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Thorch

[Desaparecido] Erick Pasos

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  • Nombre: Erick Pasos
  • Raza: Humano
  • Sexo: Hombre
  • Edad: 28
  • Altura: 1.75
  • Peso: 70
  • Lugar de Nacimiento: Humedales
  • Ocupación: Docente en letras
  • Historia completa

Descripción física:

Cabellos cortos rojizos, piel blanca pecosa ojos verdes y grandes. Complexión delgada, presenta varias cicatrices abdominales y un tic en el parpado izquierdo.

Descripción psíquica:

Se muestra como una persona culta y afable. Educado y de modos amables, sabe contener su ira en publico y evitar enfrentamientos físicos. Demuestra empatía hacia los problemas ajenos y por ello sabe dar consejos al respecto. En el fondo es un psicópata, manipulador y vengativo, con afán de poder y complejo de superioridad.

Historia

 

Nací en un poblado olvidado y perdido más allá de los humedales, quizás la oscuridad reinante de mi tierra natal, constituía en si un presagio funesto del destino, que un niño no podría interpretar. Mis primeros recuerdos, el olor a carne quemada, los lamentos crueles y agónicos de dolor, las llamas que envolvían la hermosa cabellera mi madre. Eran mis padres, los que resultaron incinerados tras ser declarados culpables de brujería, gracias al testimonio brindado ante la inquisición por aquel desdentando y pervertido párroco del lugar. A nadie pareció importarle las lágrimas derramadas por aquel pequeño, que sufría al ver arder en la hoguera a su familia. Todos me ignoraron, al igual que al retoño que llevaba madre en su vientre meses antes de ser condenada. El cual amamantó en su celda la única vez que me dejaron verle, antes de la ejecución. Crecí como un sucio mendigo, sobreviví donde ni una rata podría hacerlo. Viví oculto evitando correr el mismo destino de mis progenitores, olvidado por todos y escuchando los secretos ocultos de las gentes. Soporté en las húmedas calles frío, hambre, humillaciones, golpes y vejaciones. Quise quitarme la vida muchas veces y hallar la paz, pero caí en la cuenta que la luz no estaría del otro lado del camino, esperando a los impuros como yo.

Mi mísera vida, cobró sentido en forma tan repentina, como inesperada. Fue durante una visita a la capilla, pidiendo limosna y migajas, que tomé fuerzas. Allí estaba el decrepito viejo hipócrita que pregonaba palabras santas, y corrompía monaguillos. Acepté acompañarle a la sacristía, y recordándole quienes eran mis padres descubrí lo fascinante que puede ser el dolor. Fue el primero, quizás por eso no logré hacer más que cristal de su oscura alma. El grimorio que mi amada madre se ocupó celosamente me fuera entregado, el cual en muchas ocasiones pensé en vender a cambio de dos cobres, mostraba su utilidad. La piedra permanece intacta junto a sus oscuras tapas hasta hoy en día, cual íntimo trofeo y testimonio de mi inicio en poderosas sendas. El sufrimiento y agonía de otros pasó a ser mi diversión, quitar vidas constituía mi placer. Descubrí que la agonía es un arte en sí, un cuadro diferente en cada víctima. No existen dos personas que rueguen y supliquen del mismo modo, al ser despojados lentamente de su vida. Ni dos almas iguales, tras ser atormentadas y arrancadas de sus maltrechos cuerpos. Sin embargo ni en mis más disfrutables pesadillas de horror y sangre, podía imaginar que tras aquellos despojos existía el poder supremo.

Todo comenzó una oscura noche, me encontraba en las catacumbas que servían como hogar y escondite Sujetos a los grilletes en mi sala de rituales y experimentos, se encontraban indefensos cuatro chiquillos esperando probar mis elementos de tortura. Tomé a uno que vestía como noble, con telas suaves y brillosas cubriendo sus regordetas carnes. Lo conduje a la mesa de operaciones, pero sus chillidos me resultaban molestos, por lo que debí aplicar un par de procedimientos previos para callarlo. Puse especial dedicación en este que tenía todo lo que la vida me había privado a mí. Continué con la faena y el ritual se encontraba ya bastante avanzado, cuando decidí interrumpir mi paciente labor para limpiar la daga ceremonial y recobrar fuerzas. Gracias a las incesantes ofrendas, los dones adquiridos aumentaban, al igual que mi oscuro poder (eso creía sin darme cuenta lo insignificante y patético que era). Sin embargo me sentí paralizado al observar que mis sujetos de prueba restantes ya sin vida hace largo rato, caminaban torpemente por la sala hacia mí. Tan aterrado, como admirado y confundido el instinto de supervivencia me llevó a luchar, sin embargo ni siquiera mis poderes fueron suficientes. Intente acuchillarles, pero no parecía afectarles, luego controlarles entonando algún hechizo que recordaba del libro, pero tampoco surtió efecto. Sentí como mi propia sangre tibia, recorría mis piernas y sus dentadas bocas se aproximaban a mi rostro.

Los soldados irrumpieron, la situación ante ellos se presentaba confusa era evidente, mas no dudé en aprovechar la oportunidad. Me lancé sobre una de las aberrantes creaciones que atacaba al jefe de la cuadrilla, “salvándole” en el acto. Con “valentía” señalé la dirección donde los impíos herejes culpables, emprendían su tan vil como cobarde fuga. No lograron verlos claro está, porque era una mentira descarada, pero de todas formas partieron en la dirección indicada.

Una víctima pasé a ser, pero sobreviví claro está, en parte gracias a los esmerados cuidados recibidos. No fue tarea fácil convencerles a todos, pero sus inspecciones de luz dieron negativas en mí. Un poco de chantaje emocional, mucho de victimización, los egos de los sangre azul, quienes no querían ver su linaje manchado por la sombra de la brujería, y mucho de persuasión, resultaron suficientes. Resulté tratado como un príncipe, al escuchar tanto sacerdotes como soldados mi valeroso relato. Un valiente y ejemplar ciudadano que arriesgó su vida intentando salvar de despiadadas bestias, a aquellos desafortunados pequeños. Los adinerados padres, agradecidos por mantener en secreto la herejía y posesión de sus hijos, y la real naturaleza de los ataques recibidos, me colmaron de bienes y honores. En particular una familia de nobles accedió a brindarme la educación que no tenía, y me nombró como su fiel consejero. Conociendo así las mieles de la política, y maquinaciones de la corte. Algo demasiado valioso, a cambio de varias cicatrices en mi cuerpo, un bajo precio a pagar.

Sin embargo todo los adquirido no ha sido suficiente para desentrañar con claridad los misterios de la escuela prohibida, la nigromancia. Creo que ha llegado la hora de abandonar la soledad de mi senda, necesito encontrar un maestro u nuevas fuentes de conocimiento. Renunciaré a todo y sacrificaré cada una de mis posesiones en la búsqueda del poder, sé que para ello deberé descender al mismísimo sucio agujero desde el que salí. Pero solo de esta forma podré acceder a los círculos más cerrados y oscuros, sin llamar la atención. Se cuentan historias sobre unas lejanas tierras malditas, aún habitadas por hombres y regidas por el imperio. Donde los muertos recorren libremente, tanto cementerios como bosques por igual. Cita de brujos, bestias oscuras y nigromantes. Donde por las noches las gentes se esconden bajo siete llaves dentro de sus casas, y los osados caminantes desaparecen. Bosque del Ocaso así le llaman, ese será mi nuevo destino.

Editado por Thorch

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