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Elireth

Natasha Alexandra Chavelline D'Parvollen

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  • Nombre: Natasha Alexandra Chavelline D'Parvollen
  • Raza: Humano
  • Sexo: Mujer
  • Edad: 26
  • Altura: 1.75
  • Peso: 75
  • Lugar de Nacimiento: Parvollen - Elwynn
  • Ocupación: Militar - Arquitecta
  • Historia completa

 

Descripción física:

Color de ojos: Verdes

Cabello: Negro

Es una mujer de aspecto fuerte, con rasgos bastante delicados y bien cuidados. Su rostro es perfilado con labios finos y nariz puntiaguda. Lo que le da una apariencia más hostil si se lo propone. Sus cejas son finas y bien cuidadas resaltadas por sus ojos de intenso verde. Su cuerpo está bastante bien formado y musculado por los entrenamientos físicos además siendo un poco alta. Tiene un pequeño lunar bajo su ojo derecho.

 

Tiene una forma elegante y bastante "noble" de andar. Como si cada paso fuera milimétricamente calculado y ejecutado. Además siempre lleva un guante de seda en la mano derecha que intenta que no le quiten o bien, intenta cubrirlo con otra cosa. Nunca deja descubierta esa mano en público.

 

 

 

Historia

 

- La nota está mal. Repítelo de nuevo - Un silbido partió en dos el aire y un golpe como de látigo azotó con violencia la mano de la joven Natasha. Ya tenía varias líneas sangrantes en la mano producidos con una varilla flexible y fina. La joven de ojos llorosos continuaba trabajando en los tonos del violín pero esa nota, esa maldita nota era imposible y por desgracia no pudo evitar fallar de nuevo. Cerró sus ojos y abrió la palma ya esperando el siguiente azote. No tenía más de quince años en ese entonces y el ritmo de su vida no había sido muy diferente al de ese día pues su padre obsesionado con engendrar al más perfecto hijo para heredar su linaje había tenido la amarga decepción de otra hija, cuanta seria su desgracia si de tres intentos, había tenido tres hijas y ya estaba demasiado viejo para un cuarto más - Algún día comprenderás que hago esto por tu bien. Dominar un instrumento, un arma o un caballo. Todo será útil. Pero debe ser perfecto, su ejecución debe resaltar. Si quieres algún día ser alguien debes sacrificarte. Ahora no eres nadie y eso seguirás siendo hasta que te ganes un lugar - El mismo discurso de Alexander, tan tierno como solo él podía ser para con sus hijas. Ni siquiera parpadeaba al golpearla con la varilla y verla sangrar, pero aún más impresionante era que esta ya ni siquiera sollozara como antaño, aunque era inevitable soltar algunas lágrimas. La violenta sesión duró otro par de horas antes de que se hiciera tiempo de comer y la familia finalmente se reuniera en la mesa.

 

 

 

Natasha era la hija menor de la familia Chavelline, una familia acaudalada dueña de extensos viñedos en el norte del bosque de Elwynn. Su padre siempre había estado obsesionado con llegar algún día a liderar la familia y heredar las tierras dado que su padre estaba agonizante, pero sus deseos ya eran imposibles para sí mismo debido al rechazo y la competencia entre sus varios hermanos. No es extraño pues que deseara con tanta fuerza un hijo y que se decepcionara tanto de haber tenido una hija. Aun así siendo un hombre determinado, entrenado en el ejército y alguna vez oficial (como todos sus hermanos) se decidió a convertir a su hija en una mujer fuerte y preparada para asumir la tarea y eso implicaba horarios realmente apretados para la joven. Desde el momento en que pudo dar sus primeros pasos debió aprender una cantidad ingente de cosas. Historia mundial, arte, estrategia e incluso idiomas. Nada se escapaba a los deseos extremos de su padre y su madre no se atrevía siquiera a intervenir por miedo a represalias del violento hombre. Cada sesión llevaba como sello ese antiguo dicho "la letra con sangre entra" y lo llevaba al extremo posible.

 

 

 

Con el tiempo Natasha fue desarrollando las mismas ideas su padre, pero también un deseo de independencia que mantuvo desde muy joven, principalmente por el poco tiempo que tenia para dedicarlo a sí misma y su privacidad. El extremo de tales actitudes le había convertido a ella misma en una suerte de ser mecánico que media hasta la forma de caminar para evitar ser golpeada, aunque fuera totalmente irracional pensar que su padre estaría allí siempre para hacerlo.

