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Blues

Ariane

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  • Nombre: Ariane
  • Raza: Draenei
  • Sexo: Mujer
  • Edad: 375
  • Altura: 2.10
  • Peso: 145
  • Lugar de Nacimiento: Draenor (Shattrath)
  • Ocupación: Paladin/Miembro de la Mano de Argus
  • Historia completa

 

Descripción física:

Una Draenei entrenada para la batalla pesada. Su entrenamiento la ha dotado de las aptitudes físicas que su vida como defensora de los débiles le exigen.  Prefiere llevar su cabello lo más corto posible, para evitar problemas con su casco, además de simbolizar su disciplina a lar artes de la luz. Durante el ataque a su gente dejó muchas cosas atrás, entre ellas sus dos cuernos los cuales han sido limados en sus extremos, quedando uno más grande que el otro; No obstante, su cornamenta no es lo único que se encuentra roto, ya que su rostro está decorado por una recta cicatriz, la cual nace desde su frente, bajando por su ojo izquierdo el cual tiene visión parcial,  y desciende hasta su mentón, con una cicatriz hermana en sus labios, ahora partidos del extremo izquierdo.

Las atrocidades de la guerra también cobraron factura en su capacidad de comunicarse verbalmente, debido al contacto directo y prolongado de gases viles provenientes de la implosión de un artefacto demoniaco. Aunque muchos años han pasado, y gracias a la ayuda de los anacoretas su capacidad del habla regresó de manera parcial,  decide sellar sus palabras ya que el acto de comunicarse se siente cómo tragar vidrios rotos por su garganta. Solo habla lo necesario cuando es de extrema urgencia, además de ser un voto personal, como penitencia por su imprudencia cuando era más joven

 

 

Descripción psíquica:

Ariane solía ser la hija insolente y engreída de una noble familia de Magos y tecnócratas; En Draenor, solía meterse en problemas habitualmente. Lo más común fueron las llamadas de atención de sus tutores arcanos, pues la joven era prepotente y poca dispuesta a recibir órdenes, mucho menos instrucción.

Su vida de rebelde se acabó con los eventos que la llevaron a convertirse en una sagrada defensora de la luz. Su entrenamiento,  combinado con las experiencias traumáticas del éxodo de su gente, le han enseñado que el orgullo y la prepotencia no benefician a nadie.

Se ha vuelto callada, tanto por su dolencia  causada por las maquinaciones perversas de los orcos,  cómo por la culpa que carga a sus hombros de no haber podido hacer lo suficiente para salvar a los que tenía bajo su cuidado.

La penitencia ha borrado todo rastro de orgullo en ella, la ha vuelto melancólica respecto al pasado, pero raramente comparte esos sentimientos, o expresa alguno.   En ella ha nacido un rencor ferviente contra la brujería, la profanación y toda otra cosa relacionada con los orcos,  y con los susodichos miembros de esa especie.

Se ha vuelto obediente, recta e impasible, entre sus compañeros la conocen por ser un pilar inamovible. La primera en el frente, la última en irse.  Es valiente, obediente y disciplinada. Aunque demasiado introvertida e inflexible, jamás demostrando alguna otra emoción que no sea su helada mirada de serenidad completa.

Disfruta de las artes, de la poesía y de la recitación de los salmos destinados a la luz. Suele tener consigo alguna forma de comunicarse, ya sea una libreta o un cristal arcano donde anotar sus pensamientos. También ha aprendido el arcaico lenguaje de señas, aunque de todas maneras raramente recurre a esos recursos.

Suele tener una actitud de respeto silencioso por todos. A pesar de su limitada capacidad de comunicarse, suele ser perceptiva de las emociones de quienes la rodean e intenta animarles, e inspirarles con sus acciones.

Tiene pesadillas recurrentes, y también indicios de tener un trauma-post guerra.  Sin embargo ha sabido ocultarlo en cierta medida, no obstante sus superiores podrían ser conscientes de este hecho y la habrían recomendado para asistencia terapéutica, las cuales ella rechaza con frecuencia.

 

 

 

Historia

 

Capítulo 1: La razón.

 

Los cielos ardían con un incesante fulgor. A la lejanía se escuchaban los sonidos crepitantes del fuego sobre las construcciones, los sonidos del acero y los gritos de la demencia bárbara de los orcos inundaron sus oídos poco a poco…

 

Ariane sacudió su cabeza. Algo había pasado hace unos segundos,  su vista luchaba por enfocarse nuevamente. La draenei se llevó una mano a la corona de su cabeza, sintió un leve dolor perforante en su cabeza y un zumbido en sus oídos. Su percepción vagaba entre las figuras borrosas que tenía frente a ella.

