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Nathan

[Desaparecido] Isthal Num´elon

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  • Nombre: Isthal Num´elon
  • Raza: Sin'dorei
  • Sexo: Hombre
  • Edad: 98
  • Altura: 1.87
  • Peso: 78
  • Lugar de Nacimiento: Lunargenta
  • Ocupación: Músico y miembro raso del Relicario.
  • Historia completa

 

Descripción física:

Joven de constitución ágil y atlética. Ligero aspecto enfermizo que contrasta con un porte abierto, dominante y confiado. Su rostro , largo y cuadriculado destaca por su parche en el ojo derecho del que sobresalen dos cicatrizes profundas y le confiere una primera impresión negativa, de poca bondad y contrario a estándares de belleza y perfección thalasianas. El resto de su rostro es de una gentileza juvenil, con un ojo romboide y cejas expresivas hacia arriba, nariz levemente respingona y fina, y una incipiente perilla. Lleva su cabello pelirrojo y liso en forma de coleta larga.

 

 

 

 

Historia

 

Allí llegaba majestuoso, al Fondeadero Vela de Sol, la Joya de Vealar, nombrada así por su primer capitán, quien dio origen y partida a la Mano Arcana, cuadrilla especializada de marineros  que exploraba los mares en busca de artefactos mágicos útiles para  para el reino, proteger estas piezas de épocas pasadas de su uso irresponsable o moverse a través de las aguas para vigilar las líneas-ley. Aquel barco era una fortaleza-academia flotante donde guarnecer maravillas perdidas, estudiarlas y prolongar su conocimiento. La tripulación no eran amplia en número ni bien afamados, les envolvía un halo de malas lenguas provocadas por otras academia de interior con las que competían y malversaban acerca de su fin y utilidad, del botín que podían o no arrancar y guardarlo para su codicia, los excesos de sus aventuras. Perros mezquinos y envidiosos pensaba con argot marinero un niño llamado Isthal que se encontraba a la espera de su desembarque junto con el resto de familias, comerciantes, guardias u operarios que preparaban las cargas de un lugar a otro en aquel ajetreado y soleado día en el fondeadero. La siluetas de los tripulantes de la Joya de Baelar tomaron forma a medida que saludaban con energía y animo, todos conocidos, casi como parte de la familia para Isthal. Al abarloar y disponer la rampa para bajar el botin conseguido Isthal corrió para abrazar a su padre entre el jolgorio de la tripulación.

 

 

 

Los años para Isthal pasaban sin más sobresaltos que la vuelta de Virlarel, el padre de Isthal, a quien se le esperaba en tierra con los brazos abiertos. Vivía con su madre, humilde lutier y música  en la zona más humilde y llana de Lunargenta, de la que en las tardes de taller recluida por su delicado estado de salud aprendío sobre las armonías y a tocar instrumentos como la guitarra elfica. Los contactos de su padre y las buenas recompensas le abrieron un mundo de aceptables academias y altas torres brillantes en las que descubrir los entresijos de la magia y el progreso, de modelar el mundo y prosperar a través de lo arcano a manos de expertos didactas de los que acaba desentendiéndose en un vaivén de curiosidad e imaginación hipercinetica que alteraban las clases. Entre tantos bamboleos de academias y clases particulares pocos profesores como Cressida Caire´lune pudieron transmitir un reverente orden a su atención y la vehemencia por los constructos arcanos, no sin sobresaltos o desentendimientos abruptos. Pero lejos de las lecciones, entre clases y libros, su imaginación se perdía en la inmensidad del mar, el olor de la sal en el atardecer y el sol curtiendo vidas de viajes y trayectos infinitos que acababan en un choque abrupto con la realidad entre esfinges mágicas, grandes edificios y una madre congénitamente marchita, por la que temía y no podía quedarse a solas.

 

*******

 

Isthal pensó que el primer día que zarpara junto con la tripulación de la Mano Arcana sería solaz, una meta cumplida, pero a que precio. Al zarpar y ponerse el Sol su padre, el nuevo capitán de la Joya de Vealar, esparció las cenizas desde la proa del navío mecido lentamente, como quien avanza en paso penitente. Toda la tripulación estaba presente, pues Aretha fue en su día un miembro más de aquel barco, que pasaba los días moviéndose a lo largo de la arboladura del barco en busca de nuevos horizontes y manejando la jarcia de aquella joya flotante como nadie. Pese a los siglos de búsqueda no hubo magia oculta entre los océanos que pudiera curarla, pero la fe de Isthal en la magia lo escudó en una falta de esfuerzos y sacrificio, de entregarse a la molicie de sus comodidades hasta decaer como elfos y como academia que se debía al pueblo thalassiano. Fue poco el tiempo el que Isthal saboreo el mar, unos meses en los que aprendió y demostró cuan preparado estaba, y también fue amarga la compañía del resto cuando les culpo por aquello en un arrebato, asumiendo el papel acusador al que había sido expuesto en el resto de academias, traicionando los propios sueños que forjo desde pequeño. Fue abandonado a su suerte en el puerto de la aldea Brisaveloz en un acto amargo y complice por parte de la cuadrilla en el que todos los implicados se sentían culpables en su medida; pero las ordenes del capitán fueron claras. Desde el puerto, a la despedida, vieron densas nubes de humo y un estupor desde cada rincón de la aldea. Los soldados tomaban posiciones, los padres refugiaban a sus hijos y cada cual huía con sus enseres más preciados: todo se marchitaba bajo el paso del príncipe caído y su hueste profana.

