se encuentra la cabaña de Jocelyn se aprecia el bosque y el valle lejano. Algunas luciérnagas revolotean por el aire y las cigarras se quejan del calor. Aplasto un par de mosquitos contra mis piernas. Que a gusto se está por las noches. Jocelyn esta sentada en su silla mecedora

Cuiiiiiic, cuiiiiic hace la silla. Disfruto estas noches. Pensar que antes no podría haber considerado vivir así. Ahora solo tengo calma en mi.

-Alguien viene-dice la abuela al aire-Alguien que viene algo cargado por el ruido que hace.

-Quizás es un mercader.

-No lo creo…por si acaso ten tus armas a mano.

Me pongo en pie rápidamente y busco el arco y el carcaj, que dejo detrás de una pila de leña, disimulado. Por si acaso prefiero mostrarme con mi hacha.

Por el camino que llega a la cabaña oigo el ruido del traquetear de metal ¿quizás es un soldado?. Estoy calmada, solo espero que no sea alguien de mala intención.

-¿Hola? Disculpen estoy buscando a…

-¿Rosencroix?-el muchacho, embutido en acero levantó la mano a modo de saludo y luego cayó noqueado porque Jocelyn le arrojó un piedrazo.

Camino Real. Lordaeron. Año 20. Tercera Guerra

-¿A dónde van con esta lluvia, niños?-nos preguntó el vigía del paso hacia el norte.

-Vamos a Stratholme, desde allí a alguna caravana hasta Astardán.

-¿Niños…no se enteraron? Todo es un caos en Lordaeron. El rey ha sido asesinado y Stratholme es ruinas ardientes. Deberían huir lo antes posible de aquí. Al sur, quizás…si es que hay un lugar a donde huir de los muertos que asolan este país.

No era posible. No. Sentí como me mareaba y por suerte Rosencroix me tomó del brazo para que no caiga.

-¡No, iremos a Astardán a buscar a mi familia, ahora!

-Syl, oíste al guardia, es un infierno allá. No podemos ir.

-Está bien, TÚ quédate, yo iré-dije tomando rumbo por el camino embarrado al norte, donde cada vez me empantaba mas y me sentía mas desdichada con cada paso.

-Syl, Syl. ¡SYL DETENTE Y ESCUCHAME!-se puso frente a mi-No puedes ir, vas a morir.

-¡No me importa, quiero ver a mi familia! ¡Ellos tienen que estar vivos aun!

-No lo sabes-lo ignoré y seguí mi camino bajo la lluvia. Un trueno partió el cielo

-Por favor Syl, no sigas. Vámonos al sur y planeemos que hacer ahí.

-Déjame en paz, Rosencroix. ¿Tú que sabes de familia? Eres un huérfano que fue entregado a la Abadía cuando recién naciste ¡no sabes lo que es una familia!

Rosencroix me miró fijamente

-¡Pues bien, haz como quieras!-me gritó y comenzó a irse en la dirección contraria

-¡Pierdete, remedo de sacerdote!

Comencé a sollozar. Para cuando llegué a un puente ya lloraba a viva voz. Iba tan perdida en mi miseria que no reparé en la crecida del río. O lo resbaloso del puente. Lo único que recuerdo es el caer al río, el frío del agua, un golpe y luego nada. Supongo que me lo merecía. No debí decirle eso a Rosencroix. Y no debí haber tratado mal a Olimpia. O a robare las llaves a la Madre Superiora. O haber huido con la espada Hadau Seren…tantas cosas. Quizás lo mejor era morir ahí y ya.

Pero por algún motivo desperté en una cabaña. Tapada con una manta de oso.

-¿Despertaste al fin? Que bien.

-¿Dónde estoy?

-En mi casa. Te rompiste una costilla y creo que no tendrás sed por lo que queda de año con todo el agua que tragaste. Pero estarás bien. No intent…

Intenté levantarme y una ola de dolor me arrojó devuelta al catre.

-…levantarte. Recuestate, descansa y todo estará bien.

No deseaba repetir el dolor que casi me dejo inconsciente, por lo que me recosté y me limpié con cuidado las lágrimas por el dolor.

-Ahora ¿Qué harás cuando te recuperes, muchacha?

-No lo sé. No creo que haya nada a donde volver.

-¿Entonces? ¿Te irás al sur?