 

La recluta alzó su rostro al frente, tras unos segundos que se sintieron como agónicos años logró enfocar una figura plateada, esquivando con maestría el rápido filo de un hacha, y rematando a un demonio verde con un contundente golpe hacia la cabeza de otro atacante.

 

-¡Hermano….resiste!- Gritó la iniciada, obligando a sus brazos a levantar el peso de su escudo y su espada para lanzarse firme, aunque torpe, al auxilio de su compañero.

 

El camino fue más que difícil, era casi imposible. El suelo resentía el impacto de las máquinas diabólicas que comandaban los orcos para llevar la muerte a los bendecidos de la luz, los sonidos de la batalla taladraban su concentración,  más importante, su sanidad y moral. Pero siguió adelante en su carga hacia los enemigos de su pueblo.

 

Se escucharon el llanto de metal contra metal, el amargo chillido de la guerra. Ariane hizo un embate con su escupo, encontrando en su camino el rostro de un endemoniado, dio una rápida vuelta y atacó con el filo de su espada al estómago del orco; El guerrero rival dejó salir un alarido de dolor mientras se llevaban las manos a su vientre ahora abierto, la iniciada tomó su espada y fue piadosa, pues la clavó en el corazón del orco.

 

-¿Estás bien?-

 

Ariane se giró sin retirar la espada, su respiración estaba agitada y su mirada se movía en cada sombra. Finalmente se centró en el Draenei que había ayudado, su hermano tenía una herida en el rostro, y sangre caía por su piel.

 

-Hermano…te hirieron…¡Esos demonios!- exclamo en impotencia.

 

-Tenemos cosas más preocupantes de qué ocuparnos- Continuó el diestro paladín, mirando tras de si, al mismo lugar desde el cual Ariane había venido. –Me alegra que sobrevivieras- Dijo, poniendo una mano sobre el hombro de la chica.

 

Ariane casi quiso tomarlo como un cumplido, pero la realidad le hizo un nudo en la garganta cuando vio aquello que la había desorientado momentos atrás. Pues en el suelo,  dentro de un pequeño cráter, se encontraba una enorme bola de acero.

 

-Debemos evacuar este lugar.- Dijo el paladín tomando su maza  mientras regresaba su vista hacia el lado contrario. –Yo me quedaré aquí hermana, quiero que tu regreses e informes lo que ha pasado- Hizo una pausa. –Diles que este regimiento ha sido superado, y que la evacuación debe ser apresurada.-

 

Ariane miró confusa al paladín. Cómo iniciada de la mano de Argus tenía que obedecer la orden de un superior de manera inmediata, pero la idea de dejar a otro de sus hermanos atrás…

 

-¡No!- Exclamó. -¡No más, no voy a huir y dejarles terreno a esas bestias!-Dijo tomando aire de sus pulmones. –No más hermanos muertos…¡No voy a dejarlo señor!-

 

El paladín se detuvo. Y con él todo el mundo se vino en calma. Ariane observó mientras su superior, su ejemplo, la miraba sobre su hombro, con una sonrisa.

 

-¡Somos la mano de Argus Ariane, La primera y última defensa de nuestra gente!- Dijo con su maza al hombro, después sopló una brisa de guerra.

 

-El sacrificio de algunos, es el futuro de todos.-Los gritos de guerra se hicieron eco, y las sombras empezaron a bailar. –Detrás de ti se encuentra un duro camino querida Ariane. Un arduo y difícil camino…Vas a dejar muchas cosas detrás. ¡Pero no te detengas!- Gritó con una voz de mando, mientras inclinó su cabeza y su armadura, empezó a destellar en el cálido sentimiento de la luz sagrada.

 

-Está es nuestra ciudad sagrada Ariane…Nuestra ciudad. Seguramente caeré dentro de poco, pero quiero que vayas, que retrocedas y ayudes a otros. ¡Quiero que cumplas tu deber Ariane!-

 

La iniciada tembló, sintió rabia y al mismo tiempo…admiración.

 

-Pero….-

 

-¡Nada, ahora te toca a ti defender a nuestra gente, no dejes que los Demonios ganen hoy Ariane!-

 

La iniciada apretó su mandíbula, bajó la vista y contuvo su llanto mientras se dejaba caer sobre sus rodillas.

 

-No es justo…no lo es…-lloriqueó.

 

Ariane no pudo verlo, pero el paladín sonrío en silencio.

 

-No lo es. Pero para eso estamos nosotros, para traer la justicia a los injustos, y la luz a los que viven en tinieblas. ¡Ahora te toca a ti Ariane, Ve y vive para ver otro día! Yo estaré contigo…-

 

La joven negó con su cabeza. Incrédula.

