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Belial

Yorgevin Clusterbolt-Kudaran

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Yorgevin Clusterbolt-Kudaran

Spoiler

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Información general

Nombre: Yorgevin Clusterbolt-Kudaran

Edad: 32 años

Ocupación: Herrero y mercenario ocasional

 

Descripción física

     Enano de cuerpo fornido y voluminoso. Sus espaldas son anchas y velludas, al igual que el resto de su enanil cuerpo. Como muchos enanos, tiene unos brazos fuertes y abultados como dos barriletes pequeños, acostumbrados a trabajar en las forjas y al desgaste de las herramientas del herrero. Una desafiante panza se alza a forma de homenaje a las cervezas y quesos que ya han pasado al recuerdo, dándole una figura quizás un tanto oronda. Los dedos del enano, desprovistos de anillos y alhajas, son regordetes y gruesos. Casi desde la punta hasta la muñeca, los callos han conquistado la dura piel enana y dan cuenta del trabajo en la forja que le precede. Aunque no tiene un cuerpo excesivamente castigado, más de una cicatriz y quemadura tiene como recuerdo de despistes y palabras que fueron a más.

     Cabellos largos y revueltos, de aspecto pajoso y reseco fruto del poco cuidado. Al igual que sus largas barbas, que por poco no llegan hasta la entrepierna, son de un tono café oscuro. Su rostro, casi cubierto en su totalidad por el pelo, apenas deja ver una forma circular con una prominente nariz y unas cejas con pocas horas de cuidado en su historia. Sus ojos, pequeños y de forma almendrada, son de un color esmeralda brillante. Por otro lado, su boca es prácticamente un misterio pues sólo muestra sus piezas dentales cuando grita o vocifera. De resto, su boca se mantiene oculta tras su poblada barba.

     Por lo general, viste ropajes de lino y lana sencillos y algo sucios. No es un enano muy limpio y esto se refleja en sus ropas. Cuando se encuentra trabajando, ya sea en la forja y en refriega, se ata los cabellos y las barbas con dos cintas de cuero. Su ropa de trabajo es de cuero y apenas usa guantes y botas con alguna tachuela o revestimiento metálico. Casi siempre lleva su martillo con él.

 

Descripción psicológica

     Yorgevin tiene una mentalidad neutral y que, por lo general, tiende a decantarse por las buenas intenciones. No hace el mal por el mal ni disfruta de las desgracias ajenas, pero si tuviera que robar, golpear o timar para sobrevivir lo haría, aunque con algún reparo. En su opinión, si fuera bueno con todo el mundo sería como una cucharada de azúcar a disolver en un mar de malas intenciones. Por eso, sus buenas intenciones prefiere reservarlas para su círculo de amistades, familiares y conocidos.

     Para con sus amigos es un enano bonachón, desprendido en el dinero y dispuesto a echar una mano si falta hiciera. Le cuesta negarse a una petición de un amigo, y aunque le duela, de una mujer. Por más que quisiera, no podría negarle ayuda a una mujer o un niño. Y es costumbre que en tanto en cuanto la mujer esté de buen ver, menos le costará mover el culo por ella.

     Pasional, charlatán y mal hablado, Yorgevin no dispuso de una formación muy extensa. Si bien lee y escribe con no demasiado acierto, la herrería la practica casi por instinto. De sus padres ha heredado el amor por el metal y el trabajo en las forjas, siendo su sueño el abrir su propia herrería. Ni falta hace decir que el que sea poco letrado muchas veces desemboca en cabezonería y obstinación.

     Se considera a sí mismo un herrero profesional, un abre-cabezas arrojado y un amante empedernido de las cabras y las buenas mozas.

 

Historia

-¡Cagüen! ¡Apuntala las entradas que el frío mese mete hasta por el bujero del culo!

El enano de aspecto anciano cerró la puerta de la choza de un portazo. Los ojos vidriosos del enano se posaron en su mujer, componiendo un rostro extraño y de desasosiego. Si no fuera porque la mayoría de sus facciones se habían congelado por el frío, la mueca hubiera sido más exagerada.

-¡Andecoño sacaste el mocoso ese!

-¡Sangre ‘e tu sangre, Zoltan! Lo sacáramos de mis adentro no más hace de dos horas. La tía Petrona túvome tarde entera con las patas a ca’lao, echándolo pa’fuera al condenao.