 

 

 

La cuadrilla de la Mano Arcana se entregó aquel día a la conciencia y a la rectitud aquel día en Brisaveloz, tomando en la Joya de Vealar cuantos refugiados pudieron. La mitad de la tripulación quedó en tierra, protegiendo el puerto y la gente que buscaba amparo y una vía de escape: intercambio de proyectiles mágicos, flechas diáfanas que se hundía en la carne de sus compañeros, barreras arcanas que se extendía con poder ante el ejercito de necrófagos que avanzaba incesante. Isthal huyó con todos en la Joya de Vealar mar adentro seguidos por las gárgolas de piedra que hostigaban todo lo vivo que se hubiera salvado. Isthal junto al resto comenzó a desalojar el barco de las viejas reliquias que volvieron a ser arrastradas por el mar, todo por ganar velocidad y espacio para los refugiados. La Realizaron una parábola a lo largo de la costa de Quel´Thanas, perdiendo en los primeros instantes la costa para no ser objeto de mayor persecución, mientras en la proa libraban un combate encarnizado contra las alimañas de la plaga que durante el desamarre había anclado sus garras sobre el cascarón del barco. Todo era acelerado en aquel momento hasta que una gárgola calló con sus garras pétreas sobre el rostro de Isthal y lo último que escuchó fue un aullido que desgarró sus tímpanos. El dolor de perder un ojo y un oído no era nada en comparación con ver una semana después la Joya de Vealar pulverizada y agonizando entre crujidos y estrépitos por la marea en aquel caladero oculto del bosque Canción Eterna que se ataviaba con sus restos.

 

 

*******

 

Pasaron los meses desde que Quel´Thalas fue arrasada por la flecha imparable de plaga que marcó sus bosques, su historia y sus corazones. Todo supo amargo, la gloria de los elfos bajo los pies de los que ayer en la tierra yacían para alzarse hoy profanados. Ya no había alegría en las calles, las ruinas albergaban vergüenza y ninguna fe, magia o luz, consolaría ahora. Por Belore, se decía Isthal, mientras su padre se aislaba bajo un rostro sombrío y un silencio sepulcral, al cuidado de un Isthal todavía desmejorado a la que se unía la escasez de torrente arcano del que dependían. Usaron la esencias arcanas de los botines que durante tantos años habían rescatado, un precio valioso incluso para salvar la vida después de tanto como se había sacrificado. A medida que Isthal recuperaba parcialmente sus capacidades su padre empezó a perder el raciocinio hablando de gran tesoros y fuentes mágicas, de herramientas de alcance incalculable con el que resolver la sed de magia, volver a traer vida a la cicatriz purulenta que había dejado la plaga o volver a alzar gloriosas gujas de piedra y arcano  que se atrevieran a tocar el cielo una vez más. Fue en busca del resto de una Mano Arcana dispersa y entregada al dolor o al consumo de magía,  y fueron aquellos más hambrientos de torrentes mágicos y consumidos por una ansiedad manifestada en forma de sueños de aventuras quienes partieron con los restos de una Joya de Vealar que no brillaría nunca más ni volvería a ser vista jamás en puerto thalassiano alguno.

 

 

 

Hasta la restauración de la fuente del Sol y los primeros rallos de luz de un futuro prominente para su pueblo Isthal sobrevivió de forma humilde y competitiva, entregándose como obrero, espada para caravanas o locales mágicos que requerían de guardia para evitar a los desdichados, o como múscio en las tabernas,  allá donde la gloria de la luz de la urbe en reconstrucción arrojaba sus sombras. Fue entonces cuando un viejo conocido de la Mano Arcana fue en su búsqueda y le tendió una mano: el Relicario necesitaba de jóvenes como él. Tomó sus libros de magia y las viejas cartas de navegación de su padre esperando ser de ayuda, creyendo en todo aquello con lo que padre soñó a marchar  y quizás, algún día, cruzar el mundo como antaño lo hizo la Joya de Vealar

Editado por Nathan
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