 

 

 

Sin embargo no lo odiaba y es que no podía, no conocía nada más. Ingentes horas de lectura sobre filósofos, teóricos militares y administradores de la época solían rellenar los huecos y casi siempre eran el momento más adecuado para relajarse y simplemente ser ella. También esos momentos creativos donde podía desarrollar un oficio que le relajara, trabajando con la madera, creando pequeños y curiosos inventos o imitando a pequeña escala algún arma de asedio interesante, la arquitectura le había fascinado desde muy pequeña y tenía un profesor personal que la educaba en estos caminos.  No podía negar su fascinación por las artes militares, y sin duda era la primera en pedir con gran alegría ver los desfiles del ejército cuando era más joven.

 

 

 

“Cuando veo esos hombres y mujeres marchar, siento algo intenso en mi pecho. Allí van los valientes, marchando con su mirada fija en el horizonte y una seguridad que muchos envidiamos. Todos ellos, arma en mano, dispuestos a morir por nosotros.  El Azul de sus tabardos, el dorado de su emblema. Tan majestuosos, tan decididos.

 

 

 

Me pregunto si tendré lo necesario para recibir tales honores.”

 

 

 

Extractos de diario, Natasha

 

 

 

Las horas de ejercicio y entrenamiento solían ser las que menos le agradaban pues su padre era muy duro y rígido, pero era así siempre, tanto que se había vuelto su vida habitual. Levantarse muy temprano, comer y luego realizar ejercicios para pasar a las horas teóricas de clase y luego descansar, si es que no había otra tarea por medio. Para cuando tenía veinte años este estilo de vida ya era como respirar, estaba adaptada a servir, luchar, y ganarse su lugar. Sus hermanas habían sido más astutas prefiriendo una vida de dama y evitando lo que casi parecería tortura.  Sin embargo sentían respeto por su hermana y quizá también cierta lastima.

 

 

 

Algo tenía claro Natasha, y es que como su padre, sus tíos y abuelos ella tendría que unirse al ejército. No sabe si es por condicionamiento de su padre o por un deseo realmente propio, pero la idea no le desagradaba. Su visión del mundo estaba limitada a los libros y los campos de su hogar, y pensaba en el ejercito como una gran institución, quizá demasiado idealizada, quizá demasiado infantil en su cabeza. Sea como fuere estaba destinada a ser parte y asumiría su papel, por el honor de su familia, por su legado y por su futuro.

 

El ejercito era su oportunidad de liberarse del yugo de su padre y ser alguien por sí misma, finalmente, dejar de ser la sombra y el prototipo de persona que su padre quiere y ser ella, solo ella. Defender el Imperio como en esas épicas historias y ser parte de la historia como la Emperatriz.

 

Para cuando tenía veintiséis años, la guerra gnoll había pasado y las historias de la Emperatriz en su grifo Picoveraz la hacían sonreír de emoción, estaba lista para reclutarse al ejercito. Para servir. Lo habría hecho antes de no ser por el capricho de su padre, que muy astuto evitó por completo que ella participara en la guerra contra los hombres hiena. Con sus viñedos colapsados y destrozados, la oportunidad y la necesidad de hacerse nombre ahora más que nunca era vital.

 

 

 

 

 

“Querido abuelo, hoy es el día.

 

 

 

Finalmente me encaminaré a poner inicio a mi destino y me reclutaré para servir en el glorioso ejército imperial. Tantos años de entrenamiento, estudio y practica se resumirán a esto. La tradición me ha llevado hasta aquí y la tradición me llevará hasta donde la luz quiera. No puedo negar que siendo miedo, pero es natural. Todos sentimos miedo cuando no conocemos algo, tu me dijiste eso una vez cuando era más pequeña, pero también me dijiste, que al final del oscuro túnel siempre se haya luz y espero encontrar esa luz.

 

 

 

Gracias por ser el único que siempre estuvo allí para aconsejarme, siempre has sido bueno conmigo y jamás olvidaré eso. Deseo que te mejores y la luz te conceda más años.

 

 

 

La próxima vez que hablemos, llevaré el uniforme que con orgullo llevaste durante tantos años.

 

 

 

La luz este contigo siempre...”

 

 

 

Carta a Ptolomeo, abuelo de Natasha.

 

 

 

Con un traje de seda azul y guantes blancos, se dirigió hacia la mesa de reclutamiento del cuartel general del ejército Imperial en Ventormenta y escribió su nombre. Los soldados, no podían creer que una mujer de familia acaudalada se reclutara como los pobres, pero allí estaba ella firmando a su nombre. Su padre no le compró un rango, su madre no le consiguió quien le protegiera dentro. Probablemente muchos asumieron que había sido despojada de sus beneficios o incluso desheredada. No le importaba, Natasha no deseaba favores por su apellido, ni por su dinero y tampoco le interesaba mencionarlo. Viviría la experiencia del soldado y conviviría con ellos desde abajo. Su objetivo era aprender y superarse.

 

Su familia no la ayudaría, seria ella sola quien llevaría honor o deshonra a su familia.

 

 

 

Su camino iniciaba allí.

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