-¡Utateparió! Eso mío no es. De una cabra si acaso, pero mío no es. Si las enaguas no te veo como hará cosa del funeral de mi tío, y el barril no le espachurró la testa ni este verano ni el pasado. Tres hará que retozamos en el pajar. Y yo de otra cosa no, pero de trajinar acuérdome como un gorrino del abrevadero pa’comer. ¡Pero si mira que nariz ganchuda y feúcha! Mía esa no es.

-¡Ábrote la cabeza a garrotás! ¡Zarrapastroso! ¡Borrachuzo lamegrifos! No te acordarás porque borracho vas tres cuartos del día. Si hasta cuatro veces vas a la letrina, agobiado por si cagaste o no esa jornada ya. Y la nariz calco de la tuya es, malnacido. Achicá está la tuya porque aquella cabra de una mordía te la sacó pa los aires.

-Cagüen… Aunque un mozo mal no se recibe en una casa de bien. Pensaba yo en tener que pedirle al chico de los Traven que me ayudara con las cabricas y los carbones de la forja. ¿Es varón? ¿De cuánto la tranca?

-Varón es, varón es. Aunque no más de un garbanzo asustao.

-Entonces de mis güevos saliera.

El enano, con una botella de aguardiente en la mano, se desplomó sobre una mecedora de madera y comenzó a mecerse dispuesto a trasegar el alcohol sin perder el tiempo.

 

-¡Ni fiebres, ni fiebras! ¡Sácalo del camastro como si hay que prenderlo de las greñas! ¿O qué hago? ¿Pa que carajo quiero yo un mozo si no es pa que ordeñe las cabras?

-¡Que ni barbas le salen! ¡Cagüentuabuela! Aguántate semana y media más, que ni a jalar parriba los párpados atina el niño. Agárrale las tetas tu a las cabras, que práctica con ellas falta no tienes.

-¡Jodienda te daba a palos! ¡¿Dónde está mi vara de atizar?! Le voy a dar cuatro nalgás que las fiebres por las narices le van a salir huyendo…

No transcurrieron más de dos o tres segundos antes de que se escuchara el sonido de los piececitos de un enano saltando de la cama. Como un rayo, un pequeño de orejas y mejillas coloradas abrió la puerta de sopetón.

-¡Quieto padre! Que las botas en medio santiamén me las calzo y a por las cabras corro. ¡Pero palos no! ¡Más palos no me aguanta el culo!

-¿Viste Beltrana? Ni a cuatro pasos alcancé. Si mi madre ya decía: “Los males del cuerpo hijos del gandul y la gandula son”. Y a palos se cura la pereza, a palos y cogotadas bien dás. Viste como del camastro saltó. Si mira como corre pa fuera a por las cabras. ¡Coge el cubo coñotumadre! ¡Yorgevin! ¡Como gota pierdas a palos te duermo esta noche!

-Que orgulloso estoy de mi marío. Razón tenía yo y no la revenía de mi hermana Margariola.

 

-¡Mal! ¡Mal! ¡¿Pero que caraju sus pasa! ¡Potrenco despatao! Habresevisto…. ¿A caso es que me quieres de jorobar la forja? Cagüen… ¡Que las patas te dejen rojas las nalgas! ¡Rápido! ¡Alcánzame un fierro pa jalar los carbones pa fuera! Coñounacabra…

Yorgevin, que por aquel entonces cuerpo de adolescente llevaba un palo de hierro pesado y costoso, casi arrastrándolo por el suelo hasta su padre. El enano ya empezaba a tener cuerpo de hombre y los trabajos de campo y las forjas habían comenzado a dar sus frutos. No sin esfuerzo, le entregó la vara metálica a su padre.

-Ahora se arrejuntan pa’ca las arrobas que falta no hicieran. ¡Atento! Que más de una vez falta te hiciera en un futuro, mocoso. Pues si el ojo hallado aún no se encuentre a las números y contadurías de los metales, más de dos y tres veces echarás la pata hasta el fondo y el saco no durará más de dos remesas. ¿Pero me estás poniendo la oreja? ¡Mendrugo! ¡Venga! A colorear las herraduras del Traven ese, que sus van a salí los mocos. Prende el martillo y aguarda hasta que endemonie el fierro.