-No lo sé.

-¿Cómo no lo sabes? ¿No tienes un fin en tu vida?¿No tienes un sueño que cumplir?

-Tengo sueño, sí…creo que mejor voy a dormir otro poco.

Pero durante los días siguientes siempre me preguntaba lo mismo. Jocelyn era sumamente pesada. Al tercer día simplemente le dije.

-Supongo que sobrevivir no cuenta como un sueño ¿verdad?

-Es un sueño válido. Las ardillas sueñan con conseguir nueces y no ser cazada por una lechuza o un halcón. El halcón con atrapar una ardilla o un animal regordete. Todos sueñan con sobrevivir. Es válido.

Y no dijo más. Pasaron las semanas y me sané muy bien bajo sus cuidados. Dándome sus olorosas y pastosas medicinas. Su casa era pequeña, pero limpia. Llena de plantas, olía siempre a tierra mojada. En el centro había un pequeño espacio para el fuego. Tenia un gran ventanal que daba luz y una mesa tosca con tocones de madera como asientos. Cuando pude ponerme en pie comencé a ayudar un poco. Barriendo torpemente, cortándome los dedos al intentar pelar patatas o llenándome de astillas al tratar de cortar leña. Eso o recibiendo dolores de cabeza al intentar enceder fuego.

-Eres realmente inútil, niña. Pero te puedo enseñar.

-Disculpa pero ¿eso significa que puedo vivir aquí?

-No, lo siento. Como ves siempre tengo demasiadas visitas y serías una molestia…-luego soltó una risotada-Claro, niña. Siempre vienen bien un par de manos extras. Mas si son tan suavecitas como las tuyas. Venga.

 

Así comenzaron a pasar los años. Me enseñó todo lo que sabía sobre la vida en los bosques. Rastrear animales, guiarse por el bosque usando el sol y las estrellas, el disparar con un arco y cortar con un hacha. Cada día era una lección nueva. Casi nunca estaba quieta y eso me mantenía distraída. Explorar, cazar, recoger hierbas, procesarlas, ir a venderlas, la huerta, el arreglar la cabaña. Los años pasaron volando.

 

De a poco esa vida se volvió parte de mi. Y adquirí algo que necesitaba. Una guía. Algo que me formara y me volviera mejor persona. Estaba en paz.

 

 

Rosencroix me buscaba hace mucho. Había partido a con Lady Jaina y vivió en Theramore durante mucho tiempo. Regresó al camino de la Luz y ahora, viajando, oyó que hablaron de mi y me buscó por la región. Fue una alegría verle otra vez.

-Debo pedirte perdón por esa noche. Bueno, por esa y por todas las cosas malas que te hice.

-Descuida, el perdón es algo que se aprende. La Luz lo enseña.

-¿Qué no enseña Compasión, Respeto y Determinación?

-Tenacidad, en realidad. Pero creo que el perdón es también importante.

-Nunca prestaba atención en las enseñanzas del Padre Eric.

-Lo sé. Preferías irte a comer o esconderte en el huerto.

Me alegró tener de vuelta a Rosencroix. Era mi amigo después de todo. Y aunque quería que volviese con él a Theramore, preferí quedarme. Estaba a gusto allí y era lo más cercano a un hogar. Prometí escribirle y volvió a su camino.

 

Jocelyn y yo seguimos viviendo nuestras vidas, pero eventualmente la suya se extinguió. No hubo mucho más que hacer que cerrar el lugar y marchar a un destino incierto, con todas las enseñanzas que la abuela me dejó.

Estuve un tiempo ayudando a unas fuerzas milicianas en un pequeño pueblo. Defendiéndolos de los bandidos. Como eran meros ladrones de poca monta, bastaba con asustarlos un poco. No me agrada demasiado la idea de matar innecesariamente. Luego, el Ejército Imperial llegó al pueblo y perdí mi fuente de trabajo. Pensé en irme a Theramore pero no quería abandonar el lugar donde nací aún…por lo que seguí al sur.

 

El Ejército Imperial contaba con una división de Exploradores, por lo que creí adecuado volverme parte de sus filas. Oí que Costasur necesitaba ayuda debido a varios problemas de inestabilidad en la región. Además, creo que sí sería capaz de matar un renegado. Por lo que voy en camino hacia allá.

 

 

 

 

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