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Maw

Logan

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Dispara, recarga, amartilla; Dispara, recarga, amartilla;Dispara...

El estruendoso rugido del cañon levanto una cortina de polvo. Jaleg pudo seguir la estela del proyectil. Un punto negro rodeado de un rojizo fulgor casi imperceptible, originado por la fricción del aire, este acariciaba su sinuoso cuerpo empezando en sus curvas hasta terminar cerrándose alrededor de sus glúteos metalizados. Penetraba el aire con su punta parcialmente roma, ni muy achatada ni muy puntiaguda.

Rabia sido su creación mas preciada. Jaleg deseaba compartir el amor que había forjado la bala de cañón con los hierro negro, necesitaba que lo supieran. Estos, apenas tuvieron unos momentos para contemplar la magnificencia de tal contundente sentimiento. El proyectil atravesó los muros de piedra estallando en el interior del fuerte reduciéndolo a escombros.

-¡ SI!- Alzo los brazos hacia arriba triunfante al unisono con sus compañeros artilleros.

 

"Mi madre decía que las flores eran como las balas, nunca he llegado a entender en que se parecen asi que le daba la razón."

Sintio el retroceso en sus brazos. La boca del cañón escupió la bala. Era bella, hermosa. El único momento en el que podía ver la bala era tras disparar, justamente al salir de la boca. El momento era ínfimo, un parpadeo en el que por unas pocas milésimas contemplaba los cuartos traseros de una diosa.

" Pero creo, que cada uno tiene su propia visión de las balas. Mi madre veía flores yo veo otra cosa en ellas. Las envidio. Era lo único en lo que me podía concentrar y resguardar en mitad de la guerra contra los hierro negro. Entre trincheras, el olor a ceniza de sus tierras candentes, muertas y grises. De escaramuza en escaramuza. Durante dos largos años solo conocí el sabor a cañería de la poca agua que conseguíamos robar o recuperar de los cadáveres de amigos y enemigos, la comida pasada, sabia a veces a corcho, las escasas provisiones obligaban a los regimientos a racionar los suministros.

Me crie en Forjaz. Mi padre era mecánica, herede sus gustos, asi como sus pasiones, con mis propios matices claro. Pero ella no se unio al ejercito, yo si hice mi instrucción. Me empujo la curiosidad y cierto sentimiento patriota.

"Pero allí estaba, con mis dedos entumecidos por los días calurosos, las noches frías. Lleno de ceniza hasta lugares insospechados y aprendiendo ingeniera de la mano de los mejores."

Giro la tuerca, aflojo la abrazadera, pego con chicle una fuga y luego subió al asiento del copiloto. A su derecha estaba Gbiik, el conductor situado en medio del estrecho habitáculo del tanque, a su espalda el artillero que recargaba el cañón y sentado sobre una incomoda silla dura el capitan Slaus.

El conductor puso primera para hacer avanzar el tanque de vapor. Jaleg trago saliva, a el le tocaba seguir arreglando los desperfectos interiores los cuales no tardaban en hacerse notar. Los inyectores de un manguito agujereados por culpa de la presión, el vapor a punto de estallar y cocinarlos a todos. Habian muchas formas de morir dentro de un tanque tantas como a las que se enfrentaban los hierro negro al ponerse delante. Escucho las balas golpear contra el casco, todas enmudecían cuando el cañon principal disparaba dejando un cráter humeante con cuerpos calcinados y cada vez que los muelles retrocedían y se doblaban por culpa del retroceso, le tocaba a el enderezarlos de alguna forma ingeniosa o suicida.

"El tanque no estaba hecho asi aposta. Toda una vida en los campos de ceniza pasan factura, aquella buena maquina habia visto dias mejores, y yo estaba ahi para que luchara hasta su ultimo aliento. Tras aquella batalla me destinaron a un taller para reparar armas y mecanismos, logre salir del campo de batalla como tirador para ejercer el papel de mecanico aunque volvia a las trincheras cada poco para apañarles arreglos a los equipos mecanicos. Las catapultas tambien se veian mermadas con la misma facilidad que los morteros, volvia a enfrentarme a las balas y a hacerlas volar cuando era necesario. Asi pase otro tanto tiempo, llegando al punto de que considere aquel lugar mi hogar. Mentiria si dijera que no me sentia a gusto, aprendí mucho de la guerra, para lo bueno y lo malo. Los hierro negro nunca cesaron sus ataques, no lo hicieoron al terminar la guerra años atras, no lo han hecho aun hoy en dia. Termine saliendo de aquel lugar, no podría decir que lo eche de menos. Deje muchas cosas atrás al unirme al ejercito y en aquel momento en que empece a engordar mas de lo debido supe que mi vida, no iba a ser la misma.

 

Editado por Maw

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