Obediente, el joven tomó el martillo de herrero y siguió a su padre. Zoltan, con maestría y experiencia, calentó la pieza de metal con una forma parecida a la de una herradura. Al parecer ya había estado trabajando en ella con anterioridad. Con tenazas y guanteletes de cuero, extrajo la pieza y la colocó sobre el yunque.

-¡No sus quedéis en las montañas contando cabras! ¡Venga que el fierro rápido se olvida y hay que recordarlo!

Yorgevin comenzó a golpear el hierro con el yunque, intentando darle la forma que recordaba tenía una herradura.

-Y pregúntome yo, padre: mas no sería de menos labor, endemoniarlo hasta tornarlo en agua de fierro y hincarlo en cuenco con talla de herradura.

-¡Cagüenlascabras! ¡Ojo al martillo que a menos de cuarto de pulgada no le dejas un recuerdo a la herradura y otro a mí! ¡Atento! No sus preguntes sobre aguas de fierro y paparruchadas deesas. Pa cosas desas falta hace versarse sobre fornos altos y trabajo fino. Acá desos no tenemos ni falta hiciera. Aquí como siempre trabajose, hijo: a garrotiazo de martillo de artesano.

-Y… Dígome yo padre…

-Mucho te comentas hoy, patasfinas.

-Que… Que cuando llévose a padre el tiempo, los achaques o los aguardientes. ¿Pa mi toa la forja será? Madre no conoce de fierros y labores de varones.

-¡Ojo al martillo! Cagüen… Pos no pronto sus quieres quedar pa ti la forja. Bujero haciendo estás seguro, allá lejos de la trocha. Rápido las patas me querés meter bajo la tierra. Pos no me sé, hijo. Si pa entonces aun la forja está, pa ti toa es. ¿Pa que demonios la quiero yo en hoyo? ¿Pa calentarme los pieses? ¡Cuidao con el martillo cagüentumadre!

 

-¿Otra sus queréis meter pal gaznate? Don Clusterbolt, mucho sus habéis trasegao ya esta noche pa poneros otra.

-Cagüen… ¡Nunca encontrara yo patrón de bodega que ne se quisiera sacar de encima los aguardientes! Otra ya, bodeguero. Que de festejo estoy hoy.

El posadero, con un suspiro resignado, rellenó el vaso con vodka de enano y continuó frotando una jarra con un trapo sucio. La posada estaba vacía esa noche. Si hubieran festejos locales de seguro se hubiera enterado.

-Y… ¿De qué festejos contáis Don Clusterbolt? ¿Preñá están las cabras? ¿A moza alguna trancarais por los codos?

-Na, na desas. Hoy las patas tiesas mi viejo las pusiera. Mi madre bien echara ríos por losojos, pero a mí ni pizca pesar que me siento, oye. Padre no es que se portara mal con uno, ¿sabe? Algún varazo llevárame de pingajo. Vez incluso coloradas me dejó las nalgas con fierro de forja. ¡Endemoniao aquella que el palo estaba! Coñoesumadre… Pero la forja pa mi toa es ahora. Varón de la hacienda soy y los dineros a mis manos viene.

-Pos no sé si palmá en la espalda o acercarme a darle pésame, Don Clusterbolt.

-Si tan preocupao está, otro aguardiente en saco roto no cae coño. ¡Trae pa’cá!

 

-No señor. Ni alojamiento ni comida le podemos ofrecer esta noche. Mas quizá aquella posada, en donde las esquinas del telar pudiera. De precios altos no goza, y rumores han llegado a mí que de buenos platos y bebidas se dispone. Buenas noches.

-Utasumadre… Ni pa un enano sus abrís las puertas… Pos na. A dormir al raso como rata.

El enano se marchó murmurando, caminando por las calles de Ventormenta. Ni una triste moneda llevaba en los bolsillos. Únicamente llevaba un morral con otro jubón y algo de mendrugos de pan y aguardiente. Eso, y su martillo de forja prendido del cinturón. Tampoco es que le hubiera conservado más de su padre.