 

-¿Cómo?...-

 

-En la luz, somos uno- Dijo el paladín, mientras avanzaba al frente, hacia el abismo y a lo que parecía una muerte segura.

 

La iniciada dejó de llorar en ese instante, ya no dijo nada más mientras veía a su líder, su mentor sumergirse en las cavidades del infierno para encontrar lo que era una muerte segura. Pero, ¿Por qué motivo? Ella no lo sabía, no lo adivinaba.

 

La respuesta vendría con el tiempo…pero  no ahí, no en esa noche. Esa noche era para una larga y dolorosa pena…

 

Una larga noche de desconsolación

 

Capítulo 2: El despertar.

 

Ariane se despertó por tercera vez esa noche, su respiración se encontraba agitada. Su cuerpo actuó por instinto y busco a su lado a su escudo  y espada, tranquilizándose de que se encontraban en su sitio, listos para ser usados.

 

Se relamió su boca, años habían pasado desde la fatídica noche en Shattrath y las pesadillas no cedían de dejarla dormir tranquila. Nuevamente, había soñado con ese preciso momento, donde se sintió más impotente e indefensa. El dolor de su debilidad era enorme y le ganaban en magnitud al tormento que asfixiaba su garganta, como si hubiera tragado vidrio quebrado.

 

Lentamente se levantó de su cama, se puso una bata ligera y salió de las barracas para tomar algo de aire fresco. El viento prístino de la isla bruma azur invadió sus pulmones, llevándose parte de los recuerdos incesantes que no la dejaban dormir

 

Pero no a todos.

 

Ariane caminó lentamente, haciendo su camino fuera de las barracas para recibir la luz de luna en su cara, su ojo izquierdo luchó por acostumbrarse a la luz, y la cicatriz empezó a doler.

 

-.En la luz, somos uno- Susurraba el viento, trayendo los fantasmas del asedio de Shattrath a su mente. Pocos habían salido de la ciudad, y de esos pocos solamente una parte se salvó. Quedaban solamente recuerdos, palabras y polvo.

 

Cerró los ojos, y pidió una clemencia por las almas que murieron aquella noche…y los recuerdos volvieron…

 

Había fuego, y pánico. Todo se movía de manera errática, borrosa y las voces apenas podían distinguirse. Ella recordaba muy poco de ese momento, pues los años habían sellado su corazón y habían enterrado aquellos eventos. Pero de vez en cuando, regresaban para torturarla.

 

Recordaba al demonio, un ser de piel verde que llevaba sus canes infernales al frente, intentando alcanzarla y a sus compañeros mientras cubrían  la retirada de un grupo de civiles. El nudo en su garganta no se había disipado, pues el miedo y la adrenalina la aplastaron, oprimiendo su pecho.

 

Después fue fuego y sombra…

 

Hubo una especie de explosión, sus hermanos gritaron y cayeron al suelo, algunos avanzaron hacia el orco y otros cayeron presas de los canes infernales. Ella se encontraba en el medio, parada sobre una nube de gas verde, y empezó a toser, a sofocarse.

 

-¡Ven, no te quedes ahí!- Escuchó mientras sentía que sus brazos eran jalados por alguna fuerza extraña.

 

-¡Ha utilizado un artefacto vil….-Lo siguiente, fueron palabras ahogadas. Ella ya no lo recordaba

 

Pero si recordaba el dolor, el dolor del gas entrando en sus pulmones, en su garganta para asfixiarla. Para privarle del aire y reemplazarlo con un dolor impuro y extraño. Recordó como la agonía se hacía cargo de ella, y la impotencia luchaba para romper su espíritu pues era más doloroso ver como sus hermanos caían, víctimas de aquel gas profano.

 

Hasta el presente, después de tantos años y atención de los anacoretas, la herida no ha sanado. Esa noche perdió muchas cosas, una de ellas fue su voz y la otra, cualquier rastro de misericordia para la raza impura de pieles verdes. Su garganta aún quemaba, aún arde y duele.

 

Ariane respiró profundamente, y volvió a enterrar esos recuerdos dentro de su corazón. Donde no pudieran herirla, donde nunca se sabrían. Era mejor de esa forma.

 

Vago un buen rato bajo la luz de la luna, pensando en las heridas de guerra y el significado de su labor como miembro de la mano de Argus. Entendía que debía defender a su gente,  y daría lo que fuera por eso, la luz requiere de un corazón firme y una voluntad de hierro.

 

No iba a fallar nuevamente. Ni iba a dejar caer ningún hermano atrás otra vez.

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