-Utalamadre que parió a la vieja mía. Pos no casárase con el mangurrían aquél. Gordo. Pichafina. Simplón gandul sin barbas. Aquí yo, buscándome las fortunas en ciudad ajena mientras sus hijos se gozan de mis cabras. Coño. ¡Quita rata que esta calleja pa mi es ahora! Si hubiérome yo empuesto como con aquí las ratas… ¡Otro cantara ahora! Si yo me le dijera a la madre mía: “¡Madre! ¡Callarsus ya! Varón de la casa es Yorgevin Clusterbol-Kudaran ahora. Mi voz ley es ahora, como si fuera rey. Mas si sus queréis revelar o no sus quisierais de hacer lo que yo me digo, con la vara de padre os daba en los lomos. ¡¿A dónde puso padre la vara?! ¡Traéla acá que estrénome yo en el arte de atizar contigo! Así pratico pa cuando moza me lave en mi casa”. Pos no. Callome yo como mocosa llorona. ¡Fuime de mi casa sin más que dos panes tiesos, dos botellas de padre y un puñao de monedas de la mesa! ¿Endecuando tantas moneas se faltan pa viajar?

El enano se acurrucó en el callejón que apestaba a orina y comida rancia. Con un suspiro se entrelazó los dedos sobre la panza y comenzó a murmurar mientras el sueño se lo llevaba de la conciencia a rastras.

-Cagüentó… ¿Pos no es Yorgenvin enano de mundo ahora? Que hasta trenes ha cogido ahora… ¡Viajao por ende debajo de las montañas y las piedras! Si la Froilana viérome ahora… ¡No riérose como rió cuando pa’bajo me jalé los calzones! Coñosu…

 

-¿Y por qué entonces es que quiere estar aquí? ¿No habían forjas en Forjaz? ¿Ya se secó la lava de la montaña?

-¡Já! ¿Pos no sus sois ignorantón? ¿Ende qué manera se acaban las lavas? Tol mundo lo sabe: las lavas salen de las cagás de un titán que hay bajo tierra. Trasiega piedras y por el culo le salen las piedras con fuego. Pero no, patrón, deso no se tratara. Allá falta hace de saber leer y escribir pa casi toas las cosas de fierros. Pa tontunas en forja ya se usan hasta maquinolas, fijárase usté. Allá de leer patrones y poner en papel letras se hace de falta. Y yo escribir, como una cabra que me salen hasta las “o”. ¿Pos no es la más facilona? Si es así, gorda y redonda como el sol. Y leer… Pos no muchas letras me sé yo.

El humano asintió, entendiéndolo casi a duras penas. Se limpió un instante las manos en el mandil de herrero y se la tendió. Bajo estándares humanos, aquél hombre tenía una mano potente y fiera. Sin embargo, bajo los ojos de Yorgevin aquella palma no llegaba ni a la de su madre que no hacía más que cocinar y remendar en la salita.

-Buenas manos me hacen falta, sí. Una ayuda bien me vendría para dar martillazos en el yunque y cargar unas cuantas arrobas de carbón y hierro bruto. ¿Qué sabes hacer en la forja? ¿Qué oficio era el tuyo antes?

-Antes a piñazos me ganaba yo el pan, patrón. ¡Já! Pos no pocas crismas abrí yo con los puños estos y el martillo de padre. ¡Pero ná pa que sus coma los pensares! ¡Ná que no se pudiera! ¡Bandíos y malandrines na más! Tos echaos a perder. Y de los fierros cosas me sé. Padre cosas enseñome allá en Dun Morogh. Me sé como encender los fornos y las forjas. Me sé también como endemoniar los fierros y darle formas pa lo que usté quiera. Me sé enyerrar cabras, que lo mismo serán que caballos, dígome yo. Me sé cosas con el cubre y el latón también, mas hacer el acero como padre no me sé. Quédome bien pero no de tan bueno. ¡Usté tenía que verlo! ¡Hasta piedra partió una vez con una bastarda pa no sé qué buscapleitos! Con mis ojitos enaniles que me lo vi yo.

-Bueno… Como ayudante bien me vienes. Y la paga… Mucho no te voy a poder ofrecer. Y menos si la semana se diera mal. Vamos a ver…

El herrero se meció las pobres barbas oscuras que tanta gracia le hacían al enano.

-No más de unas pocas platas. Justo pa que no duermas en raso y te puedas llevar una sopa a la boca en la noche. Alguna cerveza o aguardiente si te aguantas bien el dinero en los bolsillos. Quizás incluso unas calzas nuevas si la semana se da bien. Justo, ¿verdad?

-¡Mismo ahora me pongo a cargar arrobas de carbones! ¡Dígame patrón ande se las arrimo!

 

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